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13. Esa chica, no sabe de magia

Solo las personas a las que les han dicho de la nada "tenemos que hablar" saben lo mal que uno lo pasa en ese momento. El corazón empieza a latir desbocado y una sensación de malestar se posa en la boca del estómago. A mí, adicional a todo eso, me entran ganas de llorar, empiezo a temblar y la boca se me seca.

"Tenemos que hablar" es una muerte anunciada. "Tenemos que hablar" es el principio del fin.

Mi habitación me recibió con un aire oscuro, como si un mal presagio estuviera asechándome desde las sombras.

  Entré con aire derrotado, mis pasos se escuchaban pesados a medida que se topaban con el piso. Traía a Sebastian entre mis brazos y, por alguna razón que desconocía, lo sentía mucho más pesado de lo normal. Mis padres no se encontraban en casa (menos mal, hubiera sido incómodo tratar de explicarles por qué había llegado con la cara de alguien que fue condenado al corredor de la muerte), estaba segura que iban a llegar pasada la media noche, era común que sus turnos se alargaran el doble, ellos trabajaban bastante duro para poder mantener el estilo de vida que teníamos. Eran padres ausentes, sí, pero yo sabía que me amaban y que hacían ese sacrificio por mí.

Puse al osito de peluche sobre mi cama, dejé caer mi mochila al piso y prendí la luz, apretando la mandíbula para contener un suspiro. Tenía que aceptarlo: tenía miedo. Miedo de lo que pudiera llegar a ocurrir con mi relación con Sebastian, y no me refería a una relación amorosa o sentimental, sino la verdadera, la del ahora, la que él y yo habíamos formado en el paso de estas semanas y que ahora podría llegar a arruinarse por completo. Tomé una respiración profunda, con la intención de calmarme, pero no dio resultado. Clavé mi mirada en el piso, asustada, dolida, con el corazón latiéndome a mil por hora. Hubiera dado lo que fuera por devolver el tiempo y no haberle hecho nada de esto a Sebastian, no se lo merecía, yo había actuado mal, de manera impulsiva, había intentado conseguir las cosas por la manera fácil, buscando solo el beneficio propio... y había dañado a alguien en el proceso. Un nudo se formó en mi garganta, en la habitación se había instalado un silencio profundo, en el que los dos estábamos esperando que el otro hablara. No me atrevía a ver a Sebastian a los ojos, aunque no fueran los verdaderos, se trataba de él en este momento y esa era mi mayor debilidad. Apreté los ojos con fuerza, podía sentir las lágrimas empujar tras de ellos para salir. Era mi culpa, por mi inmadurez, por mi obsesión impulsiva hacia una persona, porque quise buscar mi propio cuento de hadas en el que yo fuera la princesa que por fin encontraba a su príncipe y terminé siendo la villana que destruye lo que sea con tal de salirse con la suya. ¿Estaba exagerando? Puede ser, pero así era como ese "tenemos que hablar" me hacía sentir. No creía, ni por asomo, que podría llegar a tratarse de algo bueno, la conversación iba a ser, como mínimo, incómoda.

Cuando por fin me decidí a alzar la cabeza, crucé miradas con Sebstian. Él se había sentado en una esquina de la cama, sus patitas estaban colgando en la nada, se veía tranquilo, algo serio, pero tranquilo. Palmeó a su lado, para darme a entender que quería que me sentara al lado de él, ¿era eso una buena señal?

Me tragué las lágrimas al llegar a su lado, no quería llorar, sabía que eso no arreglaría nada. Carraspeé un poco, dispuesta a ser la que iniciara la conversación, estaba muerta de miedo, sí, pero también quería acabar lo más rápido posible con esto. Si Sebastian me iba a decir que preferiría ser donado a un hospital infantil antes que pasar otro día conmigo yo lo entendería, me dolería, pero lo entendería.

—No quiero hacer de esta conversación algo muy largo —empezó a decir Sebastian, tomando la delantera—, pero sí siento que hay cosas que deben quedar claras entre los dos.

Okaaay, ¿debía preocuparme? No lo sabía, pero las palmas de mis manos se cubrieron por una leve capa de sudor frío.

—Si te parece que es lo mejor, estoy de acuerdo —respondí, nerviosa—, ¿algún tema en específico por el que quieras comenzar? —pregunté, lista para lo que se viniera.

—Sí y, en mi opinión, es el más importante de aclarar. —Sebastian hizo una pausa, como si estuviera esperando una intevención mía. No iba a llegar, no tenía la valentía necesaria para pronunciar palabra alguna. Él pareció darse cuenta de esto, porque soltó una exhalación de derrota y siguió hablando: —. La primera vez que escuché tus conversaciones con tu amiga hablaron sobre una foto que publiqué, en la que aparecía con una chica. Ambas pensaron que era mi novia, así que te voy a decir la verdad. —La respiración se me cortó por unos segundos, este iba a ser uno de esos momentos de "no puedo corresponder a tus sentimientos, estoy enamorado de otra" —. Es mi prima. —O no—. Es la única prima que tengo, por lo que crecimos muy cercanos, no la veía hace años, porque estudia en el exterior. Así que no, no tengo novia, Lisis, ya puedes dejar de perder la cabeza por eso.

Quise responderle, de verdad que sí, pero de mi boca apenas y salió un audible "uhummm". ¡Hey!, soy mala enfrentando este tipo de charlas, nunca me había pasado, nada más estaba improvisando sobre la marcha. Sebastian me miró de una manera profunda, esta vez sí parecía esperar una respuesta de mi parte. Forcé una sonrisa.

—¿Puedo decir que me alegra? Porque si eso está permitido, entonces me alegra —contesté, en un tono de voz muy bajo, un poco más y podría estar casi que susurrando.

Sebastian inspiró profundamente y, por algún motivo, esa acción no me dio buena espina. Me puse tensa, preparada para lo que pudiera llegar a decir.

—Pero tú y yo tampoco podemos llegar a ser novios.

Ah.

El silencio que se produjo después de que él me dijera eso fue tan profundo y denso, que pude jurar que se llegó a escuchar el momento exacto en el que se me rompía el corazón.

***

De pie frente a la puerta de la librería me pasé una mano por el rostro, exhausta. Todavía sentía el peso de la conversación de anoche, en mi cabeza podía reproducir con exactitud cómo habían terminado las cosas.

—¿Qué esperas de nosotros? Soy un oso de peluche, estoy atrapado en este cuerpo, ¿de verdad crees que podríamos tener una relación así?

—Yo... no, claro que no, no tiene sentido.

—Lisis, tienes que ser realista. Han pasado cosas entre nosotros, sí, estamos juntos en esto, también, pero de amor no se vive y te aseguro que sólo el amor no podría sostener una relación así. De amor no se vive.

—De amor no se vive...

—Mira, Lisis, tienes que saber que...

Abrí la puerta de la biblioteca, dispuesta a entrar y a arreglar todo este desastre de una vez por todas. Sentía el peso del libro en mi mochila, era lo único que traía, luego le diría a Eliana que se me había presentado algo y que no podía ir a su casa. No me sentía con las fuerzas suficientes para socializar en este momento. Había menos personas que la última vez que la visité, era temprano por la mañana de un sábado, y podría ser posible que muchas personas estuvieran estudiando o trabajando. Eso provocaba, por supuesto, que toda la atención estuviera puesta en mí.

La chica que me atendió la primera vez se acercó a mí con una sonrisa, no supe adivinar si me reconoció o no, pues se portó igual de amable conmigo. Me preguntó si me podía ayudar en algo, su intención de ayudarme parecía genuina, tenía un brillo interesante en los ojos... ¿y si ella sabía? Imposible, ¿cómo podría saber? Tal vez conocía el libro, tal vez sí se acodaba de mí, o, al menos, de la compra que hice.

—... siendo un oso de peluche no me voy a permitir a mí mismo enamorarme de ti, puede que te duela, pero es la verdad.

—¿A qué te refieres con eso?

—Me refiero a que así, en esta situación, lo máximo que pudo ofrecerte es mi amistad, ¿cómo podíamos ser pareja si ni siquiera puedo tomarte de la mano para acompañarte a clase?

—Yo...

—¿O si no puedo presentarte a mis amigos, a mi familia?

—...

—Mira las cosas sin el cristal rosa que traes puesto en los ojos.

Cuando me volvió a preguntar, porque no le había contestado a la primera, me descolgué la mochila de los hombros y saqué el libro, estaba decidida a cambiar todo, estaba decidida a hacer las cosas de la mejor manera posible.

Quiero hacer una devolución de este libro, quiero cambiarlo por uno exactamente igual. —Le tendí el libro para que pudiera observarlo. La chica lo tomó con una expresión de curiosidad en el rostro.

—¿Compraste esto aquí? —me preguntó, dándole vueltas al objeto, como si no lo reconociera.

Oh, así que no sabía del libro ni me había llegado a reconocer.

Asentí, tratando de no perder la compostura. Claro que lo había comprado aquí, libros así no se venden en cualquier parte, ella debía reconocerlo, ¿no, ¡¿NO?!

—Lo siento —me dijo, tendiéndome de vuelta el libro—, pero no veo un código de barras, ni algún sello que lo identifique como parte del inventario de esta librería, ¿segura que lo compraste aquí?

¡¿Cómo?! ¡Que repitiera eso!, ¡¿cómo que no podría haber comprado el libro aquí?! No, por favor, esto no podía estar pasándome a mí. La respiración se me cortó por un segundo, el pánico creció y se esfumó dentro de mí tan rápido como había aparecido. Tenía que mantener la compostura como una campeona, no podía hacer una escena ahí mismo.

—Muy segura que lo compré aquí —le respondí, mirándola con preocupación—, fue hace unas tres semanas más o menos, no recuerdo el día exacto.

La chica se me quedó mirando por un instante, como si estuviera repasando todas las opciones en su cabeza.

—¿Trajiste el recibo de compra? —me volvió a preguntar.

Me desesperé un poco más.

—No, lo siento, lo boté a la basura ese mismo día, nunca creí que tendría que venir de nuevo a devolverlo o cambiarlo —contesté, sincera, no me gustaba andar con basura en mi mochila. Nunca había guardado el recibo de un libro, no lo encontraba algo funcional, después de todo una vez abierto ya dejaba de ser nuevo.

—Iré a preguntarle a la cajera, de seguro ella puede ver en los archivos de compras —me dijo la chica. Le tendí de nuevo el libro, pero lo rechazó con un amable movimiento de manos—. Es mejor que lo tengas tú, ya no puedo hacer nada más por ti, perdóname, tienes que hablar con ella, y si lo encuentran en los archivos me buscas y te ayudo a encontrar el libro por el que quieres cambiarlo, ¿de acuerdo? —me sonrió.

La vi alejarse de la entrada, hasta el sitio en el que encontraba sentada la cajera, que estaba leyendo un libro, completamente agena a nuestra conversación. La chica se inclinó sobre la barra, le susurró algo y me señaló con un movimiento de cabeza. La cajera me echó un rápido vistazo y dejó el libro a un lado, se inclinó sobre el mostrador, sacando una laptop debajo de él, precionó algunas teclas y luego me llamó con la mano, para que me acercara a ellas. Una vez que llegué, la chica que me recibió en la entrada nos dejó solas, una mesa la estaba solicitando y se fue a atenderlos.

—Hola, mi compañera me dijo que quieres hacer un cambio de un libro que compraste aquí, pero que no tienes el recibo ni hay prueba alguna que lo conseguiste en nuestra tienda. —La cajera parecía estar buscando algo en los archivos de la computadora.

—Hola —respondí, un poco ofuscada por estarles causando problemas en su ambiente de trabajo—, sí, lo compré hace casi un mes, creo. Vino dañado.

La cajera me observó con genuina curiosidad, estaba claro que nunca les había llegado un caso así.

—¿En qué sentido dañado? —inquirió.

—Le falta una página, creo que se la arrancaron —respondí.

—¿Qué?, ¿me dejarías echarle una rápida mirada? Nuestros libros siempre están siendo revisados para que tdo esté en orden.

Puse el libro sobre el mostrador, y, apenas el objeto tocó la madera, los ojos de la cajera se abrieron un poco en una expresión de pánico controlada. Estaba claro que ella sabía algo, algo importante. No hizo movimiento alguno para tomar el libro.

—Imposible —susurró—, yo soy la única aquí, me habría dado cuenta que alguien... —se interrumpió a media frase, clavó la mirada en mí y salió de detrás del mostrador—. Ven conmigo, y trae ese libro contigo.

La seguí unos pasos atrás, caminamos por los estantes hasta que llegamos a una pequeña sala de lectura, consistía en una pequeña mesa de te y cuatro sillas de madera que le hacían juego. En una pared había una puerta, la cajera la abrió y me hizo seguir, tenía un semblante serio, como si algo la preocupara.

Entré a lo que parecía ser la cocina de una casa, no sabía cómo era posible, pero no iba a darle muchas vueltas, se podía ver cómo la cocina terminaba en un pasillo en el cual se encontraba el comienzo de unas escaleras.

—¡Nonna! —gritó la cajera, como si estuviera buscando a alguien—. ¡Nonna!

De inmediato se escucharon unos pasos que bajanban por los escalones, estos eran de madera, aunque no se escuchó nunca el crujir de esta misma, solo el eco que el peso producía sobre ella. Por las escaleras salió una anciana, traía el pelo gris en una trenza que le llegaba casi a los talones, tenía puesto un vestido blanco de vuelo delicado, era alta y delgada, traía anillos de plata en todos los dedos de las manos, su piel, arrugada por la edad, estaba cubierta de manchas. Apenas me vio, clavó sus ojos grises en mí, como si mi piel estuviera cubierta de letras y ella las estuviera leyendo. Me sentí intimidada de manera inmediata, parecía la encarnación de la luna. Parecía una bruja salida de los cuentos de hadas.

Nonna —la cajera le llamó la atención, sonaba algo molesta—, ¿por qué una desconocida tiene tu antiguo Libro de Sombras? Creía que la que seguía en la línea familiar era yo.

La anciana me sonrió. Era una sonrisa calidad, con mucha sabiduría inmersa en ella.

—Lo tiene porque yo se lo di.

¡Hola! He llegado con una nueva actualización, perdón por demorar, mi hermana y mi madre dieron positivo para COVID y, como yo estoy vacunada, tuve que cuidarlas.

En fin, esta semana traeré otro capítulo más (entre mañana o pasado mañana lo estaré subiendo). Espero que les esté gustando la historia hasta ahora, recuerden comentar, votar y compartir el libro, a ustedes les toma un segundo y a mí me alegra el día, la semana, el mes y la vida.

Las cosas están un poco tensas entre Sebastian y Lisis, pero seamos sinceros, a nadie le gustaría que lo convirtieran en un oso de peluche por tanto tiempo.

Bueno, eso sería todo por la nota de autor de hoy, ¿cómo les parece la historia? ¿Son #TeamSebastian o #TeamLuca? ¿Piensan que Lisis podrá devolver a Sebastian a su cuerpo? ¡Dejen todas sus teorías aquí!

Sin más, nos vemos en la próxima actualización.

Besos en esas nalgas,
Ónix.

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