3. Azul y negro
Capítulo 3
Azul y negro
Después de pasar toda la tarde en la mansión entrenando o por lo menos intentándolo, decidí visitar a mi padre. Conduje hasta el vecindario al que nunca pude acostumbrarme, incluso mi madre prefería pasar más tiempo en la mansión que en casa con su esposo. Cuando comencé a sentir lo mismo, ella decía que por mis venas corría la sangre de cazadora.
Mi padre era un hombre que se conservaba bien, todos los fines de semana iba a caminar al parque sin falta, su cabello era oscuro, ojos del mismo tono y piel morena. Siempre que podía me recordaba lo parecida que era a mamá.
Mi cabello caía en ondas hasta mi pecho, mi piel era un poco pálida, labios finos en los bordes pero en el centro eran rellenos, normalmente rosados. Ojos café, cejas oscuras y cabello que según él, le recordaba al café negro de todas las mañanas. Desde pequeña he sido delgada, no tenía curvas que resaltar, por eso Selene siempre atraía a los chicos.
En ese momento no pude evitar recordar la vez que conocí a Demian.
— ¿Cómo lo haces?—quise saber. Selene se movía a una velocidad al esquivar y apuntar con la estaca. Le encantaba lucirse cuando había otros cazadores mirando, muchos de los muchachos de nuestra edad sonreían como idiotas observándola.
—Debes ser ágil, ya te lo dije.
En el tercer intento pude entender las tácticas que usaba logrando esquivarla en la mayoría de las ocasiones. Éramos unas niñas de 14 años jugando con armas de verdad, armas letales para un vampiro. Un chico alto, delgado pero fuerte se acercó sonriendo con arrogancia.
— ¿Eres Mónica Greene, cierto?
Selene me miró y luego a él. Me sentí algo intimidada por el chico, sus ojos azules eran grandes y me miraban con un brillo interesante. Podía verme reflejada en ellos, aclaré mi garganta sin reconocerlo.
—Sí, soy yo.
—Escuché que eres muy buena con el arco—me sonrojé un poco sin evitarlo. Asentí y él se cruzó de brazos—También soy bueno en eso pero quisiera verlo por mí mismo.
— ¿Qué?
—Te está retando, Moni—Selene usó un tono obvio. Le había colocado el ojo de una vez, el chico no parecía interesado en ella, parecía interesado...en mí. Antes de poder aceptar, se acercó al estante donde descansaban diferentes tipos de arcos y flechas, tomó uno que era más grande que yo, completamente negro y con la cuerda gris.
—Escoge uno.
Nunca antes me habían retado, ¿Será un cazador también? Era lo más seguro, parecía joven aunque probablemente era mayor que yo.
Finalmente me decidí por un arco entre blanco y rojo. La cuerda era de un gris claro. Recogí tres flechas imitándolo, el blanco estaba a unos metros de ambos. No me sentía del todo cómoda, algo en ese chico no me gustaba.
—Primero las damas—señaló.
—Haz lo tuyo, Moni—intentó animarme Sel.
Me coloqué en posición situando mis pies correctamente, acomodé el arco tensando la cuerda con la flecha, extendí mi brazo hacia atrás teniendo en vista el objetivo. Respiré profundo dos veces antes de soltarla y acertar en el blanco. Sonreí orgullosa de mi resultado.
—Buen tiro, es mi turno, ahora—me empujó un poco con el hombro. El chico medía casi dos metros para ser exactos, junto a él era pequeña y Selene, ni se diga. Sin darme tiempo de observar su posición, la flecha había acertado justo en mi lugar. Miré sorprendida como mi tiro había perdido su sitio cuando el suyo lo apartó de un solo intento—Parece que debes mejorar, Greene.
Fingí estar neutral. ¡¿Cómo había hecho eso?!
En mi segundo intento, la flecha quedó un poco lejos de la suya, en el último tiro tardé más de lo debido. Concentré todo en mí en la jodida flecha que había arrojado, debía quitarla de allí, no podía dejar que un idiota engreído me derrumbara. Me llevé una gran sorpresa cuando mi flecha logró apartar la suya al insertarse en el blanco. Sonreí con arrogancia mirándolo.
—Parece que debes mejorar—aconsejé. Una sonrisa burlona apareció en sus labios, extendió su mano presentándose.
—Demian Siblez.
Acepté el gesto asintiendo, besó mi mano guiñándome un ojo antes de alejarse. Desde ese instante el color azul y el negro fueron mis favoritos.
Aquello había sido cuando tenía 14 y él 17. Demian había entrenado desde los siete años, su tío, el padre de Dominic lo había introducido en el mundo de ser cazador. Sus padres nunca supieron sobre eso, Demian nunca vivió con ellos, cuando supo lo que podía hacer, Dominic lo apoyó todo el tiempo y él aprovechó su talento convirtiéndose en un excelente cazador de vampiros.
Regresé a la cocina de papá, hablaba sobre algo de la ciudad que no pude saber que era ya que me había perdido en mis pensamientos. En ese momento supe que era justo decirlo.
—Regresará mañana.
— ¿Qué?—me miró confuso bebiendo un vaso con agua.
Suspiré cruzándome de brazos, preferí apoyarme de la pared. En el día de hoy no quería sentarme en ningún lado.
—Tengo la primera misión después de lo que pasó—mordí mi labio—En el grupo está él, papá.
— ¿Trabajarás con él?
—No puedo cambiar de objetivo, la mansión sabe que estoy reintegrándome, debo cumplir con esto—me encogí de hombros odiándome por repetir las palabras de la señora Jones.
—Entiendo—dijo con lentitud— ¿Y te sientes lista?
La relación entre Demian y mi padre nunca fue ni buena ni mala. Mi madre lo había conocido cuando era un niño pero nunca habló de él. Cuando cumplí los 12 fue que la perdí por culpa de un vampiro, la misión pudo más con ella. Cuando finalmente volví a ser feliz, el destino me devolvió ese instante en carne propia, siempre me preguntaba porque Millan y no yo.
—Lo estaré, estoy segura—intenté sonreír pero preferí abrazarlo.
— ¿Y las pesadillas?—acarició mi espalda sin soltarme.
—Siguen ahí—susurré cerrando mis ojos—A veces...pienso en él.
—Deberías visitar el cementerio, cariño—no lo había pensado. No recuerdo la última vez que estuve allí—Estará contento de que su madre lo visite.
Volví a suspirar recordando el día del funeral y el entierro. Lo más difícil de una madre es ver a su hijo partir, verlo partir tan pequeño y con mucha vida por delante. Sentí un nudo en la garganta obligándome a olvidarlo.
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