Capítulo 8 Lucha y perdón
—¿QUÉ?— el grito de Vahid se había escuchado resonante por todo el pasillo del segundo piso, donde se encontraba el salón de reuniones oficiales de estado y seguridad.— ¿Por qué demonios habéis hecho eso?
—Su majestad...— intentaba torpemente justificarse un oficial.
—Príncipe Vahid— intervino el hombre grande de la cicatriz— como usted bien sabe nuestra prioridad es vuestra seguridad. No podemos estar seguros de que la joven no sea una amenaza. Usted bien podría, sin ánimos de ofender, estar muy encariñado con ella y no verlo. Todos nos hemos dado cuenta de la diferencia entre su relación con las demás concubinas y con ella.
A Vahid no le gustaba admitirlo, pero poco podía hacer sin llamar la atención. A su pesar esto le daba una oportunidad, si querían volver a intentar matarlo tendría que ser en ese momento.
—Muy bien. Que así sea— quería controlarse, debía controlarse. No podía— Pero déjeme aclararle algo general Grow. No es esa joven, es la señorita Elaheh. No es ella, es mi concubina y como usted vuelva a referirse a ella de forma no decorosa tendrá que conseguirse un nuevo trabajo.
El color abandonó el rostro del general, sintió el peligro remanente detrás de esas palabras. El príncipe no estaba bromeando.
—Perdóneme, no volverá a ocurrir. Su majestad.— todos hicieron reverencia luego de la disculpa de Grow y dejaron al príncipe solo en la sala. Este se dejó caer en la silla a sus espaldas con un suspiro cansino.
— Por favor resiste por mí y luego, aunque me odies, no me dejes— susurró al aire mirando a la nada.
Las horas pasaron y nadie veía nada suceder. Vahid cada segundo se impacientaba más aunque no lo demostrase. Estaba solo en su habitación, no había pasado la hora diaria con sus concubinas, no había comido. Solo sabía caminar de un lado a otro, sentarse y pararse de uno de los sillones que estaban en su habitación.
Hubiese querido ir a verla, pero no lo dejarían. Él podría ordenar que la dejaran ir, pero de hacerlo y la noticia llegar al rey, su padre podía considerarlo no apto para gobernar. No quería hacerlo perder su fe en él.
La puerta sonó y tuvieron que tocarla varias veces porque Vahid en su ensimismamiento no escuchó los toques las primeras ocasiones. Finalmente notó los acontecimientos a su alrededor y preparándose para cualquier cosa, deseoso de que quien tocara fuera su asesino, abrió la puerta.
Disimulando todas sus emociones de sorpresa al ver la imagen delante de él, Vahid se recompuso. Allí estaba Deniz, una de sus concubinas. La muchacha había llegado como regalo poco antes de que él tomara a Elaheh en su cuidado. Venía de parte de su hermano mayor, el segundo príncipe Jahan.
Se suponía fuera una ofrenda de paz, la costumbre dicta que si te envían una ofrenda así tú tienes que igualarla. Vahid se había negado ya que no intercambiaba a sus mujeres, le había enviado a cambio un rarísimo diamante rosado que había sido importado.
—Deniz, ¿puedo hacer algo por ti?— unas ideas eran generadas en la mente de Vahid, las piezas del rompecabezas si encajaban.
—Su majestad, ¿podría dedicarme un poco de su tiempo?— la joven parecía asustada.
Vahid se hizo a un lado para dejarla pasar. Se percató en que hasta su caminar era de alguien pequeño y menudo, jamás diría que aquella joven tenía 23 años. Era incluso mayor que Elaheh pero no parecía tener más de 15. Inofensiva.
—¿En qué soy útil?— Vahid caminó más adentro que ella luego de cerrar la puerta, se giró hacia la ventana y le dio la espalda.
—¿Escuché que encerraron a Elaheh? No es mi problema, pero estoy preocupada por ella.— inició la joven— no creo que ella lo hiciera.
—Yo tampoco honestamente— respondió Vahid— pero tenía que ser encerrada por protocolo. Si no fue ella deberá estar libre en la mañana.
—Me alegra escuchar eso— dijo la muchacha.
Vahid no se movió, sabía lo que venía. Lo supo cuando la joven se presentó en su habitación. La sintió moverse, arremetía contra él con un cuchillo en la mano. Él desenvainó la espada y se giró contraatacando velozmente. De repente, de la nada, una figura se entre puso en el medio sosteniendo dos candelabros de oro que frenaban las armas afiladas.
—¿Qué demonios?—dijo Vahid mirando a Elaheh. Retiró su espada a la vez que Deniz tiraba el cuchillo y caía arrodillada llorando. No suplicaba, solo lloraba— ¿Por qué lo has hecho?— dijo dirigiéndose a Deniz.
—Yo...este...tenía que...— la joven no dejaba de sorber y llorar, tosió un poco buscando aclararse— tenía que matarlo, me enviaron a eso. Mi amo sabía que no enviaría una mujer de regreso así que me dijo que le matara si usted enviaba algo diferente— Elaheh no entendía nada, miró a Vahid con una expresión curiosa.
—Llegó dos semanas antes que tú del palacio interior del Este— explicó Vahid. Elaheh había escuchado antes ese nombre, era el palacio del segundo príncipe. Se preguntó por un momento si alguien de la familia real era normal. Miró a Vahid. Supongo que esa es la respuesta, pensó.— lo obedeciste sin pensar. Es hora de recibir tu castigo.
Elaheh miró a la joven por un segundo, solo eso hizo falta. Se recordó a ella un tiempo atrás, en la misma posición donde no había margen de errores permitidos. Jahan y Alfred eran lo mismo y esa joven y ella también. Sin pensarlo se arrodilló donde la chica, protegiéndola con su cuerpo cuando vio a Vahid desenvainar la espada una vez más.
—Es la segunda vez que te interpones entre un objeto cortante y su destino— dijo en tono sarcástico y molesto Vahid.
—No puedo permitir que lo hagas— rebatió esta.
—¿Por qué? ¿Por qué debería importarme ella? ¿Por qué te importa a ti?— Elaheh sabía que no era correcto, pero no podía evitarlo.
—Porque ella es como yo— no dijo más. En los ojos de Vahid se veía el entendimiento, mas no había disminuido ni un poco la resolución antes vista de castigarla.
—Lo lamento por eso— dijo, Deniz tembló más fuerte en los brazos de Elaheh— yo, tercer príncipe Vahid, gobernante del palacio interior del Sur del país del desierto de Jaldra, te sentencio por sus crímenes....
El silencio sumió el lugar por menos de un segundo, Vahid alzó la espada preparando el final.
— ...a servir como mi concubina únicamente en este MI HAREM por el resto de tu vida. No obedecerás, idolatrarás o amarás a otro hombre. Yo seré tu esposo y así tú lo respetarás.
Vahid dejó caer la punta de la espada delante de la joven, signo de rendición ante una mujer. No se hacía desde hacía más de 100 años y Elaheh había pensado que nunca se volvería a hacer.
— Y ahora...deja esta habitación. No olvides lo que aquí pasó, pero no lo comentes con nadie.
Deniz dejó la habitación con lágrimas de agradecimiento corriendo desde sus ojos hasta caer al suelo y sollozando sin contenerse. Cuando esta hubo desaparecido de sus vistas y cerrado la puerta tras ella, Vahid se volvió iracundo hacia Elaheh.
—Tú...— sonaba calmado, la "calma tortuosa" la llamaba Elaheh— en serio... ¿Cómo se te ocurre meterte en medio de una espada y un cuchillo de esa manera?— Elaheh no retrocedió incluso cuando su instinto le decía que lo hiciera, no le tenía miedo.
—Tenía que evitar que hicieras alguna estupidez, pudiste haber sido herido gravemente— argumentó.
—Tú pudiste terminar gravemente herida— sus ojos reflejaban a igual par ira y preocupación. Elaheh notó que no estaba enfadado porque ella se hubiese metido en el medio, sino porque pudo haber sido lastimada.
—Vahid, yo no pensaba, actuaba— aunque no quisiera, solo explicándose Elaheh podría hacerlo relajarse— Para mi antiguo amo nosotras no éramos solo una mercancía, ya te lo dije. Nos entrenaron en muchas cosas, entre ellas varias artes marciales. Aprendimos a usar desde las telas del sari hasta una copa de beber como armas. Las mujeres luchan diferentes a los hombres, sabemos usar artimañas... No voy a negar que no pensé lo que hacía, pero el moverse por instinto la vida me demostró que es más seguro.
Elaheh miraba fijamente a Vahid. Este le devolvía la mirada aunque era notable que estaba en algún lugar lejano, probablemente un recuerdo doloroso.
—Elaheh— dijo en una exhalación finalmente— aunque así haya sido no me gusta verte en peligro por mi culpa— se acercó lentamente y le tocó el rostro— ni en ningún tipo de...— las palabras se trababan dentro suyo— ¿Cómo escapaste de...?
—Yo...— Elaheh notó lo mucho que a Vahid le costaba aceptar que por su culpa ella había sido llevaba de vuelta a una celda— esperé a que el guardia viniera a darme la comida. Me acerqué, le tomé del brazo y le golpeé la cabeza contra los barrotes hasta dejarlo inconsciente. Cuando logré salir le pedí a Kira y Asha que buscaran a Pari y que se hicieran cargo de él para que estuviera bien y vine directo hacia acá. Entré por la ventana.
Habría querido no decir nada, pero él lo sabría de todas formas y era mejor si se enteraba por ella tal cual había sucedido.
—Elaheh...— Vahid la atrajo hacia él fuertemente— no sé cómo pedirte perdón porque tuvieras que volver a un lugar así. Quería mantenerte feliz y segura y por mi culpa tienes que volver a pasar por algo así.
—Por ahora deberías soltarme— Elaheh se sentía como en casa entre sus brazos, pero...— estoy sucia de la celda. Si quieres volveré cuando me haya dado un baño— Vahid la apretó más fuerte contra él mientras hundía en su cuello su cabeza.
—No veo ninguna parte tuya que este sucia— susurró pegado a ella. Su aliento revolvió el cuerpo de Elaheh hasta hacerla estremecer, las sensaciones volvían a agolparse.
Vahid la sintió en sus brazos temblar, levantó un poco la cabeza para mirarla. Sus mejillas sonrosadas, ojos vidriosos y labios húmedos eran la imagen más excitante con la que se había tropezado jamás, acercó lentamente sus labios a los de ella.
—¿Majestad?— la voz de Pari desde el pasillo los interrumpió en el acto. Elaheh se puso colorada e intentó retirarse hacia atrás, pero Vahid la asió aún más evitándolo.
—Adelante Pari— declaró él. La señora entró sutilmente, al ver la escena delante de ella sus ojos adquirieron un brillo maternal agudo y cálido. Cerró la puerta y se acercó a ellos.
—Perdón la interrupción, vengo a informar que el guardia estará bien. Los herboristas y yo lo tratamos. Intentamos que nadie más supiera lo que pasó, no sería bueno para la señorita si los demás guardias escuchan sobre esto— dijo Pari.
—Gracias Pari— dijo cándidamente Vahid.
—No hay nada que agradecer su alteza, usted solo no la haga sufrir. De lo demás me encargo yo— declaró la mujer inclinando la cabeza, sus ojos fueron a parar a los de Elaheh que la miraba sin saber qué decir exactamente. Pari dejó la habitación más sutilmente que como entró.
—¿Ustedes tienen una buena relación?— preguntó Elaheh viendo que el trato entre el príncipe y la sirvienta no eran los que ella había visto entre él y otros empleados.
—Era la dama de compañía de mi madre—explicó Vahid mientras la dejaba ir y se encaminaba hacia una mesa donde yacían botellas de vino y jarras con agua—obviamente no nació pobre. Era la hija de un noble de Lithuam. Allá cada concubina, si proviene de la nobleza, como obsequio tiene una dama de compañía. El antiguo rey le entregó a mi padre a una de sus hijas y esta vino con Pari. Desafortunadamente cinco años después esta señora murió dando a luz, el bebé es mi hermano mayor Kamram.
Elaheh prestaba mucha atención a lo que Vahid contaba. Ellos nunca habían tenido ese tipo de conversación. Era reveladora
—Mi madre se convirtió en la nueva reina y esposa legal y Pari le pidió que la tomara como su dama para que no la enviaran de vuelta a Lithuam. Mi madre aceptó y también le dijo que entre sus obligaciones estaría cuidar de los hijos. Se encargó del primer príncipe hasta que este tuvo 13 y dejó de hacerle caso. De hecho solo yo me apegué realmente a ella. Cuando mi madre murió tuvo miedo de ser deportada de nuevo, por eso la tomé como jefa de servicio para mi palacio— Vahid miraba a Elaheh, quien lo escuchaba atentamente parada cerca de la ventana.
—Ella es la primera amiga que hice aquí dentro, la primera persona que se mostró amable conmigo pese a todo— confesó Elaheh.—ahora pienso que tal vez tú lo pediste así.
—No— respondió rápidamente Vahid, aunque su tono de voz no se alteró— yo solo le pedí que te pusiera presentable, lo demás lo hizo por su cuenta.
—Me imagino que no es muy de su estilo— Elaheh no era de hacer mucho sarcasmo, pero había ocasiones que lo ameritaban. Vahid rio.
—¿Quieres agua, vino u otra cosa? Todavía pareces un poco afectada.
—No, no quiero nada de eso. Un baño estará bien, voy a...— Elaheh se vio interrumpida por la efusividad de Vahid.
—Ya lo había supuesto, vamos.
La cargó en sus brazos y salió de la habitación. Corrió hasta el final del pasillo y descendió las escaleras, solo la puso en el suelo una vez llegaron al segundo piso. Pese a eso, no la dejó ir. La tomó de la mano y corrió con ella como un niño corre con una amiga nueva.
Elaheh había empezado a disfrutar y sonreír, él también sonreía. Los dos parecían locos adolescentes sin control. Por esa noche no importaba, lo serían.
En el cuarto de baño lo esperaban sus guardias y dos sirvientas.
—Ustedes retírense— dijo haciendo referencia a los guardias— y ustedes— miró a las empleadas— busquen otra bata de baño y otros zapatos para mi mujer y luego váyanse también.— por un instante todos se mostraron reacios, pero al ver los rostros de ambos decidieron que mejor se iban, aquel no era un momento para estar cerca.
Los guardias desaparecieron y las sirvientas en algún momento habían dejado lo que se les había pedido y también se habían esfumado. Elaheh dejó que el momento de relajación infantil fuese desplazado por un miedo terrible, él podría verla...
—No lo hagas— la voz de Vahid rebotó ronca contra la piedra de las paredes.
—¿Qué no haga qué?— se las arregló para preguntar.
—No lo pienses, sé a dónde ha ido tu mente justo ahora. No le des muchas vueltas.— Vahid se acercó lentamente, casi asfixiante se hizo su caminar y se posicionó a su espalda.
Elaheh podía sentir su presencia por toda la habitación, su respiración agitada, su olor a campo, por algún motivo le recordaba a la primavera. Había visitado una vez un campo en esa estación en una misión para Alfred. No era un buen recuerdo, pero el olor de la hierba, las flores, el viento, todo eso lo encontraba en Vahid.
Su cuerpo se estremeció cuando este rozó con sus dedos el borde de la blusa, subió deslizante por su hombro, cuello y paró en su oreja. Cambió la ruta hacia su pelo, tomando las ornamentas y quitándolas dejó su cabello suelto.
—Tu cabello está más largo— se acercó a ella y lo olió dulcemente. Elaheh no podía moverse, aquella situación la sobrepasaba— me gusta— Elaheh pedía fuerzas a quien quisiera dárselas. Ella también quería que él la viera, quería saber si él podría repudiarla por ello.
Vahid, al ver que Elaheh se relajaba visiblemente, llevó sus manos al sari de la joven y comenzó a desenrollarlo dejando caer la tela como una cortina que se deslizaba por su cuerpo acariciándola. Entonces pasó sus dedos delicadamente, apenas si tocando, por la espalda baja de Elaheh y fue subiendo hasta donde se encontraba el cierre de la blusa.
Cuidadosamente se deshizo de este y fue quitando la blusa dejándola caer por delante, esta sonó al chocar el suelo y Elaheh dio un pequeño brinco. Vahid se sintió un poco arrepentido, pero no podía parar. Ella no volvería a estar tan sumisa y dispuesta como en ese momento si él se detenía.
Deslizó sus manos por los contornos del cuerpo de Elaheh sintiendo su estrecha cintura en comparación con sus hermosamente anchas caderas. Alcanzó el cierre de la falda y también lo abrió, la prenda fue la última en dejar el cuerpo de la chica.
Elaheh no se movía, apenas si respiraba. Allí estaba ella, esperando que él corriera espantado o asqueado. Cualquiera de esas reacciones parecía lógica para ella.
Durante unos segundos Vahid no se movió. Contemplaba atentamente cada marca que podía. El baño no era la habitación más iluminada del palacio, pero entre las pequeñas velas y la luz de la luna era suficiente como para notar las marcas en ella, se imaginó cómo se las habrían hecho.
Esperaba que nunca le dijeran quien le había causado tal agravio. Si había una cosa para la cual Elaheh nunca podría confiar en él sería aquella, porque él mismo no confiaba en ser capaz de contenerse de matar a aquel bestia.
Vahid vio la belleza tras las marcas de la crueldad, se encontró rendido por algo incontrolable. Lo había dicho en broma una vez, ahora era serio, la amaba. Sus manos bailaron deslizantes por el cuerpo de Elaheh, la sintió tensarse y vibrar bajo su tacto como las cuerdas de un arpa. Sentían el calor del otro.
En ningún momento había intentado tocarla directamente en donde él sabía ella sentiría el mayor placer, su objetivo esa noche era distinto. Se quitó sus prendas también quedando en las mismas condiciones que ella.
Elaheh intentó saber qué hacer, pero nada le indicaba cuál debía ser su siguiente paso, por eso decidió hacer lo que quisiera. Vahid ya no la tocaba por tanto, lentamente, fue girando sobre sí misma. La imagen fue cambiando de paredes de mármol y malaquita a un hombre hermoso alumbrado por la escasa luz del sitio, que parecía salido de una leyenda mágica poco realista.
Sus ojos de gato brillaban más que nunca, su piel parecía hecha de oro en aquel momento, su cuerpo delimitado firmemente por los músculos que de día se escondían debajo de túnicas y khalats. En aquella situación se veía incluso más alto que de costumbre y Elaheh se sentía más pequeña.
Vahid dio un paso hacia ella y le tomó el rostro entre las manos. Elaheh lo siguió mirando a los ojos y no tembló por él.
—Es hora de bañarnos— declaró únicamente.
Vahid la llevó hasta la bañera gigantesca y entró primero que ella, girándose para tomarla por las piernas y lanzarla dentro con toda naturalidad. Elaheh cayó estrepitosamente contra el agua hundiéndose por momentos, cuando salió sus ojos estaban divertidos. Volvían a verse como dos adolescentes. Ambos rompieron a reír mientras se miraban y Elaheh le tiró agua a Vahid directamente a la cara. Rieron un poco más.
Vahid alcanzó las esponjas y los jabones y haciendo espuma en cantidades tomó a Elaheh de un brazo y la arrastró hacia él. El agua facilitaba su labor. Con un cuidado digno de amante, alguien a quien le gusta lo que ve y quiere cuidarlo tanto como pueda, fue pasando la esponja enjabonada por cada parte del cuerpo de Elaheh. Limpiando todo a su paso y al mismo tiempo haciendo a Elaheh sentir ese calor infernal crecer dentro de ella.
—Eres hermosa Elaheh— dijo finalmente, la joven no pudo evitar quedarse quieta como si se hubiese vuelto de piedra— no hablo de los estándares de belleza— quiso explicarse— digo que eres bella de todo en ti. Tu carácter a veces irritante, tu rostro siempre serio. Incluso hoy— añadió— tu cuerpo que cuenta una historia triste, pero tuya. Tu fuerza y fiereza que no se doblan ante nada ni nadie. Acepto lo que veo y lo que no tal cual y cuando te miro no veo nada malo ni desagradable. Veo aquella a la que quiero a mi lado, no importa qué.
Elaheh respiraba agitadamente, sentía su pecho oprimido y su cabeza daba vueltas. No me odia, no le desagrado, pensaba.
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Eeeennnn fiiinnnn....que les parece? Finalmente van desenvolviendose uno con el otro😍
Que ansiosa estoy d subir más caps...KYAAAAA🥳🥳🥳 (gritito de loca festiva)
Me dejan sus opiniones sobre la historia por favor? Me gustaría saber que les va pareciendo😊
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