17. Pesadilla
Capítulo 17
Pesadilla
—Deberíamos volver—insistí al tener más de dos horas sin encontrar nada.
— ¿Los chicos te han dicho algo?
—No—revisé mi celular. Todavía estaba encendido—Vamos, Demian, debemos regresar.
—Sólo unos minutos más—pidió. Rodeé los ojos siguiéndolo.
—Creí que estabas ansioso por volver—le recordé. Me miró incrédulo— ¿No quieres regresar?
—Eres mala.
—Dime que no te gusta.
Sonrió un poco deteniéndose al escuchar unos pasos. Del techo saltó uno que Demian inmovilizó al dispararle en el corazón sin darle tiempo a tocar el suelo, detrás de mí conseguí otros dos que se dirigían a nosotros. Disparé a ambos volviéndolos cenizas, distinguí a uno que venía directo hacia mí, la flecha no funcionó. Esquivé algunos golpes tomando la estaca que tenía entre mi pantalón y la chaqueta insertándola en su corazón. Retrocedí cuando las llamas aparecieron.
— ¡Mónica!
Giré mi rostro encontrando a dos chupasangres intentando llevarlo al techo. Me olvidé del arco por unos minutos corriendo hacia él, tomé sus manos haciendo el intento de traerlo hacia mí. Uno de ellos rió mirando al otro. Estaban planeando algo.
— ¡Déjenlo en paz!—miré alrededor sin saber qué hacer. Si soltaba a Demian lo llevarían de un salto al techo, el arco estaba lejos, necesitaría las dos manos. Estaba sola en esto. Sus manos comenzaban a sudar volviéndolas resbalosas— ¡No me sueltes!
— ¡Eso estoy intentando!—alzó la voz estando tan angustiado como yo.
—Cinco segundos para que lo sueltes, Mónica—escuché decir a uno de ellos. Tenían una estúpida sonrisa en el rostro—Uno, dos, tres...
— ¡No!
—Cuatro y...cinco, di adiós, Moni—en un abrir y cerrar de ojos se habían desvanecido. Mi corazón se volvió loco.
— ¡Demian!—salí del callejón recogiendo el arco. Intenté ver la cima del edificio saliendo a la calle, todas las luces estaban apagadas incluso la de los apartamentos—No, no, por favor—susurré aferrando con fuerza mi mano al arco. Los nudillos se marcaban— ¿Dónde estás? ¿Dónde estás?
Tomé el celular llamando al suyo pero era inútil. Intenté con Selene sin obtener respuesta.
¿Cómo demonios subía a la azotea si no había escaleras esta vez? Colgué la llamada guardando el móvil, funcionaba perfectamente pero ahora otros problemas aparecían. No había una maldita puerta en los callejones, respiraba costosamente imaginando todo lo que podrían hacerle. Negué con la cabeza regresando al callejón, debía haber una forma, algo que me ayudara a subir...
Lo más inquietante era el silencio que había. Un solo grito me bastaría para saber en dónde estaba. Volví a sacar mi celular llamando, el tono de llamada se escuchó cerca. Me apresuré en caminar hacia el ruido con el aparato en la oreja. Justo en medio de la calle estaba el móvil pero a unos pocos centímetros estaba un cuerpo. Contuve la respiración colgando la llamada. Mis manos temblaron, avancé dejando caer el arco al suelo. No tenía su arma cerca, estaba boca abajo, esperaba que no fuera él.
—Dios—jadeé de dolor sintiendo que algo oprimía mi pecho. Me agaché junto a él moviéndolo con cuidado, parte de su camisa estaba llena de sangre y su pulso...— ¿Demian? Dios, no—cubrí mi boca con las lágrimas saliendo sin perder el tiempo— ¿Demian?—di palmaditas a su mejilla— ¿Ian? Despierta—mi voz se ahogaba por sí sola—Despierta, por favor, despierta, no—sollocé moviéndolo.
— ¿Papi?—aquella voz— ¿Papi?—miré al niño que se acercaba a nosotros. Sus ojos azules veían con dolor al chico en el suelo—No.
¿Qué hace aquí? ¿Por qué Millan...? Detuve el llanto dándome cuenta de algo. Sólo cuando soñaba él aparecía, miré a Demian, no estaba muerto. Estaba soñando, nada de eso era real. Todo era falso. Me incorporé lentamente ignorando al pequeño y el cuerpo, a unos metros de nosotros había una figura. Estaba muy lejos para detallarla bien. Sólo sé que algo se introdujo en mi espalda traspasando mi pecho.
— ¡No!—desperté jadeando en busca de aire.
— ¿Qué sucede?—Demian que estaba junto a mí volvió a recostarme al asegurarse de que no había nada—Tranquila, fue una pesadilla, tranquila.
Miré sus ojos azules sin controlar la respiración. Mis manos temblaban estando más frías de lo normal, su cabello despeinado que tanto me gustaba provocó que aparecieran las lágrimas. Lo abracé con fuerza queriendo sentirlo ahí conmigo.
—Estás vivo, estás vivo—presioné mi mejilla contra su pecho desnudo.
—Sí, lo estoy—me rodeó con sus brazos con las sábanas intentando cubrirnos lo más que podían. Acarició mi espalda sin alejarme lo cual agradecí. El sueño había sido más real que los otros, de nuevo Millan me mostraba que estaba soñando, no era real. ¿Qué habría hecho si fuera cierto? ¿Y si Demian perdiera la batalla contra ellos? Mordí mi labio para no sollozar— ¿Mónica?
—No, no me sueltes, por favor—pedí en un susurro muy bajo pero que alcanzó a escuchar. Sentía su mirada en mí a pesar de tener mis ojos cerrados.
La noche había caído cuando el sol se escondió para descansar. Seguía recostada en su pecho abrazándolo como si se tratara de un oso de peluche al cual si soltaba se acabaría mi vida. El silencio de la habitación había logrado que me calmara, además de que las caricias de Demian en mis brazos tenían efecto. Mi mente de un momento a otro se había quedado en blanco, temía que la pesadilla regresara a mi cabeza o que uno de ellos entrara por la ventana, o lo peor, que todavía siguiera dormida.
— ¿Vas a contarme?—susurró. Negué lentamente con la cabeza teniendo los ojos bien abiertos esperando que algo saltara de la nada— ¿Siempre es así?—asentí sin saber a qué se refería—Quizás debiste tomar esas gotas para dormir—lo miré ante eso. Acarició mi brazo comprendiendo mi confusión—Fui el primero en saber sobre tus pesadillas.
Era cierto, la primera vez que desperté sobresaltada junto a él, se había quedado el resto de la madrugada despierto hasta que me durmiera de nuevo.
Hace una semana que no había noticias sobre muertes en las residencias. Habíamos dejado de ir allí porque parecía haberse detenido. Sabía que no podía ser cierto, la madre de Selene quería que encontráramos a Santos, otro grupo de cazadores había sido víctima de las habilidades que tenían. No sabía si sólo la heredaban o era él quien les brindaba sus dones.
La caja de las gotas para dormir estaba en la mesa de noche. Había dejado de usarlas ya que las pesadillas se habían ido, pues me había equivocado.
—Estoy bien—no soné muy convincente.
— ¿Vas contarme sobre lo que pasó?—no respondí— ¿No me contarás como moría en el sueño?
— ¿Cómo lo...?
—Supuse que había muerto cuando dijiste que estaba vivo—se encogió de hombros deteniendo su caricia— ¿Te sientes mejor?
—Tal vez.
—Mónica...
Me levanté prefiriendo quedar sentada. Miré a la ventana notando como las cortinas se movían un poco por el viento que entraba. Demian se acomodó a mi lado girando mi rostro para que lo mirara. Sabía que se preocupaba por mí y mucho más ahora que tenemos...esta extraña...relación.
—Millan estaba ahí—frunció el ceño un poco alejando su mano con lentitud—Aparece cuando estoy dormida, Demian.
— ¿Te dice algo?
—No, sólo me acompaña cuando pasa algo.
— ¿A qué te refieres?
—Es como la pequeña luz en la oscuridad—sonreí con algo de nostalgia—Busca soluciones si estoy atrapada, me guía si estoy perdida y encuentra caminos cuando no hay salida—lo miré—No estoy obsesionada con eso, lo juro, sólo pasa.
—Lo sé, no debes explicarlo—tomó mi mano—Tal vez de una u otra forma puede que siga con nosotros.
— ¿Eso crees?
—Sí. Hace poco vengo haciéndolo.
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