28. Dulce inocencia
Capítulo 28
Dulce inocencia
Una vez más anunciaron por las cornetas del aeropuerto que los pasajeros debían subir. Dominic abrazó a Selene de una forma que me hizo mirarlos con ternura. Los dos habían encajado a la perfección, me acerqué a Demian que revisaba en su bolso con un rostro de frustración.
— ¿Qué sucede?
—No consigo el pasaje. Lo tenía junto al pasaporte y no sé donde lo coloqué—gruñó. Me senté junto a él ayudándolo—Maldita sea.
—Tranquilo, seguramente lo cambiaste de lugar—revisó los bolsillos del bolso con las maldiciones de por medio. Intenté no reírme, era gracioso verlo molesto, su cabello parecía alborotarse más. Mientras los chicos hablaban sobre sus asuntos, tomé el pasaporte de Dominic. Al abrirlo estaban los dos pasajes—Aquí está. ¿Éste es, cierto? Dice Demian Siblez.
—Sí, ese es—lo tomó ordenando su bolso de nuevo.
— ¿Estás molesto conmigo?—enarqué una de mis cejas. El chico evitó mi mirada— ¿Sabes que te ves encantador todo enfurruñado?—apretó los labios ocultando una sonrisita—Y muy dulce, quizás inocente pero es obvio que nunca has sido inocente...
—Mónica—reprochó sonriendo de lado.
— ¿Ves? Te hice sonreír—apoyé mi brazo en su hombro mirándolo—No te preocupes, nos veremos pronto.
— ¿Te refieres a meses?—giró su rostro un poco. Sus ojos azules se veían muy hermosos a la luz del atardecer. Algunas veces parecían ser más grande que los míos— ¿Qué tanto me ves?
—Me gustan tus ojos—los rodeó provocando una pequeña risita en mí—Te ves atractivo haciendo eso—intenté acomodar su cabello. Una costumbre que nunca perdería—Ten mucho cuidado, Ian.
—Debería decírtelo a ti pero sé que dirás que sabes cuidarte sola.
—Sí, bueno, la niña de catorce años no sabía lo que decía en ese momento—tomé su mano acariciando las cicatrices de su brazo. Dibujé las marcas con las yemas de mis dedos, hubo unos minutos de silencio entre ambos. Al entrelazar nuestros dedos sonreí como tonta ante lo inmensa que era comparada con la mía. Demian estaba mirándome más rato de lo debido— ¿Qué?
Acercó sus labios a los míos iniciando un beso lento y dulce. Esos que te causan una agradable sensación por todo el cuerpo, esos que desearías nunca romper, que te hacen sentir diferente, como si todo estuviera bien. Como si nada malo podría pasar jamás. Acarició mi mejilla manteniendo el momento romántico por unos minutos. Sonrió mirándome fijamente, abracé su cuello con mis brazos sintiendo los suyos rodeándome.
Selene y Dominic estaban en una situación parecida. Sonreí un poco apoyando mi barbilla en el hombro de Demian, respiré su aroma intentando memorizarlo.
— ¿Cuánto tiempo esperarás?—lo escuché decir sin soltarme.
Necesitaba darle una respuesta. Algo para que se quedara tranquilo. ¿Cuánto tiempo tenía en mente? Conociéndome no duraría mucho.
—Dame un año—me alejé colocando los mechones de mi cabello detrás de mis orejas—En un año tendré todo listo. Quizás en la temporada de vacaciones, me gustaría ir sin hacer una solicitud.
—Hagas lo que hagas no me importa. Sólo quiero verte allá.
—Intenta no entrenar mucho con otras cazadoras—bromeé. Sonrió divertido negando con la cabeza, el último anuncio nos hizo levantarnos, recogió el bolso colgándoselo al hombro y tomó su maleta. Una fila se había creado para que los pasajeros abordaran—Te extrañaré mucho, Dom—fui a abrazarlo.
—No te preocupes, lo cuidaré por ti—mis mejillas ardieron y él rió.
—Cuidaré a Selene también por ti—susurré guiñándole un ojo. El chico imitó el gesto manteniendo el secreto.
—No se metan en problemas—advirtió Selene.
—Eso es más para él—Demian se ganó un golpe en el brazo de parte de su primo.
—Para los dos, tú tampoco eres un santo—señaló. Negué con la cabeza manteniéndome de buen humor lo cual era extraño, no me sentía tan triste como creía. Los chicos desaparecieron por el pasillo, Demian giró su cabeza una última vez para verme. Moví mi mano despidiéndome una vez más.
Selene rodeó mis hombros con su brazo mientras caminábamos a la salida. El sol comenzaba a esconderse, las personas entraban y salían del aeropuerto. Los taxis iban y venían. Todo lucía tan normal. Tan extrañamente normal. Suspiré cruzándome de brazos. Me sentía algo solitaria ahora.
— ¿Crees que realmente nos extrañen?
—Sí—noté que en sus ojos oscuros había cierta preocupación. Sonreí de lado—Atrapaste a Dominic, ¿Era lo que querías, recuerdas?—suspiró—Algo más que una simple aventura.
—Prométeme que no le dirás a nadie.
— ¿Te refieres a tu madre?—sonreí con complicidad—No le diré nada. Puedes volver a ser la vieja Selene de antes.
—Creo que esa Selene no podrá regresar con facilidad—miró los autos que pasaban. Se giró hacia mí alejando su brazo— ¿Es normal que sienta las ganas de correr hacia el avión e irme con él?—esa mirada era distinta. La conocía muy bien, en muchas ocasiones, mi padre lo había notado y ahora era mi turno de saber cómo lucía alguien cuando se dejaba llevar por sus emociones—Estoy loca, lo sé.
—No estás loca—volvió a mirarme—He tenido esa sensación muchas veces. Te acostumbras tanto a una persona que luego es complicado dejarlo ir.
—Estoy enamorada.
—Tú lo dijiste.
—Estoy jodidamente enamorada—reí por su forma de decirlo— ¿Debería hacer algo para cambiar de opinión?
—Créeme, nunca cambiarás de opinión.
—Mierda. ¿Crees que unos tragos ayuden?—me encogí de hombros—Compremos algo de licor, tendremos una noche de chicas novatas en el amor y de otras no tanto—volví a reír deteniendo un taxi.
1 año después
Otoño. Sí, estábamos en otoño. Los niños ya lucían sus disfraces para la noche de brujas. Todos parecían ansiosos de las fiestas de Halloween. Benedikt tuvo que conseguir un disfraz con ayuda de su hermana para la fiesta que habría en su escuela. Cuando ambos regresaron sólo pude reír con las fotos de Selene disfrazada de bruja, de diablillo, de zombie y de gata seductora pero el que más encajaba en ella era el de vampiro. Sus ojos la ayudaban mucho.
Las hojas caían de los árboles de diferentes tonalidades, podía pasar horas mirándolas caer mientras estaba sentada en la banca del parque. El trabajo en la mansión seguía siendo el mismo, al parecer la muerte de Santos había aliviado un poco a la ciudad. No se sentía tanta presión en el aire o quizás era porque finalmente estaba respirando paz y tranquilidad.
Terminé de llevar la última maleta dejándola junto a la puerta. Envié un mensaje a Selene avisándole que esperaba por ella.
— ¡Papá!—llamé desde la sala. Los pasaportes estaban en mi bolso, los boletos estaban a manos de Selene. Todo estaba listo en las maletas, algo se me estaba olvidando.
Mi padre vino acompañado de una risita que contagiaba el apartamento. Sentí un nudo en la garganta cuando la traía recostada sobre su hombro con la cabeza colgando. Algunas veces no entendía porque le gustaban esos juegos que para mí me causaban nervios de que se cayera. Bastantes rasguños y cicatrices tenían en sus piernas.
— ¿Llegó Selene?—preguntó con la niña riendo. Sus mejillas estaban rojas.
— ¿Podrías bajarla?—pedí. Cuando sus pies tocaron el suelo respiré más aliviada—Olivia, ¿Tienes todo listo?—asintió—Ve a revisar una última vez antes de que nos vayamos.
La niña fue corriendo hacia la habitación. Mi padre tenía una mirada que sabía lo que significaba. De nuevo tocaría el tema que tanto llevo trayendo en mente.
¿Cómo reaccionaría Demian cuando sepa que tuvimos una niña?
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