Pepa y Félix
Espero que les guste~
Félix supo, desde el momento en el que vio a Pepa Madrigal gritarle a un montón de niños tontos con una nube tormentosa sobre la cabeza y con truenos resonando, que la amaba. La adoraba, sin importar cuan bipolar pudiera parecer ella para muchos, sin importarle que tipo de clima loco pudiera hacer, él la amaba. Así que se decidió a hacer todo lo posible para que ella siempre tuviera una hermosa sonrisa en su rostro y se mantuvo a su lado con un paraguas siempre listo cuando estuviera triste, se sentó a su lado por horas cuando le tocaba regar los cultivos, la abrazo con fuerza cuando las tormentas parecían salirse de control, la consoló cada vez que era necesario, la defendió contra cualquier tonto que quisiera meterse con ella. La amaba y estaría con ella en todo, bueno o malo.
Cuando ella al fin decidió salir con él, fue el hombre más feliz de Encanto, pero en ese momento se dio cuenta de que debería lidiar con la familia Madrigal completa. Alma lo miro la primera vez que Pepa lo presento como su novio, con una sonrisa cortes y rígida en su rostro, mirándolo como si lo estuviera analizando por unos minutos de tenso silencio hasta que de repente su sonrisa se volvió verdadera, feliz, abriendo los brazos para recibirlo con ojos brillantes de gusto. Él no pudo evitar suspirar de alivio, relajándose, esa mujer era aterradora.
Julieta lo recibió con la amabilidad que la caracterizaba y con esa rica comida que hacia pero cuando estuvieron solos lo miro con frialdad, un malo de amasar en mano, amenazándolo y diciendo que sin importar que fuera una curandera, ella le haría mucho daño si le hacia algo a su hermana. Él la admiro un poco más ese día, ella si que tenia algo de mal carácter.
Bruno solo se le acerco, encorvado, acariciando una rata posada entre sus manos, luciendo tan nervioso como siempre pero quedándose en silencio.
-¿Esta es la parte en donde me amenazas con que vas a matarme si le hago daño?- pregunto, rompiendo el silencio, mirando al hermano de su novia. Él lo consideraba su amigo, uno de los mejores, sin importarle realmente ninguna de esas visiones por las que todos en el pueblo se quejaban.
-¿Qué? ¡No!- el menor de los trillizos se veía escandalizado y algo ofendido por eso, mirándolo con los ojos bien abiertos, la rata en sus manos subiendo por su brazos para ir a su hombro y esconderse en el cuello de su ruana verde. -Es bastante obvio que si la lastimas de alguna manera, ella misma te matara. De eso no hay duda- dijo totalmente convencido de sus palabras y Félix parpadeo, sorprendido por aquellas palabras. -Solo quería darte una advertencia. Me agradas Félix y no te quiero muerto, así que te aviso que ella no tendrá piedad si haces alguna tonteria-
-Oh cielos...- rio a carcajadas, divertido pero sabiendo que todo lo que decía su amigo era cierto. Pepa era dulce pero podía ser absolutamente aterradora, estaba seguro de ello. -...gracias, amigo- sonrío enormemente, su amigo sonriendo ligeramente y con timidez.
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