Especial-Vahid: En el desierto
Capítulo especial en honor a los 1k de vistas que no pensé que esta historia alcanzaría.
Vahid: En el desierto
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Vahid observaba a Shahnaz correr en el jardín interior del palacio, el pequeño de oscuros cabellos negros y ojos verdes tenía ya tres años y era increíblemente inquieto. Verlo jugar, correr, reír, hacer cualquier tipo de travesura y sencillamente desbordar vida era la calma para Vahid.
Luego de todo el sufrimiento de la pérdida de sus hijos con Azur, nada le dio más alegría que haber podido tener un hijo. Ese niño revoltoso había sido su orgullo desde que su llanto resonó contra las paredes de piedra con energía y vida.
— De nuevo ensimismado, alteza— esa voz suave y fuerte a la vez que estaba acostumbrado a escuchar no lo hacía sobresaltarse ya, aunque al inicio la habilidad de la chica para aparecer sin ser notada lo ponía nervioso.
— Es mi único momento de relajación, Benazir— respondió tranquilo.
— Entiendo, pero me temo que Shahnaz tiene que dormir la siesta en este momento. Perdone interrumpir su distracción— llevaban cuatro años juntos y todavía Benazir le hablaba con educación y de usted. No se tenían confianza ninguna.
— No pasa nada, adelante— Vahid se retiró sin esperar a que su hijo lo notase, prefería hacerlo así.
Caminaba por los pasillos directo a su salón real para distraerse en asuntos del país, vivir en el Palacio del Norte resultó más sencillo de lo que él hubiese querido y se adaptó con facilidad. Su padre se había mudado al palacio que con anterioridad era de Irad y su hermano menor había adquirido su territorio del Sur. Vahid estaba orgulloso de como el cuarto príncipe había madurado en comparación con quién fue en sus tiempos de adolescente y rebelde adulto joven, era un buen gobernante en el Sur de Jaldra.
Llegó a su oficina y se sentó detrás de la larga columna de papeles importantes que lo abordaban. No eran negocios que necesitasen su atención inmediata, pero su falta de vida personal más allá de su hijo hacía que dedicase todo a su país.
Había momentos donde era inevitable pensar en ella, Elaheh venía a su mente como un trueno en una noche de sueño y por más que quisiera evitarlo terminaba dedicando horas a ella.
¿Por qué no la superaba? Él no lo sabía, quizás era que estaba casado con alguien que portaba el primer nombre que ella había tenido. ¿De haber sabido eso aquella noche, hubiese estado con Benazir? No, probablemente no. Aquella noche no era él mismo, eso quizás era la explicación de lo que había pasado.
Azur acababa de perder a su tercer embarazo, ella estaba deprimida y él se había dejado llevar por toda la rabia y dolor que lo consumían diariamente. La bebida había ayudado a embotar su mente, pero solo conseguía que pensara más en su miseria.
Benazir simplemente pasaba por allí, pensándolo bien Vahid no sabía qué hacía ella a esas horas de la madrugada por los pasillos del palacio. Verlo en el suelo hecho un desastre había sido superior a lo que ella podía ignorar, así que se había acercado para ayudarlo.
— ¿Quiere hablar del tema?
Esa pregunta en su tono suave, que demostraba su genuina preocupación, caló duramente en su interior. Benazir había sido un regalo de parte del país de Sangam por un negocio pequeño que habían realizado, Vahid la aceptó antes de conocer su nombre y evitó de la forma más educada y diplomática posible su persona.
Su cabello castaño oscuro era incluso similar, pero sus ojos color miel mostraban una inocencia que no se asimilaba nada a la de Elaheh. Le recordaba a ella tanto y a la vez veía tantas diferencias.
— No— su voz era gruesa y pastosa debido a la bebida y lo mal que se encontraba.
Esa noche estaba débil y penaba por calor, por confort. Necesitaba a alguien y la única persona por la que su cuerpo penaba lo había rechazado fervientemente. ¿En qué momento la perdí así? Eso era lo que él no sabía.
Antes de darse cuenta se había acercado al rostro delicado de Benazir y se encontraba besándola suavemente. El calor de su cuerpo aumentó al sentir la tersa piel acaramelada contra la suya y lo demás que ocurrió esa noche se encontraba borroso en su mente, solo se acordaba de la sensación de plenitud que lo llenó en aquel momento.
Pensó que había sido solo eso, un instante de paz en medio de la tormenta tortuosa que se había vuelto su vida. Jamás esperó que Shahnaz naciera de esa experiencia. Durante mucho tiempo estuvo arrepentido de aquella noche, pero su hijo había sido suficiente para que todo rastro de culpa desapareciera. Sin embargo su relación con su mujer era meramente cordial y nada más.
Dormían en la misma habitación cada uno en un extremo de la cama, no se hablaban más allá de lo indispensable y siempre de forma educada. Podían pasar horas en la misma estancia sin siquiera mirarse y podía contar las veces en que se habían hablado durante más de cinco minutos seguidos. No sabía nada de la vida de su esposa y estaba seguro que ella no sabía nada de él. Todo se desarrollaba de tal forma que parecía que aquella noche jamás hubiese pasado.
— Rey Vahid— Rashid entró al salón sin anunciarse y se encontró a Vahid con el rostro melancólico que siempre tenía en los últimos años.
— ¿Qué sucede?— preguntó sin alterarse.
— El Rey Adolf de Valghar ha llegado— anunció Rashid. Luego de la muerte de Alfred, Adolf había ascendido al trono y el sistema de Valghar había cambiado mucho. La esclavitud se había abolido y su economía había cambiado de sustento y base. Por eso habían establecido relaciones económicas con Jaldra.
— Hazlo pasar— ordenó Vahid y organizó sus papeles para que no se notara que había estado tan absorto en sus pensamientos que había dejado a media su trabajo.
— Rey Vahid— saludó el rey Adolf al entrar y quedarse ambos completamente solos.
— Rey Adolf— respondió el saludo Vahid— me alegra que haya llegado. ¿Cómo fue el viaje?
— Agotador, tal cual lo esperado— admitió Adolf— espero no haber llegado en mal momento.
— Para nada, mis sirvientes ya le tenían preparada su habitación desde hoy en la mañana. ¿Prefiere usted descansar antes de los negocios que estableceremos?— ofreció cortésmente el de ojos verdes.
— Sí, lo preferiría— admitió el joven.
Vahid pensó que el actual rey de Valghar era muy joven para tener todo el poder, pero recordó que gobernadores como Malik, en Lithuam, habían empezado con menos de 16 años y se habían convertido en reyes amados y exitosos.
— Pari— llamó Vahid desde dentro del salón.
Luego de la última visita de Elaheh hacía cuatro años, Pari no había vuelto a ser la sirvienta personal de ninguna concubina y había alcanzado la posición de jefa de sirvientas en el palacio del Norte. La mujer entró silenciosamente a la estancia.
— Lleva al Rey de Valghar a sus aposentos.
— Inmediatamente— respondió ella con una inclinación de cabeza— sígame, Alteza.
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Benazir leía un libro sentada en el banco del tercer jardín interno del palacio, por costumbre dedicaba gran parte de su tiempo a entretenerse en lecturas profundas que la abstrajeran de aquello en lo que se había convertido su vida. Su matrimonio era una farsa destinada a hacer la vida de Shahnaz más fácil y sus días eran dedicados a su hijo y a ignorar a su esposo.
Ella podía decir que lo había intentado en sus inicios, pero Vahid parecía reacio a aceptar cualquier interacción profunda y llegó el día en que simplemente desistió en su empeño. Si él le ignoraba, ella le ignoraría a él. Era más fácil fingir que esa no era su realidad cuando las palabras escritas de un mundo diferente la absorbían. Un movimiento a su derecha la distrajo de sus pensamientos.
— Perdone, no pretendía importunarla— se disculpó el joven de largo cabello rojo con ligeras pecas en la blanca piel.
— No pasa nada— aseguró ella, el muchacho le traía cierto aire de ternura— ¿Desea acompañarme? Hace un clima hermoso como para pasar el día sola.
— Claro— aceptó el joven tomando asiento en el otro extremo del banco— Soy Adolf— se presentó y allí Benazir supo que era el rey de Valghar, era difícil no saberlo cuando la caída de su hermano y su propio ascenso habían sido una marca significativa en el mundo.
— En dicho caso disculpe mi falta de educación, Majestad— se excusó Benazir con rapidez y serenidad a la vez.
— No, por favor. He sido yo quien la interrumpió— repuso Adolf— además usted es la reina de Jaldra, ¿cierto?
— Benazir solamente, por favor. Disto mucho de considerarme reina— rectificó ella con amabilidad.
— En eso nos parecemos— un suspiro pesaroso escapó de Adolf— no sé qué estoy haciendo en el trono.
— Liderar un país sacándolo de la pobreza cultural, mental, política y diplomática en la que la sumió su antiguo gobernante— afirmó sin dudar Benazir.
— Sí, claro— rió Adolf con sarcástica tristeza— ni siquiera sé qué proponer hoy en los negocios que tengo que realizar con vuestro esposo.
— Si así lo desea, puede contarme— ofreció Benazir.
— ¿Usted sabe del tema?— esa pregunta la hizo recordar los detalles de los negocios que Vahid quería ultimar con Valghar. Ella no había opinado, pero sí sabía del tema.
En aquel momento Vahid había entrado a su habitación sumido en sus pensamientos, analizaba con detenimiento los documentos de los diferentes negocios posibles entre Valghar y Jaldra. No podía cometer errores.
Benazir se encontraba bordando una de las sábanas de Shahnaz con arabescos de protección, podía dejar que lo hiciera una sirvienta, pero prefería hacerlo ella.
— Minería, creo que es la mejor opción— murmuró Vahid para sí mismo, aunque Benazir lo escuchó. Detuvo su bordado para prestar atención a su esposo, que se mantenía enajenado de todo— tienen grandes terrenos explotables de minerales que en Jaldra no se encuentran por ser un desierto. Tendría que esperar la contra propuesta. Jaldra tiene mucha riqueza en la Industria pesquera por el Oeste y en piedras preciosas en el Este. No sé qué podría escoger Valghar.
Benazir meditó durante unos segundos el análisis que su esposo hacía. Valghar poseía más riqueza marítima que Jaldra pues tenía más zonas costeras, si alguna lógica poseía la cabeza del nuevo rey este escogería piedras preciosas. Los minerales de Valghar era más de construcciones y armamento, mientras que estos escaseaban en aquellos destinados a la banalidad narcisista del mundo. Vahid se percató de la mirada de Benazir sobre él.
— ¿Tiene alguna opinión?— preguntó cortésmente, había aprendido gracias a Elaheh que las mujeres podían saber incluso más que los hombres.
Desafortunadamente, su falta de contacto con su esposa le había imposibilitado el saber si ella poseía conocimiento alguno más allá de las artes de una concubina.
— Mi opinión no es algo que a usted le interese— respondió con calma Benazir, sin alterarse o desviar la mirada de los ojos de Vahid— como nada que tenga que ver conmigo— sentenció y regresó a su labor de bordar las sábanas de su hijo. Luego de eso Vahid volvió a ignorarla.
Benazir fijó su mirada en el joven pelirrojo mientras regresaba su mente al presente. Sonrió afable meditando su respuesta. No le haría mal a nadie darle un poco de ayuda al muchacho, por lo que había escuchado estaba haciendo un trabajo increíble como rey. Le faltaba confianza en sí mismo, eso era todo.
— Sí, algo sé— admitió y Adolf le sonrió con inocencia y sinceridad.
— No sé dónde invertir— admitió sin vergüenza— su esposo ofreció la alternativa de las costas de forma muy insistente en sus cartas, pero yo no estoy convencido de que esa sea la mejor opción.
— ¿Por qué?— Benazir podía entender que el muchacho sí tenía conocimientos sobre el tema, solo que no sabía imponerse como lo hacía un rey.
— Pues no veo que nos favorezca el invertir en algo que nosotros ya tenemos— comentó con una mirada insegura— pero lo de las joyas tampoco me convence. Nosotros somos narcisistas, pero no tenemos tanta exportación como puede pensarse, así que igualmente no nos conviene.
— ¿Qué os interesaría? ¿Qué os falta?— inquirió Benazir analizando que si en Valghar eran verdaderamente así, cierto era que ni las piedras preciosas serían buena idea.
— Agricultura— afirmó Adolf— tenemos el terreno que colinda con Jaldra, pero no tenemos las corrientes fluviales para ello. En la época de lluvias todo funciona, pero el resto del año lo que sembramos muere y nuestros ríos se encuentran en la zona norte, donde no se puede sembrar.
— Ríos subterráneos— pensó Benazir en voz alta.
— ¿Qué?— preguntó Adolf sin entender.
— Ríos subterráneos— afirmó Benazir más decidida— Jaldra tiene miles de kilómetros de ríos subterráneos. Así es como alimentan los jardines de los palacios y los poblados. Si pudiésemos crear una ruta que llevase nuestros ríos a comunicarse con el terreno de agricultura de Valghar, vuestros problemas estarían resueltos— Benazir se encontraba resplandeciente con la idea y Adolf parecía incluso alegre como un niño.
— Es una idea maravillosa— admiró Adolf el pensamiento de Benazir— muchas gracias, Benazir.
— De nada, Adolf— sonrió Benazir con soltura— un consejo más— agregó— tienes talento, explótalo. El puesto al que has llegado te lo mereces. A veces, aquel que quiere menos el poder es quien más sabe usarlo. Tu pueblo te necesita, afróntalo como un rey.
Adolf observó detenidamente a la muchacha de ojos miel profundos que parecían guiarlo. Era una mujer increíble y creía fervientemente que podía ser una reina increíble. Sonrió con entendimiento y agradeció con la mirada, para luego retirarse con la misma sutileza con la que llegó, pero con un peso menos en el alma.
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— Es una propuesta excelente— admitió Vahid cuando ya cerraban las negociaciones— usted ha analizado la situación de forma experimentada. Ha sido un honor hacer negocios con usted.
— Por el contrario, Rey Vahid. El honor ha sido mío, pero he de admitir que esta idea no me pertenece. Tenía mis dudas sobre el negocio que estableceríamos y aunque sabía lo que quería, no sabía cómo obtenerlo— aceptó Adolf— su esposa me ayudó.
— ¿Mi esposa?— preguntó Vahid sin comprender enteramente.
— Sostuve una conversación interesante con ella en la tarde— confesó Adolf— ella fue la que me ayudó a entender lo que podría resolver mis conflictos en este negocio. Tiene usted una esposa increíble, Rey Vahid.
— Muchas gracias— dijo Vahid mientras su mente se mantenía atónita. Jamás había esperado que Benazir mediara en sus negocios. Se reprochó mentalmente una vez más al darse cuenta de que compartía cama con una total extraña.
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La noche había llegado y luego de una cena cordial, el rey Adolf y las concubinas del harem de Vahid se habían retirado. Benazir y él habían ido a acostar juntos a Shahnaz y luego de que el niño se viera sumido en sus sueños, ambos se retiraron a sus aposentos en un silencio sepulcral.
Cuando Benazir salió de detrás del divisorio vestida con su camisón de seda para dormir, no se esperó encontrarse a Vahid sentado mirando en su dirección. Decidió ignorarlo como siempre, pero el rey tenía otros planes.
— No sabía que usted tenía conocimientos sobre negocios y economía— comentó Vahid, interrumpiendo la rutina nocturna de Benazir para acostarse.
— No sabe usted nada de mí en lo absoluto, alteza— repuso ella sin temor, volteando a mirarle fijamente— Ni le ha interesado saber.
— Tú tampoco has hecho nada por enseñarme— intentó defenderse él.
— No se puede enseñar a quién nada desea aprender, majestad— rebatió ella.
— ¿Qué te hace pensar que no quiero aprender?— insistió él.
— Su falta de interés en mi persona luego de la noche en que intimamos, la forma tan poco discreta en que me evitó a toda costa. El que jamás me miró a los ojos ni siquiera cuando nos estábamos casando, las veces en que contestó con vagos sonidos cualquiera de mis palabras, que no eran más que intentos de establecer una relación de amistad siquiera con quien era el padre de mi hijo. Su falta de tacto a la hora de pasar de mi persona para simplemente atender a Shahnaz.
Por cada palabra firme que Benazir decía, Vahid se encogía internamente con dolor. Él había sido el descuidado y en eso ella tenía razón. Demasiado sumido en su dolor, no consideró el daño que causaba a otros.
— Pasé dos semanas enferma el mes pasado y usted ni siquiera lo notó. Aun estando en la misma habitación pretende que yo no existo, incluso si estoy cargando a Shahnaz. Le damos las buenas noches juntos todos los días y en ningún momento usted muestra señales de percibir que yo me encuentro a su lado. Ignora mi existencia y si es mentira, dígame una sola vez en que haya comenzado una conversación conmigo.
Vahid guardó silencio, era cierto. No tenía como defenderse de las acusaciones o rebatir nada de lo que Benazir decía. Él se había descuidado.
— ¿Alguna vez me ha preguntado algo? ¿Comentado o consultado cualquier cosa? ¿Sobre el reino, las actividades, sobre nuestro hijo? Usted no me preguntó si estaba de acuerdo en intercambiar mi título por el de Arzu, no me lo informó siquiera. Pari lo hizo en su lugar y todo porque usted es un cobarde que lo único que hace bien en sumirse en su miseria por una mujer que lo olvidó en el segundo en que pusieron un pie en el palacio en el Norte. Elaheh y Malik no se enamoraron en Lithuam, empezaron en aquel viaje al Norte y usted lo sabe.
Un temblor se apoderó del cuerpo de Vahid junto a la sensación de frialdad que dominaba su cuerpo. Benazir se mostraba furiosa y segura, mientras él no podía alejar los ojos de su mirada miel, afilada como el hierro candente, que lo fulminaba casi con odio.
— Eso es lo que le duele. Usted lo vio venir, pero no pudo detenerlo. Déjeme decirle una verdad, aun si ella se hubiese quedado aquí su corazón iba a añorar al rey de Lithuam. Nada hubiese cambiado. Está tan concentrado en su dolor que se ha perdido de todo aquello que le rodea, de cómo su vida ha mejorado y de cómo puede mejorar más incluso. No es más que un niño estúpido que no supera un mal tiempo de su vida y se aferra a una ilusión, revolcándose en su infortunio y se olvida de que la vida sigue y no hay forma de devolver el tiempo a atrás. Así que no diga que no conoce nada de mí, porque usted no tiene derecho alguno a saber nada de mí.
Sin decir más nada, Benazir salió de la habitación dando un portazo y se fue a dormir con su hijo pequeño, ignorando con vehemencia la imagen del fuerte rey de Jaldra, que se había quedado estático en el asiento mientras lágrimas incontenibles rodaban por sus ojos. La noche acunó sus culpas y pesares mientras él sufría toda su vida nuevamente, como exorcizando todos sus demonios.
Cuando el sol salió, Vahid seguía todavía sentado en la misma posición mientras una determinación se formaba en su cabeza. Se dio un baño de agua fría y salió de la habitación, sin detenerse caminó hasta que llegó a su antigua alcoba. Todas las cosas que habían pertenecido a Elaheh se encontraban allí guardadas bajo llave.
Observó todo con detenimiento una vez más antes de irse, dejando la puerta abierta. Bajó hasta la cocina donde estaban todos los sirvientes, estos se pusieron de pie con caras serias al verle, pero fue Pari quien reconoció un brillo hace tiempo perdido en Vahid.
— Buenos días a todos— saludó y en su voz se notaba una tenue alegría que nadie pasó por alto, sobre todo Rashid, que analizaba a su amigo mientras miraba a su esposa, atónito al no entender qué sucedía— Pari, tengo un encargo importante para ti.
— Claro, majestad— indicó la señora, que no comprendía qué podía querer Vahid que lo hiciese sentirse tan bien de la noche a la mañana.
— Necesito que vayas a mi antigua habitación y la vacíes. Deshazte de todo lo que hay allí— ordenó con vehemencia y en la cocina todos guardaron la respiración. Nadie podía creer lo que Vahid había pedido.
— ¿Está…seguro?— preguntó Pari, incapaz de creer que Vahid verdaderamente quisiera destruir todas las cosas de Elaheh.
— Sí, deshazte de todo lo que hay allí dentro. ¿Entendido?— Pari asintió con la cabeza mientras intentaba salir del estado atolondrado en que se había quedado.
Vahid giró para salir de la cocina, pero antes observó a su amigo de toda la vida. Rashid lo observaba con detenimiento y un rastro de orgullo brilló en su mirada al notar que Vahid finalmente dejaba atrás todo. El rey le sonrió a su amigo con entendimiento y este le devolvió la sonrisa junto con un asentimiento de cabeza. Vahid salió de la cocina.
Recorrió los jardines interiores del palacio pensando en cuál sería su siguiente paso. No podía remediar los años desperdiciados, pero podía cambiar su actuar de ese momento en adelante. Una risa melodiosa llegó a sus oídos acompañada de la inocente carcajada de un niño, Vahid siguió el sonido hasta encontrar a Benazir jugando con su hijo a atraparse.
Vahid no se les acercó, se quedó a una distancia prudencial viéndolos jugar y lamentando su estupidez de no notar a la fuerte y determinada mujer que tenía a su lado. ¿Cuántas cosas había hecho mal? No pensaría más en eso, intentaría seguir adelante.
— ¿Te gusta leer?— preguntó de sorpresa sin siquiera anunciarse.
Benazir se sobresaltó cuando escuchó la pregunta y le miró extrañada. Shahnaz, en cambio, corrió hasta Vahid para saludarlo, siendo igualmente sorprendido por su padre cuando en lugar de palmear su cabeza, como siempre, este lo elevó del suelo para acomodarlo en sus brazos.
— Eh…— Benazir se había quedado sin palabras. Luego de las acusaciones de la noche anterior esperaba que Vahid la ignorase más todavía o, peor aún, que la destituyese. No contó con que de repente le estuviese preguntando por sus gustos— sí, leo mucho.
— Si estás interesada en buenos libros, tengo una biblioteca privada en el mausoleo que se encuentra en el quinto jardín— comentó con una expresión serena en el rostro mientras Benazir se mostraba cada vez más asombrada.
— Me acabas de hablar en lenguaje informal— recalcó ella algo turbada.
— Tú también— repuso él— hasta el momento no me habías hablado de manera informal. Creí que era por respeto, pero me he dado cuenta que simplemente estabas siendo más testaruda que yo y castigándome a la vez— Vahid sonrió y, por primera vez desde que Benazir lo conocía, no era una sonrisa triste— ¿Te interesa por fin? La biblioteca del quinto jardín.
— Sí— admitió Benazir, acostumbrándose al cambio repentino. Vahid se notaba más joven, con menos preocupaciones.
— Iremos allí esta tarde— propuso mientras le daba saltitos a Shahnaz en sus brazos— tú podrías explorarla mientras Shahnaz y yo jugamos.
— Claro, está bien— aceptó ella acercándose hacia su esposo e hijo. El niño se mostraba risueño al ver la escena, aunque no la llegaba a comprender del todo.
— De todas maneras— agregó Vahid— esto es para ti— dijo alzando su mano hacia Benazir y mostrando una llave— luego de hoy podrás ir cuando desees. Disfrútala. Yo no he podido leerme ni la mitad de los libros— confesó sonriendo y volviendo a atender a Shahnaz.
— Por supuesto que no, todo lo que no sea negocios te suele aburrir— comentó Benazir juguetona. Era riesgoso quizás, pero quería saber qué tanto estaba dispuesto Vahid al cambio que mostraba.
— No es mi culpa— se escudó él— pero al menos sé que tú lo disfrutarás.
— Gracias, Vahid— Benazir observó los ojos de Vahid iluminarse cuando ella pronunció su nombre por primera vez desde que se conocían. No era amor, pero podía llegar a serlo.
— Gracias a ti, Benazir— admitió él con toda la profundidad que ese agradecimiento conllevaba.
Ambos sonrieron uno al otro mientras Shahnaz tiraba del cabello de Vahid con fuerza, reclamando su atención. Los esposos rieron y se dispusieron a mimar al niño, esta vez verdaderamente juntos, mientras la posibilidad de una vida mejor se alzaba firme ante ellos. No era un felices para siempre, pero era el inicio de uno.
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Holiiiiisssss. Apuesto a que no pensaron saber más de mí 🤣 pero aquí estoy.
De fiesta🥳🥳🥳🥳 Encadenada al desierto llegó a los 1k de vistas, si bien los votos siguen atrasados, al menos sé que sí hay personas leyéndola y les gusta. En honor a esto subo este capítulo especial.
Y les traía la propuesta de que por casa 1k que suba pongo otro capítulo especial, si quieren claro está 😉😚. Podeis dejarme de qué quieren saber qué pasó y yo haría el capítulo, ¿Qué les parece?
Ya me dicen vale, besitos y espero que disfruten esto. 🥰🥰🥰
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