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7. Cinco años atrás

Capítulo 7

Cinco años atrás

Esta vez Selene si cumplió su palabra pero de nuevo estaba dudosa sobre dejar ir a Benedikt solo. Su hermana no parecía tan angustiada, estaba segura de que podía defenderse por sí mismo. Lo bueno era que la lluvia se había detenido, después de un día húmedo y frío la noche resultaba fresca pero también escalofriante.

— ¿De qué niña estaban hablando?—preguntó la chica rompiendo el silencio. Hablaba en susurros.

—No tiene sentido, tu madre ni me cree—me miró de reojo caminando por el callejón.

—Yo quiero creerte, cuéntame—insistió.

—Creo que estos vampiros tienen...habilidades—hablé más bajo aún pero incluso así me escuchó. Se detuvo girándose sobre sus talones para quedar frente a frente. Llevaba su cabello en una coleta alta resaltando su rostro.

— ¿Qué tipo de habilidades?

Bien, por lo menos no estaba riéndose en mi cara.

—Cambiar de forma o crear reflejos—frunció el ceño retomando el camino a los segundos— ¿Cómo explicas que Demian llegó primero y no recuerda lo que hablamos?

—Cierto, lo había olvidado—chasqueó la lengua reprochándose— ¿Qué tiene que ver la niña?

—Intentaba llevarla a su casa pero de repente desapareció—sentí un peso sobre los hombros. Tenía una sensación extraña, miré hacia atrás verificando que estábamos solas—Quizás están burlándose de nosotros.

—Es extraño que la mansión no sepa de eso.

—Lo sé—volví a mirarla.

—Aunque si es posible, esas criaturas evolucionan con rapidez—se atrevió a decir. Respiré profundo el aire nocturno notando el olor a humedad y suciedad. Levanté mi vista hacia las paredes del edificio, al llegar al borde del techo noté algo parecido a una sombra. Me detuve disparando de inmediato pero la flecha siguió de largo.

—Maldición.

— ¿Qué sucede?—Sel se apresuró a ver lo que miraba— ¿Viste algo?

—Hay alguien en el techo—gruñí. Las flechas eran importantes para todo arquero, debía ser cuidadosa al gastarlas, una menos significaba una oportunidad perdida para asesinar un vampiro. Noté las escaleras en uno de los costados. Selene las notó también apresurándose a subir. Era más alto de lo que pensaba, intenté no mirar hacia abajo.

Desde el techo, o mejor dicho, la azotea todo lucía un poco más pequeño. Algo en mi estómago se revolvía cuando Selene se acercaba al borde, sí, le tenía temor a las alturas pero en este tipo de trabajo debes estar dispuesto a hacer todo y de todo. Incluso si debes enfrentar tus miedos o temores.

—No veo nada—echó un vistazo a los demás edificios.

Quería acercarme al borde pero prefería mantenerme en el centro, tomé otra flecha de mi espalda manteniéndola lista en el arco, sólo por si acaso. No había estrellas en el manto oscuro, ni siquiera había una luna que iluminara un poco el lugar. Podía ver los edificios del centro más altos que los de la residencia, imaginaba la muerte de la persona que decidiera saltar. Sentí escalofríos.

—Había visto una sombra.

— ¿Dónde?

—Desde ahí—señalé el punto. Se acercó y admiré como era tan valiente al ver hacia abajo. De repente frunció el ceño— ¿Qué?

— ¿Por dónde subimos?

— ¿Cómo que por donde subimos? Por las escaleras, obviamente.

— ¿Dime dónde están entonces?—se cruzó de brazos.

Me apresuré queriendo comprobarlo. Sentí un nudo en la garganta al ver que no había escaleras, mi corazón comenzó a latir rápidamente, esto no me gustaba.

—Avisaré a los demás—dijo al comprobar que estábamos atrapadas. Al sentirme mareada retrocedí, respiré profundo un par de veces—Mi celular no enciende. ¿Qué demonios?

"Tal como anoche. ¿Acaso la escalera era una ilusión?"

Noté las tres figuras que estaban a pocos metros en otra azotea. El silencio se hizo más intenso y pesado. Tres vampiros para dos cazadoras, uno de ellos debía ser nuevo en esto. Siempre era así. Tensé la cuerda del arco con la flecha, disparé al del medio justo en el corazón. En segundos se volvió cenizas, como si el sol lo hubiera tocado.

— ¡Sel!—avisé cuando en un abrir y cerrar de ojos ambos vampiros estaba junto a nosotras.

Me arriesgué disparando a la criatura pero no sucedió nada. Sonrió divertido mostrando sus perfectos colmillos, aquellos ojos negros eran malvados, pícaros y con un brillo que sólo ellos poseían. Solté la última flecha decidiéndome a usar la estaca, el vampiro saltó hacia mí colocándome contra el borde. El arco había caído al suelo, no me preocupé tanto ya que no lo necesitaría ahora.

Evité todo contacto posible con el cuello, si llegaba a morderme estaba jodida. Como pude logré librarme empujándolo con las piernas, cuando pretendía atraparme de nuevo inserté la estaca justo en su corazón. De inmediato retrocedí cuando su propio cuerpo ardió en llamas, Selene se había ocupado del suyo en segundos. Mi pecho dolía con mis latidos agitados.

—Al parecer sus amigos quieren unirse—sonrió Sel con sarcasmo señalando otros tres vampiros.

Me apresuré en tomar el arco, apunté hacia uno de ellos pero me detuve notando a un pequeño. Podía tener un año recién, su cabello era oscuro, quizás castaño, no lo sabía ya que estaba lejos pero si pude notar sus ojos azules. Su pequeña boca formó una sonrisita divertida y picarona, de repente el respirar ya no era importante para mí. Su carita redonda me hizo saber quién era pero...era imposible. Él estaba...muerto.

— ¿Millan?—susurré bajando el arco lentamente. Todo a mi alrededor desapareció.

El niño sonrió más moviendo su pequeña mano como si estuviera saludándome. Parpadeé varias veces, ¿Era real? Sin controlar el impulso hice lo mismo avanzando. El impacto me devolvió a la realidad, alguien me había empujado haciendo que me golpeara la cabeza del suelo. Un nuevo vampiro había aprovechado lo distraída que estaba. Sel intentaba quitarse a los otros dos de encima.

—Mónica Greene—al escuchar mi nombre en labios de esa criatura dejé de forcejear observándolo. Era un hombre delgado pero más fuerte de todos modos—Debías ver tu rostro de esperanza cuando viste al niño—se burló sin soltarme. Uno de sus brazos hacía algo de presión en mi cuello mientras que con el otro evitaba que moviera mis brazos, mis piernas estaban inmóviles con su peso.

Miré hacia mi amiga quien estaba tan prisionera como yo. Ninguno de los dos intentaba alimentarse de ella.

—Santos tenía razón—regresé mi vista hacia él sin entender—Esto será muy sencillo. ¿No se suponía que serías más...valiente? Eres una cazadora de vampiros, ¿No es así?—me mantuve firme y sin forcejeos. ¿De qué estaba hablando? ¿Quién era Santos?—Vamos, debes recordar. Cinco años antes acabaste con un grupo de adolescentes vampiros. ¿Lo olvidas?

A mi mente llegó una Mónica de diecinueve años y un Demian mucho más joven, un callejón sin salida, una chica que se abalanzaba sobre Demian y luego una estaca en su corazón introducida por mí. Su cuerpo se encendió en llamas dándole la muerte definitiva pero antes de que eso sucediera decía en muchas ocasiones que si la asesinaban su padre se vengaría.

Volví a la realidad y el vampiro sonrió. La madre de Selene debía creerme ahora, estas criaturas tenían habilidades. Ni siquiera recordaba eso y él había incitado a mi mente a que volviera al pasado.

—No somos tan débiles ahora, Mónica—susurró en mi oído antes de levantarse y desaparecer con sus dos amigos. Me incorporé mirando alrededor, Sel se acercó ayudándome, al entregarme el arco esperó a que dijera algo pero ni yo sabía que decir.

—Las escaleras—señaló aliviada. La seguí sin perder tiempo, si habían aparecido era porque necesitaban que diéramos el mensaje. De otra manera, ¿Por qué seguiríamos vivas? Con los pies en el suelo mi cabeza comenzó a doler seguido de mi espalda. Necesitaba entrenar más y colocarme en forma— ¿Qué demonios fue eso?

—No lo sé.

—Pues ellos parecían conocerte, ¿Hay algo que no me estás contando?

— ¡No lo sé, Selene!—mi tono fue molesto y brusco. No me sentía tan bien, todo parecía darme vueltas. Pasé a su lado regresando al auto, Benedikt estaba contento de haber tenido una buena noche, Dominic y Demian aparecieron a los minutos. Todos habían cazado algo pero nadie había tenido una noche tan interesante e intensa como Selene y yo. La chica me miró de reojo mientras conducía, sabía lo que significaba.

Ninguna de las dos le contaríamos a su madre ni a nadie del grupo.

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