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7

La pesada corona descansaba intranquila sobre la frente de Alysa mientras caminaba por los pasillos del palacio, meciendo suavemente a la pequeña Nora en sus brazos. Los sollozos de la bebé no amainaban, y su llanto se amplificaba con cada paso que daba la reina.

Alysa la acunaba tiernamente contra su pecho, pero nada parecía calmar a la inquieta infanta. Los sirvientes y guardias que se cruzaban en su camino agachaban la mirada, conscientes de la irritación que el llanto de Nora provocaría en el rey.

De repente, Arsen salió de la habitación con el ceño fruncido, contrariado. Mientras que en sus brazos, el pequeño príncipe Basil lloraba desconsoladamente tras oír a su melliza.

—¡Mira qué escándalo ha armado!— reprochó— ¡Su llanto acaba de perturbar a mi hijo! ¿Es que no puedes callar a esa criatura?— sus ojos negros se inyectaron ferozmente sobre la mujer.

Alysa sintió las lágrimas agolparse en sus ojos, pero respondió con suavidad.

—Nora es sólo una bebé, Arsen. Además, apenas la miras. Es tú hija también— habló alzando la mirada.

—¡Tonterías!— exclamó Arsen rodando los ojos —Mi atención sólo merece quien la merezca verdaderamente. Y esa criatura lamentable no lo hace— con desprecio miró a la princesa en los brazos de su esposa. Su llanto tan desgarrador no parecía compadecer el corazón de su tirano padre.

—Por favor— suplicó Alysa -Nora es tu hija también. Ella sólo quiere tu amor—

Pero las palabras de la reina parecieron caer en oídos sordos. Arsen volvió su mirada hacia Basil, ignorando por completo a Nora y sus sollozos. Alysa apretó a la bebé contra su pecho, conteniendo el nudo que se le formó en la garganta. Sus hijos eran su único consuelo en medio de aquella corte fría y cruel.

La luna brillaba en lo alto, iluminando de plata las aguas del mar. Alysa caminaba por la playa, meciendo a Nora en sus brazos. La niña dormía placidamente, ajena a los problemas que agobiaban a su madre.

Los pies de la mujer se hundieron en la suave arena mientras caminaba hacia donde Hades estaba sentado, contemplando el océano.

Al verlas llegar, Hades se apresuró a acercarse con pasos sigilosos. Se agachó y cargó a Nora -no sin antes buscar la autorización de Alysa a través de su mirada- con sumo cuidado, haciendo que la bebé se removiera entre sus brazos sin despertar.

Alysa sonrió, aliviada al ver la ternura con la que Hades cargaba a Nora.

—Arsen sigue sin dirigirle la mirada -contó Alysa con tristeza —es como si Nora no existiera para él. Sólo tiene ojos para Basil—

—Eso es cruel— respondió Hades, meciendo suavemente a Nora — Un padre debería amar a todos sus hijos por igual— comentó mirando con detenimiento a la pequeña.

Alysa asintió, sintiendo las lágrimas acumularse en sus ojos. Le dolía ver el sufrimiento de Nora al ser rechazada por Arsen.

—Es un maldito— habló ella entre dientes- Todo lo que le importa es exhibir a Basil para gloria suya. Nora no encaja en sus planes— desvió su mirada, cerrando sus puños ante la ira que se manifestaba no sólo por la indiferencia de Arsen hacia su hija, sino que también por la triste realidad que aguardaba para Basil.

Los ojos de Hades centellaron de ira al oír tal confesión. Odiaba a ese hombre por ser un pésimo padre, esposo y rey. Un nudo de rabia se formó en su garganta.

—Pues eso es imperdonable— expresó con denotante desagrado —es una niña maravillosa, al igual que su hermano...y por supuesto su madre— una cálida sonrisa se formó en sus labios mientras que el rubor acendía a las mejillas de la mujer.

Hades acunó a Nora con ternura, dejando que Alysa descansara su cabeza sobre su hombro. La reina sintió al fin algo de paz en medio de tanta tormenta.

El trono brillaba a la luz de las antorchas cuando Poseidón apareció en el palacio de Hades. Su hermano estaba sentado en el, sumido en profundos pensamientos. Sus ojos amatistas parecían contemplar escenas lejanas.

Al ver entrar a Poseidón, Hades dirigió hacia él una mirada soñadora. Tardó un momento en volver en sí.

—Hermano— sonrió tratando de poner su mejor semblante.

—Veo que estás preocupado, Hades— habló Poseidón con calma. Sabía que solo algo verdaderamente preocupante podría distraer así a su hermano.

Hades levantó una mano y la pasó por su cabello en un gesto nervioso, raro en él. Suspiró antes de responder.

—Es Alysa. Su esposo continúa...haciendo de las suyas— suspiró mentalmente exhausto. No hacía mucho le había revelado la verdad a Poseidón, de como había conocido a la reina de Corinto y lo especial que se había vuelto en ese tiempo que llevaba conociéndola.

—Los mortales son frágiles— expresó el rubio con resignación- Su vida es breve... ¿Por qué te atormentas con tales preocupaciones?— entrecerró sus ojos, tratando de sacarle la verdad a su hermano mayor.

Hades mordió su labio, tardando un par de minutos en responder.

—Yo...no es nada. Olvídalo—

Tiempo después

El sol se filtraba por las grandes ventanas de la sala del trono cuando Alysa se reunió con sus hijos. Basil se apresuró a correr torpemente hacia ella, sonriendo y extendiendo los brazos para que lo sostuviera. Alysa se agachó y lo levantó, cubriéndolo de besos.

—¡Mamá!— exclamó Basil entre risas. Era la primera palabra que pronunciaba.

El corazón de Alysa se llenó de alegría al escucharlo. Lágrimas de felicidad se acumularon en sus ojos.

—¡Mi pequeño!— La mujer lo estrujó con fuerza entre sus brazos —ya estás hablando, ¡mi lindo niño!—

Mientras, Nora se quedó rezagada, observándolos con mirada apagada. Sus labios temblaron, pero no dijo nada. La niña se sentía ignorada frente al triunfo de su hermano.

Alysa se dió la vuelta y extendió un brazo para sostener también a Nora. La besó en la mejilla y la abrazó, murmurando palabras de elogio y cariño. Pero sus ojos brillaban aún de la emoción por las palabras de Basil.

Una sirvienta, al verla, se apresuró a sonsacarle sus pensamientos.

—¡Qué maravilla oír a Basil decir sus primeras palabras, alteza!— exclamó ella- Y Nora no tardará en imitarlo— agregó.

Alysa asintió, aunque una punzada de culpa se le clavó en el pecho. Sabía que Nora necesitaba sentirse tan querida y elogiada como lo era su hermano.

—Tienes razón— secundó Alysa con una sonrisa forzada.

Alysa apretó más a Nora contra su pecho. Mientras le murmuraba cuánto la quería y admiraba, no pudo evitar sentirse, una vez más, dividida entre la alegría del triunfo y el dolor de ver a su hija eclipsada. El corazón de una reina era una tierra de contrastes.

La oscuridad de la noche era su mayor aliada. Alysa guió a Basil y Nora hasta la playa, sin que nadie los viese. Su corazón latía emocionado al pensar en la sorpresa que le darían a Hades.

Al llegar a la playa, vió a Hades sentado en la arena, como solía hacer cuando la esperaba. Su mirada  parecía contemplar el océano, aunque Alysa sabía que en realidad estaba absorto en sus pensamientos.

Al verla, Hades se puso velozmente en pie y corrió a su encuentro con paso ligero. Sus ojos brillaron de alegría al verla.

Alysa sonrió, feliz, mientras Basil y Nora corrieron a abrazarlo, tirando de sus ropas.

Hades se agachó para cargarlos a ambos en brazos, estrujándolos con fuerza. Risas de alegría salieron de sus labios al sentir los besos y las risas de los niños.

Alysa le contó que Basil había dicho hoy sus primeras palabras y Hades se estremeció de orgullo y alegría, felicitando al pequeño.

De pronto, Nora apoyó su cabecita en el hombro de Hades y murmuró:

—Papá...—

Rey y reina se sobresaltaron, pues Hades no era el padre de Nora. Pese a todo, un nudo de emoción se les formó en la garganta y en los ojos. En aquel instante, Nora estaba feliz y segura en sus brazos, y eso era todo lo que importaba.

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