Magia
Siento que me inspire mucho en este XD
Espero que les guste~
Nota: Había leído un comentario en algún lugar que decir que Dolores tenía la posibilidad de apagar su don cuando quisiera pero no lo hacia por ordenes de la abuela. Decidí usarlo aquí ^_^
Alma se duerme profundamente en su cama y cuando abre los ojos, se encuentra en una habitación casi vacía, con un gran espejo en una de las paredes y un par de sillones enfrentados no muy lejos. No hay ventanas ni puerta pero en un destello, esta acompañada de una desconocida. Su piel es de color crema, con el cabello dorado y lacio llegando a su cintura, con un hermoso vestido del mismo color tan largo que lo arrastra por el suelo, con mariposas de bordes blancos como decoración. Tiene una expresión tranquila, sus ojos dorados mirándola mientras se acerca, luciendo tan elegante que Alma no puede evitar admirarla por unos segundos. La desconocida se sienta en uno de los sillones, cruzando suavemente sus piernas y ahora que está cerca, puede notar patrones llamativos y muy familiares en su piel marcados en blanco.
-Puedes sentarte, Alma- y ella, demasiado sorprendida como para negarse.
-Tu eres...- la había visto una vez, la noche en la que recibieron la magia, pero solo fue por un breve momento, apenas un vistazo, pero su presencia es familiar. -...¿La magia?- es la mejor manera de expresarlo.
-Solo un representación...- las esquinas de su boca se curaban hacia arriba apenas, en una suave y muy pequeña sonrisa. -...una imagen para que te sientas más cómoda para hablar- lo dice con tranquilidad.
-¿Hablar?- está confundida y curiosa. La magia nunca se había presentado así hacía ella, excepto al principio, cuando se mostró ante ella por un segundo en lo que parecía ser una muda y rápida bienvenida. -¿Hablar de qué?- y ahora puede sentir la preocupación inundarla. -¿La magia esta en peligro? ¿Mirabel esta...?- se detiene en seco cuando ella levanta la mano, negando lentamente con la cabeza.
-Mirabel no ha hecho nada malo...- aclaro con voz seria. -...y la magia es tan fuerte como lo es tu familia-
-Mi familia es muy fuerte- lo dice con orgullo pero todavía no entiende. Si la magia es tan fuerte como su familia y su familia se mantiene fuerte, ¿por qué entonces las grietas que manchan las paredes a veces?
-De eso quería hablarte- entrelazo sus manos en su regazo. -Has hecho...tanto daño Alma- y hay tristeza en su tono, su rostro mostrando decepción.
-No le he hecho daño a nadie- frunció el ceño, enojada por esa insinuación.
-Cuando tus hijos obtuvieron sus dones, tu preguntaste por qué los tenían y yo no pude contestarte porque esta en contra de las reglas de la magia- hablo ella. -Cada uno de tus hijos obtuvo lo que deseaba- en el espejo, aparece una imagen de una Julieta pequeña, vestida con pijama y acostada en su cama, con las luces apagadas y tapada hasta el pecho, con los ojos fijos en el techo.
-Quiero mantener a todos sanos- es un deseo que susurra para si misma antes de cerrar los ojos y acomodarse. Alma la mira, antes de que su hija tuviera su don había tenido a muchos heridos en el pueblo, todos quejándose y sin poder hacer nada más que descansar hasta recuperarse. No va negar pero tampoco lo dirá en voz alta que estaba aliviada por el útil poder que su hija tenía repentinamente en ese momento. La imagen se vuelve borrosa y cambia, mostrando esta vez a Pepa, tan joven como la imagen anterior, sentada cómodamente y mirando la tormenta que se desata afuera.
-Quiero poder hacer a parecer el solo todo el tiempo ¡Así mama estará feliz!- dice ella con una gran sonrisa. Antes de recibir su don el Encanto había tenido tormentas casi continuas, que duraban días e inundaban casa, ahogando muchos de sus cultivos. Su don también había sido un alivio para todos en general. La imagen se vuelve a poner borrosa, mostrando esa vez a un joven Bruno, sentado de piernas cruzadas y con una una rata acunada entre sus manos, sonriendo ligeramente. El corazón de la mujer mayor se estremece, no ha sabido no visto a su hijo en mucho tiempo.
-Me gustaría poder ver el futuro, quizás pueda ayudar a mama así- murmura con esperanza en su tono y Alma no puede evitar hacer una mueca. El don de su pequeño había sido...un problema más que nada porque siempre veía lo malo que podía pasar y a nadie le gustaba eso.
-Fueron obsequios, regalos- hablo ella, la imagen volviéndose borrosa nuevamente. -Regalos que tu volviste herramientas...y en maldiciones- y ahora mostraba nuevamente a Julieta, llorando en la cocina hecha un desastre, con intentos fallidos de comida a su alrededor y quemaduras en los brazos. Luego muestra a Pepa, acurrucada en medio de los cultivos, llorando y con la lluvia a su alrededor. Por último, muestra a Bruno, acurrucado en medio de la arena de su habitación, llorando y agarrándose la cabeza mientras gime de dolor, con un brillo verdoso en sus ojos.
-Nunca...- el nudo en su garganta le impedía hablar. Ninguna palabra se le vino a la mente, nada que pudiera justificar ver a sus hijos sufriendo solos. Puede recordar haber sido estricta con ellos después de que cada uno recibiera su don y ahora, si lo piensa bien, se da cuenta con absoluto terror que fue hasta fría con ellos.
-No fue tu intensión, lo sé, pero el daño esta hecho de cualquier manera- dijo con suavidad, notando la tristeza ajena. -Te concentraste tanto en mantener feliz a la gente del pueblo que te olvidaste de tus hijos...e hiciste lo mismo con tus nietos- y ahora, el espejo mostraba a Isabela, arrodillada entre el montón de flores.
-Se perfecta, se perfecta. Tienes que ser perfecta para enorgullecer a la familia, para enorgullecer a la abuela- murmuro, con los ojos bien abiertos y luciendo casi desesperada. Las flores a su alrededor se empezaron a marchitar y todas las flores parecían morir a medida que los murmullos de la chica se hacían más rápidos. Su expresión se desmorono de repente y empezó a llorar, acurrucándose en su lugar. La imagen cambio, mostrando esta vez a Dolores.
-Duele...duele mucho...duele...- sollozo, sentada en la cama con las rodillas contra su pecho y las manos tapando sus oídos, lagrimas manchando sus mejillas. -Quiero apagarlo...pero no puedo...ella dijo que no...debo sentirme bendecida...pero no puedo...me duele...me duele mucho- siguió murmurando y Alma sintió como algo se rompía en su interior. Su nieta le había dicho que podía apagar su don pero ella le dijo que no debía y ahora, viendo como su nieta sufre, se arrepiente. La imagen vuelve a cambiar antes de poder decir algo, mostrando a Luisa.
-Debo ser fuerte...irrompible...pero estoy...tan cansada...¡NO!- hablaba consigo misma, dando vueltas por la habitación, luciendo frustrada y con ojeras, el cabello suelto y despeinado. -Debo mantenerme fuerte...para proteger a la familiar...para proteger el Encanto- y la imagen cambia antes de que Alma pueda digerir por completo la escena, mostrando a Camilo.
-Ya no sé...¿Quién soy? ¿Q-Quien es Camilo Madrigal?- esta en su cuarto, hablando con uno de los tantos espejos que allí hay. Esta cambiando de forma constantemente, con expresión cansada y molesta. -No puedo recordar como me veo...no puedo recordar quien soy...¿Cuál era mi color de ojos? ¿Cómo era mi cabello?- murmura para si mismo, confundido, sin poder reconocer ninguno de los rostros que el espejo le refleja. Y la imagen desaparece, sin mostrar nada más que el reflejo de la pared pero Alma no lo nota, esta muy ocupada llorando sin consuelo, dándose cuenta de repente el daño hecho en su familia, el daño que ella había causado.
-¿Por que nunca me dijiste esto antes?- pregunta con la voz rota por el llanto, viendo a la de cabello dorado.
-Porque la magia tiene reglas y una de ella es nunca ir en contra del dueño- respondió, alzando una de sus manos para un mechón de su cabello tras su oreja. -Nunca pude ir en contra de ti, ni decirte lo que estabas haciendo mal porque las reglas son las reglas y yo debía obedecer-
-...pero algo cambio- y de repente se siente fría, entumecida, porque si la magia le esta hablando ahora, mostrando sus errores del pasado, significaba que algo más había pasado.
-...me temo que si- asintió después de un pausa. -La primera idea era esperar a que pasaran los años y tu murieras pero...- hace una ligera mueca, volviendo a relajar su rostro rápidamente.
-Lo entiendo...- lo hace pero duele, la sensación de vacío que había sentido los últimos días tiene sentido ahora. Perdió su conexión con la magia. -...pero...¿quien...?- la pregunta incompleta flota entre ambas.
-Tu nunca tuviste un don- lo dice como si eso fuera la respuesta y ahí es cuando algo encaja en la mente de Alma.
-...Mirabel...- jadea, sin poder creerlo del todo. Su nieta, la que nunca había recibido un don y la razón por que ella temía que la magia estuviera en peligro.
-Tu preguntaste una vez por qué ella no obtuvo un don y al fin puedo contestarte...- alzo una de sus manos y unas mariposas doradas parecieron salir de su cabello, una de ellas quedando en uno de sus dedos. -...ella iba a ocupar tu lugar después de tu muerte, ese siempre fue el plan-
-...es joven...- es un intento de excusa porque aun no puede creer o aceptar que debe dejar de hacer lo de siempre, que esta perdiendo su puesto mucho antes de que debería.
-Quizás...- asintió, bajando la mano, las mariposas revoloteando a su alrededor. -...y yo no intervendría en otra situación pero...hiciste mucho daño y ya no puedo permitirlo, no cuando puedo detenerte- en el espejo aparece la imagen de Mirabel en la guardería, con Antonio entre sus brazos y haciendo algo parecido a un baile, ambos riendo con alegría. -Ella va a ser un buen cambio, lo puedo sentir- y hay un pequeña sonrisa en su rostro mientras ve la imagen, Alma solo sintiéndose más destrozada que antes. Ha perdido, ya no hay vuelta atrás.
-Lo siento...- susurra, sintiendo que la magia merece una disculpa.
-Yo también...- Alma alza la vista al sentir una mano en su hombro, encontrándose con los ojos dorados ajenos que la miran con amabilidad y tristeza. -...pero creo que no soy la única que merece una disculpa- y entiende, así solo puede asentir, con lagrimas saliendo de su rostro, sintiéndose vacía y triste.
¡Extra!
En la mañana, Alma se despierta sintiéndose cansada y horrible, notando con tristeza que su cuarto ya no es mágico. Es pequeño, con muchos de sus muebles desaparecidos ahora y sin la gran ventada que antes tenía para ver hacia el pueblo. Decide solo arreglarse y salir, notando con el corazón destrizado que su puerta ahora es marrón y que en el pasillo hay una nueva puerta brillando de color dorado, sin imagen. Su familia también lo nota y esta confundida, lanzando preguntas sin parar pero Alma esta demasiado cansada para contesta y tampoco quiere decirlo en voz alta. Así que se limita a mirar como Mirabel se acerca con curiosidad, la magia reaccionando con un simple rosa, mostrando la imagen de su nieta con la vela en manos y una suave sonrisa en su rostro. Cuando la puerta es abierta, mariposas doradas salen de allí, la mayoría rodeando a la radiante Mirabel pero algunas se acercan a Alma. Ella puede sentir la disculpa sin arrepentimiento de esas mariposas de alguna manera antes de que se alejen. Suspira, va a tener que aprender a vivir con ese vacío en su interior.
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