—Todo va a estar bien, Rapha —Raphael se dejó abrazar por Magnus, incluso dejó de hacer bromas sobre su abultado vientre y que no podía abrazarlo bien.

Raphael podía aparentar indiferencia y frialdad, pero son esas personas las que más necesitan un abrazo y palabras cariñosas de vez en cuando.

Alec hizo una mueca cuando los gritos se detuvieron. ¿Eso era bueno o malo?

No sabía si debería intervenir. Él sabía por Magnus, pero no era su secreto ni eran sus amigos.

Simon había salido con Clary e Izzy.

Un Jace adormilado se apareció por el pasillo, bostezando un "¿Qué pasa?".

Alec dijo "No pasa nada" e iba a irse con él, pero Magnus estiró su mano hacia él y su encadenado la tomó, claramente Magnus lo quería ahí y es donde estaría.

—No pasa nada, Jace, sigue durmiendo o lo que sea que estabas haciendo.

Jace miró la extraña escena, Magnus abrazando a su amigo, pero de la mano de Alec, al final se encogió de hombros y se fue.

—Vamos a entrar —dijo Magnus en voz baja, soltando a Raphael.

Éste hizo una mueca. —No sé, Magnus...

—Mira —Magnus sonaba molesto—. Sé que este es un caso extraño, pero es amor. ¿Y por qué eso debe ser ilegal? Etta ha sido muy amable conmigo, pero ni a ella ni a nadie de este maldito experimento para repoblar el planeta le da derecho a decir qué es correcto y qué es incorrecto. Es injusto que separen a hijos de sus padres sólo porque no todas las cadenas resultan en amor. Si ellos están dispuestos a seguir juntos, incluso si no se aman de ese modo, ¿por qué es ilegal?

Magnus ya estaba gritando. Alec le pidió calmarse. —No te hace bien, ni a Rafa y Max.

Magnus hizo un puchero y bajó la voz. —Mi punto es que no deberían juzgarlos a ustedes por amarse, ¿no se supone que el caso mío y de Alexander también serviría para abrir posibilidades?, y tampoco a Ragnor y Cat por querer conservar, criar y amar a su hija.

Alec y Raphael no dijeron nada. Así que Magnus empujó la puerta.

Catarina y Ragnor estaban sentados, tomados de la mano. Ellos los miraron, igual que Etta -de pie, con las manos en la cadera-.

—Tal vez Alexander y yo sobramos aquí —dijo Magnus—, pero Rapha es parte de esto igual que ustedes. Y tiene todo el derecho a estar presente. Espero que seas justa, que muestres humanidad y sensibilidad más que profesionalismo —le dijo a Etta—, siempre me has parecido una buena persona, no me hagas cambiar de opinión.

Etta hizo casi un puchero. —Ustedes dos —se refería a Cat y a Magnus— son imposibles. Explíquense ahora.

Cat estiró su mano libre, llamando a Raphael. Él dudó pero, después de una sonrisa de Ragnor, se acercó.

Catarina habló, tomando una mano de Raphael y una de Ragnor. Y mirando a Etta. —Para ustedes, para las leyes, el primer caso de dos hombres juntos es el de Magnus y Alexander, pero creo que hay muchos otros por ahí que se aman sin gritarlo a los cuatro vientos, aunque no por eso es menos válido o real. Un ejemplo de esto son Rapha y Ragnor. Ellos se quieren, incluso si no era real o nunca podían estar juntos. Cuando nos llamaron a Ragnor y a mí, él y Raphael se despidieron, se juraron amarse pasará lo que pasará, incluso si nunca podían estar juntos. Fue de lo más extraño cuando nos encadenaron a ambos, porque él es mi amigo, pero mientras estábamos en aquella pequeña habitación lo pensé, ¡esta era su posibilidad de amarse!, Ragnor y yo podemos criar a nuestra hija y ellos no tienen que separarse. Ragnor y yo nos amamos, pero como amigos, no hay nada romántico aquí, pero eso no quiere decir que no somos capaces de criar a nuestra bebé con amor, ella tendrá una madre y, en cierto sentido, dos padres. Yo no voy a separar a dos personas que se aman -ella acercó las manos de Ragnor y Raphael hasta que se entrelazaron sobre su propio vientre-, pero tampoco voy a renunciar a mi hija —miró a Etta—, ¿por qué esto es incorrecto?

Probablemente todos tenían los ojos demasiado brillantes, pero fue Magnus quien soltó un pequeño sollozo y abrazó a su encadenado, su rostro cerca del cuello de Alec. —Te amo, te amo tanto. Tengo suerte de que seas tú.

Alec soltó una risita feliz y luego miró avergonzado a los demás. —Lo siento.

—No te disculpes —inesperadamente, fue Raphael quien lo dijo—, el amor no tiene que pedir disculpas. Nunca. Estoy feliz por Magnus. Y me alegra por ti, por tu seguridad. Si hubieras seguido siendo idiota...

—Lo siento —Alec nunca dejaría de disculparse por su antigua actitud, incluso si Magnus ya lo había perdonado.

Catarina también les sonrió. Puso su mano sobre las de Ragnor y Raphael en su vientre. —Entonces, perdóname, Etta, me gustas, me gustaría conocerte, no creí, nunca pensé en esta posibilidad para mí, el amor de mis amigos y el de mi hija era todo lo que pensaba para mí, pero entonces, justo en el peor momento de mi vida, llegaste tú, me miraste y algo cambió. Pensé que tal vez también yo podía amar y merecía ser amada. Tal vez debí decírtelo antes, confesarte esto, decirte que me...g-gustas, que estas semanas c-contigo... —la voz de Catarina se rompió, pero se obligó a seguir—. Me gustas, pero si no puedes con esto, los elijo a ellos, a mi familia. Y lo único que te pido es que no nos reportes.

Todos parecieron dejar de respirar, esperando su respuesta. ¿Qué diría Etta?

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