22. Esa chica, soluciona problemas
—¿No piensas hablarme hoy?
Sebastian y yo habíamos caído en un bucle interminable de conversaciones pasivo-agresivas en las que ninguno terminaba ganando. Aunque yo le insistía que nada había pasado entre Luca y yo, él insistía que le había dolido que yo hubiera aceptado la cita.
Ahora habíamos estado sometiéndonos el uno al otro a la ley de hielo.
Pero yo había tenido suficiente.
—Sebastian —lo llamé. El osito de peluche me miró por fin, inclinado la cabeza para darme a entender que me estaba escuchando—, ¿no piensas hablarme hoy? —repetí la pregunta.
Él se encogió de hombros.
—No tengo nada para decirte —respondió, en un tono seco.
—Mira, ya sé que mi cita con Luca te molestó, pero esta pelea ya ha ido demasiado lejos —le reproché.
El osito dio unos pequeños pasos sobre la cama, para acercarse a mí.
—¿Sí? O sea, tú estuviste a solas hasta casi la media noche con un hombre, compartiendo experiencias románticas, ¿y quieres que piense que nada más era el comienzo de una bonita amistad? —Se cruzó de brazos, molesto.
Si no fuera porque sabía que Sebastian se encontraba tan ofuscado, ya me hubiera enojado con él. Me ofendía. ¿Cómo se atrevía a pensar que alguien podría llegar a quitarle su puesto en mi corazón? Tenía muchas ganas de gritarle, de sacudirlo y reafirmarle que lo adoraba, que había estado noches enteras soñando con tener una oportunidad de estar a su lado. Pero me contuve. No quería que la Lisis de unos meses atrás se apoderara de nuevo de mí. Yo no quería ser esa Lisis cuyo amor lastimaba, esa Lisis egoísta y obsesionada que era capaz de pasar por encima de la voluntad de las personas con tal de conseguir lo que quisiera.
Para mí, el aceptarle la cita a Luca no había sido un error.
Si yo sabía que no iba en una intención romántica, ¿cuál era el problema? Quería a Luca, me parecía un buen muchacho. Me caía bien. ¿Entonces?, ¿por qué Sebastian no podía ver las cosas desde mi perspectiva?
—Pues sí —le respondí. El osito soltó un gruñido molesto—. Sebastian, sí, eso es lo que tienes que pensar —me defendí. Tomé una profunda respiración y caminé hacia él. Iba a arreglar esto de una vez por todas.
—Vete —me dijo este en cuanto vio que ya estaba muy cerca suyo—, vas a llegar tarde a clases, de seguro Luca está esperando por ti en la parada del bus.
Ese era otro tema: Sebastian había dejado de acompañarme a la universidad desde que volví de mi cita. Como Luca me esperaba en la parada de buses casi todos los días, él me había confesado que se sentía incómodo verlo a mi lado.
—No me importa —le contesté, arrodillándome frente a él para quedar más o menos a su altura—. No me importa si Luca se va o me espera, porque aquí tú eres mi prioridad —le confesé, con una pequeña sonrisa—, Sebastian, prefiero tomarme el tiempo que sea necesario para arreglarme contigo a irme a la universidad sabiendo que voy a llegar de nuevo a tu indiferencia.
Mis palabras parecieron calmar un poco al osito, pues relajó la posición de sus brazos. Soltó un suspiro, lo cual hizo que se me dibujara una sonrisa en el rostro. Al parecer sí íbamos a poder solucionar todo esto después de todo. El corazón comenzó a latirme con fuerza en el pecho, la idea de poder perder a Sebastian me dolía, verlo así de enojado lastimaba por completo mis sentimientos.
Si hice algo que lo llevó a sentirse así de mal, era mi deber disculparme y tratar de solucionar las cosas.
El osito pareció ceder un poco más, dio unos pasos hacia mí y agachó la cabeza. Al parecer ya no podía seguir manteniendo la fachada de enojo que traía.
—¿Prefieres estar con Luca? —preguntó, con la voz quebradiza. Un dolor punzante me perforó el corazón... por la manera en la que lo había dicho, Sebastian de verdad parecía creer sus palabras—. No importa si la respuesta es "sí", sólo necesito saber si prefieres estar con él.
—Por supuesto que no —contesté, sin pararme siquiera a titubear—, Sebs... por supuesto que no —repetí—, no hay persona en el mundo con la que más disfrute estar que contigo.
—¿Aunque no pueda darte la mano? —preguntó.
—Aunque no puedas darme la mano —contesté, con una pequeña sonrisa—. Además, tus patitas no están nada mal —intenté bromear, para aligerar el ambiente.
Me pareció ver a Sebastian sonreír y de inmediato me puse feliz. No éramos novios, pero yo ya lo sentía como mi pareja, como la persona que iba a estar a mi lado a través de los obstáculos de la vida.
—¿Eso crees? —dijo, alzando el rostro.
Yo le tendí los brazos y él caminó hacia ellos. Lo tomé con fuerza y lo abracé, pegándolo a mi pecho para que pudiera escuchar los latidos de mi corazón. Al fin y al cabo, latían por él.
El osito me devolvió el abrazo como pudo, estaba claro que esta pelea terminaba aquí y ahora, y que ambos ya queríamos volver a la normalidad.
—Perdóname si te hice sentir como una opción —le dije, posándolo de nuevo sobre la cama—, te juro que nunca lo serás. Te quiero, Sebastian.
—Yo también te quiero, Lisis.
Nos miramos a los ojos y no pudimos evitar sonreírnos el uno al otro. En el reflejo de sus ojitos de plástico pude verme a mí misma, y casi no me reconocí. Tenía la piel más brillante, las mejillas sonrosadas y emanaba una tranquilidad que hace mucho tiempo no sentía. Esperaba que las cosas con Sebastian siguieran así de bien. Por un segundo deseé que al frente mío no hubiera un oso de peluche sino un hombre, deseé lanzarme sobre el pecho de Sebastian y llenarle de pequeños besos el rostro. Pero no podía. Todavía quedaba ese detalle, ese muro que se interponía entre los. Muro que teníamos que derribar pronto, fuera como fuera.
—¿Te puedo acompañar a clases? —me preguntó, con un tono algo tímido.
—Por supuesto que sí —le contesté, buscando con la mirada mi mochila y mi paleta de pintura. Hoy iba a comenzar un nuevo cuadro, y necesitaba toda la inspiración posible.
Sebastian y yo salimos del apartamento rumbo a la parada del bus, en mi interior iba rogando a todos los dioses habidos y por haber que Luca no se encontrara ahí, que se hubiera ido ya sin mí o que de plano hubiera decidido faltar a la universidad ese día. Aunque Sebastian y yo habíamos hecho las paces, estaba segura de que el ambiente podía llegar a ponerse tenso de un momento a otro si el tercero en discordia llegara a aparecer.
Mis oraciones fueron escuchadas: en la parada del bus sólo se encontraba un señor en traje que miraba el reloj con apuro y una anciana. Decidí sentarme en la banca a esperar el transporte. Bostecé, tenía hambre porque me había saltado el desayuno por arreglar la pelea con Sebastian. Bueno, un pequeño sacrificio por el bien de nosotros dos, pensé, encogiéndome de hombros. Al bajar la mirada al suelo me encontré con la triste visión de una colilla de cigarrillo mal apagada, cuya última ceniza estaba luchando por mantenerse con vida. Una pequeña sensación de culpabilidad se posó en mi pecho y un pensamiento nació en mi cabeza: ¿y si esa colilla era de Luca? ¿Y si él me había esperado todo lo que pudo, para que al final le hubiera tocado apagar a toda prisa el cigarrillo que andaba fumando porque el bus iba a arrancar sin él? Carajo, no podía evitar sentirme un poco mal por Luca, prácticamente lo había dejado plantado, ya que ir juntos a la universidad se había convertido en nuestra pequeña rutina. Debí de haberle enviado al menos un mensaje, ¿o Sebastian se hubiera molestado por ello? No lo sabía, y no pude seguir pensando en ello, pues el bus llegó y no tuve más remedio que ponerme de pie y dejar abandonada la colilla de cigarrillo.
***
El estómago me gruñó un poco, pero la música en el ambiente camufló por completo el sonido. Eliana se encontraba parloteando algo a mi lado, pero yo tenía la mente en otra parte y sólo captaba pequeñas partes de su monólogo.
—... por eso pienso que la extinción de la papa conllevaría a la extinción de la humanidad —terminó de decir, muy convencida de sus palabras.
Ni siquiera tenía que haberla escuchado para poder seguir esa conversación sin esfuerzo alguno.
—Eso no tiene ningún sentido —le contesté.
Ella soltó un sonido de ofensa.
—Tiene todo el sentido del mundo, Lisis, ¿te imaginas el mundo sin vodka? ¡¿Te imaginas lo que eso le haría a Rusia?! —exclamó, dando golpecitos al piso con su dedo índice.
Ella y yo estábamos pintando arrodilladas en el piso. Lo encontrábamos más cómodo y, por algún motivo, nos fluían más las cosas cuando lo hacíamos.
—Encontrarían otra manera de salir adelante, Eli. Es Rusia —le dije, mojando el pincel para seguir trabajando mis acuarelas.
—Putin no lo permitiría... de seguro ese hombre desayuna vodka, ¿y si empieza una carrera de agricultura por encontrar el tubérculo que reemplace la papa y eso lleva a la creación de guerras? La economía colapsaría y todos terminaríamos ahogándonos en miles de químicos creados para los cultivos. —Eliana hizo una mueca de horror—. Putin no se puede quedar sin su desayuno.
Giré los ojos, divertida.
—Tiene más sentido que sea el arroz lo que nos lleve a nuestra extinción —dije, después de pensarlo por cero segundos—, hay muchas más comidas que se preparan con él.
—¿Eh? Claro que no, la papa es la respuesta —me respondió Eliana, decidida a no perder.
—Hay mucha más comida que se hace con arroz que con papa —argumenté—, como el sushi.
—¿Y? Tú no comes sushi todos los días, en cambio una hamburguesa sin papas fritas es como ir al baño y no limpiarse después... —contestó mi amiga, cruzándose de brazos.
—Eres una puerca —le dije, impresionada por la calidad de sus argumentos.
—Y tú no entiendes de economía.
Me reí.
—¿Y tú sí?
Eliana se quedó callada unos segundos.
—No... —respondió al fin—, pero sé lo que digo —respondió.
—Eli... tú piensas que las cosas se arreglarían si los países imprimieran más dinero para pagar la deuda internacional...
—Lo harían, escucha, si tan solo...
—No voy a escuchar la opinión de una persona que cree que sin papas podríamos llegar a extinguirnos —la interrumpí, conteniendo la risa.
—Bien —refunfuñó Eliana—, entonces disfruta tu hamburguesa con croquetas de yuca o lo que sea que vayas a usar para reemplazar la papa.
El estómago volvió a gruñirme, de tanto pensar en comida se me había aumentado el hambre. Miré el reloj que se encontraba en la pared del salón de clase: faltaban quince minutos para que pudiera salir a comer algo. Sí, podía aguantar.
—Y tú disfruta de tu sushi sin el arroz que lo envuelve —contraataqué.
—¡Ja! Pues perdiste, porque ni siquiera me gusta el sushi —me contestó Eliana, mirándome con una expresión socarrona.
—¿En serio? —le respondí—, ¿ese es tu argumento?
—Es bastante válido.
—Claro, como todo lo que has dicho hasta ahora, ¿cierto? —me burlé.
Eliana se encogió de hombros.
—Todos los grandes genios y profetas de sus tiempos fueron incomprendidos.
Solté una carcajada.
—Sí, seguro eso es lo que está pasando aquí.
—¿De qué te burlas tú?, ¡si tu defiendes el arroz!
—¡Tiene más sentido! —me defendí—, hay muchísimas culturas en el mundo que consumen el arroz como opción principal en sus platos de comida.
—Con la papa también pasa, ¡de ahí se saca el vodka! —me recordó Eliana.
—Del arroz se hace el sake —le dije, defendiendo mi punto de vista.
—La papa rellena de queso de Inglaterra, el puré de papa o la tortilla de papa de España, ¿dónde me dejas eso? —Eliana enumeró con sus dedos los ejemplos que me daba.
—Ya, pero en China comen muchísimo arroz, así como en Corea o Japón —respondí—. Tú no eres capaz de dejar a Putin sin vodka, ¿pero sí a Kim Jong-un sin soju?, ¿o sin su pyongyang onban(1)?
Eliana arrugó la nariz, era obvio que se sentía derrotada ante mi capacidad argumentativa.
—En China podrían sobrevivir sin arroz, ellos comen caballitos de mar empalados, Lisis, ¡empalados!
—¿Y Corea y Japón?
—Podrían seguir el ejemplo de China.
—¿Y el resto del mundo?
—¡También! No tiene nada que ver si es algo asiático o no, es el hecho de adaptarse, sobrevivir y vencer. —Eliana movió los brazos para darle más énfasis a sus palabras.
—Lo mismo podría pasar con la papa —refuté.
—No, porque es el ingrediente principal de la mayoría de las comidas rápidas, ¿qué pasaría si McDonald's de repente deja de tener papitas fritas? ¡La caída económica que esto supondría para estas multinacionales sería abismal! Empezaría una pelea por este recurso, porque todas van a querer acapararlo para ellas. Lisis, habrá guerras, y las guerras destruyen el mundo.
Negué con la cabeza, iba a decir algo, pero el profesor me interrumpió para anunciar que la clase ya se había acabado y que esperaba vernos a todos la próxima semana.
Eliana y yo recogimos nuestras cosas, aprisioné a Sebastian contra mi pecho y me dirigí a fuera del salón de clases, acompañada por mi amiga. No di tres pasos antes de chocarme con una figura alta, que me sostuvo por los hombros en un gesto de cuidado. Al chocarme con la persona, pude sentir el roce del cuero en mi mejilla.
Era Luca.
—Hola, Lisis —me saludó este, con una pequeña sonrisa.
—Hola, Luca —le respondí, moviendo una mano—. ¿Qué haces por aquí? —quise saber, pues no era costumbre que ninguno fuera a visitar al otro a sus clases.
—Es que no te vi esta mañana en la parada del bus, así que me preocupé por ti. Venía a preguntarle a Eliana por ti. —Luca levantó con timidez su mano izquierda para saludarla a ella—. Por cierto, hola, Eli. Perdona por no haberte saludado antes.
Sí, Luca y Eliana habían empezado a relacionarse más a fuerza del tiempo que yo pasaba con él. Como siempre, Eli me decía que me apoyaba desde las sombras con Luca, porque ya iba siendo tiempo de que yo superara mi enamoramiento por Sebastian.
—No te preocupes —contestó mi amiga—, es más, yo me tengo que ir y no podré acompañar a Lisis a almorzar, ¿la cuidarías por mí? —le pidió Eliana, moviendo las pestañas de manera inocente—, su estómago no ha dejado de gruñir.
Abrí los ojos con un poco de vergüenza, al parecer la música no camuflaba tan bien los sonidos como yo pensaba.
Luca se rió y asintió con la cabeza.
—Te prometo que la voy a cuidar bien —respondió—, sólo quería saber si le había pasado algo, pero creo que también aprovecharé para comer algo.
—¡Eso! Muchas gracias... y, por cierto. —Con un movimiento rápido, Eliana zafó a Sebastian de mis brazos.
Hice el amague de recuperarlo, pero ella lo aprisionó con fuerza debajo de sus brazos, abrazándolo como si se tratara de alguna especie de salvavidas.
—¡Seba...! —quise llamarlo, pero mi amiga me calló con la mirada. Ella, en un intento por ayudarme a superar mis sentimientos, me había prohibido tener o decir nada relacionado a él cuando estuviera con Luca y eso incluía, por supuesto, al osito de peluche. Esta era la primera vez que decidía quitármelo.
—Esto me lo quedo yo, lo voy a usar de referencia para mi próxima clase, te acuerdas de que te había pedido el favor, ¿verdad, Lisis? —Eliana sonrió con falsedad.
—Sí, claro —mentí, daba igual si Luca me gustaba o no, si iba a "ayudarme" a superar a Sebastian o no: no podía quedar como una niña berrinchuda que no se separa de su oso de peluche en frente de él—. Menos mal que te acordaste. —Ahora fue mi turno de fingir la sonrisa—. Casi se me olvida.
Mi amiga nos sonrió a los dos.
—Entonces me voy yendo —dijo, despidiéndose con la mano mientras daba pequeños pasitos para alejarse de nosotros. Antes de irse me miró a los ojos y añadió: —. Continuamos con nuestra discusión después. —Hizo el gesto de "te estoy vigilando" y se fue trotando a quién sabe donde con Sebastian secuestrado bajo sus brazos. Durante un segundo alcancé a hacer contacto visual con él y lo único que pude hacer fue lanzarle un par de disculpas mentales.
—¿Vamos? —me preguntó Luca, dedicándome una media sonrisa.
—Vamos —le contesté.
Eché un último vistazo por encima de mi hombro en la dirección por la cual se había ido Eliana. Esperaba que Sebastian fuera a estar bien sin mí.
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1. Comida tradicional coreana en la que se pone en un cuenco arroz hervido y se recubre con judías verdes y trozos de pollo.
HOLA, MUY BUENAS.
Antes que nada quiero AGRADECERLES por el recibimiento tan BONITO que tuvo el capítulo de ayer. Los votos y comentarios llegaron tan rápido que me hicieron llorar, me sentí muy respaldada y querida por ustedes. Son maravillosas. Es increíble ver cómo me esperaron y cómo estuvieron pendientes de la actualización. Es una sensación loquísima la que tengo en este momento en el pecho. Todavía no me lo creo. Gracias por apoyar esta historia y por apoyarme a mí. Las adoro con todo mi corazón. Después de estar tanto tiempo desaparecida empecé a tener la sensación de que a nadie le iba a interesar seguir leyendo esta historia. Bueno, ustedes me demostraron que me equivocaba, ahuyentaron todos los pensamientos negativos que tenía y me dieron muchas ganas de seguir aquí. Gracias, en serio, por no irse.
Bien, ahora que ya dije todo eso, quiero saber una cosa: ¿quién creen ustedes que tiene la razón?, ¿Lisis o Eliana?, ¿qué nos traería la extinción de la humanidad? ¿La papa o el arroz? ¡Las leo! Jajajajaja
También quiero decirles que estoy haciendo un sorteo en instagram de QUÉDATE CONMIGO, por si quieren ganar una oportunidad de leerla. Las reglas están en el post, mucha suerte a todas las personitas que decidan participar ❤️
Sin más que decir, me despido.
Besitos en donde no les llega el sol, Ónix.
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