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Capítulo 03

—¿Y qué haremos?

Becky preguntó, mientras se preparaba para lavarse la cara, abrió el grifo, y directo puso el agua a su cara, para borrar aquel rastro de lágrimas que hace un momento corrieron por sus ojos, ¡Oh Dios! Se sentía tan mal por llorar ahora, se supone que se había preparado mentalmente durante todo ese tiempo, había preparado un guión diferente, más alegre, con buen mensaje, y ahora no solo había arruinado el ligue de una noche, ni el discurso patético que se creó, sino también quedó como una llorona frente a una desconocida, una desconocida que ciertamente la estaba haciendo sentir tan bien aquel día, tan bien como no sé imaginaba sentir después de aquel quiebre emocional de hace muchos años, tenía tiempo que alguien no la hacía reír de esa manera.

Freen Sarocha logró eso en solo unos minutos de conocerse, un comentario gracioso acerca de la música de vals y también unas cuantas coqueterías. Pero la chica sabía que efectivamente que algo pasaba, otra persona quizá la dejaría ahí, la llamaría patético o incluso dejaría de lado la coquetería; pero Freen esperó a que Becky se lavara la cara borrando cualquier rastro de llanto y también tratando de que el agua fría desinflamará sus ojos, ambas estaban en silencio, la pelinegra permanecía parado a lado de la castaña, tenía los brazos cruzados por el pecho y estaba pensando seriamente cualquier cosa con la que su mente divagara, Becky no era adivina para saber que era lo que pensaba, pero por primera vez no creyó nada negativo; Freen solo pensaba en lo suave que lucía el cabello de la contraria y estaba luchando por no pasar la mano por este, sí, Freen a veces tenía algunos pensamientos intrusivos.

Becky al terminar de lavar su rostro, rezando para no tener los ojos hinchados, se dio cuenta de que no tenía con que secarse, maldijo internamente y abrió los ojos que ardían un poco, no esperó que realmente tuviera enfrente a la pelinegra, con un cúmulo de toallitas para manos y lo que tampoco esperó, fue que Freen no le cediera tal papel, en su lugar, puso una toalla en su cara, y a toquesitos, para no lastimarle la piel, secó parte de su frente y sus mejillas, obviamente el papel se humedeció al instante, lo hizo bolita y dejándolo de lado, tomó otro papel para pasarlo por sus ojos, un toque ligero, ameno, con la simple intención de secar sus ojos con una caricia, a mismos toques suaves, Freen contempló aquellos orbes avellana que la miraban sorprendidos, aquellos ojos brillaban, brillaban como estrellas, Freen se sonrojó de inmediato, verla a los ojos directamente hizo que algo dentro de ella se despertará.

Sí somos sinceros, Freen tampoco supo por qué hizo aquello, solo se dejó llevar por sus impulsos, es como si su cerebro diera indicaciones y ella rápidamente solo estuviera para llevarlas a cabo, acatar las reglas para mantener por lo menos un contacto.

—Digamos que... hay alcohol, canapés y un buen DJ; también una pista de baile, mi compañía y un fracaso amoroso ¿Qué podría salir mal?

Oh. Si lo pintaba de esa forma, muchas cosas podrían salir mal realmente, siempre hay una respuesta negativa a esa pregunta ¿No? .

—¿Confías en mí, Becky?——¿Confiaba en ella? Carajo, claro que sí.

—Más de lo que cualquier persona en esta fiesta, Freen.—y entonces, Freen con una sonrisa, asomando sus dientes frontales, le ofreció una mano.

Inclinó un poco las rodillas, puso una mano atrás de su espalda y dio un giro con la mano antes de ofrecerla, como un galante príncipe de cuento de hadas, lo hacía con las princesas en las películas de Disney y en los cuentos infantiles.

Becky amaba las películas de princesas.

—Señorita Becky ¿Sería tan amable de concederme todas las piezas musicales de esta noche? —Becky tocó exageradamente su pecho, como si una actuación de fantasía se estuviera viviendo en la zona.

—Señorita Sarocha, pero que codiciosa, ¿Quiere todas la piezas de esta noche? ¿Qué pasa con mis otros pretendientes?

Freen solo soltó una carcajada y luego le dio una sonrisa de autosuficiencia, alzó la ceja, un gesto que la hizo endemoniadamente más atractiva, por lo menos diez veces más, Freen no desistió, siguió con la mano estirada hasta que Becky la tomó sin más.

—Oh. Es que lo que pasa, es que ninguno de ellos es Freen Sarocha, bailarina, que canta como los ángeles, guapa, talentosa, Leo—enumeró todo con los dedos de su mano disponible, que desde hace segundo dejo de estar en su espalda—¡Ah! y no olvidemos que con una blackcard a tu disposición, cariño.

Becky sonrió, con una sonrisa más sincera, asintió muchas veces y parpadeó más.

—Humildad, señores.

Aunque si decimos la verdad, Becky quedó sorprendida desde el primer instante en que la conoció, no sabía si era cantante, o si bailaba, menos si había dicha tarjeta, no sabía nada de eso y a pesar de todo, esa chica le parecía fascinante.

—Oh no, para nada, solo soy Freen, simplemente para ti.—dijo con galantería, sintiendo el toque de dos pieles, dos palmas calientes, una contra otra, sosteniendo ambas manos en el aire, la vista fija, uno en el otro, la tensión

¡Ay! la tensión en el aire, cálida, tan acogedora; mariposas y magia.

—Me agrada eso.—Ese "solo para ti", hacía eso más emocionante.

—¿A quién no le agradaría, Bec?

Freen siempre fue modesto, a pesar de saber que era hermosa, nunca se vanaglorió de eso, pero a Becky le daba gracia y estaba cansada de reprimir que no era tan egocéntrica ante los demás, vamos que era Leo, que se podían esperar de un leo de agosto, con 25 años y un mundo de fans afuera, esperando verla asomarse en el balcón.

—Tremendo tu ego, casi me tira.—comentó Becky con juego, a ella le encantaban las personas con estima grande, nada mejor que una persona que se vanagloriaba a sí misma.

—No te preocupes, yo me caería primero, para evitar que tú caigas contra el suelo.—eso le recordó sin duda a una frase de un libro que le dolió mucho, sonaba bonito a fin de cuentas y no sabía si esas palabras le alocaron el corazón.

—Tan romántica.—esta vez no lo dijo con burla.

—Y solo para ti esta noche.—ninguna de ellas dos quería que solo fuera por esa noche, y es que estaban cautivadas la una con la otra.

—Interesante, Freen, muy interesante.—dijo a modo de respuesta, viendo el rostro bonito de Freen. Un lunarcito en la nariz, ojos chocolate y grandes, labios con uno más rechoncho que otro, Freen era hermosa, una belleza que no parecía real.

—Preciosa, Becky, muy preciosa.—Freen también se perdió viendo el rostro de la menor, tan detenidamente que se dio cuenta que los labios de Becky tenían igual que ella una diferencia, solo que invertida, encajarían tan bien

—¿Qué dices?—preguntó Becky desviando su vista de los labios de la contraria.

—¿Qué no nos estábamos describiendo?—ojalá y se estuvieran describiendo, puede que lo hacían internamente, eso era lo más probable.

—¿Me has llamado preciosa, acaso?—dijo con picardía, subiendo las cejas de arriba a abajo, y Freen solo río levemente.

—Oh Becky, mi mente me ha mencionado que eres hermosa desde que te vi antes de hablar, antes de cruzar siquiera un hola, mi mente ya estaba llevándome a ti.—tan romántica, seguro Jane se burlaría de ella en ese momento, sin duda, era algo que la chica no desaprobaría.

—Mmm, coqueta la mujer.

No, Freen no era coqueta, era tímida, era poco agradable y solo gente selecta era parte de ese humor tan raro que siempre cargaba, Freen casi nunca coqueteaba, lo suyo era algo como estar encerrado todo el día practicando su baile, perfeccionando cada paso, perfeccionando todo y cada uno de sus movimientos.

—Sí, ¿Esto no te gusta?—a Becky eso le encantaba.

—No si piensas jugar con fuego.—todo mundo usaba esa frase.

—¡Oh cariño!, ¿jugar?, No. Lo mío es más admirar el fuego, eso de jugar nunca ha estado en mis planes, así que Bec, salgamos de esta baño y brillemos toda la noche.

Y es que Becky tenía brillo y se estaba ocultando en todas esas sobras, tenía brillo y no debía apagarse por alguien muy idiota que no lo quiso admirar, por alguien que jugó con fuego cuando claramente se sabe que el fuego debe admirarse.

Becky, aún sin soltar la mano de la pelinegra, decidió salir a donde la celebración de unión estaba dando frutos, y no saben, por supuesto que no saben, la forma en la que se sintió en cuanto salió. Toda la valentía se esfumó, su mente loca de ideas planteó el pensamiento de que todo mundo las veía, ahí, fuera del baño, tomadas de la mano, oh, su mente, su pobre mente que le estaba jugando un juego muy sucio, su pobre mente que en ese mismo momento la hizo sentir tan cohibida.

Eres un secreto.

Ay, los pensamientos intrusivos, esos que le daban todas las malas espinas, no le gustaba, no le gustaba en lo absoluto.

Pero al ver (o imaginar) a toda la gente mirarlas, tomadas de la mano, como si Becky fuera merecedora de tal aprecio, la hizo sentir tan cohibido, esto estaba en público, la estaban tomando de la mano en público, se sentía tan mal por eso. Así que sin más, soltó la mano de Freen al instante.

Pobre, tan acostumbrada a la oscuridad en la que alguien de mal corazón la metió, tan metida a sus propios criterios, tan dura consigo mismo.

Lo secretos nunca deben salir a la luz.

La cálida mano de Freen, la sacó de esos pensamientos, la había soltado y eso llamó la atención de la pelinegra y en cuanto vio la carita, toda llena de pánico, tan metida en su mente, lo único que quiso hacer fue que viera las cosas de otra manera, una manera más libre, más iluminada.

Le tomó la mano, pero no solo eso, oh no, Freen se permitió a si misma acercarse más a la castaña, solo dos pasos y poniéndole una mano en el hombro, con toda certeza, con toda confianza, ante la atenta mirada de Becky, quién se preguntaba qué pasaba, solo le pudo susurrar.

—Tienes que dejar de pensar demasiado

Una mente que piensa demasiado es una mente peligrosa. No para el mundo, sino para sí mismo, una mente que puede dañar, destrozar y matar.

—Déjate llevar esta noche ¿Si?—Becky solo pudo asentir, metida en esa burbuja en la que Freen la metió.

Esa burbuja en donde Freen era protagonista y todas esas sombras que la invadían se iban una a una, solo bastó un toque a su hombro, para alejar a diez fantasmas que la invadían, con nombre de inseguridades.

Se fueron a una mesa, una vacía a donde Becky indicó, no había nadie todo mundo estaba en la pista de baile, bailando ridículamente, divirtiéndose y pasándolo en grande, los novios también estaban ahí y Freen ya no pudo mirar de la misma forma a aquel hombre que bailaba feliz con la hermosa chica, el muy desgraciado tenía buenos gustos, Freen debía aceptarlo. Becky y la novia de nombre desconocido eran bellas, y el muy idiota había tenido a ambas, no tenía envidia por la chica, pero si por Becky, ella hasta había llorado por él, por Dios, si ella tuviera alguien así a su lado, jamás la haría llorar, y mucho menos la dejaría ir.

Pocos minutos después, justo cuando Becky salió de aquel enrollo mental, volviendo a ser quien debía ser esa noche, una canción, de las favoritas de la castaña sonó.

—¡AMO ESTA CANCIÓN!

Ambas gritaron al mismo tiempo, y al ver esta acción ambas soltaron una carcajada estruendosa. Fue una risa ruidosa, que ni el Ruido de los parlantes opacó, más de una persona volteó a verlas, con curiosidad, con molestia, por simple interés, pero alguien, gracias a eso se fijó en dos chicas, sentadas en una mesa, en la tercera fila, la madrina, todos reconocían a aquella madrina de palabras tan emotivas.

Todos conocían a la mejor amiga y esta vez estaba con un acompañante.

—¿Vamos a bailarla? —propuso Freen al instante.

—¿Qué dices?—no es que Becky fuera sorda, le encantaba escuchar las cosas dos veces para cerciorarse que dijeran lo correcto y ella no tuviera errores al contestar.

—Bailemos, amamos está canción.—que divertido que ambas amaran esa canción, que raro era eso, ambas tenían esa canción en todas sus listas de Spotify, y era grandioso.

—Sí, pero...—divagó un poquito más cohibida, bailar ante todos no era un plan que disfrutaría y menos si todos estaban ahí en la pista.

—Vamos Becky, sí, sí sí, ¿por fiiii? —Becky negó, no podía no podía, no podía.

—Freen, es que... Bueno, es una canción en donde debemos tomarnos de la mano y eso, ¿No es incómodo?

Becky había aprendido que era incómodo, era incómodo que la tomaran de la mano ante un público atento, estaba tan acostumbrada a otras cosas , fingiendo que eso había sido amor, cuando nunca lo fue realmente y nunca lo sería jamás, un amor que se esconde no es amor, y eso ya todos debían saberlo, porque cuando una emoción se siente, esa no puede ocultarse ni detrás de una montaña.

—Ammm, ¡Nop!—dijo segura

—¿Para ti no es incómodo?—porque para todos, tomarme de la mano es incómodo—Ya sabes, tomarnos de la mano con toda esta gente mirándonos

—¿Tomarte de la mano? Puff, no, mujer. ¿De dónde te sacas eso?—Freen ansiaba sentir tal tacto, ansiaba, lo ansiaba locamente, esa palma cálida.

—Es que, bueno, son perjuiciosos, aquí todos lo son y...—todos, ¿Qué era un todos? No se sabía, solo se sabía que todos andaban a sus rollos y nadie pelaba por mucho tiempo a ambas.

—Debería de importar un pepino si su moral lo permite o no, mis ganas dicen que debo tomar tu mano, jalarte a la pista y bailar todo lo que ese DJ ponga. Aunque si tú no estás cómoda con eso, podemos pedir una ronda de alcohol y platicar a gusto aquí.

—Eso me gusta más.—no, ella quería bailar hasta que los pies le dolieran y los males se olvidarán.

—Bien.—Freen hizo una pausa para llamar al mesero quien cinco minutos después puso un cóctel en la mesa y una copa de vino—¡Por amor a Gea!, o cualquier expresión que Jane se inventa, ¿Quién carajos se les ocurrió poner esta flor en un lugar tan cerrado?

—¿Qué dices?—estaba distraída y no escuchó el comentario a la flor blanca de olor penetrante y dulce, dulce que dolía la cabeza.

—Es que esta flor, huele tanto a perfume raro que me está mareando de solo verla, es horrible, de verdad que sí, una flor horrible.—Freen odiaba esa enorme flor.

—Huele demasiado—concedió la castaña, si, olía mucho y en un rato se marearía, estaba segura.

—Demasiado es poco.—Becky asintió, tomó el cóctel en las manos y miró la pista, todos bailaban, todos reían, joder con su mala suerte —¿ Becky?

—¿Si?—dijo antes la tímida voz de Freen.

—Critequemos al novio.

—¿De qué hablas?.—frunció el ceño y aguantó la risa.

—Será divertido, tu hablas mal de él, yo lo hago, nos burlamos de sus malos pasos de baile, que son malísimos por cierto, le robamos a la novia porque es muy bonita y tenemos una relación poliamorosa las tres, aunque bueno, yo no podría no tener preferencias y tú serías mi novia favorito, por lo tanto ella nos dejaría y sufrimos un poco, porque seríamos lo más top del momento, pero mientras tú y yo sigamos juntas, nuestro ship seguirá vivo, así compraremos una casa, nos casamos y tenemos tres gatos, sí gatos, los gatos me gustan mucho...—lo dijo con tanta seriedad, en tono tan diplomático que parecía tener razón, la forma en la que Becky la miró, tan concentrada, como si fuera una propuesta de negocios.

—También podemos tener un perro—aceptó de repente.

—Y un conejo.—Freen amaba los conejos.

—Un cuyo—con sus mejillas redonditas, todos lindos.

—Un capibara —Freen le pondría Rufina

—Un guajolote—todo grande y ruidoso.

—Un ajolote.—tierno, muy tierno, Becky asintió, sí, quería un ajolote rosita con ojitos y sonrisa, eran tan tiernos esos animalitos.

—Dos vacas—para que les diera leche, queso y nata, ya sé imaginaba todo una vida.

—Seis gallinas—para tener huevos frescos y ricos.

—No, mejor cuatro gallinas y dos gallos.—era tan tentadora la oferta.

—Los gallos son molestos, Becky.—ella tuvo un gallo en su adolescencia.

—Piénsalo, a uno le podemos poner Claudio.—sí, por el gallo del meme que dice "matemáticas hijo"

—Opinó que el otro se llame bartolito—Becky soltó la carcajada, una estruendosa, que anunciaba que amaba esta plática.

—Alguien ve caricaturas de niños...—canturreó contento en forma de burla, Freen tenía las orejas calientes

—Tengo una sobrina, Becky.—Becky abrió los ojos con sorpresa.

—¿Tienes hermanos?—Becky tenía un solo hermano, mayor a ella, con vida bonita en los suburbios.

—No, solo era para justificar por qué conozco a ese gallo bartolito.—Freen a veces, solo a veces para contener el estrés, veía caricaturas de niños en canal abierto.

—Awww, una bebé grande.—se burló la menor y Freen alzó los hombros.

—Tu bebé, cuando quieras—tan coqueto con ella, descarada.

—Pide otro trago, por fa.—pidió la menor haciendo un puchero lindo .

—Los que gustes, cielo.

¡Ay! que bonito sonaba ese cielo de su boca y es que Freen era como un sueño y Becky, esta vez no quería despertar.

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