Verdades Y Despedidas
Día 17. Muerte/espuma de mar.
Afrodita contemplaba la inmensidad del mar que lo rodeaba desde la ventana de su habitación, en su mente repasaba lo que su madre le había dicho sobre su padre, como sirénidos era muy difícil confirmar la muerte de uno de los suyos sin un testigo que lo presenciara, ya que suelen morir en silencio y su cuerpo se desvanece en la inmensidad del océano, solo se dan cuenta del fallecido si este no vuelve o su canto no se vuelve a escuchar. Eso ocurrió con su padre, él lo había buscado por mucho tiempo sin éxito, por lo que tuvo que aceptar la realidad: había muerto.
Dio un largo suspiro, pensando en su hija y en sus amigos, vagando por la inmensidad del mar, sin un destino fijo. El miedo se comenzó a apoderar de él, pensando en la posibilidad de no volver a verlos le aterraba, pero no podía hacer nada si no pedir a los espíritus del mar por ellos y volvieran con bien. No se apartó de su habitación en toda la tarde y solo se alejaba para atender asuntos muy urgentes. Solo su ayuda entraba, incluso su madre tenía prohibido el acceso.
—Quita esa cara de tristeza —la voz de Milo lo sacó de sus pensamientos. Se giró a verlo con mala cara.
—¿Qué demonios haces aquí? —preguntó enojado.
—Estaba preocupado —respondió sentándose a su lado—, además, vine a asegurarme de que tu humano siguiera bien, recuerda que me lo pediste.
—Lo siento, lo olvidé ¿alguna novedad?
—Todo bien, los peces se aseguran de mantener el oxígeno en los niveles adecuados para él y bueno, sigue dormido a voz de Shura.
—Eso es bueno —sonrió levemente.
—Lo es —asintió—. Estarán bien —animó—, verás que cuando menos lo esperes aparecerán. Tu hija es fuerte y Shura y Deathmask... ¡Bah! No por nada los enviaste con ella. Ten fe. —lo sacudió levemente
Afrodita no dijo nada, pero permitió que Milo le acompañara. Sabía que también estaba preocupado, sobre todo por Deathmask, todavía no la hacían publica, pero sabía de la relación que esos dos sostenían desde hace un tiempo, supuso que esas palabras él mismo se las repetía para no desesperarse en su ausencia. Ambos se quedaron en silencio, en compañía mutua contemplado el mar en silencio. Esperando, que era todo lo que podían hacer.
—Por cierto —Milo rompió el silencio —¿sabes que es lo que tu madre planea hacer cuando vuelvan con la espada?
—No he querido preguntarle, ni siquiera he querido verla. Me duele que me mintiera, que me ocultara cosas
—Imagino no es fácil, además parece que planeó todo. No quiero dudar, pero...
—Sabía de Saga y lo mando al propósito y de Venus también —Afrodita le leyó el pensamiento.
—Sí —aceptó Milo.
—Alteza —gritó una voz desde afuera—. Alteza —repitieron esta vez abriendo la puerta. Revelando a su ayuda qué se veía agitado—, la guerrera de tierra junto a Deathmask y Shura, han vuelto.
Los dos amigos se voltearon a ver antes de salir a prisa hacia la recepción. Afrodita olvidó qué había más sirenas a su alrededor y abrazó a Venus con cariño. Ella sonrió y le devolvió el gesto, hasta que llegó su madre a separarlos con discreción.
—Hijo, por favor, no deberías ser tan afecto con la guerrera humana —a pesar de sus palabras no dejaba de ver el objeto que llevaba en sus manos con una sonrisa que a Afrodita le pareció extraña—, sígueme niña, tú también Afrodita.
Afrodita quiso decirle algo a su madre, pero decidió esperar. Hizo una seña a Shura, Deathmask y Milo para que lo siguieran. Los cuatro fueron tras ellas. La reina los guio hacia la habitación de Afrodita. Su sonrisa no desapareció en todo el camino y se ensanchó una vez que se giró hacia ellos cuando estuvieron frente a la cama en donde Saga seguía durmiendo.
Venus la observó antes de acercarse a ella, hizo una marcada reverencia extendiendo "Canto del Océano", hacia la sirena. La reina detalló la espada con una expresión complacida sus manos se extendieron hacia ella sin atreverse a tocarla, en cambio, las apartó juntándolas en su regazo; se giró para alejarse un poco y luego volvió su vista hacia Venus.
—Déjala, te hará falta —el tono que usó puso en alerta a Afrodita, la actitud de su madre lo estaba poniendo nervioso—. Shura —la sirena miró al mencionado—, despiértalo —ordenó.
—Madre ¿de qué hablas? —Afrodita se acercó a ella molesto.
—Hijo, confía en mí, te dije que podía devolverte a Saga, ¿no? Eso haré. ¿Dudas e mí? —preguntó ante la vacilación de Afrodita.
—Claro que no —finalmente respondió no muy convencido. Asintió hacia Shura para que cumpliera con la orden.
Shura de inmediato usó su voz y Saga despertó. Miró en todas direcciones desorientado y sus ojos se abrieron con sorpresa y confusión cuando miró con atención a quienes lo rodeaban. Afrodita se acercó a él y lo tomó de la mano para que se calmara. Los ojos de saga se fijaron en él y pronto parecía tranquilizarse y hasta una sonrisa tímida asomó por sus labios.
—Ahora estás confundido —la melodiosa voz de la reina se escuchaba disgustada—, pero pronto todo te quedará más claro. Niña, más vale que prepares bien esa espada.
De la manga de su vestido sacó un pequeño espejo, ornamentado con conchas y piedras preciosas que brillaban con casi con luz propia. Afrodita reconoció de inmediato aquel espejo, no tenía duda de que se trataba del Espejo de las Profundidades, un objeto mágico capaz de revelar los más oscuros secretos de las almas; no podía creer que su madre estuviera dispuesta a usarlo en Saga, quiso evitarlo, pero reaccionó tarde, la sirena ya había apuntado a Saga.
Al principio, nada parecía suceder. Saga, con una mezcla de confusión y desafío, miraba fijamente a la reina. Pero pronto, una luz intensa comenzó a emanar del espejo, envolviendo a Saga en un resplandor cegador. Su rostro se contorsionó en una mueca de dolor y sorpresa mientras la luz penetraba en su ser. El aire a su alrededor se tornó pesado y una sombra oscura empezó a envolver su cuerpo, como si estuviera siendo arrancada de su alma.
Por un momento, pensaron que aquel ser dejaría el cuerpo de Saga, pero en lugar de separarse, la oscuridad se arremolinó y se fusionó de nuevo en Saga, tomando el control total de su ser. Los ojos de Saga se volvieron oscuros al igual que su cabello y una sonrisa siniestra se dibujó en su rostro. La reina dio un paso atrás, alarmada por el poder que ahora emanaba de él. Sin mediar palabra, el lado maligno de Saga se había apoderado completamente de su cuerpo, y la atmósfera se llenó de una malevolencia palpable.
El silencio se apoderó de la estancia, nadie era capaz de moverse o siquiera emitir sonido alguno. Saga observó con atención a su alrededor, una sonrisa torcida en sus labios se dibujó cuando sus ojos se fijaron en Venus pareciendo reconocerla. Ella miró con horror esto, si la atacaba, no le quedaría más que defenderse, en el mar, sus rosas no tenían gran efecto, así que solo le quedaba una opción.
Apretó con fuerza la espada que llevaba en su mano, sabiendo que sería su única oportunidad, conocía el poder de Saga, no tenía dudas de que, si no actuaba rápido, su Galaxian Explosion o su Another Dimension causarían verdaderos estragos no solo en su cuerpo, sino en todo el lugar y por supuesto, no pensaba permitirlo, no quería hacerle daño, pero no tenía opción. Las lágrimas escaparon de sus ojos y el agua las llevó a su pecho.
Saga se lanzó hacia ella con una fuerza atronadora, Venus se preparó para recibir el ataque y devolverlo, pero antes de que Saga la pudiera alcanzar una luz comenzó a irradiar del collar que llevaba. Un brillo deslumbrante se extendió desde el centro de su ser irradiando una energía pura y poderosa. La luz, de un resplandor marino envolvió a Saga dejándolo sin posibilidad de moverse y sin escape, dejándolo aprisionado en una esfera de luz.
Saga, con expresión de furia y sorpresa comenzó a retorcerse bajo aquel halo de luz. La oscuridad que lo controlaba comenzó a desprenderse de su cuerpo como si fuera una muda de piel revelando al verdadero Saga que trataba de recuperarse. La luz del collar seguía brillando, formando una barrera que separaba a Saga de su lado maligno que intentaba volver a su cuerpo. Venus se mantenía alerta, mientras el resto se recuperaba de la sorpresa ante lo sucedido.
Por un breve momento el mar quedó en silencio, solo el suave susurro de las corrientes rompió la quietud. Esa calma fue efímera, ya que, en un destello repentino, el lado maligno de Saga, liberado por completo de la luz, escapó hacia las profundidades del océano, dejando tras de sí un rastro de turbulencia y oscuridad. Venus, se lanzó en su búsqueda seguida por Shura y Deathmask, dejando a Afrodita y Milo atendiendo a Saga y a la reina en un estado de confusión.
Los tres nadaron tratando de no perder el rastro de la sombra, sin embargo, esta cada vez se difuminaba más en el inmenso océano hasta que finalmente la perdieron de vista. Se detuvieron frustrados sin saber qué hacer, pero al igual que sucedió cuando buscaban "Canto del Océano" un pez de brillo singular apareció frente a ellos, indicándoles que lo siguieran. No se cuestionaron nada, y lo siguieron, confiando plenamente en que los llevaría hasta donde se encontraba la sombra oscura de Saga.
Llegaron a una cueva submarina profunda, cuyas oscuras y retorcidas entrañas parecían absorber la luz que los rodeaba. La presencia del lado maligno de Saga se dejaba sentir por cada pared, como una sombra que se cernía sobre ellos, alimentándose de la oscuriad reinante. Avanzaron con cautela, preparados para enfrentar cualquier peligro que se encontrara en su interior. La oscuridad era abrumadora, envolviéndolos en un manto denso y opresivo que dificultaba su avance.
De repente, una figura sombría emergió de las sombras, tomando forma frente a ellos. Era el lado maligno de Saga, su presencia emanaba un aura de malicia y poderío oscuro que llenaba la cueva con una sensación de peligro. Una risa malvada salió de aquella figura y de las paredes otra siniestra figura emergió, engullendo toda la oscuridad reinante incluyendo lado maligno de Saga. Ante la sorpresa de los tres guerreros.
Venus con "Canto del Océano" en mano canalizó la energía del mar a través de su cuerpo manteniéndose en alerta junto a Shura y Deathmask, que a un canto en simultáneo fueron cubiertos por una armadura de plata y coral, blandiendo una espada cada uno. Los tres estaban listos para iniciar una batalla frente a la siniestra sombra que comenzaba a tomar forma frente a ellos: un tritón oscuro de destellantes ojos rojos que los observaba con una sonrisa llena de maldad.
Un torrente de agua es lanzado hacia ellos con gran brutalidad los tres fueron lanzados hacia tras varios metros dejándolos aturdidos momentáneamente. El tritón volvió al ataque con movimientos ágiles y precisos desatando golpes poderosos con sus afiladas garras y su cola serpenteante, enviando ondas de energía que cortaban el agua a su alrededor que apenas y lograron esquivar. Las corrientes de agua y los feroces golpes, apenas y les permitían intentar una contraofensiva.
La batalla continuaba, los tres atacaban al mismo tiempo, sin embargo, aquel ser era más fuerte de lo que pensaban y les era casi imposible traspasar la barrera de agua que había creado como escudo. El combate era intenso y frenético, el agua se agitaba violentamente a su alrededor creando remolinos y corrientes que hacían más difícil el combate.
En un movimiento sincronizado, Shura y Deathmask se separan de Venus y se sitúan a cada lado del tritón sus colas brillan con intensidad despejando con ellas la oscuridad reinante, ambos blanden sus espadas, listos para atacar, sabiendo que Venus es la que puede derrotar al tritón.
Ambos se posicionaron estratégicamente, necesitaban romper el escudo que lo rodeaba y solo tenían una oportunidad, estaban agotados y necesitaban terminar rápido. Shura levantó su espada y comenzó a canalizar su energía, preparándose para desatar su técnica más poderosa.
—¡Corte del Océano! —exclamó Shura, mientras su espada brillaba intensamente y generaba poderosas ondas de energía. Con un movimiento preciso, Shura lanzó las ondas hacia la barrera acuática del tritón maligno, desestabilizándola y creando fisuras visibles.
Al mismo tiempo, Deathmask extendió sus brazos hacia el tritón maligno y, con un movimiento fluido, invocó su técnica especial.
—¡Remolino del Abismo! —gritó, mientras las corrientes marinas a su alrededor se arremolinaban y formaban un poderoso vórtice de agua que rodeaba al enemigo. El remolino, cargado con energía oscura, se estrelló contra la barrera debilitada, rompiéndola y dejando al tritón maligno expuesto.
—¡Ahora, Venus! —gritaron Shura y Deathmask al unísono.
Venus no perdió tiempo. Con la espada Canto del Océano en alto, se lanzó hacia el tritón maligno con toda su fuerza. La espada resplandecía con una luz azulada, canalizando el poder del mar en su hoja. El tritón maligno, ahora sin su defensa acuática, intentó reaccionar, pero la velocidad y la fuerza de Venus fueron demasiado para él. La espada Canto del Océano cortó a través del agua, dirigiéndose directamente hacia su objetivo.
La espada fue directa a la cabeza del tritón atravesándola en un corte limpio. Un grito de furia resonó por todo el mar y la sombra del tritón comenzó a desvanecerse. Venus notó qué aquello pretendía escapar, algo que no estaba dispuesta a permitir, mientras pensaba la forma de evitarlo, la empuñadura de su espada dio un reflejo azulado y supo lo que tenía que hacer.
Elevó su cosmos conectándose con la espada y la perla incrustada en su empuñadura y una luz iridiscente se elevó por toda la cueva engullendo toda la oscuridad reinante, permitiendo qué la luz se refractara por las paredes iluminándola tenuemente eliminando la presencia del Saga maligno y aquel fantasmal tritón.
Los tres estaban exhaustos, habían utilizado demasiada energía en aquel último combate, aunque heridos y agotados, habían ganado. Un suave canto resonó por la cueva y fueron envueltos por hilos de oro. Venus se asustó, pero Shura y Deathmask rápidamente la calmaron y le señalaron a la entrada.
Afrodita, acompañado de Saga, iba entrando al mismo tiempo que curaba sus heridas. Venus se relajó y dejó que el cabello de su padre la sanara. Era cálido, acogedor y la envolvía tiernamente, su canto la relajaba. Jamás había sentido algo así, era muy tranquilizante.
Afrodita terminó su canto al momento que llegó a ellos, recogió su cabello y abrazó a Venus con cariño. La inspeccionó el rostro y su cuerpo, asegurándose de que estuviera perfectamente bien, haciéndola reír, su preocupación le parecía tierna. Saga la palmeó del hombro.
—Lamento no haber ayudado en nada, te dejé todo el trabajo —dijo sin verla.
—No pasa nada, lo importante es que estás bien —le sonrió —y ya crees en las sirenas —se burló.
—Cuida tus palabras, niña —la miró con una mirada qué pretendía ser severa.
Un leve quejido llamó la atención de todos, mirando hacia el fondo de la cueva pudieron observar a un tritón. Afrodita observó con atención y abrió los ojos con sorpresa al reconocer a su padre. Se lanzó a él y lo tomó suavemente en sus brazos. Comenzó a cantar para curarle las heridas, pero rápidamente fue detenido por su él que negó suavemente.
—No es necesario, hijo —habló con voz débil—, es tarde para mí, pero al menos moriré rodeado de los seres qué más amo —extendió su mano a Venus e hizo una seña a Saga para que también se acercara—, lamento haberlos separado, espero que sean felices, tienen mi bendición —les sonrió levemente y se dirigió a Venus—. Sé qué no nos conocemos y ya no habrá tiempo, pero sepas que también te amo y tienes mi bendición para vivir donde quieras.
—Gracias —susurró con lágrimas en los ojos.
—No digas eso —Afrodita lloraba—, te vas a poner bien, Milo ya viene, él...
—Hijo, no —negó suavemente—, déjame ir, lo único que me mantenía vivo era la esperanza de verlos y despedirme. Estoy bien con eso.
Con un último suspiro, cerró los ojos y unas suaves corrientes comenzaron a sentirse, meciendo su cuerpo. Lentamente, su figura comenzó a desintegrarse, transformándose en espuma de mar que se dispersaba en el entorno acuático. Dejando como único recuerdo una perla marina qué Afrodita reconoció como una perla de memoria.
Con una leve corriente de agua creada con sus manos la abrió y pudo ser testigo de lo que guardaba: Su madre, aconsejando a su padre para mandar a Afrodita lejos, para que no se mantuviera cerca de Saga y poder separarlos a pesar de las dudas de su padre.
Su madre interfiriendo en el sello que su padre hizo en Saga, encerrando parte de su esencia en ella y enviándolo a las profundidades del mar como una sombra que en su interior guardaba tristeza, remordimientos, angustia y resentimiento qué se fueron acumulando con el tiempo.
Su madre atrayendo a Saga y otro compañero del Santuario y como planeaba hacer a Saga responsable de la transformación de su padre en un ente oscuro y que fuera su compañero el que terminara con su vida.
Afrodita lloraba mientras las imágenes de lo que realmente había ocurrido pasaban por sus ojos. No podía creer la maldad de su madre y ni siquiera sabía por qué había hecho todo aquello. Dos pares de brazos se cernieron sobre él reconfortándolo con gran ternura. Se abrazaron los tres logrando sanar a Afrodita que se separó de ellos con determinación.
—Volvamos —se dirigió a todos con voz de orden.
—¿Seguro? —Saga lo miró con preocupación.
—Sí, es hora de terminar con todo. Shura, Deathmask —se dirigió a sus amigos—, cuando lleguemos al castillo alerten a los carceleros. Apresaremos a la reina —concluyó con determinación.
—Cómo ordenes —hablaron los dos al mismo tiempo.
Con la verdad finalmente revelada, Afrodita, Venus, Shura y Deathmask regresaron al castillo con un aire de determinación. La majestuosidad del palacio submarino contrastaba con la tensión palpable en sus rostros. La reina sirena, consciente de su destino, esperaba en su trono, su semblante sereno, pero con un brillo desafiante en sus ojos.
—Saori—, dijo Afrodita, su voz firme—, porque el título de reina y más el de madre te queda grande —la vio hacer una mueca de disgusto—. Se te informa qué tu participación en el atentado contra el rey, mi padre, mi consorte y mi heredera no puede quedar impune. Debemos asegurarnos de que no vuelvas a causar daño.
La reina sirena, sin apartar la mirada de Afrodita, respondió con voz calmada:
—Hice lo que creía necesario para proteger a mi familia y a mi reino. No me arrepiento. Tú jamás te debiste fijar en ese humano y el jamás debió poner sus ojos en ti —acusó—, Venus —habló a la muchacha—, tú no tienes la culpa de nada y eres lo único bueno de todo esto —le sonrió de forma tierna, pero a Venus le causó escalofríos. No respondió.
Sin más palabras, Afrodita levantó la mano, señalando a Shura y Deathmask para que procedieran. Los dos tritones, con sus habilidades acuáticas y espadas listas, avanzaron hacia la reina. Shura, con su espada resplandeciente, comenzó a recitar un antiguo conjuro que había aprendido para estos momentos de necesidad.
—¡Red de las Profundidades! —exclamó Shura.
De sus manos, surgió una red mágica hecha de filamentos dorados, cada hilo brillando con una luz etérea. La red, tejida con poderes ancestrales, se desplegó en el aire antes de descender lentamente sobre la reina sirena.
La reina, aunque atrapada, no mostró miedo. La red se cerró a su alrededor, ajustándose firmemente sin dañarla. Sus poderes fueron inmediatamente bloqueados, impidiéndole utilizar cualquier habilidad mágica. Deathmask, por su parte, se acercó con un cristal de contención, una gema de un azul profundo que resplandecía con energía.
—Este cristal está destinado a contener la esencia de los seres más poderosos—, explicó, sosteniéndolo cerca de la reina. La gema comenzó a emitir una luz suave, absorbiendo lentamente la energía mágica de la reina sirena y asegurando que no pudiera escapar.
Afrodita observaba en silencio, su rostro reflejando una mezcla de tristeza y resolución. Venus y Saga a su lado, mantuvieron su mirada firme en la reina, preparados para cualquier eventualidad.
—Saori, serás llevada a una celda especial donde no podrás usar tu magia—, declaró Afrodita—. Es por el bien de todos.
Sin resistencia, la reina asintió ligeramente, comprendiendo la inevitabilidad de su destino. Shura y Deathmask, con cuidado, la levantaron y comenzaron a escoltarla hacia las profundidades del castillo, donde las celdas mágicas estaban ubicadas. Estas celdas, reforzadas con hechizos antiguos, estaban diseñadas específicamente para contener a seres mágicos poderosos.
Mientras se alejaban, la reina miró una última vez a Afrodita, Saga y Venus.
—No lo olvides hijo —la reina habló con una sonrisa burlona—, ellos volverán a la superficie y su destino es claro —posó su vista en Venus—. Cariño, deberías permanecer aquí, este es tu hogar no te arriesgues, por favor —suplicó con voz suave.
Con esas palabras, desapareció en los corredores del castillo, dejando a Afrodita y sus compañeros con aquellas palabras resonando en las paredes. Sabía que no tardaría el momento de la despedida y sabía que nada de lo que hiciera y dijera separaría a Saga y Venus de su deber para con la diosa a la que servían.
En los días que siguieron a la captura de la reina sirena, Afrodita y Saga encontraron momentos de paz en medio del caos. La verdad había salido a la luz, pero las cicatrices emocionales y físicas aún estaban frescas. La partida de Saga y Venus era inminente, y la atmósfera estaba cargada de melancolía y resignación.
Venus se encontraba junto a Afrodita en el balcón del castillo, contemplando la vastedad del océano iluminado por la tenue luz de la luna. La brisa marina acariciaba suavemente sus rostros, y un silencio pesado llenaba el ambiente. Ambos sabían que el momento de la despedida había llegado, y la tristeza era palpable en sus miradas.
—Afrodita... —comenzó Venus, su voz apenas un susurro—, no sé cómo agradecerte todo lo que has hecho por mí. No solo me salvaste la vida, sino que me diste un hogar, un lugar donde pertenecer.
Afrodita la miró con ternura, su rostro reflejando una mezcla de amor y tristeza.
—Venus, tú has sido una bendición para nosotros. Nos trajiste esperanza y luz en tiempos oscuros. No tienes que agradecerme nada, tú también nos diste mucho.
Venus sonrió débilmente, sus ojos llenos de lágrimas que luchaba por contener.
—Pero ahora debo regresar a la superficie, mi lugar está allá arriba, con la diosa y los demás caballeros. Mi deber es proteger la Tierra, así como tú proteges el mar.
Afrodita asintió, entendiendo el deber que la llamaba.
—Lo sé, y te apoyaré en todo lo que decidas. Eres fuerte y valiente, y sé que cumplirás con tu misión. Solo... prométeme que te cuidarás y que, cuando puedas, volverás a visitarnos.
Venus extendió su mano y tomó la de Afrodita, entrelazando sus dedos con delicadeza.
—Lo prometo, Afrodita. Volveré a verte siempre que pueda. Este lugar siempre será mi hogar también, y tú siempre serás mi papá.
Afrodita sintió una lágrima deslizarse por su mejilla. Con su mano libre, la limpió rápidamente y se inclinó para besar la frente de Venus con cariño.
—Mi pequeña, Venus. Te amo y siempre estaré aquí para ti, sin importar lo que pase.
Venus cerró los ojos, dejando que el calor del beso y las palabras de Afrodita la envolvieran. Luego, lo abrazó con fuerza, buscando consuelo en su cercanía.
—Te amo también, Afrodita. Nunca lo olvides.
Se separaron lentamente, con miradas cargadas de emociones. Afrodita entregó a Venus un pequeño collar con una perla de memoria, similar a la que había pertenecido a su padre.
—Lleva esto contigo, te recordará siempre tu hogar bajo el mar y a aquellos que te amamos aquí.
Venus tomó el collar, sus ojos brillando con gratitud y emoción.
—Gracias, Afrodita. Lo llevaré siempre conmigo —prometió.
Con un último abrazo, Venus se despidió de Afrodita y se preparó para partir hacia la superficie.
—Adiós, Venus —susurró Afrodita al mar—, que los espíritus del mar te acompañen siempre —dio un largo suspiro, tenía que buscar a Saga.
Lo encontró en un rincón apartado del castillo, donde las corrientes marinas eran suaves y las luces del fondo del océano brillaban débilmente, Saga se encontraba solo y Afrodita se acercó a él abrazándolo por la espalda. Las palabras eran innecesarias, pues ambos sabían que aquel momento de despedida sería doloroso.
Afrodita miró a Saga con tristeza en sus ojos, sin poder ocultar el dolor que sentía en su corazón. Se acercó lentamente, extendiendo la mano hacia él, rozando suavemente su mejilla.
—Saga... —susurró Afrodita, su voz temblando levemente—. No sé cómo despedirme de ti. Todo ha cambiado tan rápido y ahora tengo que dejarte ir de nuevo.
Saga tomó la mano de Afrodita en la suya, apretándola con ternura. Sus ojos verdes brillaban con una mezcla de amor y tristeza.
—Afrodita, sé que esto no es fácil para ninguno de los dos —respondió con voz suave—. Pero nuestras vidas han sido tejidas con hilos de destino y deber. Siempre hemos sabido que nuestro tiempo juntos sería breve.
—Eso no lo hace menos doloroso —replicó Afrodita, sintiendo cómo las lágrimas amenazaban con brotar de sus ojos—. He esperado tanto para tenerte de vuelta y ahora debo dejarte ir nuevamente. No quiero perderte otra vez —luchó por contener las lágrimas.
—No me perderás —dijo Saga, acercándose más y envolviendo a Afrodita en un cálido abrazo—. Siempre estaré contigo, en tu corazón y en tus recuerdos. Cada momento que hemos compartido ha sido un tesoro para mí. Y aunque nuestras misiones nos separen, nuestro amor nos mantendrá unidos —le prometió.
Afrodita se aferró a Saga, sintiendo el calor de su cuerpo y el latido de su corazón. Las lágrimas finalmente se liberaron, rodando por sus mejillas y mezclándose con el agua que los rodeaba.
—Te amo, Saga —dijo Afrodita entre sollozos—. Te amo más de lo que las palabras pueden expresar. Prométeme que volverás a mí.
Saga se apartó ligeramente, levantando el rostro de Afrodita para mirarlo a los ojos.
—Te lo prometo, Afrodita —respondió con firmeza—. Volveré a ti, de alguna manera. Siempre encontraré el camino de regreso a ti.
Con un gesto tierno, Saga inclinó la cabeza y besó a Afrodita. El beso fue dulce y lleno de amor, una promesa silenciosa de que, sin importar la distancia o el tiempo, sus corazones siempre estarían conectados.
Finalmente, se separaron, pero sus manos permanecieron unidas hasta el último momento.
—Debo irme —dijo Saga tratando de ser fuerte—. Venus me espera, te prometo cuidarla hasta con mi vida.
—Sé qué así será —sonrió débilmente y le entregó un collar similar al que le había dado a Venus—. Llévalo siempre contigo.
—Así lo haré —dijo comenzando a alejarse.
Afrodita, aún con lágrimas en los ojos, se quedó allí, contemplando el lugar donde Saga había estado. El océano, vasto y misterioso, parecía reflejar su propio corazón: lleno de amor, dolor y esperanza.
Despedirse de alguien querido, aun sabiendo que sigue vivo, siempre trae consigo una mezcla de emociones. La tristeza de la separación se ve aliviada por la esperanza del reencuentro. Nos reconforta imaginar el momento en que volveremos a ver a esa persona, escuchar su voz, compartir nuevos momentos y crear recuerdos juntos. Esa posibilidad ofrece un consuelo inmenso y nos da la fuerza necesaria para sobrellevar la distancia temporal.
En cada despedida, aunque dolorosa, se siente una expectativa de continuidad, una certeza de que la conexión emocional que nos une sigue viva y puede reavivarse en el futuro. Las despedidas temporales, además, nos permiten mantener el contacto a través de mensajes, llamadas o incluso visitas ocasionales. Estas formas de comunicación constantes mantienen el vínculo latente y activo, recordándonos que, a pesar de la distancia, la relación sigue presente y se fortalece con cada intercambio.
Afrodita reflexionaba sobre esto mientras veía a través de las aguas de un lago las imágenes de Venus y Saga a punto de sacrificarse en el Muro de los Lamentos.
Durante los años siguientes a la captura de su madre, había conseguido verlos ocasionalmente, especialmente en fechas importantes, habían compartido como una familia y eso llenaba su corazón de alegría y esperanza. Siempre soñó con la posibilidad de algún día reunirse con ellos y no despedirse jamás. Ese día, aquel sueño, terminaba. Gruesas lágrimas caían de sus ojos.
Despedirse de alguien con la certeza de que jamás se le volverá a ver, como en el caso de una muerte, es una experiencia desgarradora. Afrontar la irreversibilidad de la pérdida nos enfrenta a una despedida definitiva, que cierra un capítulo en nuestra vida de manera contundente. La ausencia física de esa persona se convierte en un vacío permanente, un hueco que nunca podrá ser llenado.
Esta despedida nos confronta con la fragilidad de la existencia y la impermanencia de nuestras relaciones. El dolor se vuelve más agudo y la aceptación más difícil, ya que el futuro ha perdido la promesa de un reencuentro. Sin la esperanza de volver a ver, escuchar o abrazar a esa persona, nos queda el desafío de encontrar consuelo en los recuerdos, las enseñanzas y el amor que dejaron atrás.
Nos aferramos a los momentos compartidos, a las lecciones aprendidas y al cariño que siempre vivirá en nuestro corazón. Aunque la ausencia es eterna, los lazos emocionales permanecen, permitiéndonos mantener viva la esencia de quienes se han ido.
Afrodita se despidió de ellos mientras veía como su luz dorada se desvanecía para darle esperanza al futuro, uno en el que ellos ya no estarían y que le dejaban el vacío de su ausencia y una caja llena de recuerdos qué siempre atesoraría.FIN.
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¡GRACIAS POR LEER!
No estoy preparada para los finales trágicos, menos para escribirlos yo.
Adoré escribir esta historia, realmente fue todo un reto para mí que solo hago oneshots, pero con esto, simplemente no puedo.
Agradezco enormemente a todas las personas que se tomaron el tiempo para leerme, espero que hayan disfrutado de la lectura. <3
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