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Capítulo 9 Decisión

Elaheh despertó a la mañana siguiente en su habitación luego de haber dormido hasta casi el mediodía. Sentada en la cama rozó sus labios con sus dedos, los deslizó por su cuello y fue bajando hasta su abdomen. Se detuvo, los recuerdos se agolpaban unos contra otros chocando con lo que había sucedido la noche anterior.

Vahid la apretaba y hundiendo la cabeza en su cuello mordía fuertemente, pero aquel dolor, no tan intenso como se esperaría, solo hizo terminar el despertar del cuerpo de Elaheh. Un gemido se escapó de su garganta. Había fingido muchos, pero era la primera vez que le salía uno espontáneo sin contar la noche anterior, que a diferencia de esa vez en esta había podido dejarlo salir tan alto y claro como originalmente estaba destinado a ser.

Las manos de Vahid descendieron por sus hombros, una se apoderó de su seno izquierdo mientras la otra bajaba entre roces fuertes hasta la unión de su piernas, pero no se detenía, haciendo que ambos se sentasen en unos bancos puestos en la bañera para relajarse.

Vahid logró seguir bajando su mano por la cara interior de su muslo interno mientras la otra apretaba su seno y sus dedos castigaban su pezón. Su mano descendente volvió a subir, esta vez sí llegó a allí donde ella más lo deseaba.
Elaheh arqueó su cuerpo hacia atrás apoyando la cabeza en el hombro de Vahid mientras sus gemidos cogían volumen.

Vahid mordió su oreja suavemente al inicio y luego más duro, sus manos continuaban cada una con sus labores, su boca descendió a mordiscos por su cuello. Dejaba marcados sus dientes a su paso, cada mordida más profunda que la otra. Su mano rozó con rapidez y destreza el botón que coronaba la cúspide de sensibilidad de Elaheh. Esta dio un respingo inicial y luego comenzó un ciclo irrefrenable entre tensiones, espasmos y momentos pequeños de relajación.

—Tú eres mi diosa, mía y solo mía— le susurró al oído Vahid mientras pasaba su lengua por el interior de este, haciéndola estremecerse.

Sus manos cambiaron lugares, subió una de ellas para que se apoderara del otro seno mientras la otra descendía arañando ligeramente la blanca piel. Esta vez no encerró entre sus dedos al pequeño bulto de Elaheh sino que introdujo dos de ellos dentro del interior de ella. Estaba caliente, húmedo y suave.

Vahid podía sentir en sus dedos las contracciones y la presión de este. Hubiese dado lo que fuera por poder sentirlo en su miembro también, pero quería borrar de la piel de Elaheh todo rastro de otra persona. Solo entonces se daría el gusto de hacerla permanentemente suya, solo cuando pudiese volverla loca de placer y que pensara solo en él como si nadie nunca jamás hubiese existido antes.

Introdujo otro dedo dentro de ella, llevó su pulgar al botón rosado que se hallaba encima de todo, presionó con este y dio giros rápidos mientras sus dedos salían y entraban velozmente de dentro de Elaheh. Ella solo sabía gemir y decir entre bocanadas de aire un intento de lo que sería el nombre de Vahid, si se hubiese encontrado en condiciones de articular palabra alguna de forma coherente.

Supo que ella se correría incluso antes que ella misma, reconocía la tensión de sus piernas, el arqueo de su espalda, las contracciones de su interior, la agitación peculiar de su respiración, el incremento de volumen de su gemidos, la manera en que sus manos buscaban desesperadamente algo a que aferrarse.

Lo encontraron a él, a la piel desnuda de su espalda donde se calvaron las uñas firmemente mientras Elaheh se corría en un descomunal orgasmo que hizo temblar cada parte de su cuerpo.
Vahid la sintió relajarse en sus brazos encima de él. Sus ojos pesaban y su rostro mostraba una expresión de satisfacción y placer indescriptibles. Era el rostro más bello que él había visto, aunque tenía claro que eso era solo por lo mucho que la amaba.

—Algún día— dijo cerca de su oído haciéndola girar ligeramente la cabeza para atenderlo— cuando finalmente solo sea yo, el placer que haré que alcances no tendrá límites o conocimientos.

Elaheh no pudo responder en ese momento, su cuerpo había sido llevado al límite, su mente se había ido con él y luego de las palabras de Vahid se negaba a regresar a su estado racional.

Vahid dejó a Elaheh sentada en el banco mientras se adentraba un metro en el agua para enjabonarse y lavarse. Ocupando su mente en otra cosa, intentado que su excitación disminuyera. En ese momento no podría hacer nada por esa situación, tendría que contenerse hasta que Elaheh fuera a su habitación.

Terminó de asearse rápido en comparación con lo que se demoraba normalmente. La tomó de las manos pegándola a él, juntos caminaron por los pasillos hasta llegar al cuarto piso sigilosamente, evitando ser vistos. Como dos amantes furtivos entraron en la habitación de Elaheh y cerraron la puerta con la máxima discreción.

—Supongo— dijo Elaheh conteniendo su risa— que ahora es cuando te vas.

—Bueno— Vahid la miró profundamente, de haber podido ahogarla en sus ojos lo hubiera hecho, pensó Elaheh. Su rostro cambió a una expresión divertida que ella no supo interpretar— pienso quedarme hasta poco antes del amanecer. Te prometo que saldré de aquí sin que nadie lo noté pues no nos conviene en lo absoluto a ninguno de los dos, pero esta noche dormiremos juntos.

El recuerdo tan agradable fue interrumpido por el toque sutil de alguien a su puerta.

—Adelante— dijo Elaheh ocultado lo mejor posible la creciente excitación de su voz. Pari entró en la habitación.

—Buenas tardes, Elaheh— dijo entrando sin mirar a la joven— oh, vaya— exclamó cuando finalmente la miró.

—¿Sucede algo?— preguntó Elaheh asustada mientras miraba sus ropas o algo que pudiese estar fuera de lugar.

—No, no, es solo que... pareces haber tenido una noche agradable. En cambio el príncipe parece no haber dormido en lo absoluto y haber pasado la noche en una cama de clavos afilados y ardientes— se explicó la mujer— pensé que habíais pasado la noche juntos, pero obviamente no fue así.— Elaheh se quedó estupefacta o visiblemente perdida.

—Pero…pero sí pasamos la noche juntos— dijo medio para ella misma.

—¿En serio?—exclamó Pari— pues debe de haberle llegado alguna mala noticia o algo en el transcurso del tiempo en que dormías. ¿tal vez quiera contártelo a ti?

—Haré lo que pueda— dijo la joven ensimismada— ¿Qué hora es?

—Poco más de la una de la tarde— los ojos de Elaheh se asombraron de lo mucho que había dormido.

Nunca recordaba haber dormido tanto ni hasta tan tarde. Solía ser capaz de despertarse entre las seis y las siete de la mañana todos los días aun cuando no había dormido apenas.

— Creo que ropa que cubra será la mejor para hoy. No pienso que el príncipe y usted quieran que alguien vea las marcas— señaló de forma chistosa.

Elaheh se sonrojó al recordar que la noche anterior la habían marcado los dientes de Vahid y ella no se había molestado en ocultarlo porque no lo recordaba como algo malo.

En menos de media hora Elaheh ya estaba vestida, peinada y se dedicaba a terminar su tercer plato de comida en el comedor de la cocina junto con los demás empleados. Reían alegremente por los chistes del mozo de cuadra cuando uno de los guardias personales del príncipe entró buscando algo para comer.

—¿Mucho trabajo?— preguntó Asha.

La chica estaba sonrojada. Elaheh advirtió el interés de esta en el hombre, que aunque Elaheh lo llamará así en su mente, la verdad es que no podía ser más de 10 años mayor que Asha.

—La verdad es que no, pero el príncipe esta intratable hoy. No sé qué le ha podido pasar— en ese momento miró de soslayo a Elaheh y esta se dio cuenta de que lo había visto antes, no solo por los pasillos sino que era uno de los guardias que estaban en el baño la noche anterior— pensé que estaría del mejor humor que jamás le hubiésemos visto el día de hoy.

Todos quedaron en silencio y directa o indirectamente miraban a Elaheh esperando. En ese momento el reloj marcó la hora exacta, tres en punto, en quince minutos le príncipe debía de reunirse por una hora con las concubinas. Elaheh se puso en pie bruscamente, sobresaltando a todos.

—Es hora de irme— fue lo único que dijo.

Caminó rápidamente hasta la habitación convenida, entró y las demás ya estaban allí. Elaheh al verlas recordó que el día anterior había sido llevada a una celda acusada de intento de homicidio al príncipe y lo peor era que el caso no estaba resuelto para ellas considerando que no podrían explicar la verdad de lo ocurrido. Una efusiva Deniz se le vino encima en un cariñoso abrazo impresionando a todos.

—¡ELAHEH!— dijo en un grito exageradamente entusiasta mientras se aferraba a su cuello fervientemente.

—¿Deniz?— Elaheh no entendía qué pasaba— ¿Sucede algo?

—Nada, todo bien— dijo normal, pero entonces bajó el tono hasta hablar en susurros— gracias por lo de anoche, de ahora en adelante eres mi ídolo. Así que te ayudaré.— Elaheh la miró conmovida, había cambiado mucho en solo unas horas. De ser una niña pequeña y temerosa de su amo a una chica libre y afectuosa, más sonriente y viva.

El príncipe Vahid no se hizo esperar, pocos minutos después entró en la habitación. Vestía un khalat morado con bordados en oro y, extrañamente, no llevaba ningún tipo de turbante. Todas las concubinas se fueron rápidamente encima de él saludándolo, buscando mantenerse cerca y disponible para atender a sus necesidades.

—Hola, mis adorables mujeres— dijo Vahid mientras evitaba la mirada de Elaheh, esta pensó que podía ser porque estaba rodeado de las otras 30, bueno, 29 considerando que Deniz no se movía de su lado.

—¿Será por mi culpa que no te miró?— preguntó la inocente chica.

—Lo más probable sea que al estar rodeado de las demás quiera dedicarles más tiempo a ellas—dijo Elaheh más para convencerse a sí misma que por responderle a Deniz.

—Chicas, antes que nada quiero aclarar una cosa. Lo de ayer no fue más que una confusión. El vino no estaba envenenado solo lo habían especiado con plantas nuevas y exóticas. Yo las desconocía y mi cuerpo reaccionó a ellas con facilidad, eso fue todo.—la historia nadie podía decir si fue creída por las concubinas o no, pero no hubo protestas ni opiniones.

La hora siguiente fue un martirio. Vahid evitó la presencia de Elaheh todo cuanto pudo, intentó mostrarse bueno y cortés, pero no le resultó. Desafortunadamente perdía el control con facilidad, hablaba oscamente y poco le hacía gracia.

—Perdón chicas, sé que estáis haciendo lo mejor que podéis por entretenerme, pero llevo un muy mal día. Hoy simplemente soy una compañía desagradable. Pido me perdonen, pero me retiraré.

Elaheh reparó en que se veía cansado. Las concubinas no dijeron más nada, ninguna hizo ademán de seguir al príncipe. Cuando este salió de la habitación comenzaron los susurros entre ellas, pero Elaheh no les prestó atención, no lo valían.

—¿Sabes qué?— dijo Deniz susurrando— las entretendré como pueda, cuando me presten atención ve con él— le dio un beso en la mejilla.

Se puso en pie y fue hasta donde la comida se hallaba.

—No me gusta que me dejen así simplemente. Estoy muy cabreada— Deniz tomó en su mano un puñado de frutas cortaditas— así que lo arreglaremos ¿vale?— giró bruscamente sobre sí misma mientras disparaba con toda su fuerza las frutas contra una de las concubinas.

—EHHH, ¿PERO QUE COÑO HACES?— respondió esta, pero en lugar de enojarse sublimemente, cogió las fresas importadas de su plato y se las aventó a Deniz que se había parado estratégicamente delante de otra de las concubinas.

Al ver venir las rosadas frutas hacia ella se agachó y estas impactaron en la joven, en menos de nada las 30 concubinas se engarzaban en una batalla de comida donde algunas se divertían, otras desquitaban su enojo y otras simplemente respondían a una agresión previa porque no podían tolerar que nadie se metiese con ellas y quedarse quietas. La guerra estaba en su máximo apogeo, por eso ninguna notó como Elaheh abandonaba la habitación para ir en busca del príncipe.

Corrió como alma que se le escapa al diablo de vuelta a su alcoba, rezando conocerlo lo suficiente como para que él estuviera allí. La garganta le ardía, sus pies se sentían cansados y respirar era dificultoso, pero estaba desesperada por verle. Saberlo afligido, enojado o perturbado por algo, lo que fuera, la ponía mal hasta sentirse ahogada por el vacío creciente.

No se detuvo al ver la puerta de la habitación, entró en esta como una tormenta de arena en una carpa en medio del desierto. Sudaba copiosamente y sentía la cara caliente por lo que debía de tenerla roja.

Su cuerpo cedió y se tuvo que apoyar en sus rodillas para mantenerse en pie, le dolía el costado y aun así solo sabía mirar hacia todos lados de la habitación buscándolo a él. Por un instante creyó haberse equivocado.

—Llegué a pensar que no vendrías— dijo una voz tan conocida como la suya propia detrás de ella, seguida del sonido de la puerta siendo cerrada.

Se giró para verlo, allí, estupendo, glorioso, sensual y enojado. Apoyado en la pared, un pie doblado contra esta y con los brazos cruzados, mirándola. El atropellado entrar de Elaheh había hecho que una de las puertas taparan su figura.

—Te demoraste.

—Pensé…pensé que tal vez…— le costaba trabajo hablar, se irguió lo mejor que pudo presionándose el costado derecho con la mano— preferirías ir lo más lejos de mi posible, pero entonces recordé que así no eres tú…— respiró profundamente— por eso volví a la idea que rechazaba desde el inicio y temien…temiendo que te fueras corrí hasta aquí.

—Me doy cuenta— el tono de Vahid no variaba, su postura permanecía recia e inalcanzable. Elaheh no sabía lo qué había pasado y hasta ese momento no había querido pensarlo, pero ahora era bastante obvio, estaba enojado con ella. 

—¿Sabes? No puedo ayudarte ni solucionar nada sino me dices qué sucede. No recuerdo haber dicho o hecho nada para enojarte— planteó Elaheh, todavía descompuesta por la carrera.

Vahid la miró pensativo durante poco más de un minuto, respiraba tan lento que parecía no hacerlo. Finalmente respiró profundo y dijo lo único que Elaheh jamás esperó. La afectó tanto que la hizo caer al suelo con la mirada perdida en el miedo. La palabra salió como un susurro infernal lo suficientemente bajo como para que solo lo escucharan ellos dos.

—Alfred.

—Vahid— quiso decir algo, lo intentó y su voz se perdió fraccionándose en millones de pedazos.

No quería mirarlo y no podía dejar de hacerlo. Su cuerpo dejó de responderle, empezó a temblar compulsivamente. Vahid solo la miraba, observando lo que un simple nombre podía causar en una persona. No quería verla así y le dolía, pero si se acercaba, si la consolaba, ella no le diría nada y esta vez él necesitaba saber

— ¿Cómo sabes ese nombre?— se las arregló para decir Elaheh, aún cuando su voz permanecía similar a un hilo de delgada y ronca.

—Anoche cuando te dormiste yo te abrazaba y en mis brazos, en tus sueños, dijiste su nombre— Elaheh palideció súbitamente— no fue difícil atar cabos. Sabes mucho para haber sido una esclava— prosiguió haciendo caso omiso del horror de Elaheh— sabes bailar como nadie, no tocas ningún instrumento ni cantas, pero lees maravillosamente. Aunque tu caligrafía sea extraña no tienes ni siquiera una falta gramatical u ortográfica. Admitiste saber varios idiomas, posees los conocimientos de educación, etiqueta y buenos modales de la nobleza.

Cada detalle que Vahid había notado de ella lo usaba ahora como un puñal en su contra y Elaheh se sentía acorralada aunque mantenían una distancia prudencial uno del otro.

—Dijiste que tu antiguo amo no las usaba solo para hacer negocios, sino que también demando que supierais métodos de defensa y ataque para protegerle. Fue alguien capaz de prepararlas para algo grande, era obviamente rico y poseía suficiente poder como para mantener a varias de ustedes, porque dudo mucho que fueses tu sola. Por las marcas en tu espalda era alguien tan cruel como querría y podía, hacía que lo obedecieran y temieran, pero no se rebelaban. Les daba algo que perder, un vínculo entre todas.

Era cierto, ese era el poder que Alfred sostenía contra ellas. Ninguna pensaría huir dejando en aquellas torturas a sus hermanas. Eran familia y se cuidaban y defendían.

— Esa preparación que les dio no era gratis, quería algo a cambio y al obtenerlo las desechó a todas, pero lo habían ayudado por lo que no podía simplemente matarlas, les debía algo según él. Por eso les dio la libertad, a cambio no dirían nada nunca.

Elaheh temblaba, casi parecía más estar convulsionando. Las lágrimas bañaban su cara hasta caer en el suelo. Vahid sentía un dolor indescriptible dentro, pero no podía ceder o ella se cerraría herméticamente. Esta era su única oportunidad.

—Había deducido todo eso hacia un tiempo, pero no lograba poner a nadie en el perfil. Entonces tú dijiste su nombre anoche. Te aseguro que todavía no sé cómo me contuve de no despertarte en el acto— cerró los ojos un momento conteniéndose de sus propios pensamientos— salí de la cama y busqué en los archivos que tenemos de relaciones internacionales. Sabía que el nombre me sonaba, sabía que esa persona caía perfectamente en el perfil, pero tenía que asegurarme.

Vahid tiró a los pies de Elaheh un sobre que había estado sosteniendo escondido en su espalda.

—Eso es lo que encontré. Ábrelo.

Elaheh, obediente como había aprendido a ser, abrió el sobre y extrajo muchos documentos. En ellos estaba toda la información de ese hombre desde que había nacido. La mayor parte del contenido iniciaba desde que había obtenido poder sobre el norte de su país hasta hacía cinco años atrás. Elaheh no pensaba que hubiese algo que decir.

—Alfred Kindlmüller, tercer hijo varón de la cuarta concubina del antiguo rey de Valghar, Sebastian Kindlmüller. El rey no tuvo hijos varones con su esposa legal, pero se negó a cambiarla por ninguna de sus concubinas aunque estas si le dieran tres varones, cada uno de madre distinta. Al morir la disputa por el trono empezaría.

Elaheh lo sabía, había escuchado la historia en su momento y sabía lo que esos papeles decían, pero también comprendía que allí no decía toda la verdad.

—Pensando en eso el rey propuso una competencia. Sus tres hijos harían riqueza, poder y adquisiciones. A su muerte, aquel que ostentase del mayor alcance de poder sería quien se quedaría con el trono, independientemente de cual fuese. Alfred, al ser el menor, tenía pocas probabilidades, pero inició negociaciones con países y personas poderosas. En poco más de medio año había conseguido obtener mucho dinero.

Dinero, ese dinero que había obtenido de ellas y de los negocios que hacía gracias a ellas. A sus sacrificios, a sus desvelos, gritos, dolores, torturas. A sus vidas.

— Por supuesto durante los años siguientes su poder y riqueza solo hacia aumentar. Menos de una década después tenía más de 40 concubinas en su harem cuando sus hermanos solo podían alardear de esa suma entre los dos. El tiempo pasó, su harem crecía lo mismo que él y llegó a controlar la región norte de Valghar, ser quien manejaba los tratos mercantiles por todas las costas, las negociaciones internacionales, el comercio de piedras preciosas y minerales. Menos de tres años después dominaba todo el país a excepción de la capital.

Ese poder. ¿Cuánta sangre había tras ese poder? ¿Cuántas de ellas cayeron para ese logro del cual él se vanagloriaba?

— A la muerte del rey Sebastian, Alfred ocupó el trono haciéndose con la única región faltante y poseyendo un harem de 120 mujeres. Todas perfectamente preparadas, cultas, hermosas hasta parecer etéreas, capaces y habilidosas de miles maneras. Letales las describirían muchos, el harem más grande de la historia.

El silencio precedió a las palabras de Vahid. Elaheh temía, un error inconsciente y ahora él lo sabía todo.

— Hay más en esa historia que lo que está registrado en esos documentos. Quiero que me lo cuentes y quiero la verdad.

Elaheh no temía por lo que él pudiera hacerle a ella sino por lo que podía sentir o pensar una que lo supiese todo verdaderamente. No había escapatoria, mejor contárselo que dejarlo en la ignorancia conociendo lo que ya sabía. Eso podía ser más peligroso.

—Muy bien— su cuerpo que dejó de temblar antecedió a una voz queda y profunda— te contaré todo bajo tu responsabilidad ¿Esto es lo que quieres? Lo tendrás, no te quejes después, Vahid— la oscuridad cubrió los ojos de Elaheh.

Por primera vez desde que todo aquello había empezado Vahid dudó de su decisión.

—Adelante.

*****
Ufff ufff
Ahora si se puso dura la cosa😱😱😱

¿Qué creen ustedes ositos?

Leo vuestros comentarios🥰😘

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