Capítulo 7 Prueba de veneno
El regreso de Elaheh no había sido bien visto por las demás concubinas, aunque Pari y las hermanas Asha y Kira sí que la habían recibido por todo lo alto. Además Vahid había ordenado rehacer su guardarropa. Seguía teniendo los saris de baile y ceremonia, pero ahora su ropa del día a día, aunque bonita rozando lo hermoso, era más práctica y cómoda.
También había obtenido cama nueva, esta era más dura y resistente que la anterior. El material era muy fino y delicado, pero al menos ya no se hundía cuando se acostaba.
Habían vuelto los horarios de entrenamiento y las tardes leyendo y aprendiendo idiomas a más no poder. El cansancio no era un impedimento, especialmente cuando por una hora todos los días las 31 concubinas se reunían y pasaban el rato con el príncipe Vahid.
Aunque todas estaban presentes y él hacía hasta lo imposible por prestarle la misma atención a cada una. Era irrefrenable el impulso de mirar a Elaheh cada segundo que pudiese. Fingía que le picaba algo, que le dolía el cuello por la posición, que tenía que alcanzar el agua o el plato de las frutas y bocadillos. Cualquier excusa era buena y válida para verla, pero quería más.
Lo había sentido, la pasión que existía entre los dos que podía llegar a abrasar pueblos enteros sin remordimientos. Su deseo era inmenso. Sabía que no debía, que no podía. Esperaba pacientemente a que ella alcanzase la meta que se había propuesto porque él también necesitaba que ella la obtuviese, de esa manera podrían estar juntos. Era un juego peligroso y divertido.
Elaheh estaba viendo al príncipe compartir con las demás desde una esquina. Leía un libro en ruso, ya había dominado la pronunciación y lectura y ahora trabajaba en la escritura. Su ortografía todavía dejaba bastante que desear y la gramática no era fácil. Aún así ella no era de las que se rendía a la primera.
—Elaheh— la llamó el príncipe. Esto la sobresaltó ya que él rara vez la llamaba delante de las demás— por favor alcánzame una copa con vino.
—Sí, por supuesto— dejó el libro a un lado y se fue en busca de la copa con vino.
Las miradas de las demás concubinas podían prender al cielo en llamas. Elaheh sirvió el vino y caminó hasta donde Vahid. Le ofreció la copa sutilmente intentando que sus manos no se tocaran, no funcionó. Cuando Vahid tomo la copa sus dedos se tocaron y una corriente corrió por ambos haciendo que su excitación fuese reflejada en el color de sus rostros. Desde el beso de la boda habían reprimido muchas cosas los dos.
—Gracias— dijo este y mirándola directo a los ojos sorbió el vino.
De momento su rostro cambió, se puso serio y la lujuria antes reflejada que causaba enojo en sus mujeres fue sustituida por algo más. Elaheh sabía lo que esa mirada era, algo estaba mal.
—Ninguna toque, beba o coma nada más. Llamen al herborista del palacio y a sus ayudantes, este vino está envenado—dijo mientras vertía el líquido en el suelo lentamente.
—Vahid— Elaheh no pudo contenerse corrió hasta él y lo hizo mirarla. En sus ojos vio el efecto.
Se habían empezado a poner rojos y sus pupilas estaban dilatadas aunque la sala estaba altamente iluminada por el sol que entraba por las grandes ventanas.
—Estaré bien. Me hicieron ingerir veneno desde pequeño buscando inmunizarme, solo necesitaré un antídoto básico pero no me matará— explicó él tratando de calmarla— por ahora todas vayan a sus habitaciones. El herborista las atenderá para examinarlas a todas en un rato y no le digan nada a nadie.
Las muchachas fueron saliendo una por una, mirando como Elaheh se quedaba atrás con preocupación.
—Elaheh, tú también deberías ir a tu habitación— Vahid giró para mirarla, pero se llevó una buena sorpresa.
Elaheh le asestó una bofetada rápida e imprevista. Vahid trastabilló dos pasos hacia atrás tanto de la impresión como del golpe, Elaheh podía no parecerlo pero era bastante fuerte.
—¿A qué ha venido eso?
—No me gustan las mentiras— Vahid la miraba atónito— tus ojos se han puesto rojos y tus pupilas están dilatadas. No puedes ver bien aquí adentro por eso no pudiste parar mi golpe y te tambaleaste. Tu fuerza es suficiente como para que un golpe mío no te mueva de lugar, eres sobre 20 cm más alto que yo, musculoso y fuerte, no hay forma en que un golpe como ese te hubiese hecho mover.
Vahid ahora sí que estaba sorprendido, no solo por el golpe sino por lo certera de la examinación que Elaheh le había hecho.
—Puede que te hicieran ingerir veneno para hacerte inmune, pero aun así necesitas tratamiento y no es como si no pudiera matarte. Basta con que el veneno usado sea uno que nunca hayan experimentado en ti. No sé qué te han dado esta vez, pero lo que sea nunca ha estado en tu cuerpo antes, lo que le da posibilidades de matarte.
Elaheh temblaba y miraba hacia el suelo. Tenía los puños apretados y los dientes rozaban unos contra otros al hablar evitando gritar.
— Y aun así tú...y aun así tú VIENES Y ME DICES QUE TODO ESTARÁ BIEN Y QUE ME VAYA A MI CUARTO. IMBÉCIL.
Vahid tenía los ojos muy abiertos. Veía una faceta nunca antes vista de Elaheh, lo había descubierto y además también lo había insultado.
—Elaheh...— intentó hablar, pero el herborista llegó con sus ayudantes y le interrumpieron.
—Está bien—le dijo ella—hablaremos más tarde.
Elaheh salió de la habitación sigilosamente mientras los profesionales se encargaban de todo, antes de eso utilizó su pañuelo para mojarlo en el vino y llevarse una muestra de este. Aprovechando que los herboristas estaban ocupados entró a su salón de pruebas. El lugar era magnífico, lleno de tarros con plantas y diferentes zonas de experimentos. Elaheh había trabajado en algo parecido antes.
—Bien, no hay tiempo que perder— se puso manos a la obra.
En media hora había utilizado diferentes sustancias en diversos trozos de la tela del pañuelo. Los experimentos siempre le habían gustado, de la época de vagabunda de su vida esos habían sido sus mejores momentos.
—Sí—exclamó cuando halló lo buscado—eso es.
La planta utilizada en el veneno para el vino del príncipe era una combinación entre la Aconitum napellus y la Datura ferox o D. stramonium, eso explicaba los síntomas visibles. No era normal que no causara más cosas, pero entre los síntomas básicos se encontraba dilatación de la pupila y mareos o náuseas. Elaheh salió dejándolo todo tal cual lo había encontrado, sin embargo alguien la había visto salir.
Cuando la noche se cernió sobre el país Elaheh decidió ir a investigar. No debía de pasar nada malo si nadie la veía. Se encontraba en el segundo piso del palacio buscando entre las sombras cuando alguien la tomó por detrás mientras la callaba con una mano. Elaheh pataleteó lo que pudo hasta que escuchó las palabras mágicas.
—Elaheh...Shhh. Soy yo, Vahid.—el príncipe la sostenía fuertemente y cuando ella se calmó la hizo girar para quedar frente a él y acorralada contra la pared— creí haberte dicho que no quería que te metieras en situaciones peligrosas.
—No recuerdo haber escuchado nada parecido a eso— rebatió Elaheh susurrando al igual que él mientras agradecía la oscuridad de los pasillos.
Solo el perfil de sus existencias era ligeramente visible entre ellos, alguien que mirase desde afuera no los notaría ni aunque estuviera a tres pasos.
—Te lo digo ahora, esto es problema mío. Además qué crees que pasaría si en mi lugar hubiese sido alguien peligroso— intentó hacerla razonar Vahid.
—No hubiese llegado a mí teniéndote a ti dando vueltas en la oscuridad— respondió ella furiosa, pero aun entre susurros.
—Elaheh lo digo en serio—Vahid empezaba a impacientarse.
—Yo también—contestó ella— ¿En serio crees que me quedaría tan tranquila sabiendo que alguien quiere matarte?— sus ojos brillaban incluso en la oscuridad, por un segundo pareció a los ojos del príncipe una leona entre la noche— sé que no te gustará lo que te voy a decir, pero fui entrenada para esto vale. No era solo un adorno, mi trabajo no era solo festivo, yo...— aquello costaba, pero Elaheh quería hacerlo entender— nosotras fuimos entrenadas también para pelear. Nuestro trabajo también era protegerle, éramos sus concubinas, sus juguetes, su dinero, sus guardias, sus ayudantes, títeres bajo sus órdenes. Si te dijera todo lo que tuve que hacer...— Elaheh fue callada.
Vahid no soportaba más lo que escuchaba. Se la imaginaba pequeña e indefensa aprendiendo todo lo que una joven no debe aprender solo para darle poder a algún miserable. Si ella algún día le confesara de dónde provenía, él no sabía si sería capaz de contenerse de matar a aquel monstruo. No quería pensar en ello, no quería escuchar más.
La besó. La besó con fuerza, con más pasión que la vez anterior. En esta ocasión el volcán en el que vivían conteniéndose desde el primer beso volvió a la vida e hizo erupción. Elaheh llevó sus manos a la espalda de Vahid y este la apretó aún más contra la pared, la presionó para evitar que escapara.
Sus manos se deslizaron desde los hombros por toda la espalda hacia los muslos de Elaheh, donde enrollaron la larga falda que ella vestía esa noche, venía con la blusa a juego también anchita, pero que dejaba bien claro donde estaban las curvas de la joven. Él solo pensaba en romperlo en mil pedazos por estar en el medio de él y su objetivo.
Finalmente alcanzó el falso de la prenda y la subió totalmente llevando su mano hacia los muslos de Elaheh, quien se aferró a su cuello mientras el beso aumentaba de intensidad. Vahid descendió hacia su cuello propiciando besos y ligeras mordidas en el camino. Subió de nuevo, pero esta vez hacia su oreja mientras deslizaba sus manos por los muslos, por la cara externa, por detrás, subió una de las piernas de Elaheh y la hizo rodear con ella su cintura.
Elaheh se aferró a su espalda clavando las uñas mientras se mordía el labio conteniendo los gemidos cuando Vahid le mordió fuertemente en la clavícula y una de sus manos llegaba a allí donde sus deseos se acumulaban descontrolados. Nadie la había tocado así. Había recibido muchas veces a hombres dentro de ella por requerimientos de su tiempo de esclava, pero ninguno había despertado esa hambre, esas sensaciones.
La forma en que había sido tocada antes era solo en busca del placer propio, jamás del de ella. Vahid la tomaba con hambre, la misma que ella sentía, pero sus manos, su boca, su lengua, sus dientes, todo su ser buscaba el placer de ella y solo de ella. Su mano empezó a rozar la entrada al cuerpo de Elaheh mientras ella no podía contenerse más. Vahid estaba igual de perdido.
—Eres mía. No quiero que pienses en nadie más, no quiero que recuerdes a nadie más, de ahora en adelante...— dijo rozando el punto más sensible posible mientras dos de sus dedos se adentraban en la cálida entrada y sus dientes se apropiaban de una de las orejas, su cuerpo presionaba con todo su peso al de Elaheh— te haré olvidar a todo aquel que conociste. Cada hombre que te haya visto antes desaparecerá de tu memoria. No importa cuánto tarde, llegará el día en que solo yo esté en tu cuerpo, mente, alma y vida.
Aceleraba considerablemente sus movimientos a medida que hablaba. Elaheh se asustó, no sabía qué estaba pasando. Su cuerpo se tensaba a tal punto que podía romperse, sentía una presión infernal acumularse en lo bajo de su vientre, todos sus músculos habían decidido contraerse, no podía mantener los ojos abiertos y mucho menos pensar.
—Shhh, no debes gritar— le susurró Vahid mientras introducía su lengua en la oreja de Elaheh.
Que no gritara le pedía y así Elaheh lo hizo, no gritó. En cambió se aferró con los dientes al hombro de Vahid mientras calvaba sus uñas en lo bajo de su espalda. Su cuerpo se rindió con los movimientos cada vez más rápidos del príncipe. Estuvo acabada.
El orgasmo llegó de forma brutal mientras las lágrimas corrían por su rostro. Las sensaciones eran indescriptibles y nada en el mundo se le comparaba. Sus piernas dejaron de responder, se sintió floja y débil luego de que todo parase.
No podía mantenerse en pie, por lo que Vahid la sostuvo hasta que esta se calmó. Estaba transpirando y respiraba agitadamente, su pecho subía y bajaba rápidamente y sus manos temblaban.
Tardó varios minutos en recuperarse. Cuando pudo volver a pensar recordó que una vez le habían hablado de aquella sensación, no le habían hecho justicia en la descripción para nada. Miró a Vahid, la luna se había desplazado un poco, pero era suficiente como para que ahora estuviesen más iluminados.
—Ahora quiero que te vayas a dormir a tu cuarto, después de esto debes estar realmente cansada—dijo sosegado— déjame encargarme de todo.
Elaheh asintió como pudo. Caminó unos pasos para irse mientras era seguida por la vista del príncipe, pero entonces un pensamiento la atacó y decidió que al menos eso podía hacerlo.
—Príncipe Vahid.
—Vahid solamente—le rectificó este— cuando estemos solos me gustaría que me llamaras así.— Elaheh suspiró meditando la petición.
—Vahid—dijo finalmente— ¿Los herboristas ya descubrieron con que te intentaron envenenar?
—Te he dicho que no te preocupes por eso— respondió este, al ver la mirada de Elaheh pensó que lo mejor tal vez fuera informarla— La verdad es que los mantuve ocupados revisando a las concubinas. Por cierto escuché que tú no dejaste que te atendieran.
—Yo no había comido ni bebido nada de cualquier manera— dijo Elaheh en su defensa— las plantas que utilizaron para hacer el veneno que estaba en el vino fueron acónito y chamico. Solas son letales en dependencia de las dosis, juntas, no tengo palabras para describirlo. Quien hizo esto te quería muerto sin remedio.
—¿Cómo lo supiste?— ni por un segundo Vahid había sospechado de ella, pero aun así no entendía nada.
—Durante el tiempo que estuve de ambulante— Elaheh tenía que pensar muy bien lo que decía, ya había hablado de más esa noche— estuve trabajando de herborista en una casa de medicinas y saneamiento. Había aprendido mucho sobre el tema en libros y puse mis conocimientos en práctica. Aprendí un par de trucos allí. Sé que no te gusta que me meta en el medio pero...ten cuidado.
Vahid entrecerró los ojos pensativamente, montones de ideas volaban por su cabeza, pensamientos empezaban a tomar forma en una sola realidad abrumadora.
—Tendré cuidado— fue todo lo que contestó y se giró en redondo para salir al pasillo e irse caminando sin hacer ruido alguno.
Elaheh caminó los pasillos y subió las escaleras de vuelta a su alcoba en una ensoñación. No acababa de entender qué había pasado, un segundo habían estado hablando y al siguiente él le había hecho esas cosas.
¿Qué más se podía hacer?
¿Qué más daba ese placer?
¿Era igual de intenso siempre?
¿Por qué no lo había sentido antes si había sido tocada otras veces?
Deseosa de descansar, ya que su cabeza empezaba a doler, se metió en la cama quitándose solamente los zapatos. El sueño no tardó en hacerse presente. Despertó en medio de un huracán, o así lo sintió debido al alboroto que había afuera en los pasillos. Se ponía en pie cuando Pari entró a toda velocidad dejando a Asha y Kira en la puerta vigilando.
—Elaheh...Elaheh estás en problemas— afirmó bruscamente la señora acercándose a ella.
—¿Qué está pasando allá afuera? ¿Qué sucede Pari?— ni bien había acabado de levantarse y parecía que fuesen a ser atacados por un país invasor.
—Se ha corrido la voz de que ayer intentaron envenenar al príncipe Vahid— explicó la mujer.
—Vahid dio órdenes explícitas de que nadie dijera nada— la interrumpió Elaheh.
—Alguien habló, peor que eso, alguien dijo que TÚ fuiste quien lo hizo— sentenció Pari. El color desapareció del rostro, su mente iba a mil por segundo buscando cómo salir de todo aquel embrollo. ¿Cómo? ¿Por qué? ¿En qué momento todo se había torcido así?
—Pari yo no lo hice— dijo al fin.
—Yo lo sé cariño, por eso las muchachas y yo vinimos a avisarte. Tenemos que arreglarte rápido— Pari corría de un lado hacia otro con telas y ropa, escogiendo la mejor, buscando las prendas más bellas, los mejores zapatos.
—¿Pari qué haces? ¿Para qué preparas todo eso?—Elaheh se había puesto de pie y miraba a la pobre mujer correr por todas partes.
—Vendrán a buscarte, aunque no hayas sido tú hay sospechas y tienen por ley que encerrarte en el calabozo hasta terminar las investigaciones— explicó la pobre mientras le quitaba las ropas del cuerpo a Elaheh— tienes que aparentar más que nunca que no estás afectada, además de demostrar la veracidad de tu amor por el príncipe. Solo eso puede comprarte el tiempo necesario para que él detenga esta locura. Te van a llevar a un lugar muy oscuro y cruel, apuesto a que hace tiempo estuviste en uno así...pero ahora tienes dos diferencias mayores. Una de esas es que no pasarás mucho allá abajo y la segunda es que no estás sola.
Las manos le temblaban al hablar, Elaheh no podía dejar de ver la tristeza y desesperación de la que había sido su primera amiga en aquel sitio. Se sentía muy afortunada de que Pari la hubiese cuidado desde que llegó. Era lo más cercano a una madre que había tenido nunca.
— Por eso ahora mismo Elaheh tenemos que arreglarte, rápido, antes de que vengan.
Elaheh no dijo más nada, se deshizo de toda la ropa, se aseó rápidamente y volvió a vestirse. Esta vez con un sari de color burdeos guinda con bordados en dorado y una gargantilla de oro con incrustaciones de sugilita.
Le recogió el cabello en un elaborado moño bajo sostenido con ornamentos con pequeños pines enredados en el lacio cabello, las muñecas estaban adornadas por siete pulseras de oro en cada mano, los tobillos con cadenas de oro finas y el aro de oro que estaba en su nariz.
—Ya vienen— entró Asha diciendo.
—Ya está lista— afirmó Pari— escucha atentamente. No bajes la cabeza, mira siempre al frente, no vaciles ni te pongas nerviosa, no hagas nada que te pueda hacer ver débil. Tienen que ver que no tienes miedo de nada, la confianza será tu mejor arma.
—Lo entiendo— declaró Elaheh.
Sintió los pasos que dictaban la inminente visita, Kira entró también en la habitación. Las tres sirvientas se posicionaron detrás de Elaheh, esta solo se quedó de pie mirando hacia la puerta y esperando a que entraran. El sonido de los pasos se hizo más cercano hasta que cesó justo en frente de la entrada.
—Señorita Elaheh— habló un hombre, parecía tener unos 50 por la voz, además de que era muy carrasposa como de alguien con un fuerte resfriado, intimidante. En medio de todo eso un miedo se abría paso en su cabeza: ¿Vahid creería que ella lo había hecho?— abra la puerta. Somos los guardias reales. Tenemos que llevarla con nosotros.
—Enseguida— dijo calmadamente. Caminó hacia la puerta, al abrirla no pudo evitar notar el impacto que causaba en los guardias. Debía de estar más bella de lo que pensaba, no le había dado tiempo a mirar la obra de arte de Pari.— Aquí estoy. Podemos irnos ya.
Nadie articuló palabra, las mentes de los guardias se llenaron de pensamientos para algunos vergonzosos, para otros excitantes, en ambos casos inapropiados. El que le había llamado era un hombre que tenía que tener como 35 años, alto, fuerte en exceso y con una gran cicatriz que le cruzaba la cara y bajaba por el cuello.
Daría miedo a cualquiera. No a ella. La escoltaron por las escaleras piso por piso hasta llegar al nivel subterráneo. El corazón de Elaheh aumentaba sus latidos considerablemente por cada paso que daba, su cuerpo se volvía más pesado.
—Bueno...es aquí— anunció el guardia de la cicatriz cuando llegaron frente a una celda casi al final del primer pasillo de los calabozos.
No está húmeda al menos, fue el primer pensamiento que vino a su mente. Abrieron la puerta de la celda.
—Gracias— dijo Elaheh.
Entró en la celda con una sonrisa esbozada y la frente en alto. El guardia cerró la puerta. Elaheh vio la luz irse junto con los pasos de aquellos hombres. La luz del sol no llegaba a aquel lugar, una vez más en la oscuridad. Se sentó en el suelo, como de costumbre aquellos lugares no tenían comodidades ni aunque fueran mínimas. Se llevó las rodillas al pecho como hacía cuando niña. Una idea seguía persiguiéndola
¿Qué pensaría Vahid? ¿Creería que ella lo había intentado envenenar?
La noche anterior no había señales que indicaran que lo hiciera, pero...si algo había cambiado durante la noche...
Las ideas siguieron bailando dentro de ella, nada tenía sentido y al mismo tiempo todo lo tenía. Alguien lo quería muerto, pero no lo había logrado. Había tenido la suerte de que ella había sido quien había servido la bebida. Había fallado pero podía culparla y la investigación pararía.
Todo el mundo estaría tan concentrado en encontrar su culpabilidad que nadie notaría que el verdadero asesino seguía por afuera, siendo capaz de intentarlo una vez más.
UNA VEZ MÁS.
—Oh...no.
La idea vino con la misma rapidez de un rayo. Podían intentarlo de nuevo y con ella en los calabozos era la oportunidad perfecta. Lo volverían a hacer, esta vez no usarían veneno, sería difícil usar armas de distancia, lo más lógico sería un cara a cara.
Vahid estaba en peligro. Tenía que ayudarlo.
Tenía que salir de ese lugar.
*****
Para aquellos que estaban esperando un encontronazo entre Elaheh y Vahid...aquí tenéis el 1ro de muchos😍☺
¿Quién está intentando matar a Vahid? Alguna idea mis bolas de nieve???
¿Logrará Elaheh escapar a tiempo para salvar a nuestro Tercer Príncipe?
Nos leemos en un día amores...besos😚🤗😊
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