Traición

Todos conocemos la historia de la pequeña ardilla: aquella que, tras ser traicionada por su "único" amigo, decidió regresar al pasado. Una historia amarga, teñida de soledad y desconfianza. Murió creyendo que nadie la había amado.

Pero, ¿y si te dijera que no conocemos toda la verdad? ¿Qué pensarías si existiera una parte oculta, olvidada entre las líneas de esa narración? ¿La creerías? ¿O preferirías ignorarla como todos los demás?

☆

La sangre resbalaba por sus dedos temblorosos, tibia y pegajosa, mientras un charco rojo se expandía bajo su cuerpo. Beatty estaba paralizada, atrapada entre el dolor y la incredulidad. Miró a su amigo con los ojos llenos de lágrimas y una pregunta ardiente en la garganta.

—¿Por qué? —murmuró, apenas capaz de articular las palabras mientras caía de rodillas. Su vestido empapado se aferraba a su piel, frío, como si la muerte ya la reclamara.

Ritten no respondió de inmediato. Su mirada era gélida, vacía, como si no quedara rastro de la criatura que una vez la había protegido.

—¿Por qué, Ritten? —repitió con un hilo de voz, desesperada por encontrar algo de humanidad en sus ojos.

Pero entonces una voz cortante rompió el silencio.

—¿Esto aún no termina?

La tía de Beatty apareció de entre las sombras, observándola con el mismo desprecio que el albino. Beatty giró la cabeza con dificultad, un movimiento que le arrancó un grito ahogado. El horror la golpeó como un puñal cuando los vio juntos: su tía y Ritten, cómplices en su traición.

Las lágrimas comenzaron a caer sin control, y con cada latido de su corazón, el frío y el agotamiento se apoderaban de ella. Podía sentirlo: la vida se le escapaba.

Pero entonces el muchacho dio un paso hacia ella. La joven, entre sollozos, alzó una mano ensangrentada. Tal vez… tal vez él aún la salvaría.

—Ayuda… —susurró, su voz quebrándose.

En lugar de ayudarla, él la agarró por la muñeca con fuerza, obligándola a acercarse. Sus ojos seguían siendo dos pozos sin fondo, vacíos de remordimiento.

—No puedo olvidarme de esto —dijo con frialdad, mientras arrancaba la joya que colgaba de su muñeca.

Para él, eso era lo único importante.

En ese momento, algo en ella se rompió. La traición, el dolor, y la rabia la consumieron, pero su cuerpo ya no le respondía. Él simplemente se dio la vuelta y se alejó, dejándola atrás, moribunda, en un charco de lágrimas y sangre.

La princesa de Aslan, en sus últimos momentos, solo pudo pensar en su error. ¿Por qué había confiado en ellos? ¿Por qué había entregado su corazón a personas que solo la habían utilizado y destruido?

☆

Cuando la oscuridad comenzó a envolverla, algo cambió. Una cálida luz apareció en la penumbra, y unas manos suaves se posaron sobre su cabeza, trayendo consigo un destello de paz.

—Mi niña… ¿qué te han hecho?

La voz era triste, pero inconfundible. A pesar de la neblina que nublaba su mente, Beatty supo quién era.

—¿Tori? —murmuró, sintiendo cómo sus lágrimas caían con más fuerza al reconocer a la joven coneja que había dado su vida por ella años atrás.— Tengo miedo, Tori…

La coneja la miró con ternura, aunque su tristeza era palpable. No podía entender cómo su madre y el príncipe habían sido capaces de destrozarla de esa manera, reduciendo a la brillante princesa de Aslan a una sombra de lo que una vez fue.

—No te preocupes, niña mía —susurró Tori, acariciando su cabello con infinita delicadeza—. Muy pronto serás feliz con tu verdadera familia.

Y entonces, todo se apagó.

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