
14. Esa chica, enamorada
—Lo tiene porque yo se lo di. —Dio unos pasos hacia mí—. Que bien que llegaste, dime, ¿cómo te ha ido?, ¿ya lo leíste?, espero que le hayas echado un vistazo antes de venir, me gustaría saber por dónde quieres empezar —me dijo, caminando hacia la cocina.
Yo me quedé estática, sin saber muy bien qué estaba pasando y en qué me había metido.
—En realidad... sí, lo leí, pero no solo eso —dije, avergonzada. ¿Qué iba a pensar esta mujer de mí?, ¿sería capaz de creerme? Sí, tenía un aura mística y poderosa, pero por lo que sabía podía tratarse simplemente de una vieja loca y parlanchina.
—Ah, que bien, que bien. —La anciana puso una tetera con agua a calentar—. ¿Te gusta el té? Voy a hacer té.
La cajera veía todo con una expresión seria.
—Nonna, en serio me gustaría saber cómo lograste hacer que el libro saliera de acá —le dijo, cruzándose de brazos.
—Ayla, vas tan avanzada en tu aprendizaje que no deberías estar haciéndome una pregunta de esas, piensa, querida, piensa —le contestó la anciana, echándole unas hojas al agua caliente.
La cajera —Ayla— giró los ojos, pero se mantuvo callada, era obvio que le tenía un gran respeto a la mujer, y que solo tenía esas reacciones de molestia por el grado de confiaza que había entre las dos.
—Un Sigilo, ¿verdad? ¡Mi mamá se va a poner furiosa cuando se entere!
—Mi hija no hará nada, ella está ocupada con asuntos más importantes. —La anciana sacó tres tazas de té y las llenó con el líquido. Me tendió una.
—¡Puede ser peligroso! —siguió insistiendo Ayla—, tú no sabes quién es ella.
Uhmmm, ¿hola? Yo también estoy en esta habitación.
—Mi tercer ojo no vio maldad en ella —respondió la anciana, dándole un sorbo a su té—. Ahora, ¿por qué no nos sentamos?
—¿De verdad confías en ella?, ¿qué la hace tan especial? —le preguntó Ayla, seguía seria, tenía el mentón en alto y los hombros atrás, parecía un soldado a punto de desobedecer las órdenes de su capitán.
—¡Simplemente es una niña curiosa!, sentí una energía muy extraña, quería saber qué era, le di el libro porque quería ver si le atraía mi energía. No es más. No la escogí, ella estaba ahí y yo estaba aburrida. —La anciana se sentó en la mesa y se puso la trenza por encima del hombro. Me hizo una seña para que me sentara y yo le hice caso. Okay, no se trataba de ninguna vieja loca y parlanchina—. Hola —me dijo, sonriéndome de nuevo—, permíteme presentarme, me llamo Selene, ¿y tú?
—Lisis... —contesté, con la voz una octava más alta de lo normal, los nervios me gananaban, tenía que admitirlo. No entendía qué acababa de pasar, pero se escuchaba muy místico y desconocido.
—Muy bien, Lisis, ¿qué quieres empezar a estudiar primero? —me preguntó Selene.
Tomé un sorbo de mi té, tratando de hacer algo de tiempo antes de contestar la pregunta.
—En realidad solo vine a que me cambiaran el libro que compré —admití—, pero... está bien, creo que no hay otra copia así que... —las palabras me salieron en balbuceos sin sentido. La taza de té temblaba entre mis manos, ya no sabía qué más decir.
Ayla, la cajera, caminó hacia la puerta para irse. Antes de salir, me dirigió una mirada a mí y otra a Selene, la resignación se le podía notar en los ojos.
—Volveré al trabajo —nos avisó—, la dejo en tus manos, abuela.
Un pequeño silencio se hizo presente por unos segundos, yo tomaba sorbitos de mi taza y me dedicaba a ver los alrededores. La cocina parecía ser la copia exacta de las cabañas de los libros de fantasía, las gavetas y los cajones estaban hechos de madera muy bien conservada, el piso estaba cubierto por una gran alfombra con varios símbolos que no logré reconocer y del techo colgaba un candelabro al que le faltaban las velas. Después de un sólido minuto sin decir nada, decidí empezar de nuevo la conversación.
Puse el libro sobre la mesa y lo deslicé hasta que quedó situado al frente de Selene, que no se molestó en tomarlo, simplemente me vio ponerlo ahí y subió su mirada a mis ojos, como si esperara que yo le dijera algo.
—Ya que este libro le pertenecía, me gustaría saber qué estaba escrito en una página faltante —comencé a decir, tímida—, por favor —agregué al final.
—¿Por qué lo necesitas? —inquirió Selene, entrecerrando los ojos.
—Es que hice un hechizo y...
—¿Y te funcionó?
—¿Eh? S-Sí, me funcionó.
—Sorprendente.
—Bueno, algo así, me trajo unas cuantas complicaciones, y no sé cómo revertirlo, creo que eso estaba en la página faltante. —Me rasqué la parte de atrás de la cabeza, no tenía la más mínima idea de cómo decir todo lo que tenía que decir. No sabía en qué había fallado, no tenía conocimiento alguno de lso procedimientos.
—¿Y qué hechizo era? —siguió preguntando Selene, sin decir mucho más.
—Uno de amor —confesé, esperando que el rubor no atacara mi rostro.
Los ojos de Selene se abrieron y esta inclinó la cabeza hacia atrás, soltando una risotada. Me revolví incómoda en mi asiento, no sabía qué era lo que encontraba tan divertido.
—Ya veo, tranquila, te ayudaré a revertirlo, es complicado, pero no imposible. —El alivio, el dulce alivio de haber encontrado por fin una solución a la raíz de todos mis problemas con Sebastian se abrió ante mí como las puertas del cielo bañadas en luz blanca—. ¿A quién hay que desenamorar? Apuesto que cuando le viste a esa persona obsesionada contigo cambiaste de parecer, ¿no? Sí, esas cosas pasan. Eso no es amor verdadero, por eso esos vínculos nunca funcionan, porque no son reales.
Me quedé congelada en mi sitio, ¿obsesión?, ¿desenamoramiento? Ojalá hubiera sido algo así, ojalá ese fuera mi problema.
—En realidad... —empecé a decir, organizando mis ideas—, mi problema no es nada como lo estás describiendo.
La vibra jocosa y despreocupada de Selene desapareció de manera leve, cambiando por una un poco más seria.
—¿Entonces qué pasa? Porque que yo sepa ese es el problema más común, por no decir el único, de ahí se desprenden muchas más cosas, pero todas solucionables. —Selene apoyó los codos sobre la mesa, pensativa.
Tenía que confiar en ella, tenía que contarle todo lo que estaba pasando en mi vida, si no lo hacía, no iba a poder ayudarme. Por lo que podía percibir de todo este ambiente, Selene parecía ser una bruja vieja y sabia, con un gran pasado a cuestas.
Esperaba que eso fuera suficiente.
—Antes de empezar, tengo que advertirte que todo lo que voy a decir es cierto, no tengo intención alguna de mentir porque no me benefciaría en nada, quiero arreglar el problema en el que me metí —le advertí, sientiendome dentro de un confesionario. Este era el sitio en el cual revelaría todos mis secretos.
Selene me miró con una expresión extraña que no pude descifrar, pero supuse que ya se estaba arrepintiendo de haberme dejado su Libro de Sombras.
Bueno, lo hecho, hecho está, pensé. Y le conté todo.
Le conté cómo llegué esa noche a mi cuarto para realizar el ritual, que seguí las instrucciones paso por paso y que no sabía qué era lo que, con exactitud, había hecho mal. Después le conté cómo había despertado con Sebastian a mi lado, siendo un objeto, y que ninguno de los dos tenía idea de cómo fue que sucedió, que fue espontáneo. Luego le conté que intenté buscar la solución dentro del libro y que la página había sido arrancada, que lo único que quedaba era la palabra "Advertencia" y nada más. Selene me preguntó dónde se encontraba el cuerpo del chico al que había intentado hechizar y no me quedó más remedio que decirle la verdad: que se encontraba en coma en un hospital. Para este punto, ella soltó un largo suspiro y se pasó las manos por el rostro, procesando las cosas que le había contado. También quiso saber si él se había enamorado de mí, le contesté que no lo sabía. Me preguntó si, al menos, había un gusto o una atracción ente los dos, le volví a contestar que no lo sabía. No tenía forma de comprobarlo, Sebastian no hablaba mucho de sus sentimientos hacia mí, y la noche anterior me había dicho que podía ser solamente mi amigo.
—Necesito saber si la relación que ustedes dos están construyendo ha sido afectada por la mágia, así será más fácil romperla —me presionó Selene, ya sin rastro alguno de la emoción que había demostrado al principio—. Esto que me estás contando es un problema serio, necesito ser bastante profesional con esto y no puedo dejar nada al azar.
—De verdad que no sé —contesté, de manera sincera, sentía un peso en el corazón, todo esto era más complicado y enredado de lo que pensé—. He dicho todo lo que sé, todo lo que ha pasado. —La voz se me quebró y las lágrimas amenazaron con salir de mis ojos. Selene se dio cuenta.
—Tranquila, no llores, no te sientas mal. Sí, cometiste un error, pero podemos buscar una solución. Claro que te ayudaré —me respondió, dedicándome una media sonrisa desde el otro lado de la mesa.
—Gracias —le dije, sorbiendo un poco por la nariz, triste.
—Dime algo, ¿amas a este muchacho? —me preguntó, parecía genuinamente interesada.
—Por supuesto que sí —admití, asintiendo con la cabeza—, por eso estoy aquí, para resolver las cosas. Él no se merece vivir esta pesadilla por un capricho mío. Lo amo y me encanta pasar tiempo con él, aunque sea un oso, es divertido verlo así, me llena de ternura muchas de las cosas que hace, soy feliz cuando me despierto en las mañanas y lo encuentro a mi lado... quisiera que él se sintiera de la misma manera cuando está conmigo.
—Si rompo el hechizo y él está enamorado de ti gracias a la mágia, el sentimiento quedará por completo sellado de su corazón, ¿sabías eso, Lisis? Él jamás se enamorará de ti después de esto —me confesó Selene.
—Es un precio que estoy dispuesta a pagar —aseguré, decidida.
Selene asintió varias veces con la cabeza de manera lenta, quería confirmar que yo entendía lo que iba a ocurrir. Y sí, yo lo entendía, y sí, me dolía el pecho como nunca. Estaba bien, había hecho las paces con el hecho de que Sebastian y yo no podíamos terminar juntos, de alguna forma u otra algo se interpondría entre los dos: yo, la magia, sus vedaderos sentimientos, los errores... cualquier cosa.
Amaba a Sebastian, y podía seguir amándolo sin estar con él.
Aceptar el hecho de que el hechizo se tiene que romper y aceptar las consecuencias que este podría acarrear entre los dos era algo que atravesaría con la cabeza en alto, por él, para que estuviera bien, para que los dos estuviéramos bien. Si tenía que forzar una relación entre los dos, era mejor no tener nada.
Selene se puso de pie y yo la imité, sin saber muy bien qué hacer a continuación.
—Tráeme a ese osito cuando puedas —me pidió, recogiendo las tazas de té de la mesa—, me gustaría verlo y hablar con él.
—Está bien, aquí estaremos tan pronto como podamos —le prometí, tomando mi mochila y pondiéndomela en el hombro. Recogí el libro de la mesa—. Te lo devuelvo, creo que tuve suficiente magia para toda una vida —admití, estirando el brazo para pasarle el libro a Selene. Eso le sacó una risa.
—Gracias, igual lo necesito para estudiar el hechizo que hiciste. —Selene tomó el libro y lo cargó con un solo brazo.
Suspiré aliviada, iba a ayudarme después de todo.
—¿Cuál sería el procedimiento exacto a seguir? —pregunté, curiosa y asustada. Ya había jugado con fuego una vez y no quería volver a quemarme.
Selene se encogió de hombros.
—No lo sé.
Una expresión de desconcierto se plantó en mi rostro con rapidez.
—¿No lo sabes?
Esto no podía estar pasándome a mí.
—No, no tengo ni idea de cómo ayudarte, Lisis, jamás había escuchado algo así —se disculpó Selene—, para ayudarte tengo que leer varios libros, hacer ruebas con hechizos, tengo que pedirle ayuda a mis guías espirituales para que me guíen en a dirección correcta... estamos hablando de reubicar el alma de una persona, no va a ser sencillo y no va a ser ya. —Selene me miró con seriedad—. No puedo decirte cuánto tiempo me tomará encontrar una solución, ni yo misma lo sé, pero puedes empezar trayéndome a tu osito... ¿cómo dijiste que se llamaba?
—Sebastian.
Selene y yo caminamos hasta la puerta.
—Trae a Sebastian, tengo que verlo, hacerle algunas preguntas, ¿de acuerdo?
—De acuerdo —contesté, tomando el pomo de la puerta—. Gracias por tu ayuda, Selene, perdón por todos los inconvenientes.
—Ah, no te preocupes por eso. —Me sonrió—. Estás haciendo de mis últimos años de vida algo muy interesante.
No supe qué contestar, agaché la cabeza a modo de despedida y salí a paso apresurado de la librería. Mi tiempo con Sebastian estaba contado, ¿cuánto sería? No lo sabía, pero el reloj ya estaba en marcha y cada segundo que pasaba era un segundo menos que tenía para estar con él.
Caminé por las calles empedradas en busca de la parada del bus, lo único que quería era ir a mi casa y echarme entre las sábanas con Sebastian abrazado contra mi pecho. Ya lo estaba empezando a extrañar, nada más con saber que algún día él ya no estaría mi cerebro había comenzado a extrañarlo. Quería escucharlo decir mi nombre al despertar, escucharlo hablar sobre sus teorías locas, ver miles de películas de terror a su lado y ver cómo me molestaba al día siguiente porque me perdí el final por quedarme dormida. Había tantas cosas de él que todavía no sabía y que quería descubrir, que sentía que el tiempo indefinido que me habían dado no iba a ser suficiente.
A medida que el bus avanzaba y venía las casas a mi alrededor cambiar, la urgencia de estar con Sebastian crecía cada vez más. Allá voy, allá voy, me repetía a mí misma, allá voy, Sebastian, perdóname por dejarte solo, perdóname por hacerte pasar por todo esto. Las palabras que tanto le quería decir estaban atascadas en mi garganta, queriendo salir. Podría incluso gritarlas, porque de nada me servía ya guardármelas para mí.
Había una pequeña esperanza que tenía dentro de mi pecho a la cual no quería ponerle ninguna atención, más que nada porque no quería ilusionarme a mí misma, no quería hacer las cosas más difíciles de lo que ya eran, pero, pero, si tan solo los sentimientos de Sebastian hacia mí no habían sido producidos por la magia, si él en realididad sólo me veía como una amiga y no estaba enamorado de mí, tal vez y sólo tal vez, podríamos intentar tener algo cuando dejara de ser un oso de peluche. Si Sebastian no estaba enamorado de mí, podríamos tener una pequeña oportunidad en el futuro. Tenía que escucharlo decir que no me quería, era la última pieza de esperanza que me quedaba para sostenerme.
El bus terminó su recorrido hacia mi apartamento y yo salí disparada de esa cosa, no podía pensar en nada más, tenía que llegar con Sebastian, tenía que contarle que ya había encontrado una solución. Las consecuencias, por otro lado, eran algo que me iba a reservar sólo para mí.
Entré a mi habitación algo agitada, con rastros de lágrimas sobre las mejillas, sorprendí a Sebastian navegando por Netflix, al verme, dejó de hacer lo que estaba haciendo y volcó toda su atención en mí.
—Sebastian.
—Lisis.
—Tengo que decirte algo.
Te amo, te voy a decir que te amo, no me importa qué pienses al respecto, tienes que saber que te amo.
—Déjame hablar a mí primero, por favor —me pidió él, poniéndose de pie y acercándose al borde de la cama.
Negué con la cabeza, no, no podía, lo que tenía que decirle yo era más importante.
—Sebastian, escúchame, yo...
—Lisis, por favor, me lo dices después, tengo que hablar contigo —me rogó Sebastian—. Ven aquí.
Solté el aire con fuerza y caminé hacia él, dispuesta a escuchar lo que tenía que decirme.
—Dime. —Me senté al borde de la cama, esperando.
—Siento mucho la manera en la que te traté anoche, no merecías que te hablara así, pude haber tenido un poco más de consideración, tenía muchas cosas en la cabeza en ese momento, nunca te había dicho con exactitud mi perspectiva de las cosas, nunca había tenido la oportunidad de aclararte cómo me sentía al respecto —empezó a decir Sebastian, bajando la cabeza—. Te voy a ser sincero, y es que todo esto me da miedo. Ya está, lo admití, tengo miedo. No sé que va a pasar con nosotros, pero te quiero confesar que, sea lo que sea, quiero vivirlo a tu lado.
El pulso se me aceleró, no, no, esto no podía estar pasando. Estaba escuchando mal.
—Sebastian, yo no...
—Lisis, si no me dejar hablar ahora, no voy a ser capaz de decirlo después —me cortó, mirándome a los ojos, se veía decidido—. Tienes que saber que me gustas, Lisis, me gustas mucho.
De mi garganta se escapó un sollozo y enterré el rostro entre las manos, rompiendo en llanto. Sentía cómo el pecho se me comprimía, y la pequeña ilusión que se había formado dentro de mí moría sin siquiera haber visto la luz. Jamás había pensado que escuchar a Sebastian confesar que yo le gustaba iba a romperme de esta manera el corazón.
Buenas, sorpresa, les traigo otra actualización el día de hoy. Hoy me levanté y elegí el drama, así que aquí tienen.
Pobre Lisis, pobre Sebastian, quién sabe lo que les espera :c
Todavía hay un camino largo por recorrer y muchas cosas pueden pasar en el camino, así que manténganse conectadas a esta aventura conmigo. Ver su apoyo me hace muy feliz, y siento que no era justo con ustedes esperar tanto tiempo como para que les tajera solo un capítulo después de tanta espera. Gracias por leerme, se siente increíble tenerlas a mi lado, las amo.
Nos vemos en una próxima ocasión.
Besos en esas nalgas,
Ónix.
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