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108. La culpa de todos y de nadie

—A A-Alec... –Magnus jadeó, gimió, presionó con fuerza la mano de Raphael.
Ragnor ya estaba con Catarina.

Etta y las ambulancias venían en camino.

—¡Llama a Alex... Aahh... Alex-ander! –Magnus apretó sus dientes con fuerza. Podía sentir cada vez más humedad entre sus piernas, la hemorragia no se estaba deteniendo. Y además le estaban dando contracciones.

—Ya llamamos a la Clínica, Magnus, ya viene la ayuda para los dos –y se refería a Catarina y a él, además de los bebés–. Para todos –los labios de Raphael temblaron, sus ojos llenos de lágrimas.

Raphael nunca lloraba.

¿Qué tan malo era?

Magnus negó. Él necesitaba a Alec. No podía hacer esto sin Alec. Lo habían prometido: estar juntos hasta el último momento que se los permitieran.

Hubo movimiento en la planta baja y Magnus sintió su corazón acelerarse, creyendo que era Alec, pero fue Etta quien entró.

Ella era la encargada del embarazo de Magnus, de los encadenados, los primeros encadenados, el primer embarazo masculino, pero sus ojos vagaron por la habitación buscando a alguien más.

Magnus le señaló el baño.

Él y Catarina no habían sido movidos porque podría ser contraproducente.

Etta comenzó a gritar órdenes a los enfermeros para que atendieran a Magnus. —Sólo un minuto –le pidió a Magnus y éste asintió, mientras pedía de nuevo a Raphael: —Llámalo, por favor.


* * * * *


Etta entró, su corazón hundiéndose, Catarina no se veía mejor que Magnus.

—¿Qué pasó? –ella miró mal a Ragnor, mientras comenzaba a revisar a Catarina.

Ragnor negó. Era su culpa, era su culpa que sus dos mejores amigos estuvieran en peligro. Si no se hubiera ido, si hubiera tardado menos...

Catarina había estado entrando y saliendo de la inconsciencia –a diferencia de Magnus que en ningún momento perdió el sentido–. —¡Mi hija! –ella intentó gritar, aferrando entre las suyas llenas de sudor frío e inestables la mano de Etta, aunque fue sólo un susurro adolorido–. S-sólo sálvala, p-por favor... Fue m-mi c-culpa...

Era su culpa que Magnus estuviera mal también.

Etta se perdió en esos ojos suplicantes. Se inclinó, no podía besarla frente a todos, simplemente juntó sus frentes. Era obvio lo que Catarina le pedía: salvar a su hija, primero la vida de la bebé.

—Te lo prometo –y entonces se puso de pie y gritó más ordenes apresuradas.


* * * * *


—¡No! –Magnus estaba gritando.

Catarina acababa de entrar a quirófano, pero Magnus se rehusaba.

—Magnus, cada segundo cuenta, después puedes ver a Alexander –Etta estaba perdiendo la paciencia.

Lo entendía, pero ella necesitaba asegurarse que ambas operaciones salieran bien, que los bebés y sus padres siguieran con vida.

—Por favor, cariño...

Magnus negó, sus ojos llenos de lágrimas.

Ella no entendía. Él podría no volver a ver a Alec. Y si ésta era la última vez...

El dolor estaba desapareciendo debido a algo que le inyectaron, pero no el de su corazón rompiéndose.

—No va a tardar –él sabía que Alec vendría, tenía que venir. Nunca lo dejaría solo. En cuanto se enterara, vendría.

—¡Magnus, no tenemos tiempo! –Etta gritó, después respiró varias veces–. Lo siento, cariño –apretó su mano antes de adelantarse hacia el quirófano–. Ya no más, no podemos esperar más –les indicó a los enfermeros.

Y justo en ese momento: —¡MAGNUS!

Etta se quedó justo como estaba, sentía que si miraba atrás, hacia ambos, su corazón no resistiría. Iba a romperse si lo hacía.


* * * * *


—¡MAGNUS! –Alec gritó, avanzó a ciegas, su vista empañada por las lágrimas. Temblaban sus piernas y sus manos, todo él, su corazón... Su corazón se sentía en la garganta.

Dios. Iba a morir. Si le pasaba algo a Magnus o a sus hijos, no iba a poder.

Era su culpa. No debería haberse ido. Si sólo se hubiera quedado con él, esto no habría pasado.

—¡Magnus! –la mirada de Magnus se encontró con la suya, ambos llorando. Magnus estaba casi completamente inmovilizado, la hemorragia detenida de momento. Extendió sus manos hacia él–. Lo siento, lo siento –Alec aferró sus manos, quería tocar su vientre, pero no sabía si sería malo hacerlo–, perdóname. Por favor, no me dejes. Magnus, te amo, los amo...

—Señor, por favor –uno de los enfermeros intentó separarlos.

—Q-quiero v-verte –Magnus apenas se contuvo para no gritar cuando otra contracción lo atravesó. Ya no debería doler, se supone que ya no debería doler. Aferró la mano de Alec, de su encadenado, con fuerza para recordar la sensación de piel sobre piel cuando ya no estuviera, el latido que ahí sentía, el pulso, la sangre que corría desde su corazón. Mi corazón, mi encadenado, mío.

Se miraron lo que pareció una eternidad.

—Cada segundo es menor la probabilidad de que sobrevivan –otro enfermero–, y ya hemos perdido demasiado esperando...

Magnus tomó una respiración profunda. Tenía un mal presentimiento, pero lucharía hasta el final: —No importa lo que pase, quiero volver a verte. Prométemelo, por favor.

Pero, si perdían a sus hijos o si les eran arrebatados, si consideraban falso el amor entre ellos, si la cadena se rompía y también la posibilidad de seguir juntos, ¿Alec volvería a verlo, querría...?

"No me odies –Magnus rogó en silencio–. Por favor, que nunca me odie."

Alec soltó sus manos.

Y Magnus sintió que algo más se rompía y dolía dentro de él.

—Te lo prometo –dijo Alec, con voz ahogada, justo antes de que avanzaran con Magnus y él se quedara ahí, solo, simplemente rogando a Dios, al Universo, a la Vida: "Que ellos estén bien. Tienen que estar bien. Por favor, por favor..."


* * * * *


[Horas después]

Alec esperaba, sintiéndose enloquecer.

Ragnor, igual. Él y Raphael separados, la culpa comiéndolos.

Clary e Izzy no habían querido quedarse en casa, aunque les dijeron que tanto estrés no les haría bien. —¿Qué mejor que lugar que un hospital si hay una complicación? –dijo Izzy, negándose a dejar solo a su hermano. No podía ni siquiera imaginarse el dolor y la angustia al no saber si sus hijos y Magnus vivirían.

¿Por qué tenía que haberles pasado esto?

Sebastian dejó al pequeño Enaid en brazos de Simon y se puso de pie para recibir los cafés y tés que cierto guardia de seguridad les traía y que Jace se estaba negando a recibir.

Pero antes de que cualquier palabra fuera pronunciada, una puerta se abrió y apareció Etta.

Se veía tan agotada, limpió el sudor de su frente, sus manos seguían llenas de sangre temblaban, pero fueron sus ojos llenándose de lágrimas los que hicieron que Alec se tambaleara.

No. No. No podía ser.

Fue Ragnor quien preguntó: —¿Cat? ¿Magnus?

Etta bajó la mirada hacia sus manos. —Hice lo que pude... –tuvieron que esforzarse para excucharla.

¿Era su voz demasiado baja, no queriendo decirlo?

¿O eran los oídos negándose a escucharlo?

—...se complicó, hubo un desgarre... –ella negó, apenas se entendió lo siguiente: —No era mi intención, pero... No podrá tener más hijos...

Ragnor y Alec se miraron, casi aliviados.

Pero estaban bien, ¿no?

¿Por qué Etta lo hacía sonar como si fuera una tragedia?

No importaba si era Catarina o Magnus, si estaban bien y los bebés también, no les importaba tener más...

Oh. Un jadeo de comprensión. Tener más.

Exactamente la razón por la cual existían los encadenados y las parejas posteriores al encadenamiento: procrear.

Si no podía tener más hijos, no importa si aprobaban o no, ya no podría encadenarse nuevamente ni tener una pareja libre, porque –para ellos– ya no servía.

—No.

—¿Quién? –Alec preguntó, temiendo la respuesta–. ¿Quién fue?









* ~ * ~ *

Todos sintiéndose culpables 😭, ¿sólo yo lloré este capítulo?

¿Quién creen que sea? ¿Etta o Magnus? 🙈💔

Y hablando de Etta y Cat, pueden leer más de ellas en Destiny 💞

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