Capítulo 6 Interrupción pasional
El príncipe Vahid estaba sentado descansando en su salón de relajación, las 30 concubinas alrededor suyo hacían hasta lo imposible por hacerlo sentir cómodo y tranquilo. Había pasado las últimas dos semanas ocupado con asuntos de estado y había tenido que viajar al Oeste a ver a su hermano mayor, el segundo príncipe Jahan.
Ahora finalmente estaba de regreso y tenía deseos de ver a Elaheh. Se había ido sin despedirse de ella por las prisas y quería compensárselo. Además de que llevaba todo ese tiempo pensando en ella.
—Alyssa— se dirigió amablemente a la muchacha que estaba más cerca de él sentada leyendo—¿Dónde está Elaheh? Todas deberías estar aquí. Entiendo que ella no es muy de seguir las normas, pero…—Vahid calló al ver las expresiones de terror, asombro y repudio de todas sus concubinas.
—Nosotras…— inició su respuesta la joven— pensábamos que usted lo sabía.
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Elaheh llevaba dos semanas en el palacio de Irad. Se sentía extraña y fuera de lugar, las ropas eran diferentes. Irad solo la dejaba usar saris y la hacía comer a la derecha de él siempre. Se había ganado la antipatía de las concubinas que eran fieles a él, aunque estas no eran muchas gracias al maltrato al que las exponía todo el tiempo Irad. Como ella siempre era amable, tanto con las demás mujeres del harem como con los empleados, la mayor parte del palacio le había cogido cariño.
—Ruti— le hablaba a la menor integrante del harem, una joven de 16 años muy asustadiza que se había hecho amiga de ella, aunque siempre estaba defendiendo a Irad pese a sus malos tratos— me he dado cuenta de algo.
—¿De qué?— el único defecto que Elaheh le había encontrado a Ruti y que no podía atribuir a su edad era la curiosidad que esta tenía.
—A ti te gusta el príncipe Irad, ¿no es cierto?— Elaheh mantenía la mirada en el paisaje que veía a través de la ventana, daba vista al jardín y le hacía recordar al palacio interior del príncipe Vahid.
—…—Ruti guardó silencio unos minutos— sí. Pero no es cómo crees. Nunca justificaría su forma de actuar, pero…
—Él no es lo más malo que te ha pasado.
No era una pregunta, Elaheh había visto las marcas en la muñecas, tobillos y cuello. Esta chica no provenía del mismo pasado de las demás.
—Mi padre era un noble de la provincia del este. Siempre quiso tener varones pero su esposa legal, mi madre, solo pudo darme a mí a luz— una penumbra cubrió el rostro de la chica— Las leyes dicen que puedes cambiar de título a tus mujeres si quieres que un varón herede con todo el poder, pero mi madre le había sido dada por el que en ese entonces era el Consejero Real.
Este era su padre y quien le otorgó el título a mi padre que le dio poder suficiente como para convertirse en General de Guerra del Este. La condición era sencilla, mi madre tenía que ser su esposa legal siempre.— Elaheh empezaba a notar como las piezas encajaban—radiante de ira mi padre decidió castigarme a mí en lugar de a mi madre, de esa manera nadie podría ver las marcas ya que yo no tenía permitido asistir a ningún baile ni evento social.
—¿Por qué no?—Elaheh conocía muchas costumbres del país de Jaldra, pero ella venía de Valghar. Las leyes eran distintas, solo las siete que incluían a las concubinas eran iguales entre los diferentes países.
—Solo las concubinas o esposas pueden. Una vez que una chica sangra por primera vez ya no se considera niña, por tanto solo podrá volver a aparecer en público cuando pertenezca a un hombre— explicó Ruti.
Elaheh no quiso hacer comentario alguno, aquella ley era estúpida pero ella no podría cambiarla. Si existía había sido implantada por un rey en algún momento.
—Mi padre me castigaba y mi madre no decía nada por miedo a que él hiciera algo peor, pero mi abuelo se enteró y para castigar a mi padre le dijo que había planeado que yo formase parte del harem del príncipe Irad, quien me había aceptado de muy buena gana. Como entenderás a mi padre no le hizo gracia aquello, a fin de cuentas me estaban dando al miembro de menor rango de la familia real.
—Irad no representó para ti un intercambio injusto de tú persona como lo fue a los ojos de las otras, para ti fue tu salvación— concluyó Elaheh.
—Exacto. No nos trata bien pero no es agresivo, me da comida, un techo y agua para mantenernos limpias. Nos cuida y aunque no lo creas, al igual que el tercer príncipe Vahid, no nos intercambia para ninguno de sus negocios. Incluso cuando ha tenido que gastar mucho dinero en cambios que podían ser solucionados con solo dar a una de nosotras.— Elaheh empezaba a notar al Irad que Ruti veía.— sé que no lo parece y que siempre dice que quiere acabar con su hermano mayor, pero la verdad es que él lo admira y envidia a la vez. Lo odia porque quiere ser como él ya que lo idolatra.
Elaheh le sonrió cándidamente a la joven antes de que esta se marchara. Una vez se quedó sola su mente volvió a viajar al lado de Vahid, pensando qué estaría haciendo, si estaba cuidándose bien, si había pensado en ella tanto como ella en él.
La distancia la había hecho darse cuenta de algo, le gustaba mucho. La había defendido y cuidado aun cuando ella no era más que una esclava sin valor, él había visto valor en ella.
—Te extraño— dijo sin bajar el tono.
No le importaba que alguien pudiese escucharla, pues no la escucharía quien ella más quería. Una lágrima de las que se habían acumulado en sus ojos rodó por su mejilla. Se había ido de su lado y él ya no la quería, no debía hacerlo, pero ella…
—Quiero verte.
Un ruido sonó a sus espaldas, Elaheh se giró sobresaltada, pero no había nadie detrás. Aunque se quedó alerta pensó que habían sido imaginaciones suyas por el cansancio, no había podido dormir más de tres horas por noche debido a los sueños y pesadillas que le llevaban imágenes de ella feliz al lado de Vahid e imágenes de él muriendo en sus brazos sin ella poder hacer nada.
Las horas pasaban con letanía en aquel lugar para ella, así llegó la noche y como de costumbre, después de la cena el príncipe Irad la acompañó a su habitación.
—¿Cómo te sientes hoy?— preguntó Irad lo mismo que todas las noches.
—Como me sentía ayer y antes de ayer y antes de ese día— respondió con cansina paciencia.
—Me está hartando un poco tu forma de ser, eres muy arrogante para alguien a quien apreciaban tan poco que ni siquiera se molestaron en venir a buscar—rebatió Irad buscando herirla.
—Usted mismo dijo que eso era lo que sucedería debido a sus propios planes, ¿no?— advirtió Elaheh con suficiencia.
—Escucha mocosa— la tomó por la muñeca fuertemente haciéndola girar para mirarlo— esto aún no termina. Te deje un regalo en tu habitación, lo usarás mañana a las diez en punto de la mañana. Te aconsejo no intentar negarte, alguien puede cometer algún error en la obra y cuando mi hermano la visite…quien sabe, los accidentes ocurren.
La fiereza que había en la voz de Irad hicieron a Elaheh temer lo peor. Había escuchado lo que Ruti le había dicho, sabía que no era mal hombre, pero sus emociones cegaban su juicio.
Irad la soltó sin mediar más palabra, se dio la vuelta y la dejó parada en medio del pasillo. Elaheh caminó con pies pesados hasta su habitación pensando en cómo sería su vida de las cosas continuar como estaban.
El viento entraba por la ventana haciendo moverse a las cortinas, Elaheh levantó la vista para dirigirse a cerrar la ventana…cayó de rodillas al suelo mientras lágrimas manaban de sus ojos, sus manos temblaban, su expresión era de espanto y de impresión. No podía entenderlo.
¿Por qué Irad hacía aquello? ¿Qué ganaba? No había explicaciones. Delante de ella, al lado de la ventana, colgado con sumo cuidado estaba un vestido de novia.
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Elaheh se había dormido arrodillada al lado de la cama, sus lágrimas se habían secado en su rostro y su cuerpo yacía inmóvil más allá de su pausada respiración. En sueños veía a Vahid que le pasaba la mano por el cabello mientras le susurraba y pedía que no llorara más.
—Shhh…tranquila mi amor. No permitiría que esto pasase, a fin de cuentas, tú eres mi diosa sin importar nada.
El gesto resultaba tan auténtico que Elaheh no había podido distinguirlo de la realidad. Cuando se hubo calmado vio entre tinieblas como Vahid la cargaba en sus brazos y la arropaba en la cama. Una acción tan sencilla, pero tan íntima para ella que le parecía mentira que pudiese imaginarla.
Temió cuando lo vio ponerse en pie para irse. Solo en sueños podía verlo, no quería que se fuera tan rápido, no quería que acabara. Estiró el brazo hasta aguantar entre sus dedos la manga derecha del khalat blanco. Aquello era un sueño y podía hacer lo que quisiese y nadie la juzgaría.
—Vahid, por favor no te vayas…no me dejes.
Era más bien un susurro en medio de una súplica, pero vio el rostro primero sorprendido y luego entre feliz y pacífico de Vahid y se sintió en calma por primera vez en mucho tiempo. Él era lo que ella necesitaba. Vahid volvió a sentarse en la cama y le tomó la mano con suavidad.
—Duerme…mañana será otro día.
Las palabras eran reconfortantes y dulces. No tardo en entrar aún más en su sueño hasta que todo quedó en negro y no supo más de sí. Alguien tocaba a la puerta, entre sus ensoñaciones Elaheh reconoció la voz de Ruti.
—Elaheh, por favor despierta… ¿puedo pasar?
Elaheh se incorporó en la cama mientras se restregaba los ojos, se sentía descansada aunque los ojos le picaban un poco debido a tanto llanto la noche anterior. Miró hacia la ventana. Su realidad era aquella, un vestido para ella casarse con un hombre. No era algo que hubiese pensado jamás.
—Adelante Ruti, pasa— dijo por fin. Ruti entró en la habitación apresurada.
—Son las 9 menos cuarto y tenemos que arreglarte. Las sirvientas querían hacerlo ellas, pero pensé que estarías más cómoda conmigo. Espero no haberme equivocado— se aclaró rápidamente la joven.
—No. Está bien, prefiero que seas tú— Elaheh miró a la joven que vestía un sari festivo de color cian— te ves hermosa Ruti.
—Gracias. Muy pronto tú también lo estarás.
Pasaron media hora arreglando que Elaheh entrase en el vestido. Se pegaba suntuosamente al cuerpo remarcando cada curva existente en este, las mangas eran blancas transparentes y la cola arrastraba más de un metro. Los arabescos bordados en rojo en los puños, hombros, escote y cola le daba un aire peligroso.
Elaheh se había negado a que le hicieran las marcas con henna y quedando tan poco tiempo para la boda no serviría de nada. Ruti la sentó mirando hacia la ventana para peinarla de forma que pudiesen colocar el velo que le cubría totalmente el cabello y solo dejaba expuesto su rostro. Era de un blanco transparente con los mismos arabescos bordados en el borde. Pese a la belleza del vestido no era del gusto de Elaheh.
Mirando hacia la ventana comenzó a pensar en una cosa. Se había dormido llorando arrodillada en el suelo apoyada en la cama, sin embargo había amanecido en la cama, arropada, sin zapatos y la ventana estaba cerrada cuando ella no la había cerrado en ningún momento. El pánico recorrió su cuerpo velozmente, si ella no lo había hecho… ¿Quién?
—Listo— dijo Ruti interrumpiendo sus pensamientos. Elaheh se puso de pie y se miró en el espejo de cuerpo entero. Estaba preciosa, pero no lo veía, no podía.
—Perfecto— dijo para contentar a la joven que había dado su mejor esfuerzo— es hora de irnos.
Descendieron las escaleras más rápido de lo que ambas deseaban. Llegaron al gran salón donde se encontraban todos los invitados reunidos. Habían asistido todas las concubinas, la nobleza de la zona, representantes de sus hermanos mayores y del rey y uno que otro socio de negocios.
Elaheh respiró profundamente y entró en el salón. Era gigante y estaba hermosamente adornado, pensó que nada era de su agrado pero aun así todo era muy bonito. Miró adonde estaba parado esperándole el príncipe Irad e imaginó como se vería allí Vahid.
Se sintió abrumada por un momento, sus deseos estaban yendo más allá de lo apropiado para alguien de su posición. Al lado del príncipe estaban los representantes de sus hermanos y del rey. No les prestó atención, mientras menos mirara a las personas mejor se sentía.
Inició la marcha hacia su futuro esposo, miraba al rajpurohit que la casaría. Le resultó asqueroso que un acto que debería estar lleno de amor y compromiso pudiese ser llevado a cabo de tal forma, más aun sabiendo que era así desde hacía tiempo y en tantos diferentes lugares del mundo.
No se detuvo, llegó al altar y se paró al lado del príncipe Irad. No lo miró en ningún momento. El rajpurohit inició sus textos, mas Elaheh no podía escuchar nada, sus oídos estaban zumbando como si estuviese bajo agua muy profundo.
—Cuarto príncipe Irad ¿Acepta tomar usted a su concubina Elaheh ante todo lo santo y poderoso del mundo de los espíritus y de los hombres, para amarla y respetarla, sustentarla y apoyarla, aceptarla y honrarla como su esposa legal, durante el tiempo que así sea?— declaró el rajpurohit.
—Sí, acepto— seguro de sí afirmó el príncipe.
—Y usted Elaheh ¿promete solemnemente aceptar al cuarto príncipe Irad como su esposo legal, para amarlo y respetarlo, honrarlo y venerarlo, obedecerlo y responder a sus necesidades, apoyarlo en lo que él necesite y ser humildemente suya como su esposa legal?— las mujeres definitivamente pierden en este tipo de tratos, pensó Elaheh.
Intentó forzarse a responder pero sus pulmones se habían quedado sin aire y su voz parecía no existir por más que deseara forzar la respuesta. La sala quedó inmuta y el príncipe Irad se veía mortífero. Elaheh temió por un segundo, pero su determinación no disminuyó. El príncipe Irad la tomó de un brazo y la atrajo fuertemente hacia él. Elaheh no bajó la vista ni se amedrentó y entonces pasó lo imprevisto.
Una mano tomaba el lugar de la de Irad, pero más gentilmente, mientras que con la otra empujaban al cuarto príncipe hacia el lado. Quitándose el dastar de la cabeza y revelando a todos su rostro, el intruso besó apasionadamente a Elaheh, quien al inicio se vio sorprendida para luego seguir el beso que le daban.
Sus manos pasaron a aferrarse al cabello negro de su apasionado compañero mientras ella lo presionaba más hacia sí. Él le pasó una mano por la espalda mientras la apretaba a su cuerpo y la otra a la parte posterior de su cuello manteniéndola en lugar para hacer con ella lo que desease.
Las lenguas se enfrentaban en una batalla deliciosa mientras los dedos presionaban con fuerza allí donde se encontraban. Los labios parecían querer pegarse por siempre en una sola boca mientras los dientes estaban empecinados en separarlos perfilándolos con fuerza. La escena era candente y poderosa.
Nadie se atrevía a intentar despegar la vista de un momento tan lleno de sensualidad. Finalmente ambos cesaron su empeño. Elaheh miraba con ojos brillosos al rostro del perpetrador de tan sublime escena.
—Con esto hermano mío— habló Vahid finalmente— tomo de vuelta a mi concubina y la llevó conmigo. Y te aclaró una cosa, no pretendo tomar represalias contra ti, pero si te veo cerca de mi esposa de nuevo no seré tan benévolo. Mantente lejos de ella, lo digo en serio Irad.
Aunque no gritaba, ni cambiaba de postura o de expresión, lo bajo y lento de su voz tenían algo mucho más amenazante que lo normal, parecía letal.
Nadie pudo decir nada, Irad intentó hablar para responder algo, pero su mente estaba en blanco. Vahid no esperó más, tiró del velo que cubría el cabello de Elaheh junto con los ornamentos que lo sujetaban dejando que el cabello, ahora tan largo que le daba poco más debajo de los omóplatos, quedará suelto como una espesa melena castaña y luego cargándola en volandas salió de la habitación.
Elaheh vio de reojo como Ruti le sonreía feliz con lágrimas en los ojos. Vahid no se detuvo ni la bajó hasta que no estuvieron fuera de las paredes de mármol del palacio, solo entonces la dejó ir.
—¿Sabías que era yo?— preguntó Vahid.
—Anoche tú estabas allí. Creí que era un sueño, pero esta mañana varias cosas no encajaban. No duermo con a la ventana cerrada, aparte de que no me había quitado los zapatos y definitivamente no me había dormido en la cama. Pensé que si…aunque fuera había una pequeña posibilidad, tal vez tú estabas aquí de verdad—Elaheh evitaba mirarlo a la cara, se sentía débil por primera vez en mucho tiempo.
—Creí que tendría que raptarte en el momento en que dijeran: quien se oponga que hable ahora o calle para siempre—Vahid tomó su rostro entre las manos y la forzó a mirarlo— sin embargo tu volviste a ser mucho más valiente que yo, volví a quedar en segundo lugar a tu lado. Nunca dejas de sorprenderme.
—El que nunca deja de sorprenderme eres tú. Yo solo me había quedado sin fuerzas y no podía aceptar algo que no quería— admitió Elaheh— ¿Por qué viniste a por mí?
—Porque por más que lo intente no quiero separarme de ti. Cuando no estás me siento inquieto, cuando te tengo cerca una fuerza desconocida me llena y me siento capaz de cualquier cosa. Me preocupo por ti sino te veo y cuando lo hago me preocupo por la próxima vez que deje de verte.
Vahid hablaba lento y seductoramente, no importara cómo se mirara, Elaheh sabía lo que era aquello y lo que podría ocasionar.
—No puedo luchar más contra esto Elaheh. Yo te amo y quiero que seas mi esposa legal. ¿aceptas?— las lágrimas amenazaban con desbordar sus ojos. Elaheh no sabía cómo expresar las emociones que la llenaban en ese momento. Sin embargo…
—Oh Vahid. Yo te quiero, espero que lo sepas…—inició su respuesta Elaheh, el rostro del príncipe se relajó visiblemente— pero no acepto ser tu esposa legal—al principio el príncipe parecía no haber entendido la respuesta de Elaheh. Luego la duda, la sorpresa, el miedo y la intriga llenaron su cuerpo y su rostro las expresaba cada una con perfecta exactitud.
—¿Me estás rechazando?— preguntó desprovisto de emociones en su voz.
—Sí, te estoy rechazando porque tú no me amas ni sientes todo lo que acabas de decir. Lo dijiste por mi bien, para que dejara de hacer cosas como esta, para evitar que me ponga a mí misma en situaciones de peligro.— explicaba Elaheh— la yo actual no está en posición de ser tu esposa, solo traería problemas e inconvenientes. No pienso casarme con alguien que no me ame.
Vahid parecía que estuviese mirando a una criatura mítica que no debería existir. No entendía cómo alguien podía rechazarlo cuando admitía quererle, aunque tenía que reconocer que Elaheh tenía razón. Él le había dicho todo eso solo por evitar que ella siguiera poniéndose en peligro para protegerle.
Aún así era obvio que si estaba dispuesto a hacerla su esposa legal con todo lo que eso podía traer consigo solo por asegurar su protección, no era porque ella fuese solo su concubina. Ella era diferente, todo lo que había dicho que no fuera un te amo había sido real.
Se había preocupado y sentido intranquilo pensado en ella constantemente. No sabía si eso era amor, pero para él aquello era mayor que cualquier otro sentimiento hasta la fecha. Pensando así quiso rebatir las explicaciones de Elaheh, mas esta no se lo permitió.
—Es por eso que he tomado una nueva resolución de vida. Pienso crecer y mejorar mi posición a tal grado que tu tengas que reconocerme como la única capaz de ocupar el puesto de tu esposa legal, por encima de nadie más y sin que nadie pueda interponerse o siquiera opinar.
—Elaheh—Vahid no sabía qué decir.
Era una declaración, pero no solo de amor, también era una declaración de guerra. Una competencia contra el tiempo, contra todo. Finalmente decidió que cualquier cosa que dijera solo serviría para entorpecer el momento.
—Vámonos a casa.
—Sí— ella le sonrió amablemente— vámonos.
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Buuuueeeenoooo qué creen de este?
¿Odian a Irad? ¿Qué piensan de Vahid entrando a escena de esa forma? 😍
Leeré lo que escriban pelusitas así que por favor cualquier comentario o voto es agradecido.
Todavía nada con los nombres? Nadie tiene una idea?
Besitos 😘🥰
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