Enfrentamiento
Espero que les guste~
Es un día normal para Mirabel, atareada con múltiples pedidos de la última semana y con Antonio jugando en el parque del pueblo con algunos otros niños, vigilado por su amiga Bela que se hacía pasar por niñera de emergencias. Dejó escapar un suspiro, admirando la falda que recién había terminado, sonriendo.
-Una menos...- la dobló cuidadosamente y la coloco sobre su escritorio con un papel encima con un nombre, ahora sólo debía esperar a que la vinieran a buscar. -...y empiezo otra...- agarro otra tela pero antes de siquiera poder empezar, la puerta se abrió, su amiga y el niño entrando rápidamente, cerrando la puerta tras ellos con un poco más de fuerza de la necesaria. -¿Bela?- la miró, ella se veía preocupada y algo incomoda. -¿Toñito?- y él camino a paso rápido, Mirabel soltando la tela para abrir los brazos y recibir un fuerte abrazo. -Hey...- se separó para poder ver el rostro de su niño, acariciando con suavidad su mejilla. -¿Qué pasó?- se enderezó para mirar a la chica parada aún frente a la puerta. -¿Bela?- llamó, acercándose unos pasos.
-Unas señoras se nos acercaron y llamaron a Antonio...- empezó a hablar. -...una de ella estaba llorando e intentó abrazarlo, diciendo algo sobre que era "su bebé" o algo así...- algo en Mirabel se retorcido, una horrible sensación de frío recorriendo su espalda.
-...me asuste y corrí hacia la tía Bela...- murmuró el menor, una de sus manos agarrando la falda de su mamá.
-...me pidió volver pero...nos siguieron...- hizo una gesto hacia la puerta. -Se veían como...- y no quiso terminar la frase pero Mira la entendió. Se parecían a la gente de la foto que una vez le había mostrado, la foto de la familia que había dejado atrás y de la que había sabido nada desde hace caso 3 años. -¿Qué quieres hacer?- preguntó, nerviosa. Conocía la historia de magia y los dones, lo que había pasado, la pelea y el derrumbe, lo sabia. También sabía lo mucho que le había costado a su amiga darse cuenta de muchas cosas, así como digerir sus sentimientos encontrados con todo lo pasado, que aun se estaba preguntando a si misma si enfrentarlos era algo que quería o no.
-...llévate a Antonio y dile al tío Bruno, por favor- dijo después de pensarlo unos segundos, esforzándose para no hacer una mueca. No había planeado verlos otra vez pero había forma de atrasar lo inevitable. Por lo menos, quería que su tío lo supiera y tuviera la oportunidad de elegir si enfrentarlos o no.
-Lo que quieras- asintió ella sin dudar. El niño se quejo, sin querer irse, pero tomó la mano de Bela, su mamá se veía seria y debía hacerle caso. Salieron por la puerta trasera, alejándose a paso silencioso. Mirabel respiro profundo, armándose de valor y abriendo la puerta antes de poder pensarlo mejor, como arrancar una curita de golpe. Doloroso pero rápido. Ahí estaban, tres rostros que no había visto en un tiempo además de en la única foto que se había llevado. Alma, Julieta y Pepa Madrigal. Se veían más arrugadas y cansadas, con canas visibles pero además de eso, no habían cambiado en nada.
-Mirabel...- lloro Julieta, asombrada al ver a su hija después de un tiempo. Su pequeña tenía el cabello un poco más largo y algunos rasgos un poco más maduros, su ropa luciendo mucho más colorida y hermosa que antes. Avanzó con un solo objetivo en mente.
-Hola mamá- dio unos pasos hacia afuera, recibiendo el abrazo de su madre, correspondiendo con cariño pero algo temblorosa. Era extraño estar entre los brazos de su mamá, sintiendo sus manos acariciando su espalda y cabello pero en era bueno al mismo tiempo, la había extrañado. -Hola tía Pepa- dudo un poco en saludarla, temerosa. Se había llevado a Antonio sin decirle nada a nadie, ella debía estar molesta. Pepa la miro por un segundos y luego avanzo con pasos decididos, rodeando a su sobrina con sus brazos en un fuerte y firme abrazo, sin querer abrir la boca por temor a empezar a llorar. Cuando fue soltada, miro al la mujer mayor, quien mantenía algo de distancia y la miraba con los ojos bien abiertos, obviamente sorprendida de verla. -Alma...- porque no tenía ganas de llamarla abuela, no después de darse cuenta de todo el daño que ella le había echo en el pasado. Dudo pero era educada, así que señalo hacia su hogar. -¿Quieren pasar?- ofreció, ya entrando, escuchando como la seguían después de unos segundos. Tenía la sensación de que no seria una bonita charla.
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