11. Debilidad
Canción del capítulo: Ruelle - Monsters
Capítulo 11
Debilidad
Benedikt presentaba dos exámenes muy importantes en su escuela para mañana. Su padre le había prohibido venir ya que más importante eran sus estudios, lo cual estaba en lo cierto, lo malo es que para sustituir a Ben, Carol nos acompañó por órdenes de la señora Jones. Selene no estaba muy contenta pero lo aceptó. Dom tenía cara de pocos amigos pero su consuelo era cazar algunas criaturas.
—Iré sola—me apresuré a decir. No soportaría irme con la chica de cabello rojizo.
—No, iré contigo—miré a Sel.
—No creo que Moni necesite compañía—su voz torturó mis oídos—Lo digo porque eres una buena cazadora. ¿No?
—Yo iré contigo—quise reírme cuando Demian habló.
—No, tú irás con tu pelirroja que yo haré mi trabajo sola—cerré la cajuela del auto sin verlo. Dominic tenía una sonrisita en sus labios que lo hacía lucir como un niño pequeño—Nos vemos ahora—me alejé sin darle tiempo de que pudiera decir algo más.
Primero me dispara y luego quiere acompañarme. ¿Qué clase de modales tendría si le robo la cita a la chica? Sonreí divertida por mis pensamientos. Carol creía que era el centro del universo, en el grupo era la más joven, por lo general, los más jóvenes trabajan con los suyos. Rodeé los ojos. En este caso era diferente, Carol no dejaría a Demian solo. ¿Qué tenía esa chica? Era una mocosa. ¿Cuántos años tenía?
Mientras caminaba no colocaba atención a mí alrededor. Como me hubiese gustado dispararle la flecha directo hacia ella. Quizás un roce en el brazo hubiera sido suficiente. Recordé la mirada del chico, ¿La estaba defendiendo? ¿Desde cuándo se preocupa por los demás? ¿Y desde cuándo le gustan las pelirrojas? ¡¿Por qué demonios me estoy haciendo tantas preguntas?!
—No estoy celosa—susurré a mí misma pensando en las palabras de Dominic—Es un idiota, sólo quiere colocarme a prueba. Sí, quiere torturarte, Mónica—seguí hablando— ¿Por qué estoy hablando conmigo misma? Estoy enloqueciendo definitivamente...
La imagen de ambos compartiendo caricias y besos me estaba hirviendo la sangre. Sacudí la cabeza concentrándome o por lo menos intentándolo. La misión era lo principal, sólo debemos encargarnos de los chupasangres y saber quien está a cargo de todo esto. Eso último sería complicado.
Levanté el arco con la flecha lista, había entrado en otro callejón, dos de ellos estaban de espaldas a mí. Disparé a sus corazones y éstos se volvieron cenizas. Saqué otra flecha manteniéndome alerta, avancé con pasos silenciosos echando un vistazo hacia las paredes, el techo, atrás, los rincones, todo. Miré las dos flechas en el suelo, las recogí rápidamente sin perder el tiempo. Entré a otro callejón revisando el celular, seguía encendido. De acuerdo. Todo bien.
Gruñí cuando la lluvia comenzó a caer. ¿No podía llover en otro momento? Envié un mensaje a Selene.
"Dos menos"
Al guardarlo imaginé al pobre de Ben todo enfurruñado por tener que estudiar. La mayoría de los cazadores terminaban la secundaria pero preferían quedarse en vez de ir a la universidad. Muchos sabían que les tomaría tiempo, muy pocos aceptaban dejar el trabajo para seguir con sus estudios, la mayoría era amante de la adrenalina y la acción en la noche. Era una forma diferente de vivir. Estamos muy claros de que si un vampiro llega a mordernos estamos jodidos por completo. No existe cura para eso. Si consigues una mordida en la lucha quedas absolutamente fuera de la mansión y de los cazadores.
Mi celular vibró. Lo tomé con una respuesta.
"La noche se pone interesante. Acabamos de eliminar a tres de ellos"
Lo que le encantaba a mi madre y a mí de ser cazadoras era que el trabajo nunca terminaba. Siempre había algún vampiro revoltoso al que atrapar, algún grupo que eliminar. Cuando se trataba de encargarse del líder era más complicado, requería la presencia de todo el grupo. En la última misión de mi madre, dos vampiras aprovecharon de su distracción, intentaba proteger a su amiga y lo logró. En su grupo había diez personas, sólo cuatro salieron vivos.
Mientras más es la cantidad de cazadores en un grupo, más peligrosa es la misión. Claro, mientras avanzas e investigas, la mansión se encarga si necesitas más apoyo o no.
Miré hacia el cielo oscuro al llegar al final del callejón. Las luces seguían encendidas. Todo estaba tan solitario, los edificios se mantenían callados pero parecían atentos de cualquier movimiento que hacíamos. Giré mi rostro estando alerta, había escuchado algo detrás de mí entre la oscuridad. Con la cuerda del arco tensa tuve que volver dentro.
El grito que escuché me provocó escalofríos. Se escuchaba tan cerca pero la tranquilidad del callejón me confundía. Me apresuré en dirigirme al siguiente dando un respingo cuando choqué con un cuerpo más alto y fuerte.
— ¿Qué demonios...?
Había levantado el arco dispuesta a disparar. Demian parecía molesto y aburrido.
—No es el mejor momento para asustar a alguien, ¿Sabes?
— ¿Escuchaste el grito?—su cabello estaba totalmente mojado. Sólo así se peinaba un poco.
—Sí, me dirigía hacia allí—miró hacia atrás y luego a mí.
—Ahí no hay nada. Ya revisé.
Seguía estando alerta. Fruncí el ceño, ¿Dónde estaba Carol?
— ¿No deberías andar con tu amiga?—miré el arco en su mano. Seguía apuntándole pero él se mantenía algo calmado, recogió una flecha del suelo guardándola. Pasó su mano por su cabello mirando alrededor. Estaba evitando mi pregunta. Miré mi celular de reojo aprovechando que no veía lo que hacía. El aparato no encendía. Volví a guardarlo manteniendo la calma, debía tener la mente en blanco— ¿Dónde está Carol?
—No lo sé, creí que era ella la que gritaba—sus ojos azules se posaron en mí. Sus labios se veían irresistibles pero aquel chico no era Demian—Vamos, Mónica, baja el arco, no seas tonta—se giró caminando a la entrada del callejón. Tensé la cuerda dispuesta a dispararle, se detuvo en seco cuando lo hice.
—Enséñame tu celular ahora—ordené.
— ¿Qué?
— ¡Sólo hazlo!
— ¿Vas a dispararme?—revisó en su bolsillo. Mi mano temblaba un poco sosteniendo la flecha, nuevamente quedó frente a mí, entrecerré los ojos, el color rojo sangre no pasaba desapercibido. Solté la flecha disparando pero ésta nunca lo tocó, sorprendida miraba como se mantenía intacta frente a su pecho. Se había detenido unos segundos antes.
—Santos.
—Ya conoces mi nombre—sonrió con malicia. Sus ojos azules no eran tan hermosos ahora.
— ¿Te encanta imitar a Demian, cierto?
— ¿Imitar?—levantó sus cejas—Me sorprende como una imitación puede engañarte.
— ¿Qué quieres?
—Divertirme—se encogió de hombros tomando la flecha. Sentí las ganas de correr—Te aseguro que no te servirá hacerlo.
"¡Mantén la mente en blanco!"
— ¿Por qué esperaste cinco años para hacerlo? ¿Por qué no vengar a tu hija en el momento?
— ¿Esperar? Pero si eso estoy haciendo, Mónica—miró su arco acomodando la flecha en él—Debemos estar mano a mano, ¿sabes? Asesinaste lo que más quería en mi vida, ahora me toca a mí jugar también.
Mi corazón se aceleró. Estaba inmóvil.
—Estás jugando muy tarde, ¿No crees?
Apuntó hacia mí tensando la cuerda. Retrocedí forzando a mis piernas a moverse. Debo correr.
—Existen dos hombres en tu vida—sin perder el tiempo intenté salir del callejón devolviéndome. Corrí, sí, pero sólo por segundos. Caí al suelo sucio y mojado, la flecha se había introducido en mi pierna derecha. Quise sacarla pero cualquier movimiento que hacía dolía a montón—Uno es Millan, el pobre tuvo que pagar primero—intenté levantarme pero tampoco servía. Al arrastrarme comenzó a acercarse, disparé flechas hacia él pero sólo era inútil, las desviaba o las inmovilizaba. Santos llegó hacia mí con el aspecto de Demian— ¿Quién será el primer hombre al que entregaste todo?
Se agachó esperando respuesta. Al obtener sólo silencio, colocó su mano en la flecha moviéndola en mi pierna. Me esforcé en no gritar con el dolor terrible.
—No lo sé—contesté entre dientes.
—Sí, lo sabes—sonrió divertido obligándome a mirarlo—No es difícil decirlo, Mónica—sus ojos se tornaban negros—Sigues amándolo, después de estos años sigues queriéndolo. Tú sola has hecho todo más fácil.
Quería liberar mi pierna de la flecha, sabía que comenzaría a sangrar cuando lo hiciera. Los chicos tendrían que llevarme a la enfermería rápido. Aquella mirada era más de un ser malvado que disfrutaba el dolor, me mantuve firme a pesar de los temblores que se apoderaban de mi cuerpo.
—Demian—contesté finalmente—Es Demian.
Un grito agudo salió de mis labios cuando jaló de la flecha con fuerza, tal como esperaba, la sangre comenzaba a salir. Lo miré alejarse dejándome sola en el callejón. Debía levantarme fuera como fuera. El arco estaba a pocos centímetros de mí, extendí mi brazo tomándolo. Me tomó varios minutos incorporarme.
—Mierda—susurré intentando no apoyarme del lado derecho lo cual era complicado. Entre saltos tuve que regresar al auto. Mi celular comenzaba a vibrar, me apoyé de la puerta del conductor. Selene venía en camino, todo comenzó a darme vueltas, perdí el equilibrio deslizándome hasta el suelo cerrando mis ojos con las palabras de Santos en mente.
"—Sigues amándolo, después de estos años sigues queriéndolo. Tú sola has hecho todo más fácil."
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