Capítulo 3 Mi preciada concubina
Elaheh intentó dormir pero no pudo, decidió que dar vueltas en la cama era un desperdicio por lo que se puso unos salwar de seda y una kurta blanca con bordados, con unas pantuflas de cuero trenzado. Aunque no combinaba con aquella ropa, aun traía la gargantilla que le había regalado Vahid, no porque le gustase sino porque no había sabido como quitársela sin romperla.
Pensó seriamente sobre qué quería hacer para pasar el tiempo, al final decidió que lo mejor sería bajar a la cocina a buscar algo para comer. Salió de la habitación en silencio y descendió las escaleras. Mientras lo hacía notó que el cuarto del príncipe estaba en el tercer piso mientras que los de las concubinas estaban en el cuarto.
— Poco lógico, si quisiera protegerme de un ataque me instalaría en el piso más alto. Así podría tener tiempo para planear algo antes de que lleguen a mí de yo ser su objetivo— pensaba en voz alta en ello, era una intriga— a no ser...no, no puede ser...a no ser que no quiera que ellas salgan lastimadas si a quien buscan es a él.
Era toda una revelación aquello. Intentó buscar otras explicaciones, no encontró ninguna.
Contra todo pronóstico logró hallar la cocina. Sin embargo al entrar había cuatro concubinas del príncipe Vahid en el suelo. Rápidamente fue hacia ellas y les buscó los signos vitales. Mientras, se reía internamente en alguna parte de su conciencia debido a que había intentado alejarse de su vida de esclava y sin embargo todo lo que había aprendido en aquel momento era lo que dominaba su ser cuando ella actuaba sin pensar.
Descubrió que las mujeres estaban vivas pero no podían estar durmiendo, ni era lógico que las cuatro se desmayaran así porque sí. Escuchó pasos viniendo en esa dirección. Al inicio solo había eso, pero luego oyó las voces y reconoció la del primer príncipe.
Su instinto volvió a tomar el control y se tiró al suelo sutilmente, adoptando una creíble pose de desmayada, mientras relajaba su respiración para parecer inconsciente.
— Así que el suero ha funcionado. Fue brillante poner un poco en la comida que sobró. Imaginé que después de tan movida cena era imposible que no tuvieran hambre.
Afirmaba el príncipe jactándose de su inteligencia mientras Elaheh maldecía la inocencia de las concubinas reales. Entendía porque Alfred las había escogido a ellas para darle poder y no a concubinas normales. Las normales eran tontas.
— Así es mi majestad, usted es todo un genio— la voz era de un hombre, probablemente un guardia del príncipe.
—Pero mira que sorpresa tan agradable. Conseguí traer conmigo a la concubina salvaje de mi hermano. Seguro que le dolerá mucho perder a sus preciadas mujeres, pero a esta más que a todas. Tráiganlas. Las venderemos en el mercado a buen precio y yo veré destrozado a mi hermanito al comprobar que no pudo protegerlas.
Sin poder abrir los ojos o hacer gesto ninguno, Elaheh se dejó cargar por unos brazos fuertes por lo que le pareció una eternidad. Debido a lo que escuchaba y al frío que sentía en el cuerpo, pudo distinguir el ambiente de unas catacumbas.
El príncipe Kamram las estaba sacando por los subterráneos. Ella había pasado suficiente tiempo bajo tierra como para reconocerlo. A fin de cuentas una celda en los calabozos fue su hogar por 17 años.
Sintió un golpe fuerte cuando la dejaron caer contra un suelo de madera dura junto con los cuerpos de las demás concubinas. Por el sonido al chocar pudo decir que no era piso directo, más bien algo donde estaban elevadas de la tierra. Lo comprobó cuando escuchó cerrarse una reja y luego sintió el traqueteo del movimiento de una carreta llevada por caballos.
Abrió finalmente los ojos. Se encontraban en una jaula de madera, si se las llevaban Vahid podría no encontrarlas. Respiró profundamente buscando una solución antes de que el palacio interior desapareciera de su vista, entonces lo vio, la luz de la luna reflejada en su gargantilla.
Sin pensarlo siquiera llevó sus manos a la fina pieza de joyería y con fuerza la reventó. Fue dejando caer un diamante cada dos segundos. Por la velocidad que habían alcanzado eso haría más de metro y medio de distancia entre cada uno de ellos, pero con la luna llena alumbrando sobre estos se veía que brillaban hasta parecer tener luz propia. Lo suficiente como para que él las siguiera.
Cuando se quedó sin diamantes decidió que por lo menos había logrado direccionarlo. Para su fortuna las otras concubinas fueron despertando casi al mismo tiempo.
— ¿Qué ha pasado?— preguntó una.
— ¿Dónde estamos?— inquirió otra.
— Tengo miedo— anuncio una más.
— ¿Por qué nos pasa esto?— tembló otra con voz cortada.
— El primer príncipe Kamram planea destruir al príncipe Vahid con esto. Afirmó que al no ser capaz de protegernos este quedaría devastado— explicó Elaheh. Estaba molesta por todo lo que había pasado, pero las preguntas irritantes de esas mujeres malcriadas la enojaban más que la actitud arrogante del primer príncipe— Pero no se preocupen. El príncipe las valora a todas, definitivamente vendrá.
Ella no recordaba haber pensado de esa forma sobre nadie nunca. Esperaba en algún lugar de su ser que este las defraudara pero realmente quería que no fuera así.
— Mi nombre es Leila— dijo la primera concubina que había hablado, una rubia portentosa que obviamente venía de otro país.
— Yo soy...— intentó decir Elaheh.
— Sabemos quién eres— interrumpió la segunda— yo soy Sahara— Elaheh asintió con la cabeza.
— Bueno, si en estas estamos— dijo la tercera— yo soy Kamira.
— Y yo Shala— agregó la última, aparentaba ser incluso más joven que Elaheh.
Elaheh intentó decirles algo pero entonces se detuvieron de momento y escuchó los pasos acercarse. Un hombre se paró delante de la reja.
— Tú— dijo señalando a Elaheh— el príncipe quiere que bailes para él.
La indecisión y el miedo son cosas vinculadas que no podemos dejar que nos dominen.
— Esta bien.
Los rostros de las demás muchachas se enarcaban de miedo y sorpresa, Elaheh no tenía tiempo para esas emociones. Salió de la jaula y miró hacia donde estaban las chicas, tocó el borde de la reja donde su mano descansaba en el mismo cerrojo.
— Todo estará bien, no tengan miedo— luego se dio la vuelta y siguió al guardia a donde el príncipe Kamram.
— ¿Así que viniste sin protestar?— dijo este al verla— no que preferías andar descalza que conmigo.
— Nuestras preferencias cambian cuando tenemos los motivos necesarios. Prefiero hacerlo yo a que lo tenga que hacer una de ellas. Así está bien para mí— la mirada pétrea de Elaheh molestaba a Kamram, pero decidió no mostrárselo tan pronto.
— Bueno, entonces aquí tienes— dijo este lanzándole una bolsa que Elaheh atrapó en el aire— quiero que bailes vistiendo eso. Sino me gusta tendrás que ser mía antes de ser vendida a los esclavistas— las bilis le subieron a la boca a Elaheh pero logró contenerse de vomitar. Aquel ser ni eso se merecía.
Lo hago por ellas, lo hago por ellas, era el mantra que Elaheh se repetía mientras se cambiaba detrás de los carruajes.
El traje que aquel bestia quería que ella usara era uno de esos exóticos diseños destinados a ser vistos solo por el marido de la mujer debido a lo provocador de este.
Arriba no era más que tiras que se unían a dos pedazos de triángulos para guardar los senos, mientras que por todo el borde inferior de dicha prenda colgaban hilos de oro pesados, que una vez puesta la "blusa" enmarcaban aún más las curvas de su cuerpo.
La falda era distinta. Se ponía a la altura de la cadera baja, tenía aberturas hasta justo por encima de los muslos a los lados, para que las piernas fueran mostradas mientras se danzaba. El que todo fuera rojo y medio transparentado lo hacía aun peor. Sin embargo no era la primera vez que llevaba ropas como aquella.
Luego de vestirse tomó el sari también rojizo transparente con adornos bordados en oro y salió de detrás del carruaje. Al instante de verla el príncipe Kamram se quedó petrificado. No se había dado cuenta en los primeros encuentros, pero aquella mujer era agresivamente bella, una fiera sensual.
Los senos no eran inmensos, pero sí lo suficientemente grandes como para sobresalir a punto de reventar la tela pequeña que los cubría. La cintura moderadamente estrecha, aunque se veía más pequeña aun debido al ancho de las caderas que dejaban paso a unas nalgas firmes y bien formadas que no llegaban a ser desproporcionales como para desparejar su belleza.
Sus piernas fuertes y torneadas parecían de un largo infinito a la luz de la luna. El rojo definitivamente era el color ideal para una tez como aquella. Que ante la noche que le daba muy poca luz se hacía ver de un color cal etéreo.
Sin poder articular palabra chasqueó los dedos y los guardias empezaron a tocar una melodía para que Elaheh bailara. Ella agradeció que fuera de noche y que los hijos de oro de la blusa fueran tan largos como para disfrazar sus cicatrices y con esto en mente bailó.
Bailaba con todo el encanto y la sensualidad con la que había sido entrenada. Nadie podía quitarle los ojos de encima, hasta que fue muy tarde.
— Príncipe Kamram, las prisioneras han escapado— un guardia vino corriendo a dar la noticia. Elaheh se sintió libre ante las palabras que este dijo. Ellas habían escapado, estaban bien, ya no había problemas.
— ¿CÓMO HA PODIDO PASAR ALGO ASÍ?— el grito del primer príncipe fue estruendoso en medio de la noche— tú— dijo girándose hacia Elaheh— tú... ¿Qué has hecho?
— Bueno...— Elaheh no pudo evitar sonreír con suficiencia— metí uno de los diamantes de mi gargantilla dentro de la cerradura de la jaula.
Se sentía poderosa, capaz. Había engañado a los guardias, al príncipe, había podido proteger a las mujeres preciadas del único miembro de la realeza al que ella podría llegar a no odiar. Ahora solo quedaba algo que no podría conseguir y era salir con vida de aquello, pero ya lo había sabido desde que se le había ocurrido el plan. No importaba.
— Tu...MONSTRUO— el príncipe Kamram desenvainó su espada y arremetió contra Elaheh.
Esta no bajo la vista en ningún momento, no intentó moverse, solo esperaba mientras miraba a los ojos a su muerte.
El sonido del metal contra el metal resonó en el espesor de la noche. La espada que era sostenida por la mano del príncipe Vahid había evitado que la del príncipe Kamram hiriera a Elaheh.
— ¿Qué...?— Kamram miraba a su hermano incrédulo— ¿Cómo has llegado hasta aquí?
— Mi amada mujer me dejó un rastro a seguir.
Elaheh sabía que no lo entenderían. Se sintió feliz de compartir una conexión momentánea con el príncipe Vahid hasta tal punto que este dijera algo solo para ella.
— Te atreviste a engañarme dentro de mi propio palacio, a robarte a mis concubinas, a intentar venderlas por esclavas...— la ira era palpable en sus palabras, Vahid estaba más allá de furioso— y por encima de eso...— su cuerpo temblaba y de este emanaba un aura oscura. Elaheh advirtió que tal vez era capaz de matar a alguien en ese estado— hiciste que Elaheh se pusiera esa ropa para que bailara ante la mirada atenta tuya y de tus hombres— apenas si se escuchaba pero por ese mismo motivo sonaba aún más amenazador— NI CON TU MUERTE PODRÍAS PAGARME.
El grito fue brutal y salvaje. La espada enfiló en dirección a un Kamram, que dé la impresión se hallaba arrodillado en el suelo. Elaheh se aferró a Vahid mientras temía que lo hiciera de verdad. A menos de un centímetro del rostro del primer príncipe, la espada se detuvo.
— Me encantaría poder tomar tu vida luego de esta ofensa hermano, pero me temo que tu sentencia debe ser dictada por padre en persona. Solo el rey puede sentenciar a sus hijos. Guardias, llévenselos a todos presos.
Los guardias se encargaron de apresar al príncipe y a su sequito de traficantes y luego dejaron sutilmente solos a Elaheh y a Vahid.
— ¿Las demás concubinas...?— inició Elaheh.
— Están bien— la interrumpió Vahid— llegaron a nosotros pocos metros luego de donde las piedras de la gargantilla desaparecían por completo, por eso supe dónde estabas— estaba molesto, Elaheh podía notarlo.
— Espera...— una idea cobraba fuerza en su cabeza— has dicho que llegaron a ustedes...o sea que no era necesario venir hasta aquí. Podías haberte herido seriamente enfrentándote a tu hermano. Entiendo que lo tuvieras que encerrar pero era peligro...
Los labios de Vahid cortaron el monólogo de Elaheh, luego su lengua pasó a trabajar una furiosa batalla contra la de ella. Apretaba el cuerpo de la muchacha contra el suyo con fuerza como si quisiera fundirla a su piel y dejarla allí grabada para siempre.
La acción tomó tan de sorpresa a Elaheh que no supo cómo reaccionar. Un miedo brotaba de dentro recordándole cosas que jamás olvidaría, tactos que habían grabado a fuego en su piel y sin embargo lograba mantenerlo al límite.
Estaba allí ese pánico acechante, pero la lengua que bailaba furiosa en combate con la suya, los labios que aprisionaban dura pero sutilmente los propios y los dientes que tiraban de su labio inferior con deseo refulgente aplacaban cualquier otra sensación.
Sólo se dejaban acompañar por el tacto dulce y áspero de las manos de Vahid, que recorrían su cuerpo prendiendo algo junto con el miedo, algo desconocido por ella hasta el momento.
— Estoy enojado— dijo cuando cesó su ataque y aprisionó el rostro de Elaheh en sus manos— no solo se burló de mí sino que logró verte vestida así antes que yo e hizo que lo vieran sus guardias también...pero por encima de eso...estoy enojado contigo.
Elaheh intentó protestar. No había razones para estar enojado con ella, además era él quien la había besado y luego parado a mitad como si nada, pero Vahid no la dejó.
— No. Te callas. Te mantienes callada y escuchas. ¿De verdad no tienes sentido del peligro? ¿Cómo no pudiste ver que de hacer eso que hiciste estabas muerta? De yo no haber venido serías un cadáver, puede que antes de eso te hubieran hecho cosas horribles y tu...— Vahid tuvo que guardar silencio al ver la expresión de Elaheh.
— Lo sabía— dijo esta al notar el desconcierto de él— lo sabía, aun así lo hice. No pensaba en mí, solo quería que ellas estuvieran bien. A fin de cuentas son tus preciadas concubinas.
— Tú también eres una de mis preciadas concubinas— aquellas palabras que tanto Elaheh había deseado escuchar en otra vida, ahora eran dichas por alguien distinto.
— Lamento haberte preocupado pero creo que es mejor dejarlo atrás. Prometo pensar mejor mis acciones de ahora en adelante.— dijo Elaheh mientras miraba al verde profundo de los ojos de Vahid.
— Eso espero— suspiró— ven, volvamos al palacio interior.
Vahid comenzó a caminar hasta que volvió a notar la ropa con la que andaba vestida la chica a su lado. Se detuvo en seco y tragando sonoramente se quitó el khalat exterior y se lo pasó por los hombros a Elaheh.
— No permitas que nadie más te vuelva a ver así. Nunca.
Dicho esto caminó acelerando el paso mientras sentía las ramas romperse bajo el peso de sus cuerpos. La noche siguió su curso y con ella la sonrisa del rostro de Vahid se intensificó junto con el rojo de las mejillas de Elaheh.
******
Holiiis...este era el cap de ayer que no pude subir...como pueden observar logré poner guión larguito así que estaré editando los otros caps y los demás libros en este aspecto.
Fuera de eso...que opinan del cap?
Ahora en un momento subo el otro ya que prometí dos caps en compensación.
Besitos mis bolas de algodón.😃😍🤩
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro