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✩Día de playa.࿐⋆

Disfrutaba de la hermosa vista que la Bahía di Saint vito le regalaba, sus hermosos matices que se iban oscureciendo conforme las horas iban transcurriendo, con esas rítmicas olas que chocaban contra las rocas produciendo un sonoro ruido que no hacía más que calmar su nerviosismo.

《Vendrá ¿Verdad?》 Se preguntaba constantemente al revisar cada quince minutos el reloj que portaba en su muñeca izquierda. No podía evitar que el miedo le dominara por dentro, aún cuando quería mantenerse firme. Veía a la gente pasar y observarla, como si fuera una pobre alma en desgracia; con su vestido veraniego, un sombrero playero y un sutil maquillaje que esperaba que fuera lo suficientemente agradable para él. 

No pudo retener el suspiro cargado de pesar que de sus entrañas salió, se sentía una tonta de solo pensar e ilusionarse con algo que tal vez no pasaría, quizá ella y Luka eran ya un capítulo finalizado por un cruel autor que no deseaba verlos felices, y ella como la caprichosa que era, se estaba aferrando a esa última escena donde el amor triunfaba. 

—Debes aceptarlo, Chloé. Esta vez metiste la pata.— bajó la vista con el corazón dolido, mordiendo su labios con fuerza al retener las lágrimas que querían salir como si de una manguera se tratara.—Lo has perdido. Perdiste a quien más has amado en la vida.

Ya sin poder lograrlo, se soltó a llorar con todo lo que su corazón estaba  guardando. Fueron siete años de matrimonio, un lindo y hermoso matrimonio, la mejor decisión que pudo tomar en la vida pero que lamentablemente poco a poco la llama del interés se fue apagando día tras día, haciendo que los dos tiraran de caminos diferentes.

El divorcio cruzó por sus mentes, pero no. Ella quería a toda costa no optar por esa fatídica opción que acabaría con todo su cuento de hadas, aunque al parecer él no pensaba de la misma manera. Se lo había dicho; Ambos se encontrarían en el lugar donde la magia comenzó, solo así sabrían que esa era la señal de que dejarían todo atrás para comenzar de nuevo.

Estaba a punto de levantarse de las rocas en donde se encontraba pero pronto sintió la presencia de alguien a sus espaldas que le hizo quedarse en su lugar, justo en el momento el que recibió un abrazo a la altura de los hombros. 

—Te encontré.—susurró la voz inconfundible de su marido, aunque ella no entendía de qué se trataba aquello ¿Qué no había sido lo suficientemente clara?, él emitió una risa corta.—La primera vez que te vi no fue aquí, fue en aquella cafetería que queda a unas cuantas calles de aquí, pero eramos tan ciegos y encerrados en nosotros mismos que aún estando en los mismos lugares no nos dimos cuenta de que solo bastaba alzar nuestras miradas para saber a qué lugar pertenecía nuestro corazón; y fue justo aquí, cuando tú estabas un poco ebria que casi por accidente entras a la playa.—recordó entre divertido y melancólico. —No sé qué hubiera pasado si no llegaba en ese momento. Te veías tan frágil, tan triste, solo deseabas morir junto con tus padres.

Chloé ladeó su cabeza para conectar sus ojos llorosos a causa de su sentimentalismo, era verdad, Luka había llegado a su vida cuando más lo necesitaba. Con ese azul que lo representaba tan bien; divino, confiado, leal y lleno de fé en sí mismo. Tan inmenso como  la vida misma, esa con la que ella quería acabar al no saber lidiar.

Por que ella podía aparentar optimismo pero en el fondo estaba llena de envidias, enojo y mucha impulsividad que la hacía cometer un cúmulo de tonterías. Casi violenta. 

—Tú me salvaste, como siempre lo has hecho.—sonrió entre lágrimas, posando una mano en la mejilla del chico al él colocarse a su lado.—No puedo creer lo ciega que estuve por mucho tiempo al negar que estaba completamente enamorada de ti.

El de profesión artística hizo una mueca de disgusto, mirando con pasión a quien era su esposa.

—¿Estabas?, es decir...—se atrevió a tomar su mano con mucha fuerza.—¿Ya no?, por que hoy, yo puedo jurar que te amo con todo mi corazón como la primera vez que te vi.—posó la mano de la mujer en su corazón.— No importa los años que pasen.

Chloé sintió la felicidad subir por su rostro hasta transformarla en una enorme sonrisa, ahí estaba lo que quería escuchar con su alma, la oportunidad para ambos de no dejar morir lo que en una hermosa tarde de verano comenzó. 

—Por supuesto que te amo.—llevó la mano que permanecía en el pecho de Luka hacia sus cabellos, esos sedosos mechones azules que aún conservaba y que le sentaban tan condenadamente bien sin importar el tiempo que pasara.—Eres y serás por siempre quien tenga mi corazón, quien voy amar hasta mi último respiro, que no importa si no tenemos hijos por mi enfermedad; somos tú y yo contra el mundo ¿Verdad?

—Sabes que sí, no hay nada que no desee más que seguir envejeciendo contigo y aprender cosas nuevas, que me sigas sorprendiendo cada día, seguir disfrutando de tus lindos berrinches, de tus momentos tiernos o de tus constantes pensamientos que siempre tienen algo que aportar e incluso de tu mal carácter cuando cometo tonterías o no hago las cosas como tú las dices, o las peleas que lleguemos a tener. Eres maravillosa, Chloé Bourgeois. Y no me imagino mi vida sin ti.

Ya no había dudas alguna, todo estaba claro entre ellos, el amor era totalmente correcto entre ambos, era correspondido y sin duda alguna seguía ardiendo con la intensidad enorme del sol, sin importar el tiempo pasado. Sellaron su amor, una vez más, bajo el atardecer de la playa Italiana que fue testigo principal de aquella historia de amor que trascendiera hasta la eternidad.

Jurando que nunca más dejarían que nadie ni nada los distanciara, en esta vida no había nada más importante que ellos dos; Eran dos amantes eternos que nunca pararían de soñar ni de escribir su historia de amor.

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