Ferocidad
Día 11. Cacería.
Saga fue arrastrado por la sirena en medio de rocas, algas, corales y los tentáculos del kraken sin poner resistencia, sin embargo, de vez en vez su mirada se dirigía hacia donde estaba Venus, preocupado por su seguridad, pero con la sensación de que todo saldría bien siguió a la sirena al interior de una cueva cercana cuya entrada estaba oculta entre algas que no tuvo problemas en traspasar.
El kraken continuaba con su feroz ataque, agitando sus enormes tentáculos tratando de capturarlos, pero la sirena se movía ágilmente esquivando los golpes hasta encontrar una zona segura dentro de la cueva a un costado de la entrada. Alcanzado un sitio seguro en el que los tentáculos del kraken no pudieran alcanzarlos. El lugar era pequeño y tenía un respiradero natural, algo que Saga agradeció.
la cueva estaba iluminada tenuemente por seres bioluminiscentes que estaban adheridos a las paredes. El aire estaba cargado con el aroma salino del océano, mezclado con el olor terroso y húmedo de las algas, el musgo y el moho. El sonido del agua goteando desde las estalactitas resonaba en el silencio. Saga apreció todo esto mientras sentía su cuerpo húmedo estremecerse por el frío y contempló todo con interés.
La sirena le dedicó una sonrisa tranquilizadora y con un gesto le indicó que guardara silencio, Saga se quedó quieto, no sabía que esperar. La cueva estaba envuelta en penumbras, con estalactitas que colgaban del techo como colmillos amenazantes. Las paredes estaban cubiertas de un manto de algas verdes y musgo brillante que emitía un resplandor tenue.
De pronto, un estridente sonido venido desde un punto que no pudo determinar lo dejó confundido ya que parecía provenir del interior de la cueva. Ambos observaron con curiosidad el oscuro fondo.
Mantuvo su mirada fija en la misma dirección hasta que en la distancia pudo ver una gran cantidad de seres horrendos acercarse a ellos a gran velocidad armados con lo que parecía ser lanzas. Saga observó el deforme rostro de aquellos con curiosidad, preguntándose qué clase de criaturas eran aquellas. Sin apartar su vista de ellas, vio cómo se dirigían hacia el kraken.
Quiso salir de la cueva, para hasta él llegó Afrodita, quien tomó su mano con cariño y lo arrastró hacia un lugar seguro en lo alto de la cueva. Allí había una gran abertura natural que funcionaba como una ventana que les permitiría ver todo sin estar en medio de la batalla que parecía estar a punto de tener lugar. Afrodita se giró hacia la sirena que hasta ese momento había estado a su lado y con un gesto le indicó que se retirara. Volvió su vista a él.
—Ellos se harán cargo. —Su sonrisa se borró y miró a aquellas monstruosas criaturas—. Son sirenas que perdieron su esencia al ser desterradas por diversos delitos, al estar vagando por el océano se volvieron salvajes, su voz también perdió su encanto y son las que arrastran al fondo a los marineros que caen en sus garras para comerlos— explicó sin perder a lo que sucedía. Saga también fijó su vista en aquellas siniestras criaturas.
Sus ojos vacíos y carentes de alma reflejaban sus intenciones. Armados con sus lanzas se movían con peligrosa gracia. Saga no pudo evitar un ligero escalofrío ante lo siniestro de la escena. No parecían temer al kraken que había dejado de agitar sus tentáculos y se encontraba quieto, como si reconociera al enemigo que se presentaba frente a él.
Afrodita le había dicho que no tenían consciencia, pero el notaba que seguían a un líder, uno que llevaba una especie de casco en su cabeza y su lanza parecía hecha de un material diferente al de los demás, imaginó que, a pesar de todo, seguían un orden. No se equivocó, lo vio alzar su lanza y con un grito que pudo reventarle el cerebro se lanzaron al ataque.
—¿Seguro que no tienen conciencia? —preguntó sin dejar de observarlas.
—No la tienen, sin embargo...—calló un momento sin dejar de observar—, cuenta la leyenda que fueron poderosos guardianes marinos, su destierro provocó que se convirtieran en lo que vez, pero parece que no han olvidado su entrenamiento —Saga asintió, asimilando la información.
—Dan la impresión de que mantienen una jerarquía y obedecen a un líder —señaló.
—Creo que sí, en el reino nos mantenemos alejados de ellos, son peligrosos, entonces no sabemos a ciencia cierta como se manejan —Saga inclinó la cabeza en señal de entendimiento y siguió pendiente a la batalla.
Con una velocidad imposible nadaron hacia el kraken, que, al percibir el peligro, agitó sus enormes tentáculos como defensa, barriendo el océano, arrojó a varias sirenas hacia atrás y capturó a otros tantos en ellos, pero esto no los amedrentó, rápidamente se reorganizaron y comenzaron a rodear al kraken aprovechando que estaba distraído con su captura para atacarlo de diferentes ángulos.
Las sirenas se movían con una coordinación impecable, sus cuerpos gráciles deslizándose entre las rocas y el coral como si fueran parte del agua misma. Un destello de sus lanzas era seguido por un grito ahogado del kraken cada vez más acorralado. Afrodita mantenía su mirada fija en los patrones de ataque.
—Están usando formaciones antiguas —murmuró Afrodita más para sí mismo que para Saga —era algo que se practicaba hace mucho tiempo.
Mostrando sus afiladas lanzas y con muecas imposibles de definir cargaron en contra del monstruo con gran ferocidad a Saga le dio la impresión de que lo estaban cazando, incluso parecían tener un plan. Desvió su vista hacia Afrodita que no despegaba su vista de la escena, su cabello resplandecía como hilos de oro, parecía bastante concentrado. Volvió su atención a la batalla.
Se movían con una gracia letal atacando en grupos de tres y cuatro, sus lanzas encontrando puntos débiles en la piel del kraken comunicándose con señales rápidas y precisas utilizaban el terreno a su favor, escondiéndose detrás de las rocas y corales para evitar los tentáculos antes de lanzar sus ataques coordinados buscando los puntos vulnerables del kraken.
Cada movimiento estaba cargado de intención como si siguieran un plan meticuloso. Las sirenas más audaces se acercaban al cuerpo del kraken y de ahí podían asediar a su presa con mayor facilidad, por su puesto llegar ahí no era fácil, pero algunas lo habían conseguido ya gracias a los espacios que les dejaban sus compañeros.
El coloso marino seguía agitando sus tentáculos defendiéndose del ataque de aquellas criaturas, mientras las lanzas se hundían en la piel coriácea del kraken, arrancando gritos de dolor que resonaban en las profundidades. Era una escena que podía competir con la más sórdida historia de horror. Si no fuera por su entrenamiento, seguro hubiese terminado bastante afectado por lo que presenciaba.
El kraken desmembrando los cuerpos de algunos de ellos, pero ni con eso menguaba su feroz ataque, estaban de cacería y no pensaban retirarse sin su presa. Saga estaba impresionado por el empeño que ponían a pesar de sus numerosas bajas, parecía que sabían lo que estaban haciendo, ya que no perdían su formación.
Una de aquellas sirenas se deslizó hasta la cabeza del gigante buscando su cabeza aprovechando su distracción y de un movimiento ágil, clavó su lanza en el centro de la cabeza, provocando que se retorciera de dolor. Dejó de atacar a su alrededor para agitar sus tentáculos de forma más violenta lo cual fue aprovechado por las sirenas.
A medida que la batalla se intensificaba, Saga comenzó a notar algo extraño en el comportamiento del kraken. Su mirada, que antes reflejaba pura agresividad, mostraba un destello de comprensión, casi como si supiera que su tiempo se agotaba, pero había algo más una sombra oscura que parecía moverse dentro de él como si algo o alguien lo estuviera controlando.
El agua se teñía de rojo mientras la batalla se intensificaba. Las sirenas se movían con una ferocidad y determinación implacables, cada una buscando infligir el golpe final. Manteniéndose alrededor del kraken hundían sus lanzas una y otra vez de forma sincronizada.
El kraken, aunque poderoso, empezaba a mostrar signos de debilidad, sus movimientos se volvían torpes y desesperados. Finalmente, con una sincronización perfecta, las sirenas lanzaron un ataque conjunto. Las lanzas perforaron al kraken simultáneamente en varios puntos críticos. El gigante marino lanzó un último rugido antes de caer vencido.
Las sirenas lanzaron un último grito de batalla y fueron a recoger su presa con una velocidad y eficiencia envidiable, para luego desaparecer de la misma forma en la que había llegado, pronto el campo de batalla quedó despejado. Las turbulentas aguas volvieron a tranquilizarse y en el escenario tranquilo solo quedaban ecos de la violenta cacería.
Afrodita relajó su semblante y dio una profunda exhalación de alivio al ver que el mar volvía a la calma, pero entonces, una extraña sensación recorrió su espalda. Un susurró apenas audible llegó a sus oídos, como si el océano mismo intentara comunicarle algo. Afrodita frunció el ceño y miró Saga, que parecía no haber escuchado nada.
—¿Lo oíste? —preguntó Afrodita, su voz apenas un susurro.
—¿Oír qué? —respondió confundido.
Afrodita miró a su alrededor, buscando el origen del susurro, pero el silencio reinaba nuevamente. Encendió sus alarmas, algo definitivamente no estaba bien.
Se giró hacia Saga y le dedicó una sonrisa tranquila. Saga lo miró con curiosidad, como si estuviera procesando todo. Sus ojos, que hasta ese momento se habían mostrado relajados, comenzaron a tener una expresión de confusión.
Saga sentía que todo era demasiado hilarante, la presencia de Afrodita le causaba sensaciones divididas, por un lado, sentía que su presencia lo calmaba, pero también lo confundía, ¿estaba o no en un sueño? Todo parecía tan real, pero ahí estaba él. Estiró la mano para tocarlo, Afrodita lo veía expectante sin moverse con un deje de preocupación.
Una fuerte punzada en su cabeza lo hizo apartar la que iba al rostro de Afrodita para llevarla a su sien. El dolor era intenso y agudo, incluso le impedía pensar con claridad. Sentía como si en cualquier momento le fuera a explotar.
—¿Estás bien? —la voz normalmente suave y armoniosa de Afrodita se vio empañada por un tinte de alarma cuando notó que sus rubios cabellos se tornaban negros.
—Sí —trató de restarle importancia. Dio respiraciones profundas sintiendo la cálida y suave mano de Afrodita logrando que el dolor menguara. Su cabello volvió a ser rubio.
La respiración de Saga se normalizó, pero la inquietud no abandonaba el rostro de Afrodita. Se quedó mirando a Saga, tratando de entender qué había causado ese cambio abrupto. La transformación del cabello de Saga no era un buen presagio, pero tampoco tenía tiempo para desentrañar su significado en ese momento.
—Tenemos que irnos de aquí —dijo Afrodita finalmente, su voz recobrando un tono firme.
Saga asintió, aunque su mente seguía dividida entre la preocupación por Venus y las preguntas sin respuesta sobre su propia condición. Juntos, se deslizaron silenciosamente fuera del refugio de la cueva, sus movimientos eran sincronizados como si hubieran practicado este escape mil veces.
Nadaron hacia los arrecifes en donde Venus estaba encerrada, pero al llegar se encontraron con la sorpresa de que había desparecido. Ambos giraron a verse y una sombra de preocupación cruzó su semblante. Se quedaron quietos sin saber qué hacer o hacia dónde dirigirse. Parecía que estaban en un juego de escape, en el que apenas y superaban una dificultad ya estaban en otra. Se estaba volviendo bastante frustrante la situación.
El agua parecía más fría y el silencio más profundo, Afrodita intentó concentrarse, buscando alguna señal de Venus.
—Ella no puedo haberse ido por su cuenta —dijo Afrodita en voz baja, su tono cargado de preocupación.
—¿Y si algo se la llevó? —preguntó Saga.
El océano, aunque aparentemente calmado después de la batalla, seguía siendo un lugar de sombras y misterios. Mientras seguían nadando, Saga no podía evitar sentir que los observaban. De vez en cuando, creía ver sombras moverse en la rabillo de su ojo, pero cuando giraba la cabeza, no había nada. Se sentía inquieto, la sensación de que estaba inmerso en una pesadilla comenzaba a sonar plausible en su cabeza, pero por más que intentaba, no podía despertar.
De repente, una luz suave y etérea se filtró a través de una abertura en la roca. Afrodita se detuvo, observando la fuente de la luz con una mezcla de curiosidad y cautela. Saga sintió una atracción inexplicable hacia aquella luz, como si una fuerza invisible lo llamara. Solo la mano firme de Afrodita que no soltaba la suya le impedía ir hacia ella.
—¿Qué es eso? —preguntó, incapaz de apartar la vista.
—No lo sé —respondió Afrodita—. Pero no podemos ignorarlo. Podría ser la clave para encontrar a Venus.
Ambos se acercaron lentamente, la luz aumentando en intensidad a medida que se aproximaban. La abertura se reveló como un pasaje estrecho que conducía a una cámara oculta. Dentro, la luz parecía emanar de un cristal gigante, suspendido en el centro de la cámara. La luminosidad del cristal fluctuaba suavemente, como si tuviera vida propia.
Saga sintió una punzada de reconocimiento al ver el cristal, aunque no podía recordar de dónde. Afrodita, por su parte, parecía tanto cautivado como perturbado por su presencia. Lo observaron atentamente, como si quisieran descubrir el secreto de su presencia. Había algo familiar en él.
—Este cristal... —comenzó Afrodita, pero fue interrumpido por un susurro que resonó en la cámara.
—Ayúdenme...
La voz era apenas un murmullo, pero suficiente para helar la sangre de Saga. Se volvió hacia Afrodita, cuyo rostro había palidecido.
—¿Venus? —preguntó, su voz apenas un susurro.
—Sí —respondió Afrodita, sus ojos fijos en el cristal—. Está atrapada dentro de ese cristal.
Saga se adelantó, su determinación renovada por la posibilidad de rescatar a Venus. Pero mientras se acercaba al cristal, una barrera invisible lo detuvo. Sentía una energía poderosa emanando del cristal, algo que no había sentido antes.
—No podemos tocarlo directamente —dijo Afrodita—. Necesitamos descubrir cómo liberarla sin desatar el poder contenido en este cristal.
Saga asintió, sabiendo que debían actuar con cuidado. La situación era cada vez más compleja, y el tiempo era esencial. Afrodita comenzó a examinar la cámara, buscando cualquier indicio de cómo manipular el cristal sin peligro. Mientras tanto, Saga permanecía atento, sus sentidos alerta por cualquier señal de peligro.
—Aleja a Saga —la voz de Venus resonó en la mente de Afrodita—, es peligroso que esté cerca.
Afrodita contempló el cristal como si estuviera viendo a Venus y luego se giró hacia a ver a Saga ¿qué estaba pasando?
—¿De qué hablas? —preguntó igual con su mente.
—Sé qué todo es por Saga, no sé quién o por qué, pero lo buscan a él, aléjalo y la barrera desaparecerá.
—¿Estás segura? —todavía no confiaba, pero ¿y si era verdad?
Había visto a Saga comportarse de una manera extraña y el mal que habitaba en él parecía querer escapar. No pensaba permitirlo. Tenía que pensar en algo rápido.
Afrodita, con el rostro serio, asintió levemente a las palabras de Venus. Se giró hacia Saga, notando la confusión en su mirada.
—Saga, tenemos que alejarnos del cristal —dijo Afrodita, su voz firme pero cargada de preocupación.
—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó Saga, su tono mostrando resistencia.
—Confía en mí —respondió Afrodita, tomando la mano de Saga y guiándolo hacia la entrada de la cámara. Pero cada nado que daba hacia atrás parecía intensificar el dolor en la cabeza de Saga, quien de repente se detuvo, llevando sus manís a su sien, gritando de agonía.
Afrodita se arrodilló a su lado, tratando de calmarlo.
—Saga, tienes que luchar contra eso. ¡Tienes que hacerlo!
Saga, con esfuerzo, asintió y comenzó a recitar un mantra de concentración que le habían enseñado en su entrenamiento. Poco a poco, el dolor comenzó a disminuir, pero aún podía sentir una presencia oscura dentro de él.
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