25
Despertó aturdida, su mente envuelta en un velo de amnesia que le negaba el paso a sus recuerdos. No recordaba cómo había llegado allí, ni qué había ocurrido después de caer inconsciente. La incertidumbre la carcomía, y sus ojos luchaban por adaptarse a la tenue luz del lugar, hasta que finalmente, se encontró con una mirada penetrante de ojos rojos que la observaba fijamente.
Un nudo se formó en su garganta, y su boca se secó de repente.
—¿D...dónde estoy?— una voz ronca y débil salió de sus labios mientras intentaba comprender su situación.
—En el inframundo— respondió Beelzebub con una calma perturbadora, mientras le entregaba un vaso con agua —Has sobrevivido de milagro. Perdiste mucha sangre y tus heridas eran severas— explicó casi con fascinación, admirando la resistencia de la mujer.
Alysa miró a su alrededor, fascinada por los extraños artefactos que nunca había visto antes. A pesar de la curiosidad que la invadía, su cuerpo aún sufría por el daño que había sufrido a manos de su marido. De repente, un recuerdo la asaltó: la guerra que había asolado su hogar y la incertidumbre acerca del paradero de sus seres queridos.
—¿Y mi hija?— preguntó con desesperación, tratando de levantarse, pero el dolor la hizo soltar un grito desgarrador que la obligó a recostarse de nuevo —¿Dónde están Héctor y Eirene?...Hades— continuó, luchando contra el dolor que la invadía —¿Cuánto tiempo llevo inconsciente?—
Sus pensamientos se volvieron hacia su hogar destrozado y el caos de la guerra que lo había arrasado todo.
—Casi una semana— respondió, los ojos de la mujer se abrieron como platos— No debes hacer movimientos bruscos, aún no te recuperas— advirtió Beelzebub con seriedad —Y no te preocupes por ellos, todos están bien. De hecho, te están esperando ahora mismo— añadió para tranquilizarla.
Alysa se sintió reconfortada y se apoyó en la almohada con cuidado, sintiendo la debilidad en cada uno de sus movimientos. Observó como el azabache se ponía de pie y salía de la habitación, dejándola sola por un momento.
No pasó mucho tiempo antes de que escuchara el sonido apresurado de pasos acercándose al lugar. Casi todos entraron corriendo, ignorando las protestas de Beelzebub. Nora fue la primera en abrazarla cuidadosamente. Alysa se sintió abrumada por la emoción y la felicidad de que todos estuvieran bien. Los ojos de Nora brillaban con lágrimas de alivio y alegría, mientras abrazaba a su madre con ternura.
Héctor e Eirene inclinaron sus cabezas en señal de saludo, dejando que sus gestos expresaran la alegría que sentían en sus corazones al verla despierta. Alysa respondió con una sonrisa agradecida
—Alysa—la voz de Hades la hizo detenerse. Alysa se volvió hacia él, encontrando su mirada intensa fija en sus ojos. El dios se acercó lentamente y tomó asiento a su lado, sin dejar de mirarla ni un instante —que alivio que estés bien—dijo finalmente, con una voz profunda y grave que revelaba la preocupación que sentía por ella.
La rubia sonrió, agradecida por la presencia de Hades a su lado. Se abrazó a él con cuidado, sintiendo la suavidad de sus brazos alrededor de su cuerpo frágil. Era como si la presencia del dios la protegiera de todo el mal del mundo.
—Me alegra saber que todos se encuentran bien... Héctor, ¿cómo sigue tu herida?— se separó de Hades, pero no sin antes entrelazar su mano con la suya. Después, dirigió la mirada hacia su guardia.
—Todavía debo mantenerme en reposo, mi reina— respondió con una sonrisa —Pero estoy mucho mejor, gracias al señor Beelzebub—Señaló al azabache que permanecía en silencio, observando la escena con un aparente desinterés.
—Nora me lo ha contado todo, y puedes estár segura de que Arsen no volverá a poner una mano sobre ustedes ni sobre Corinto— aseguró Hades mientras pasaba su brazo por los hombros de su amada, atrayéndola hacia sí con sumo cuidado —Él está muerto... — confesó finalmente. Las sonrisas de todos desaparecieron y sus semblantes se tornaron serios
El simple recuerdo de ese hombre resultaba desagradable para todos.
Alysa permaneció en silencio, sin demostrar emoción alguna ante la noticia. No obstante, una lágrima solitaria recorrió su mejilla al recordar a Basil y el momento exacto de su muerte.
—¿Y mi hijo?— se atrevió a preguntar, con la voz entrecortada.
—Él también está muerto, madre. Lo sabes— respondió Nora, dando un paso al frente para recordarle la dura realidad.
Un nudo se formó en la garganta de Alysa, quien buscó refugio en el pecho de Hades. El peliplata la rodeó con sus brazos y besó su cabeza, haciéndola sentir segura y protegida en medio de tanta tristeza.
—Bien, la hora de las visitas ha terminado— intervino Beelzebub, tratando de disipar el tenso ambiente —ella necesita descansar, así que todos fuera—demandó, empujando a Nora, Héctor y Eirene lejos del laboratorio con decisión —Señor Hades— añadió, volviéndose hacia el dios del inframundo, quien no quería alejarse de Alysa en ese momento —usted tambien—
—Será mejor que te vayas. Yo estaré bien— aseguró la rubia con una cálida sonrisa —Gracias por estár ahí para ellos en mi ausencia— le agradeció honestamente, recibiendo un casto beso en los labios por parte del peliplata.
—Es lo menos que puedo hacer—susurró suavemente mientras se ponía de pie —Volveré en unas horas —prometió antes de partir — Descansa—
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—Corinto está...— habló Alysa con voz temblorosa, interrumpida por Héctor, quien asintió con la cabeza.
—Destruido, sí— agregó el hombre con la mirada gacha, sus puños se cerraron con fuerza por la impotencia que sentía —los espartanos arrasaron con todo— murmuró entre dientes, como si quisiera ahogar el dolor que emanaba de sus palabras.
Alysa suspiró con pesar, la ciudad que juró proteger desde que llegó al trono estaba devastada, según lo relatado por el guardia. Sentía en su corazón la desolación que ahora reinaba en Corinto.
—Arsen y sus provocaciones...— de un momento a otro, la furia pareció apoderarse de la serenidad de Alysa, quien golpeó violentamente la mesa en donde estaba, como si quisiera descargar toda su ira en ese objeto inerte —¡Ese malnacido!— exclamó con una rabia que parecía sacudir su cuerpo entero.
—¡Alysa!— al ver que la mujer se tambaleaba, aún no recuperada de sus lesiones. Hades La sostuvo entre sus brazos, transmitiéndole su apoyo y su firmeza —Tienes que calmarte, ¿sí? Aún no estás recuperada— le recordó con seriedad, mientras la ayudaba a sentarse nuevamente en la silla —Lo que pasó con Corinto fue una tragedia, pero no podrías haberlo detenido aunque quisieras— agregó, suspirando —Los espartanos jamás hubieran cedido. Su orgullo fue dañado y no se detendrían hasta no acabar con todos allí—
Alysa asintió, sintiendo como la furia y la impotencia se disipaban en su interior. Sabía que Hades tenía razón, pero no podía evitar sentirse desolada por la pérdida de su ciudad. Tomó una profunda bocanada de aire y exhaló lentamente, tratando de recuperar su calma y serenidad.
—Mi reina, será mejor que descanse— sugirió Héctor con suavidad. La ira de Alysa lo había sorprendido y el guardia sabía que necesitaba un momento para recobrar la compostura.
—No se angustie alteza, seguramente Corinto logrará florecer de nuevo— Eirene habló, tratando de sembrar esperanza, aunque la gravedad de la situación hizo que Alysa cuestionara esa posibilidad.
—Sin un rey, lo dudo— Nora intervino con una afirmación tajante —el daño en Corinto fue severo, sin un líder apto...temo que es solo cuestión de tiempo para que la ciudad sea abandonada— explicó fríamente, su rostro permanecía impasible incluso en esa situación.
—Alysa— Hades, con un gesto de apoyo, posó su mano en el hombro de la rubia —Confío en que encontrarás una manera de ayudar Corinto, como siempre lo has hecho— dijo con voz serena —Pero en ese momento, lo más importante es que descanses, todos ustedes— Hades miró a los presentes con una expresión grave y se dirigió a la princesa de Tebas —Eirene,
¿no es así?— la joven asintió con timidez —Seguramente todo esto te parece una locura y anhelas regresar a tu hogar. Enviaré a dos de mis mejores guardias a que te escolten. Tus padres deben estár buscándote por cielo y tierra—
El semblante de Eirene se iluminó. Había echado de menos su hogar, imaginando la angustia de sus padres al enterarse de su repentina desaparición.
—Le estaré eternamente agradecida— expresó con humildad, inclinando su cabeza en señal de respeto y gratitud.
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La ciudad de Corinto yacía en ruinas, sus calles cubiertas de escombros y cenizas. Hogares que alguna vez fueron el refugio de familias enteras, ahora eran montones de escombros humeantes que se arrastraban con la brisa. La muerte había llegado a la ciudad sin piedad, dejando una estela de cuerpos sin vida que se extendían en las calles y en las casas. Los pocos sobrevivientes, con la mirada perdida y el corazón destrozado, clamaban en vano por ayuda para sus seres queridos heridos. Era una escena espantosa, una muestra de la crueldad del destino y de la fragilidad de la vida humana.
El corazón de Alysa se estremeció con dolor al ver su reino convertido en ruinas. Aquel lugar que había prometido proteger con su vida, por el que había sido enseñada desde su más tierna infancia. A su lado, Héctor la miraba con ojos llenos de compasión, sintiendo el sufrimiento de su reina. El corazón del guardia también sangraba, ya que Corinto había sido su hogar desde que era un niño. Ahora, su hogar estaba destruido y su gente muerta o herida, dejando un vacío en su alma que parecía imposible de llenar.
—Deme las siguientes órdenes, su alteza —pidió Héctor firmemente.
Los puños de Alysa se tensaron, apretando los labios con fuerza para evitar que las maldiciones escaparan de su boca.
—Reúne a los guardias y ayúdalos a socorrer a los heridos. Prioriza a los niños y mujeres, son los más vulnerables en estos tiempos de desgracia. Además, envía a alguien a revisar nuestras provisiones y asegúrate de que todos tengan algo que comer— su voz sonó firme y decidida.
Héctor asintió con solemnidad, admirando la determinación de su reina en aquellos momentos tan difíciles.
Alysa se volvió de repente hacia Héctor, con la mirada fría. Antes de que el hombre pudiera moverse, ella habló.
—Otra cosa... Arsen contaba con guardias de confianza y contactos dentro del consejo de ancianos. Quiero que los encuentres y aniquilen a esas escorias. No permitiré que nadie más se atreva a atacar a mi reino—
Las palabras de Alysa resonaron en el aire, con un tono glacial que hizo temblar al guardia. Nunca antes había visto a su reina de esa manera, Héctor asintió, sabiendo que no habría discusión alguna. Él también estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para proteger a Alysa y a su reino.
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