18. Fortaleza
Capítulo 18
Fortaleza
— ¿Está todo bien?—preguntó Demian mientras terminaba su cena. Marqué de nuevo el número sin obtener respuesta.
—Sigue sin responderme—fruncí el ceño— ¿En dónde demonios está metida?—se encogió de hombros masticando su tostada—Por lo menos sé que lo tiene encendido.
— ¿Por qué no llamas a su hermano?
—No creo que...
—Benedikt puede decirte donde está—opinó.
—Le enviaré un mensaje—preferí. En ese momento el celular de Demian vibró sobre la mesa mientras sonaba— ¿Quién es?
—Dominic—contestó confundido aceptando la llamada— ¿Qué sucede?—hubo unos minutos de silencio. Seguí comiendo sin apartar mis ojos de él—Sí, ¿Por qué?—una sonrisa apareció en sus labios. ¿Qué era tan divertido?—Espera, te colocaré en voz alta para que se lo digas.
— ¿Qué...?—levantó un dedo colocando el celular sobre la mesa. La voz de Dominic se escuchó al instante.
— ¿Ahora me escucha?
— ¿Qué sucedió?—temí que fuera algo malo.
— ¡Deja de romper el celular de Selene con tus llamadas!—levanté una ceja mientras Demian seguía comiendo riendo bajo—Está bien, está viva, ¿Contenta? ¿Más tranquila ahora?
Fruncí el ceño sin entender.
— ¿Por qué tienes...? Oh—caí en cuenta uniéndome a las risas de Demian— ¿Interrumpí algo?
—Muy graciosa—lo imaginé rodando los ojos— ¿Acaso suelo llamar a mi primo cuando están en su momento?—me sonrojé al igual que el chico—Eso creía. ¿Qué sucedió? ¿Por qué llamabas? ¿Pasó algo?
—Hace una semana que no nos vemos, quería hablar con mi amiga—bebí algo de jugo antes de seguir— ¿No eres uno de esos novios posesivos que prohíben toda comunicación con sus familiares, cierto?
— ¿Qué demonios...?—aguanté una carcajada— ¡Demian, cállate!
— ¡Oye! Está en mi departamento, no lo regañes, ese es mi trabajo—defendí.
— ¿Quién está en tu casa?—escuché a Selene finalmente— ¡Estás con Demian! Con razón parecías más contenta.
— ¿Qué?—casi me atraganté con el pedazo de tocino que me había llevado a la boca—Estamos hablando de ustedes, tú señorita te has olvidado por completo de mí.
—Claro que no—se apresuró a decir—Pero ahora estamos a mano. Me refiero a que ambas tenemos la mente ocupada.
—Seguimos aquí, por si lo olvidan—intervino Demian algo apenado. Era gracioso verlo así.
—Sí, los temas de chicas no pueden escucharse por dos chicos, ¿Recuerdan?
— ¡Hagamos algo para mañana!—propuse de la nada lo cual lo sorprendió. Me encogí de hombros sin saber que decirle—No quiero estar encerrada, sé que la madre de Selene nos llamará en cualquier momento para más noticias o alguna otra misión—dudaba mucho eso último— ¿Por qué no vamos a caminar?
—Una caminata, me gusta—aceptó Dominic— ¿Qué tal un día en el bosque? Ya saben, la naturaleza, el aire libre...
—Los mosquitos bebiendo mi sangre peor que los chupasangres—lo interrumpió Sel siendo negativa— ¿Están locos? He luchado toda mi vida contra vampiros, ¿Debo dejar que esos animales asquerosos tengan bebida gratis?
—Pues a mí me gusta—miré a Demian—Nos hace falta.
Pude escuchar el bufido de Selene.
—Mañana a primera hora de la mañana, ¿De acuerdo?
—No te preocupes, tengo muchos trucos bajo la manga para esta cazadora—aseguró Dom antes de colgar.
Me levanté llevando el plato y el vaso al fregador. Demian me siguió a los minutos haciendo lo mismo. Aquella mirada era una que decía: ¿Qué demonios haces?
— ¿No crees que sea buena idea?
—Nunca es tarde para respirar aire fresco pero...—hizo una mueca dudando— ¿Estás segura?
— ¿Qué te preocupa?—quise saber cruzándome de brazos.
—Tus pesadillas—rodeé los ojos—Sabemos lo que pasa cuando suben de intensidad, Mónica.
—Hablas como si fuera a atacarlos dormida...
— ¿Aquellas pastillas te ayudaban realmente?
No podía decirle que los sueños seguían presentes. Me ayudaban a dormir toda la noche pero parecía activar algo en mi mente que conectaba con los recuerdos del pasado.
—Sí.
—Entonces quiero que te las lleves—ordenó. Asentí sin colocar queja alguna—Debo ir con Dom para arreglar el bolso de mañana.
Quise pedirle que se quedara o que me dejara acompañarlo pero preferí quedarme callada. No quería acostumbrarme a tenerlo cerca. Estaría bien unas horas.
Estaba en una especie de sótano, las escaleras estaban a mis espaldas pero frente a mí, había un largo pasillo oscuro. No tenía nada que me permitiera ver por dónde iba. Las paredes eran de piedra, olía a tierra y humedad. Respiré profundo tomando valor, me introduje en la oscuridad caminando con cuidado, tenía mis brazos extendidos, las palmas de mis manos rozaban las paredes.
No sé cuánto tiempo estuve caminando, todo estaba en silencio. Cuando mis manos dejaron de tocar las paredes, una luz de una esquina se encendió permitiéndome ver a Selene atada de manos y pies con un pañuelo en su boca. Estaba inconsciente.
— ¿Sel?—antes de avanzar hacia ella otra luz se encendió con otra persona en su posición— ¿Benedikt?—el tercero—Dom...—y finalmente el cuarto—Demian.
Todos estaban atados con unas cadenas que parecían ser más fuertes que yo. Fui hasta Demian intentando que despertara, su pulso era normal, respiraba por lo menos.
— ¿A quién salvarás, Mónica?
Miré alrededor estando sola aún. Aquella era la voz de Santos pero no podía verlo. Sentí un nudo en la garganta mirando de nuevo a los chicos. ¿Por qué estaban allí? ¿Dónde estaba exactamente? ¿Qué lugar era ese?
—Demian, despierta—susurré golpeando levemente su mejilla. El chico seguía perdido en sus sueños.
—No despertarán hasta que decidas—insistió la voz.
—No escogeré a nadie, ¿Qué es esto? ¿Un juego?
—Sí, así es, querida—podía sentir su sonrisa— ¿Tampoco te gustan los juegos?
Miré las cadenas que los mantenían sujetos a la pared. ¿Cómo conseguiría sacarlos de allí? Estaba en una especie de habitación, sí, la mayor parte estaba oscura a excepción de las luces que iluminaban a los chicos. No había nada que pudiera usar de herramienta.
—Déjalos ir, Santos—suspiré derrotada. No tenía otra opción—Este problema es entre nosotros, ¿Por qué meterlos a ellos también?
—Han asesinado a muchos de los míos, incluyendo a tu esposo.
—No pensé que te dolerían sus muertes, es decir, ¿Siempre consigues más, no?—obtuve silencio. Imaginé que había acertado en ese detalle. Mi corazón comenzó a latir con lentitud como si cada latido le costara, respiré con dificultad sosteniéndome de la pared llevando mi mano al pecho—Eso—señalé. Sabía que pasaba—Eso es lo que quiero. Sólo descarga tu ira conmigo.
—No sería divertido, ya te lo dije.
— ¿Quieres que grite y que pida ayuda? Para hacerlo más humillante, ya sabes—mi pecho comenzaba a doler. Mi respiración se hacía más complicada, caí de rodillas al suelo sintiéndome mareada. Intenté levantarme, escuché pasos que se acercaban lentamente, el dolor en mi cabeza parecía estar relacionado con todo el malestar que sentía.
—No permitas que entre en tu mente—susurró alguien en mi oído. Era una voz infantil y dulce, no me tomé la molestia de ver quién era. Mi instinto de madre sabía que era Millan—Se fuerte, mami.
Desperté de golpe con los pulmones ardiendo al respirar. Me senté sobre la cama intentando calmarme, mi cuerpo no se acostumbraba a los sobresaltos de las pesadillas. Aparté el cabello pegado a mi cuello y mi frente por el sudor. Aquello no parecía ser un sueño, quizás estaba equivocada pero algo me hacía sospechar. Pensé en la voz de Millan.
"No permitas que entre en tu mente"
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