14
Arsen abrió los ojos con un fuerte dolor de cabeza, sintiendo la resaca de la noche anterior. Trató de enfocar su vista en la habitación, pero todo parecía girar a su alrededor. Se giró hacia su lado y vió a Alysa profundamente dormida a su lado.
Arsen gruñó, recordando la humillación que había sufrido en la celebración cuando Alysa había abandonado la festividad. La ira y la frustración se apoderaron de él, y decidió tomar represalias contra ella.
Con movimientos bruscos, Arsen sacudió a Alysa, despertándola de su sueño profundo.
–¡Despierta, mujer!— gritó con voz ronca —¿Dónde has estado? ¿Cómo te atreves a escapar de mi lado?— recriminó.
La reina abrió los ojos lentamente, confundida por la reacción del rey. Trató de explicarle que había salido a dar un paseo para despejar su mente, pero Arsen no quería escuchar nada de eso. En cambio, la empujó fuera de la cama y la obligó a arrodillarse ante él.
—Deberías temerme— gruñó Arsen, ignorando sus explicaciones —No toleraré la deslealtad en mi palacio. Si vuelves a hacer algo así, te aseguro que sufrirás las consecuencias— amenazó
Alysa bajó la cabeza, temerosa del hombre que tenía ante ella. Sabía que su vida estaba en peligro, y que cualquier cosa que hiciera para defenderse solo empeoraría las cosas. Así que se limitó a obedecer las órdenes del rey, llamando a la servidumbre para que preparara su baño, y esperando el momento en que pudiera escapar de su control una vez más.
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Hades abrió los ojos, encontrándose sólo en su inmensa habitación. A medida que su mente se aclaraba, los recuerdos de la noche anterior comenzaron a inundarlo. Había consumado su amor con Alysa y había sido una experiencia increíblemente intensa y apasionada.
Pero ahora se sentía solo, sin la presencia cálida de Alysa a su lado. Recordaba la forma en que se había abrazado a él, la forma en que su piel suave y cálida había rozado la suya, el sonido de su voz susurrando su nombre mientras alcanzaba el clímax.
Hades se sentó en la cama, con una sensación de vacío en el pecho. Recordó como Alysa había tenido que regresar antes de que su esposo notara su ausencia y él la había acompañado.
Se levantó de la cama y comenzó a vestirse, teniendo presente cada detalle. La manera en que Alysa había acariciado su cabello o la forma en la que se aferró a él con fuerza, como si fuera la única cosa que la mantendría a salvo en un mundo peligroso.
A medida que se vestía, Hades se dio cuenta de que no podía sacarla de su mente. Su imagen seguía apareciendo en su mente, su silueta grácil y su voz suave.
Finalmente salió de la habitación, listo para enfrentar el día.
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Nora caminaba por la playa con la mirada perdida en el horizonte. Las olas del mar golpeaban suavemente la orilla y el sonido del agua la relajaba. A pesar de estár rodeada por la belleza natural del lugar, ella parecía estár en otro mundo, sumida en sus pensamientos.
—Sabía que estarías aquí— de repente, una voz la sacó de su ensimismamiento. Era la voz de su hermano, quien se acercaba con una sonrisa arrogante y un aire de superioridad.
La chica se mantuvo impasible, ignorando la presencia de su mellizo en ese lugar.
Basil se detuvo frente a ella y la miró con desprecio.
—¿Qué haces aquí sola, Nora? ¿No tienes nada mejor que hacer que caminar por la playa como una loca?— preguntó con sarcasmo.
La rubia lo miró con frialdad, sin responder a su provocación. Pero Basil no parecía dispuesto a dejarla en paz.
—Al igual que mi madre, tu no pierdes el tiempo ¿verdad? Te vi con un hombre en la playa ayer por la noche. ¿Quién era?, ¿tu amante?— una risa burlona se escapó de sus labios.
Nora se tensó al escuchar sus palabras. Sabía que Basil estaba tratando de provocarla, pero no podía permitir que difamara su reputación.
—No es de tu incumbencia— respondió tajante.
Basil rodó los ojos.
—Como digas pero, ¿qué pasaría si padre te descubre? Sería tu fin— canturreó con una sonrisa maliciosa adornando sus labios.
Nora sintió una oleada de rabia en su interior, pero se obligó a mantener la compostura.
—No tengo nada que ocultar, Basil. Si no me crees, es tu problema— se defendió con una mirada desafiante en sus ojos.
Basil pareció darse cuenta de que no podría sacarle más información y se dio la vuelta para irse, pero no sin antes lanzarle una última mirada de desprecio.
—Vas a pagar las consecuencias, maldita— murmuró entre dientes, antes de avanzar.
Nora fulminó a Basil con la mirada mientras éste se alejaba por la playa. Su ira crecía como las olas en mar abierto. No podía permitir que Basil la controlara y amenazara de esa manera.
—¡Cobarde! —gritó Nora— ¡Vuelve aquí y repíteme lo que dijiste, si te atreves!—
Basil se detuvo en seco y lentamente se volteó. Su rostro estaba crispado por la furia.
—¿Qué dijiste, maldita bastarda?—masculló mientras volvía sobre sus pasos hasta encarar a Nora.
Nora levantó la barbilla, desafiante.
—Te llamé cobarde. No eres más que un perro faldero de padre, haciendo su voluntad—
La mano de Basil se alzó veloz y cruzó el rostro de Nora con una sonora bofetada. La chica sintió el sabor metálico de la sangre en su boca pero no le importó. Le devolvió el golpe a Basil con todas sus fuerzas.
Pronto los mellizos se enfrascaron en una feroz pelea, jalándose el cabello y lanzándose puñetazos sin piedad. Rodaron por la arena hasta que Basil logró inmovilizar a Nora contra el suelo, con su cuerpo prensándole las muñecas.
—Debería acabar contigo de una vez, maldita —vociferó el rubio entrecortadamente, con la respiración agitada por la pelea. Tenía el labio partido y varios arañazos en el rostro.
Nora forcejeó bajo su cuerpo, negándose a darse por vencida. Lo miró directo a los ojos, que eran iguales a los suyos, y le escupió en la cara.
—Hazlo, cobarde. Quítame la vida, aunque dudo que seas capaz de tal cosa— lo provocó, sonriendo con burla.
Basil soltó a Nora como si su piel le quemara. Se puso de pie temblando, mirándose las manos ensangrentadas. Sin decir palabra, echó a correr de regreso al castillo bajo la atenta mirada de Nora, que se quedó tirada en la arena, permitiéndose liberar por fin las lágrimas que había guardado por tanto tiempo.
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—¡Tú maldita hija es una salvaje!—
La tensión en el aire era palpable cuando la familia real se reunió en la sala de trono luego de que Basil hubiese corrido hacia su padre para contarle lo que había sucedido. El rey Arsen estaba furioso por la pelea entre los mellizos, acusando a Nora de ser una bestia sin control.
—¡Sabes perfectamente que Basil tiende a molestarla!— Alysa intervino para defender a su hija, sin embargo fue silenciada en el momento en el que Arsen se giró hacia ella y la abofeteó con fuerza en la cara.
—¡Cállate! todo esto es tú culpa por no poder controlar a esa...— con el rostro rojo de la ira, el rey se volteó agresivamente hacia su hija, buscando las palabras adecuadas para describirla —¡esa maldita abominación!— la señalizó —¡Yo soy el maldito rey aquí! ¿¡Por qué demonios no me obedecen?!—
El rostro de Alysa se ensombreció. Contuvo las lágrimas, sintiendo el dolor físico y emocional de la humillación. Pero también se sintió furiosa y decidida a no permitir que su marido se refiriera así a su propia hija.
—Cierra la boca— demandó con un tono completamente gélido y aterrador — todos los ojos de los allí presentes se posaron perplejos en ella —Recuerda, Arsen, que tu título de rey lo tienes gracias a mí. Soy la única y legítima heredera de Corinto, y antes de nuestro matrimonio, no eras más que un noble que estaba a punto de pudrirse en la calle y perderlo todo. No te atrevas a olvidar quién es la verdadera fuerza detrás de este maldito trono—
Las palabras de Alysa parecieron resonar en todo el salón, y Arsen se levantó del trono con una palidez preocupante.
Nora y Basil tragaron saliva, temerosos de la próxima reacción de su padre.
—Tú...maldita mujer...— avanzó a esta ella, empuñando su espada dispuesto a lo peor.
—Majestad— la llegada de un guardia sesó el ambiente hostil —Lamento la interrupción, pero hay un asunto urgente que requiere su atención—
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La oscuridad de la noche se extendía por la playa, bañando todo a su alrededor en una misteriosa penumbra. Alysa, con su figura esbelta y elegante, caminaba por la orilla del mar, mientras Hades y Nora la seguían a unos metros de distancia. El sonido de las olas era lo único que resonaba en el aire, creando una atmósfera de tranquilidad y serenidad.
Mientras Alysa se sumergía en el agua, Nora no podía evitar sentir una extraña sensación en su corazón. Observando a su madre, sentía una profunda admiración por su fortaleza y su coraje.
—Mi madre es fuerte— habló Nora en un susurro, mientras señalaba a Alysa con la cabeza —Siempre mantiene esa sonrisa en su rostro, incluso cuando las cosas se ponen difíciles —suspiró, recofortándose cuando una cálida y suave brisa acarició su rostro.
Hades asintió en silencio, escuchando atentamente las palabras de la joven.
—Tu madre es una mujer admirable— habló —Ha superado muchas adversidades en su vida, y sin embargo, siempre ha mantenido su bondad y su fuerza— el rey del inframundo observó a la mujer a unos pocos metros de donde estaban, sintiendo un gran amor y respeto por ella.
Nora se acercó un poco más a Hades, teniendo la necesidad de compartir sus sentimientos más profundos.
—Quiero que sepas algo más, algo que no le he confesado a nadie— habló temblorosa —Siempre he imaginado como sería mi vida y la de Basil si nuestro padre no fuese lo que es...— un nudo en su garganta comenzó a formarse a medida que liberaba todo lo que sentía— me hubiese gustado llevarme bien con mi hermano, sin que esa brecha de arrogancia y altanería nos hubiese separado a tan temprana edad...daría lo que fuera por tener a mi hermano conmigo...—
Finalmente rompió en llanto, desahogando la tristeza y el dolor que había guardado por tanto tiempo. Hades la abrazó con ternura, percibiendo el dolor y la angustia en su corazón.
—Tal vez algún día, Basil se de cuenta de lo mucho que te necesita a tí y a tu madre en su vida—
Nora asintió, un poco más animada.
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