One shot
⋆ Ficha
• Canción: Enchanted
• One Shot
• Género: Romance
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La noche brillaba con un esplendor distante. Las carcajadas y sonrisas de sus amigos llenaban el departamento, un eco de lo que alguna vez fue tan cercano, tan real. Era un momento único después de tantos años, o al menos eso trataba de convencerse, porque sentía esa alegría tan lejana como las estrellas en el cielo nocturno. Se esforzaba en mantener la normalidad, en que nadie sospechara que, bajo esa capa de felicidad, se ocultaba un peso inexplicable. Una tormenta silenciosa. Un vacío inmenso que llegaba sin previo aviso.
¿Cuándo había comenzado a vivir así?
Recordaba que, solo un par de años atrás, era una persona llena de vida, de esas que compiten en la escuela con una sonrisa franca, de las que exploran cada rincón del mundo con curiosidad infinita. En aquel entonces, el simple hecho de estar vivo le traía una paz indescriptible. Su sonrisa, antes tan peculiar, ahora parecía perdida en un océano profundo, y a sus veinticinco años, no lograba comprender cómo había llegado a sentirse tan a la deriva.
Así era la vida de Park Ji-min ahora: monótona, vacía, sin sentido.
—Ji-min, ¿estás bien? —preguntó Kim Seok-jin, con un tono de preocupación que trataba de disimular.
Ji-min suspiró, alejándose de sus pensamientos. No quería dar explicaciones. ¿Para qué? Ellos no entenderían.
—¿Escucharon que habrá una reunión de exalumnos este fin de semana? —cambió de tema, llevándose la taza de café a los labios.
—Sí, una chica con la que solía hablar me escribió para decirme que nos veríamos ahí —respondió Kim Tae-hyung, sacando su teléfono para mostrarles el mensaje a los demás. Todos lo leyeron, menos Ji-min y Seok-jin.
Ji-min se sintió aún más distante. Apartó la mirada hacia el ventanal, donde la luna lo observaba, tan fría y solitaria como él. En esa noche, ella era su única aliada, compartiendo su soledad desgarradora, indiferente a la hora o al lugar. Seok-jin, por su parte, lo observaba de reojo. Sabía que algo no estaba bien, pero no quería presionar. No hoy. Ji-min llevaba su dolor en silencio, y Seok-jin lo respetaba.
Después de unos minutos, la reunión había llegado a su fin. Era hora de marcharse sin levantar sospechas. Se despidió de manera automática, repitiendo las mismas palabras de siempre, deseándoles lo mejor, aunque en el fondo solo quería huir. Así se fue, mientras sentía la mirada de Seok-jin clavada en él, observándolo desde el gran ventanal hasta que su figura se desvaneció entre las sombras de las calles.
Al salir, Ji-min sintió un ligero alivio, como si la opresión en su pecho hubiera aflojado un poco. No quería preocupar a sus amigos, mucho menos confesarles que llevaba meses sintiéndose nuevamente vacío, sin ganas de seguir adelante. Sabía lo que escucharían sus oídos: frases vacías como "esto también pasará" o intentos de comparar sus problemas con los de ellos. Le dirían que no era nada, que exageraba, juzgándolo sin entender, como si ellos pudieran dictar lo que debía sentir. No quería oír nada de eso. Su interior era un caos que ni él mismo lograba descifrar.
Perdido en sus pensamientos, al dar vuelta en la esquina, chocó contra alguien. Ambos cayeron al suelo, el sonido de una guitarra golpeando el asfalto resonó a unos metros de distancia. Y entonces no pudo más. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, una tras otra, arrastrando el dolor emocional que había mantenido guardado por tanto tiempo.
—¡Oye! ¿Te lastimaste? —el músico se acercó con prisa, intentando ayudarlo—. Te vi venir, pero me distraje... No era mi intención golpearte.
Las palabras del músico apenas llegaban a Ji-min. El mundo a su alrededor parecía lejano por sumergirse en su dolor. Su cuerpo permanecía inmóvil, con las manos y rodillas apoyadas en el asfalto frío, mientras observaba cómo sus lágrimas se deslizaban lentamente hacia el suelo. A cada gota que caía, sentía el peso de todos esos momentos en los que había fingido estar bien. Era como si el suelo bajo él, al igual que su vida, estuviera desmoronándose.
El músico, ahora arrodillado junto a él, intentaba consolarlo, pero Ji-min sentía que cualquier palabra que escuchará se perdería en ese vacío que lo consumía.
—Te pido disculpas, de verdad... —dijo el chico mientras alcanzaba su guitarra—. Voy a cantarte una canción. Tal vez... tal vez eso ayude.
El músico se sentó junto a Ji-min y, mientras sus dedos acariciaban suavemente las cuerdas, una melodía comenzó a llenarlo todo. El cielo, que se había nublado, parecía resonar con cada nota, como si incluso la naturaleza sintiera el peso que Ji-min cargaba.
"Use the sleeves of my sweater..."
Las lágrimas seguían cayendo. Era como si la melodía tocara partes de Ji-min que había enterrado profundamente, como si cada nota extrajera un dolor oculto que no sabía cómo expresar. Llevaba tanto tiempo cargando con ese vacío.
"Cause it's too cold for you here and now..."
Sentía que estaba en el centro de un abismo. No había caído de golpe, sino que se había ido deslizando lentamente, casi sin darse cuenta. Al principio, había intentado luchar, fingir que todo estaba bien, que podía soportarlo. Pero con cada día que pasaba, ese vacío se hacía más grande, más insoportable. Y ahora, la salida parecía una luz distante, casi inalcanzable.
"So let me hold both your hands in the holes of my sweater..."
La canción continuaba, y algo dentro de Ji-min comenzó a cambiar. No era que la tristeza desapareciera, pero el sonido de la guitarra y la voz del músico le ofrecían algo que no había sentido en mucho tiempo: consuelo. No necesitaba palabras, no necesitaba explicaciones, solo esa simple compañía. Se había ahogado en sus propios pensamientos, atrapado en una prisión de su propia mente, donde cada intento de buscar ayuda se sentía como una señal de debilidad.
Pero ahora, mientras escuchaba la canción, entendía que a veces no se trata de encontrar soluciones inmediatas, sino de tener a alguien que esté allí. Necesitaba alguien de quien sostenerse.
"The holes of my sweater"
Las lágrimas de Ji-min habían disminuido conforme la canción avanzaba. Para cuando el último acorde resonó en el aire, una extraña sensación de calma recorrió su cuerpo, haciéndolo suspirar con alivio. Pero, justo cuando la paz comenzaba a asentarse, la vergüenza llegó de golpe, al darse cuenta de que había expuesto su lado más vulnerable frente a alguien que apenas conocía, y todo por un accidente. Su cuerpo se tensó de inmediato.
—Nunca pensé que una noche nublada pudiera ser tan hermosa como una despejada —dijo el músico, evitando mirarlo directamente, respetando su espacio personal—. Me gusta... porque, aun así, las nubes dejan espacio suficiente para que la luna complete la vista.
Ji-min agradeció en silencio que el chico no mencionara su llanto. Sabía que esas lágrimas no tenían nada que ver con la caída, sino con todo lo que había estado acumulando dentro. Se sentó con más tranquilidad, observando cómo el joven seguía admirando el cielo.
—Gracias... No era mi intención causar problemas —susurró Ji-min, sin querer romper del todo el momento.
El músico volteó a verlo, regalándole una cálida sonrisa. Sus ojos, grandes y brillantes como luceros, irradiaban una ternura que hizo que Ji-min se sonrojara al instante. No pudo evitar pensar que aquel desconocido era realmente una persona hermosa.
—No has causado ningún problema. —El joven señaló hacia el cielo, todavía con esa sonrisa apacible—. Ahora que te miro... eres tan hermoso como esta noche.
El músico arrugó la nariz con diversión al ver la expresión de asombro y el evidente sonrojo en el rostro de Ji-min, quien intentaba, sin mucho éxito, desviar la mirada de esos ojos avellana que lo tenían cautivado.
—Tú también lo eres... —respondió Ji-min, intentando devolver el halago, aunque la timidez lo envolvía—. Gracias... por todo.
Su voz era apenas un susurro, pero en esas pocas palabras trataba de expresar toda la gratitud que sentía en ese momento.
—Quiero compensarte por la caída invitándote un trago... o un vaso de agua, si no bebes. ¿Qué te parece? —dijo el músico mientras se levantaba y le ofrecía una mano a Ji-min.
Aceptar una invitación de un completo desconocido parecía una locura. La opción más sensata sería rechazarla amablemente y desearle una buena noche. Pero, después de tanto tiempo soportando el dolor en soledad, su corazón se sentía, por primera vez en mucho tiempo, acobijado.
—Acepto... ir por un vaso de agua —respondió Ji-min, tomando la mano del chico con firmeza.
—Soy un maleducado, lo siento —dijo el músico, carraspeando ligeramente—. Me llamo Jung-kook, un placer conocerte.
—Mi nombre es Ji-min. El placer es mío —respondió, mientras ambos sonreían, con un leve rubor y las pupilas dilatadas por la emoción del momento.
Ji-min y Jung-kook cruzaron la calle hasta llegar al pequeño bar que Jung-kook había mencionado. El lugar tenía un aire acogedor y bohemio, con luces cálidas y mesas de madera oscura que le daban un ambiente relajado. El suave murmullo de las conversaciones y el tintineo de los vasos creaban una atmósfera tranquila, mientras una ligera música de fondo se mezclaba con las risas de los clientes.
—Bienvenido a mi segundo hogar. Trabajo aquí como músico —bromeó Jung-kook, guiando a Ji-min hacia una mesa cerca del escenario donde normalmente se presentaba.
—¿Tocas aquí a menudo? —preguntó Ji-min, acomodándose en la silla mientras sentía que la tensión en su cuerpo se disolvía poco a poco.
—Sí, suelo tocar por las noches. Este lugar me salvó en muchos sentidos —respondió Jung-kook, mientras pedía un par de aguas al camarero—. El público aquí es relajado, y siempre ocurren cosas curiosas... Recuerdo una vez que un tipo muy borracho y dolido se subió al escenario creyendo que podía cantar. Tuvimos que detener todo porque luego nos contó toda su ruptura amorosa —Jung-kook se rió, y Ji-min no pudo evitar unirse a su risa.
—¿En serio? Me imagino la cara de los clientes —dijo Ji-min, sonriendo ampliamente.
—Oh, claro. Y ni te cuento cuando alguien dejó caer su bebida sobre el piano... el tecladista casi se desmaya de la rabia —añadió Jung-kook, ambos riendo de nuevo.
Los minutos pasaron entre risas y conversaciones ligeras. Ji-min, entre carcajadas, se sentía sorprendentemente cómodo. Nunca hubiera imaginado que podría sentirse tan en paz en un lugar lleno de extraños. Lo hacía sentirse... ¿normal? ¿Vivo? Algo que no sentía desde hacía mucho tiempo.
De repente, Jung-kook se quedó en silencio por unos segundos, observando a Ji-min con una expresión pensativa y sincera.
—¿Nos conocemos de antes? —preguntó de repente, desconcertando a Ji-min.
Ji-min lo miró confundido y soltó una leve risa, inclinándose un poco hacia él.
—Bueno, sí, nos conocimos hace una hora cuando... chocamos —respondió Ji-min, extrañado por la pregunta.
Jung-kook sonrió de manera enigmática, sus ojos brillando bajo las luces del bar.
—Lo sé... —dijo suavemente—, pero siento como si te conociera desde hace años. Nunca creí en el amor a primera vista; siempre pensé que era algo sacado de las películas. Pero contigo... fue como si en ese simple instante te hubiera conocido de siempre.
El corazón de Ji-min comenzó a latir con fuerza, como si intentara salir de su pecho. No supo qué decir. Sus mejillas se encendieron de un rojo intenso y, por un momento, el mundo a su alrededor pareció desvanecerse. Solo estaban él y Jung-kook, en un espacio donde el tiempo no existía.
—Yo... —intentó hablar Ji-min, pero su voz salió como un susurro, entrecortada.
Justo en ese momento, un chico, claramente conocido por Jung-kook, apareció, rompiendo la intensidad del momento.
—¡Jung-kook! —dijo con entusiasmo, interrumpiendo la atmósfera entre ellos—. Perdón por interrumpir, pero traje a mi novia esta noche. Llegamos tarde a tu concierto, y ella está ansiosa por verte actuar. ¿Podrías cantar una canción para nosotros, si no es mucha molestia?
Jung-kook sonrió amablemente, pero lanzó una rápida mirada a Ji-min, como si no quisiera alejarse demasiado del momento que acababan de compartir. Notó la indecisión en él, así que, con un asentimiento de cabeza y una cálida sonrisa, le brindó una respuesta.
—¡Claro, hombre! No hay problema, déjame preparar algo —respondió, poniéndose de pie y mirando a Ji-min—. No tardo —dijo con una sonrisa, mientras se dirigía al escenario.
Ji-min trató de calmar su respiración y su corazón, que aún latía a mil por hora. ¿Cómo era posible que alguien que acababa de conocer le hiciera sentir de esta manera? Era abrumador, casi aterrador, pero al mismo tiempo... tranquilizador. Sentía un cosquilleo en el pecho mientras lo observaba subirse al escenario con su guitarra en mano.
Por primera vez en mucho tiempo, algo en su vida parecía haber cobrado sentido.
Así es como una velada se estaba convirtiendo en una noche perfecta, donde Ji-min volvía a sentirse vivo. Mientras Jung-kook cantaba, Ji-min bailaba, disfrutando de la música bajo la atenta mirada del músico, que sonreía, perdido en sus movimientos y en las notas que tocaba. Los corazones de ambos rezaban porque este fuera el comienzo de la primera página de un amor tan puro y hermoso.
Los aplausos sacaron a Ji-min de su ensoñación. Volteó a ver a Jung-kook, quien agradecía al público antes de acercarse rápidamente hacia él.
—Me gustaría que fuéramos al río Han para seguir disfrutando de la música sin interrupciones. ¿No es inapropiado pedírtelo? —susurró cerca de su oído.
—De ninguna manera, vamos —respondió Ji-min con ilusión.
—Bien, en marcha —dijo Jung-kook, tomando su mano por sorpresa, y luego salieron corriendo del establecimiento.
Definitivamente, esto era volver a sentirse vivo. El aire frío golpeaba su rostro con fuerza, pero, a pesar del clima, la sonrisa de Ji-min era tan grande y brillante que Jung-kook no podía dejar de admirarla. Era tan hermosa que, por estar observándola, casi tropezó de nuevo, si no hubiera sido por Ji-min, que lo sostuvo a tiempo. Las carcajadas de ambos resonaban por toda la calle.
Había sido la mejor velada en mucho tiempo. Se había extendido hasta las dos de la mañana entre canciones, bailes, risas y coqueteos por parte de ambos. Un momento tan íntimo que llegó a su fin cuando Ji-min miró la hora en su celular.
—Me tengo que ir... muchas gracias por esta velada tan bonita —dijo, jugueteando nerviosamente con los dedos, intentando no mirar directamente a sus ojos.
Sabía que, si lo hacía, no podría borrar el eco de su nombre de su mente por mucho tiempo.
—El gusto fue mío —respondió Jung-kook, acercándose para abrazarlo.
Ji-min correspondió al abrazo con intensidad. Se sentía increíblemente bien estar entre sus brazos, y un suspiro escapó de sus labios al inhalar el aroma del perfume de Jung-kook, que lo llenó de una paz reconfortante.
—Espero volver a verte pronto —dijo Ji-min al separarse, con las mejillas sonrojadas.
—Yo también lo espero. Que tengas una linda noche. Recuerda que eres igual de hermoso que ella —dijo Jung-kook, señalando la luna.
Ambos se alejaron, despidiéndose con una sacudida de manos, pero sin dejar de voltear hacia atrás, tratando de grabar cada detalle que, una vez en casa, les haría suspirar una vez más. Finalmente, después de unos metros, se perdieron de vista.
Ji-min regresó su mirada al frente, con una sonrisa y un rubor intenso en las mejillas, mientras se ponía los audífonos. El suave comienzo de "Enchanted" de Taylor Swift empezó a sonar:
"This night is sparkling, don't you let it go,
I'm wonderstruck, blushing all the way home..."
Eran las dos de la mañana y Ji-min se hacía la pregunta: ¿A quién amas?
Su corazón repetía el nombre de Jung-kook una y otra vez, como si no pudiera contenerlo. Se sentía perdidamente enamorado en tan solo unas horas. Con todo su ser, deseaba volver a verlo, porque le había faltado decirle cuánto estaba maravillado con él. Encantado de haberlo conocido.
"Please don't be in love with someone else,
Please don't have somebody waiting on you..."
Se lamentaba por no haberlo dicho antes, por no confesarle que sentía algo más profundo, aunque sonara loco. Lo pedía con todo su corazón: que Jung-kook no estuviera enamorado de alguien más, que no hubiera alguien esperándolo en casa. Era un ruego silencioso.
¿Y si no lo volvía a ver?
Se detuvo por un instante. El miedo a no volver a cruzarse con él lo abrumaba, porque todo lo que se había guardado esta noche lo llevaría consigo para siempre, preguntándose si Jung-kook alguna vez sabría lo importante que había sido para él, en tan poco tiempo.
Finalmente, alzó la vista hacia la luna, esperando en silencio que su deseo se cumpliera, de volver a verlo.
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