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En un planeta distante llamado Namekusei, una joven terrícola llamada Keiko, se encontraba junto a Gohan, Bulma y Krilin en busca de las legendarias Esferas del Dragón. La misión era muy importante, pues debían de encontrarlas para poder revivir a las personas que fueron asesinados por los temibles Saiyajins; Vegeta y Nappa.
En medio de la búsqueda, Keiko y su grupo tienen varias dificultades. Ellos no eran los únicos que buscaban las esferas del dragón, sino que Vegeta y un ser más poderoso, se encontraban también en su búsqueda. El grupo decide ocultarse y, mientras Krilin se dirige con Dende (un pequeño usuario de aquel planeta al cual rescataron) a visitar el gran sabio de aquel planeta para convencerlo de que les entregara la última esfera del dragón, Keiko, Bulma y Gohan deciden buscar la forma con la cual podrían recuperar las esferas.
—Sigo insistiendo que esto no resultará —dijo Bulma, quien se encontraba sentada en una roca observando el radar—. Debimos volver a casa en cuanto pudimos. No somos rivales para esos enemigos.
—No podemos rendirnos ahora, Bulma —dijo Gohan, tratando de mantener la moral del grupo en alto—. Debemos continuar, encontrar las Esferas del Dragón y hacer todo lo posible para revivir a quienes murieron.
—Gohan tiene razón —dijo Keiko con una sonrisa—. No hay que perder las esperanzas.
—Además, mi padre viene en camino —añadió Gohan, su voz saliendo con gran orgullo al mencionar a su padre—. Estoy seguro de que con él todo será más fácil.
—¡Tienes razón! —exclamó Bulma, levantándose de la roca con gran ánimo—. ¡Vamos a encontrar esas Esferas y salvar a nuestros amigos!
Justo en ese momento, mientras Bulma todavía sostenía el radar, Gohan se da cuenta de que una de las esferas del dragón se encontraba todavía en su lugar. Confundido, toma el radar de las manos de Bulma y observa fijamente el sitio donde estaba la esfera.
—¡Ah! ¡La esfera del dragón que se supone que tendría Vegeta sigue allí! —exclamó Gohan, ocasionando que Bulma y Keiko se acercaran a ver.
—¡Es cierto! —exclamó Keiko para luego cerrar sus ojos y expandir el sentido de su Ki—. No siento ningún Ki en esa dirección.
—¡Vegeta ha debido de esconder la esfera! —exclamó nuevamente Gohan—. Si voy allí y encuentro la esfera... ¡Tendremos 1 esfera para nosotros!
—¡Eso impediría que alguno de nuestro enemigo invoque a Shen Long! —exclamó Bulma con gran felicidad—. ¡Y estaremos más cerca de cumplir nuestro deseo!
—¡Entonces no hay tiempo que perder! —exclamó Keiko, emocionada por la posibilidad de obtener una ventaja sobre sus enemigos—. Gohan, ve a buscar esa esfera. Yo me quedaré junto a Bulma por si algún enemigo anda cerca y protegerla.
Gohan asintió con determinación y se dirigió hacia la dirección indicada por el radar. Mientras tanto, Keiko se mantuvo alerta, extendiendo sus sentidos para detectar cualquier presencia sospechosa en los alrededores. Bulma, por su parte, volvió a ingresar a la cueva en la cual se ocultaba para poder descansar en la cápsula que había colocado para ellos.
Pasaron varios minutos de tensa espera, durante los cuales el silencio del paisaje se vio interrumpido únicamente por el suave murmullo del viento entre los árboles. Keiko continuaba en guardia, mientras que Gohan todavía se encaminaba hacia el lugar donde Vegeta ocultó la esfera del dragón.
De repente, un Ki que comenzaba a disminuir considerablemente llamó la atención de Keiko. Confundida y preocupada de que pudiera ser de algún Namekusei sobreviviente, Keiko decidió dirigirse a esa dirección y así saber de quién se trataba.
La mujer avanzó con cautela, siguiendo el rastro del Ki que comenzaba a debilitarse. Con cada paso, su corazón latía con más fuerza, pues había una posibilidad de que el enemigo estuviera cerca.
—¿Uh? No veo a nadie —dijo Keiko mientras descendía del cielo y observaba a su alrededor—. ¿Acaso me he equivocado?
De repente, del agua emergió una persona. Keiko se preparó para atacar, sin embargo, al ver a esa persona malherida, relajó su cuerpo y se acercó; percatándose de que esa persona era Vegeta.
—¡Vegeta! —exclamó Keiko, sorprendida por el inesperado encuentro—. ¿Qué demonios te ha pasado?
—No es asunto tuyo, insecta —respondió Vegeta con su típico tono orgulloso, aunque su voz detonaba cierto grado de dolor—. Solo déjame en paz y sigue tu maldito camino.
El príncipe Saiyajin salió del agua con dificultad, sosteniéndose el costado derecho de su vientre herido. Su orgullo le impedía admitir debilidad, pero su estado evidenciaba que estaba en apuros. Keiko frunció el ceño, molesta por como Vegeta la estaba tratando. Ella se acercó al Saiyajin y se agachó a su altura mientras le mostraba la palma de su mano.
—¿Sabes? Ahora mismo podría acabar contigo —dijo Keiko, formando una pequeña esfera de luz en su mano—. En ese estado no podrías esquivar ninguna roca.
Vegeta la miró con desdén, pero también con una chispa de sorpresa en sus ojos. No esperaba tal actitud de parte de la terrícola, quien demostraba una determinación y valentía que lo desconcertaba.
—Hazlo. Acaba conmigo —provocó Vegeta, aunque su voz temblaba ligeramente por el dolor—. ¿Qué estás esperando, insecta? ¿Acaso tienes miedo?
Keiko mantuvo su mirada firme, sin mostrar señales de fragilidad. Sabía que tenía una gran oportunidad para acabar con la persona que asesinó a sus amigos, pero también comprendía que acabar con Vegeta en ese momento no sería lo adecuado. Después de todo, Vegeta tenía información que podría serle de mucha ayuda.
—No voy a atacarte. Al menos no por el momento —dijo Keiko con calma, disipando la espera de luz en su mano—. Tienes información que me sería de ayuda. Dime, ¿Quiénes son los otros que están buscando las esferas de dragón?
—¿Qué te hace pensar que compartiré información contigo, insecta? —replicó Vegeta con tono desafiante.
Keiko se mantuvo imperturbable frente a la actitud desafiante del Saiyajin. Sabía que no sería fácil, pero confiaba en su habilidad de persuasión.
—Si quieres seguir con vida, tal vez sea una buena idea cooperar. Está claro que en ese estado no tardarás en desmayarte y morir desangrado —dijo Keiko, observándolo fijamente—. Además, estoy segura de que no quieres que los demás obtengan las esferas del dragón antes que tú, ¿o me equivoco?
Vegeta observó a Keiko con desconfianza, sin comprender del todo sus intenciones. Sin embargo, la situación lo obligaba a tomar una decisión, y por el momento, la información que tenía podía ser útil para asegurar un poco más su vida.
—¿Y cómo puedo asegurarme de que me ayudarás? —preguntó Vegeta con desconfianza—. Nada me asegura que me ayudarás cuando te cuente lo que sé.
—Tendrás que confiar en mi palabra —dijo Keiko, mostrándole una sonrisa que hizo que Vegeta se desconcertara por un momento.
—Confianza... eso es algo que no me sobra, terrícola —respondió Vegeta con tono despectivo, aunque su mirada demostraba cierta curiosidad ante la actitud de Keiko.
—Entonces, ¿qué dices? —preguntó Keiko—. ¿Estás dispuesto a arriesgarte y confiar en mí? O prefieres quedarte aquí y morir solo.
Vegeta frunció el ceño, evaluando sus opciones. Por un lado, estaba su orgullo Saiyajin, que le impedía confiar en las personas. Pero, por otro lado, la situación de obtener ayuda para sobrevivir y continuar su búsqueda por la vida eterna era tentadora.
—Está bien, insecta —dijo finalmente Vegeta, entre dientes—. Te diré lo que sé. Pero primero ayúdame a curar mis heridas.
Keiko asintió con determinación, entendiendo que esa era su oportunidad para obtener información valiosa. Se levantó y extendió su mano hacia Vegeta.
—Levántate, te llevaré a un lugar seguro donde pueda curarte —dijo Keiko, tratando de ocultar su desconfianza hacia el Saiyajin.
—No me hagas arrepentirme —dijo Vegeta mientras aceptaba la ayuda de Keiko para ponerse de pie.
—Lo mismo digo —dijo Keiko, sosteniendo con firmeza el cuerpo del Saiyajin.
En un inicio, Keiko planeaba llevar a Vegeta a la cueva donde se estaban ocultando ella y sus amigos. Sin embargo, llevarlo allí podría provocar situaciones complicadas; especialmente por el hecho de que su hermana mayor no aceptaría que el Saiyajin obtuviera algo de ellos. Finalmente, Keiko optó por llevar a Vegeta a otra cueva que había logrado ver cuando huían de sus enemigos.
Al llegar a la cueva, Keiko ayudó a Vegeta a recostarse en el suelo y comenzó a examinar sus heridas. Buscó en su pequeño bolso una cápsula, donde al presionarla apareció un kit de suministros médicos. Keiko sacó lo necesario para curar las heridas de Vegeta, mientras tanto, el Saiyajin la observaba fijamente sin decir una palabra. Estaba demasiado concentrado en analizar cada movimiento que ella hacía, por si intentaba algo en su contra. Sin embargo, no logró detectar ninguna clase de maldad en ella, y eso le causaba intriga.
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N.A: He visto que el prologo tuvo muy buen apoyo en votos y comentarios. Así que, aquí tienen el primer capítulo. Si veo que de nuevo obtiene buen apoyo, no me tardaré taaaanto en publicar nuevos capítulos. :D♡
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