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Vegeta continuaba observando en silencio a Keiko, quien con cuidado le aplicaba los primeros auxilios. El Saiyajin no podía evitar sentirse intrigado por la actitud de la joven terrícola, pues ella no mostraba miedo ni sumisión frente a él, algo que no solía experimentar con la mayoría de los seres que se cruzaban en su camino.

Keiko, por su parte, se concentraba en curar las heridas del Saiyajin, tratando de ignorar la sensación de incomodidad que le provocaba la intensa mirada que Vegeta tenía puesta sobre ella.

—¿Qué es eso? —preguntó Vegeta cuando Keiko le entregaba una pequeña pastilla en forma de cápsula.

—Eso es para que puedas curar un poco mejor tus heridas —respondió Keiko con calma—. Intenté imitar la curación de las semillas que hay en nuestro planeta por si alguna vez necesitábamos provisiones. Sin embargo, todavía no está perfeccionada, por lo tanto, solo te curará una parte de tus heridas. Luego solo necesitas descansar.

Vegeta frunció el ceño, desconfiando de la medicina que le ofrecía Keiko.

—No voy a caer en esto —dijo Vegeta, lanzando la pastilla lejos de él—. No intentes engañarme, insecta. No comeré o beberé nada de lo que me ofreces.

—¿Crees que intento envenenarte? —preguntó Keiko, pero Vegeta no respondió—. No tengo ningún interés en matarte. Si quisiera hacerlo, habría aprovechado la oportunidad cuando estabas indefenso en el agua.

Vegeta gruñó, molesto por la lógica de Keiko. Sabía que ella tenía razón, pero su orgullo le impedía admitirlo.

—No me importa lo que digas, insecta —respondió con firmeza—. No confiaré en ti.

Keiko suspiró, aunque comprendía la desconfianza del Saiyajin, no podía evitar sentirse frustrada por su actitud obstinada.

—Está bien, Vegeta. Te mostraré que lo que digo es cierto —dijo Keiko, manteniendo la calma mientras sacaba otra cápsula medicinal de su equipo—. Observa bien porque no planeo volver a hacerlo.

Vegeta observó fijamente a Keiko, sorprendiéndose cuando la mujer se hizo un corte en el brazo derecho.

—¡¿Qué estás haciendo, mujer?! —exclamó Vegeta.

—Demostrándote que no tengo ninguna intención de dañarte —respondió Keiko, intentando contener el dolor mientras le mostraba al Saiyajin el corte en su brazo—. Observa lo que sucederá cuando tome la medicina.

Vegeta frunció el ceño, observando con desconfianza las acciones de Keiko. Al principio, consideró que todo era una trampa, pero cuando vio a Keiko tomar la misma medicina que le había ofrecido y que su brazo comenzara a curarse un poco, reconsideró su actitud.

—Interesante... —murmuró Vegeta, observando con atención cómo la herida de Keiko se iba cerrando—. ¿Qué clase de magia es esta?

—No es magia. Es ciencia —respondió Keiko, orgullosa de que su medicina continuara funcionando—. No solo me dedico a entrenar para volverme más fuerte, sino que también me dedico a crear medicina para situaciones como esta.

—Hmph, no esperaba encontrarme con alguien con tales capacidades en este planeta —murmuró Vegeta, mientras sostenía la medicina que Keiko volvía a entregarle—. Visto lo visto, no me queda de otra que aceptarlo. Sin embargo, esto no significa que confío en ti.

Keiko asintió, comprendiendo que ganarse la confianza de Vegeta sería un proceso lento y complicado.

—Está bien. Lo comprendo —dijo Keiko, mientras se sentaba frente a Vegeta—. Por ahora, concentrémonos en nuestro trato.

—¿Qué es exactamente lo que quieres saber? —preguntó Vegeta, quien comenzaba a dejar de sentir dolor gracias a la medicina de Keiko.

—Quisiera saber más acerca de esta otra persona que está buscando las esferas del dragón —dijo Keiko, observándolo fijamente con seriedad—. ¿Quién es? ¿Para qué quiere las esferas?

—El otro sujeto que está buscando las esferas del dragón es un ser extremadamente poderoso llamado Freezer —respondió Vegeta—. Él quiere cumplir su deseo de volverse inmortal y si lo logra, todos estaremos perdidos. No habrá nadie que pueda detenerlo.

Keiko llevó su mano a su mentón, analizando la información que Vegeta le acababa de entregar.

—Ya veo —asintió Keiko, volviendo a mirar a Vegeta fijamente—. En ese caso, ¿no deberíamos de cooperar entre nosotros?

—¡¿Ah?! ¿Por qué tendría que cooperar con ustedes? —exclamó Vegeta—. Además, ¿qué razón tendrías para querer cooperar conmigo? ¿Acaso no soy su enemigo?

—Bueno. Tenemos un enemigo en común, así que pensé que podríamos unir fuerza entre nosotros —explicó Keiko con calma—. Derrotar a Freezer será un problema, pero si uno de nosotros, especialmente un Saiyajin, obtiene la inmortalidad... ¿No crees que habrá una oportunidad para acabar con Freezer?

Vegeta se quedó en silencio, sorprendido por lo rápido que Keiko analizaba la situación.

—Hmph, veo que esa mente tuya si sirve —dijo Vegeta, sonriendo brevemente con arrogancia—. No me gusta la idea de cooperar con ustedes, pero si eso me acerca más a mi objetivo de convertirme en inmortal, lo haré. Cooperaré con ustedes por el momento.

Keiko asintió con satisfacción ante la respuesta de Vegeta para luego buscar algo entre sus cosas.

—Muy bien. Como vamos a cooperar juntos —dijo Keiko al momento en que le entregaba un pequeño dispositivo a Vegeta—. Coloca eso en tu oreja. De esa forma podremos comunicarnos si estamos alejados.

Vegeta tomó el dispositivo y lo examinó con curiosidad antes de colocarlo en su oreja. Aunque todavía desconfiaba de Keiko, sabía que la cooperación era necesaria para alcanzar su objetivo.

Con el dispositivo colocado en su oreja, Vegeta y Keiko comenzaron a discutir alguna estrategia para quitarle las esferas que Freezer había reunido. Ambos se sumergieron en una conversación estratégica, analizando cada posibilidad y consecuencia que podría resultar.

Keiko propuso un plan para infiltrarse en la base de Freezer y robar las esferas mientras él estaba distraído. Vegeta, por su parte, se negó completamente a ese plan.

—No hay forma de infiltrarse en ese lugar —dijo Vegeta, observando a Keiko fijamente—. La nave de Freezer está repleta de gente. Seremos descubiertos en cualquier momento.

Keiko asintió, comprendiendo las palabras de Vegeta. Volvieron a pensar en un plan, cuando, de repente, sintieron un inmenso Ki acercarse velozmente.

—¡Maldición! —exclamó Vegeta, intentando levantarse—. Ese debe ser Zarbon. Freezer ha tenido que enterarse de que tengo la ubicación de una de las esferas y por ello lo ha mandado a buscarme.

—¿Qué haremos? Todavía no estás del todo recuperado y si a ti te derrotó, quien posee un magnífico poder, yo no seré más que un estorbo —dijo Keiko un poco alterara, ocasionando que Vegeta la observara fijamente y sintiera una sensación agradable al escucharla mencionar que él tenía un poder magnífico.

Vegeta frunció el ceño, intentando eliminar aquella sensación que le produjo Keiko. Él comenzó a evaluar rápidamente la situación, sabía que Zarbon no lo mataría hasta que este revelara la ubicación de la esfera del dragón, por lo que, por el momento su vida no correría ningún peligro. Pero también sabía que, si dejaba que Zarbon encontrara a Keiko, ella sería asesinada en cuestión de segundos.

Vegeta observó atentamente a Keiko, aunque su orgullo le imponía dejar que se las arreglara sola, había algo que lo intrigaba, algo que lo hacía querer saber más sobre ella.

Finalmente, con un gruñido de resignación, Vegeta tomó una decisión impulsada por su instinto de supervivencia y la extraña conexión que empezaba a sentir hacia Keiko. Se puso de pie, ignorando el dolor que aún había con él, y miró a la terrícola fijamente.

—Escucha bien, insecta —dijo Vegeta con firmeza, ocultando las dudas que había en su interior—. Sé que puedes ocultar tu presencia, así que, te quedaras aquí y no dejarás que Zarbon te encuentre.

—¿Qué hay de ti? —preguntó Keiko, confundida por las palabras del Saiyajin—. No pensarás enfrentarlo en ese estado, ¿verdad?

—No. Por supuesto que no —dijo Vegeta, quien, aunque quería darle una paliza a Zarbon, sabía que en su estado actual no podría hacer nada—. Yo dejaré que el imbécil de Zarbon me encuentre y me lleve con Freezer.

Keiko observó a Vegeta con preocupación, sin estar del todo convencida de dejarlo solo en todo esto. Sin embargo, sabía que Vegeta no entregaría las esferas del dragón tan fácilmente, por lo que creyó que el Saiyajin tenía un plan y por ello pensaba entregarse.

—Parece ser que mi plan de infiltración se hará de todos modos —dijo Keiko, sonriendo orgullosamente mientras observaba a Vegeta—. No será fácil. Así que, ten cuidado y no permitas que Freezer se salga con la suya.

—Hmph, no me tomes por alguien débil como tú —dijo Vegeta, preparándose para salir de la cueva—. Mientras me infiltro, tú buscarás la esfera que falta y una vez la tengas me lo comunicarás.

—Lo mismo digo. Si logras quitarle las esferas a Freezer comunícamelo —dijo Keiko, tocando suavemente el comunicador en su oreja.

—Ni se te ocurra traicionarme, o me aseguraré de que nunca vuelvas a levantarte —dijo Vegeta, observando una vez más a Keiko antes de irse.

Vegeta se alejó rápidamente de la cueva, dejando a Keiko sola con sus pensamientos y preocupaciones. El Saiyajin solo tuvo que alejarse unos cuantos metros, pues Zarbon ya estaba lo suficientemente cerca de él, entonces, antes de que se percatara de que podía moverse, se lanzó al suelo y fingió estar inconsciente.

Zarbon logró localizarlo en cosas de segundos, por lo que no tardó en descender del cielo y llevarse al Saiyajin a la cámara de rehabilitación que había en la nave de Freezer. En aquel momento, Vegeta sonrió orgullosamente al ver que su plan improvisado estaba comenzando a funcionar.

Por otro lado, Keiko salió de la cueva una vez sintió el Ki de Vegeta alejarse. La terrícola decidió regresar al lugar donde se estaba ocultando su hermana mayor, y así saber si Gohan o Krilin habían regresado.

Cuando Keiko llegó a la cueva donde se encontraba Bulma, notó que Gohan y Krilin todavía no habían regresado. Estaba un poco preocupada por ellos, pero sabía que esos dos sabían arreglárselas bien y que pronto estarían de regreso.

—¡Keiko! —exclamó repentinamente Bulma, ocasionando que la muchacha se tensara—. ¡¿Cómo se te ocurre dejarme aquí sola?! ¡¿Qué no se suponía que ibas a protegerme?!

—Lo siento, hermana —dijo Keiko, alzando sus manos en son de paz al ver la mirada furiosa de Bulma—. Es solo que he tenido que encargarme de algo.

—Qué fue tan importante para dejarme aquí sola —dijo Bulma, observando fijamente a Keiko.

—Eh, Bulma... Verás...

Keiko comenzó a explicarle detalladamente a Bulma su encuentro y trato con Vegeta, lo cual provocó que su hermana mayor soltara un chillido del terror.

—¡Estás loca! ¡¿Cómo crees que ese despiadado Saiyajin nos ayudaría?! —gritó Bulma—. ¡Nos va a matar una vez cumpla su deseo! ¡Soy demasiado joven y bonita para morir aquí!

—Escucha, Bulma. En este momento no tenemos que preocuparnos por Vegeta —dijo Keiko, seriamente—. Hay un enemigo mucho más poderoso que él. Así que, Vegeta y yo decidimos unirnos para poder derrotarlo.

Bulma se cruzó de brazos, claramente aún desconfiada de la idea de cooperar con Vegeta.

—Esto no me gusta para nada. Estoy segura de que ese Saiyajin nos traicionará —dijo Bulma—. Lo siento, Keiko. Pero esta idea tuya es descabellada.

Keiko suspiró, entendiendo la preocupación de Bulma, pero también sabía que la situación era mucho más complicada de lo que ella se imaginaba.

Al final, decidió no insistir en convencerla y esperar a que sus amigos regresaran o que Vegeta se contactara con ella.

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