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Capítulo 24 La boda

Los días pasaron volando entre pruebas de vestido, elecciones de decorado y organización y presentaciones ante el consejo defendiendo su idea sobre el asunto del terreno de Hangar. Elaheh esperaba que todo saliera bien, porque de no ser así su incursión en el mundo masculino de negocios habría fracasado y estaría condenada de por vida.

Aun así había pasado momentos divertidos, como cuando todas las concubinas se reunieron para escoger el color de los vestidos. Originalmente se suponía todas irían iguales, Elaheh decidió que no, cada una vestiría a su gusto particular sin objeciones.

La confección del vestido fue otro tormento. Ella ya había usado un vestido blanco cuando la boda que casi se celebra con Irad y se había sentido ligeramente incómoda y extraña. Esta vez determinó que no sería así, por eso su vestido no era blanco sino de brillo dorado como si de una nube brillante o una estrella se tratase.

Para Rada y las damas de compañía había mandado a preparar vestuarios finos también, al igual que a las empleadas. Todo iba sobre ruedas. Más aun cuando recibió la noticia de que su propuesta había sido aceptada por unanimidad en el consejo. El día de la boda llegó y no la dejaban salir de la habitación para que nadie la viera.

— Todo lo que no hallas hecho hasta ahora, ya no lo harás. Está en manos de otro— había ordenado firmemente Rada y Elaheh sintió peligro en negarse.

Resultó que Rada era una gran amiga y de las más feroces. Habían terminado de vestirla, la tela cuidadosamente caía acoplándose a cada centímetro del cuerpo de Elaheh hasta por encima de las rodillas, donde hacía el mismo corte que el vestido negro que ella y Rada habían confeccionado.

En este caso el escote era visible y mantenían el diseño de las finas hebras de hilo de oro en este caso, que caían algunas por encima de sus hombros y quedando un espacio hueco, las otras por los brazos. La cadena de oro adornaba su cuello. Unos puntos brillantes y pequeños adornaban las perforaciones de sus orejas y en las muñecas no tenía nada.

El cabello estaba ligeramente recogido con pequeñas horquillas bañadas en oro, que en la punta eran adornados por arabescas figuras pequeñas entrelazadas por finas cadenas de oro. Como la vez anterior, mechones pequeños y finos salían y caían rebeldes por su rostro y alrededor del cuello debido a lo corto del cabello.

Elaheh tenía que admitir que se veía hermosa, solo estaba ausente el aro de la nariz. Cuando una concubina pasaba a ser esposa legal el aro antes usado tenía que ser guardado y no usarlo de nuevo, a no ser en las escasas ocasiones donde el esposo ha tenido que intercambiar su posición con otra de las concubinas debido a la ausencia de hijos varones. Al finalizar el día llevaría un aro nuevo. Cuando Rada se disponía a maquillarla tocaron a la puerta.

— Es muy temprano todavía— dijo Rada.

Elaheh reía debido a su enfado momentáneo con quien tocaba la puerta. La escuchó hablar unos instantes con alguien, volvió a cerrar la puerta y fue hasta donde Elaheh la esperaba paciente.

— Es un mensaje para ti. Viene de parte del príncipe Jahan, los invitados han estado llegando desde ayer en la noche. Todos los que venían de Jaldra ya están aquí— le comunicó Rada.

Elaheh tomó el mensaje y vio el sello con el signo real de Jaldra. Respiró profundamente. Sabía lo que decía. Rompió el sello, sacó el mensaje y lo leyó pensativa. Dobló el mensaje y lo devolvió al sobre dejándolo encima del tocador.

— ¿Qué sucede?— Rada estaba muy preocupada.

— El príncipe Vahid no viene— respondió a modo de explicación— por tanto tampoco lo hacen aquellas personas del palacio interior que yo invité— añadió con un suspiro.

— Lo lamento— Rada no preguntó nada más, se sentó en silencio pacientemente a que Elaheh pensará tranquila y se calmara.

— Vamos, la boda no espera por nadie— dijo más animada— maquíllame.

Tocaron la puerta una vez más, desde afuera se oyó a alguien avisar que era la hora. Cuando abrieron Elaheh reconoció al joven, era el hombre alto que había guiado a los otros dos que cargaban el cofre con oro con el que Malik había impugnado su paso al harem del rey Alfred. Tanto como sabía, Alfred no vendría. Una invitación había sido enviada, pero debido a cuestiones de trabajo del reino y la poca anticipación este se veía ocupado y no podría asistir.

Caminaron en silencio, Elaheh no se sentía capaz de articular palabra. Llegaron pabellón pues la boda se celebraría a la intemperie, bajo la hermosa luz del sol que en menos de una hora desaparecería en el horizonte. Ella debía descender las escaleras y caminar veinte metros hacia el altar.

Desde que las escaleras acababan había dos anchas hileras llenas de personas que marcaban el camino. Miró hacia el público y vio muchas figuras familiares. Los príncipes de Jaldra, menos Vahid, Ognjen con su mujer, muchas concubinas y varios adolescentes y niños. Muchos rostros de los acuerdos y otros de otras épocas.

Era increíble, pero aquello realmente estaba pasando y todos estaban expectantes por ella. Miró hacia el altar donde el rajpurohit esperaba, donde Malik estaba de pie vestido como un ángel vengador. Nunca creyó que él pudiese verse más bello de lo que ella ya lo veía. Se equivocó. Allí estaba, vestido completamente de dorado, igual que ella aunque menos escandaloso. El cabello suelto en una nube rubia como si del sol se tratase, esta vez no estaba sostenido por nada. Su aire imperial era cautivador.

Rada avisó que la novia llegaba, todos los presentes se pusieron en pie. A Elaheh le pareció ver que Malik se tensaba serio y nervioso. Los músicos iniciaron una balada en arpa para que las concubinas fueran pasando, cada una viéndose totalmente diferente a la otra, tal cual eran. Mientras Elaheh se preparaba mentalmente, la última de las concubinas dejó el pabellón. Era su turno.

El glamour característico de Elaheh se hizo más patente en ella al caminar, todos volvieron a quedarse sin aire ante su entrada. Malik esta vez no pudo disimular más, su rostro se descompuso debido a la impresión. El arpa aceleró su pausada melodía. Elaheh caminó detrás de las otras 30 concubinas.

El pasillo se acabó y delante de ella solo quedaba la mano extendida y ligeramente temblorosa de Malik. Elaheh la tomó, todo el mundo volvió a sentarse y nadie quitaba los ojos de los principales protagonistas de aquello. Ni Malik ni Elaheh escuchaban nada sumidos uno dentro del otro.

— Rey Malik I, gobernador supremo de Lithuam ¿Toma usted a esta mujer como su esposa legal, haciéndola a ella la reina de Lithuam, directriz de su harem y palacio y futura madre de sus hijos?— pronunció al fin.

— Sí, lo hago— respondió mirándola sin expresión alguna en su rostro.

— Señorita Elaheh, concubina del harem del rey Malik ¿Acepta usted ser la esposa legal del rey Malik, apoyándolo en todo lo que haga, guiándolo y siendo su fuerza, sosteniendo su hogar, trayendo paz y orden a su vida, dándole hijos para la familia, perdonando sus actos comprensibles y aceptando compartir vuestra vida?— preguntó entonces a ella.

— Sí, acepto— dijo ella por fin. Mirándolo en todo segundo.

— Entonces, por el poder que me es conferido por Al-lāh y el mundo terrenal, yo os declaro esposo y esposa, rey y reina, ante el reino del señor y de los hombres— sentenció— ahora puede proceder.

Malik sonrió levemente, Dushan le alcanzó una caja forrada en terciopelo de la cual el rey extrajo un aro hecho de los dos tipos de oro. Estos se entrelazaban perfectamente como confundiéndose, sin embargo eran perfectamente distinguibles. Malik cuidadosamente colocó el aro en la perforación de la nariz de Elaheh. La miró, pero no había la misma dulzura de siempre. En cambio una llama que ella nunca había visto en él brillaba en el fondo de sus ojos amarillos.

Malik acercó sus rostros, ambos sintieron como el aire entraba brusco cuando sus labios se tocaron. Al inicio fue simplemente un roce leve, como cuando el viento mueve tus cabellos y estos acarician cada parte de tu rostro, pero rápidamente cambió.

Las bocas se fundieron como si pudieran hacerse pedazos entre ellas, las manos de Malik se aferraron a Elaheh atrayéndola hacia él mientras ella cerraba sus manos alrededor de su cuello y brazos. El calor latente en sus cuerpos se desparramaba y alcanzaba todo a su alrededor, finalmente un atisbo de conciencia volvió a ellos y dejaron de lado su ferviente cometida.

Un silencio momentáneo reinó, fue seguido de un aplauso desmesurado. Elaheh y Setareh se miraron. Odio. Elaheh decidió que eso no afectaría su buen humor, además la cabeza le daba tumbos debido al encuentro con Malik. ¿Qué había sido eso? Luego de que uno a uno cada invitado los felicitase empezaron las festividades. Todos bebían y comían entretenidos, los músicos tocaban una canción animada y agitada. Malik y Elaheh rompieron el baile inicial entre giros, risas, piruetas y miradas cómplices de alegría y disfrute.

Pronto se les unieron las demás concubinas, otros príncipes, Ognjen y su esposa. Los niños presentes corrían por los alrededores mientras desde la distancia Setareh miraba la escena con desdén pasando sus manos por su vientre. La rabia inundaba sus sentidos, una idea escabrosa tomaba forma y aprovechando la situación decidió ponerla en marcha.

La fiesta llegó a su fin, los invitados que debían quedarse en palacio fueron a sus habitaciones, hubo otros que resolvieron irse de inmediato. Los empleados se quedaron recogiendo todo y Malik y Elaheh subieron a su habitación. Malik había ordenado trasladar todas las pertenencias de Elaheh a una habitación nueva.

Era muy difícil decidir si quedarse en la de ella o la suya, así que terminaron tomando como aposento real una habitación en blanco y totalmente nueva. Llegaron a esta entre risas y comentarios jocosos del desarrollo de la celebración. Malik abrió la puerta y ante ellos se alzaba un dormitorio grandísimo. Tenía el tocador, los baúles y las posesiones de Elaheh junto con las de Malik. La cama de dosel no presentaba cortinas y las sábanas eran tan blancas como las paredes.

— Esta la voy a tener que decorar de cero— exclamó divertida.

— Esa era la idea— aseguró Malik, cerrando tras sí la puerta.

Las bromas continuaron un poco más, Malik se sirvió otra copa de vino mientras Elaheh se iba tras el divisorio a cambiarse de ropa. Armándose de valor se deshizo de su traje y ornamentos pesados dejando libre su cuerpo y se vistió con un negligé blanco claro de los que menos transparentaba.

Salió de detrás del divisorio y miró a Malik, que observaba por la ventana sin reparar en ella. Se había cambiado durante el tiempo que ella estuvo fuera de vista, ahora llevaba unos pantalones anchos y una camisa ligera abierta dejando expuesto todo su pecho, andaba descalzo y degustaba de una copa de vino.

En un momento él pareció reparar en su presencia y al girar para verla casi se le cae la copa de la mano. El fuego anteriormente vivido empezaba a reanimarse en ellos, ambos recorrían con la mirada sus cuerpos de forma ávida, degustándose uno al otro con los ojos como si de la fruta prohibida se tratase. Elaheh carraspeó rompiendo la conexión que se formaba.

— Voy a…— anunció— a dormir, estoy cansada.

— Yo terminaré mi copa y me acostaré también— respondió Malik.

Elaheh asintió con la cabeza y se fue a la cama. Era grande, lo suficiente como para que estando los dos en ella no se tocaran en ningún momento, pero Elaheh tenía todos sus sentidos puestos en ignorar su presencia. Se acomodó en su lado y cerró los ojos intentando quedarse dormida. Pasaron los minutos y sintió como el colchón cedía bajo el peso del cuerpo de Malik.

Ambos irradiaban tensión, las respiraciones se aceleraban acompasadas con los latidos de sus corazones, la imaginación ya no era suficiente. Estaban plenamente conscientes uno del otro. Elaheh sintió como Malik se movía hasta quedar de lado mirándola, prácticamente encima de ella. Giró su cabeza y le miró a los ojos. Confusión y deseo. Ambos sentían lo mismo.

— Elaheh… ¿Qué es esto?— preguntó, su voz sonó pastosa hasta para él.

—No lo sé— dijo ella, temblando al sentir el calor emanar de él, de sí misma.

— Elaheh tienes que…tienes que decirme, porque yo no…—negó con la cabeza— no sé qué pensar.

— Entonces no pienses.

Elaheh subió, incorporándose hasta que alcanzó con sus labios los de Malik. En segundos el beso volvía a envolverlos en la señalación carnal desproporcionada de horas antes. Las manos recorrían sus cuerpos. Las de Malik, frías, calentaban de sobremanera a Elaheh. Ambos se desvistieron con hambre, pero sin prisas.

Se besaron por todas partes, sus cuerpos alcanzaban una armonía total. Las bocas rozaban, besaban, mordían, lamían cada zona que alcanzaban. Cuello, pecho, abdomen, piernas, sexos, cada punto sensible de sus cuerpos fue descubierto, estimulado e incluso torturado hasta la locura por el otro.

Cuando Malik finalmente se hundió profundo en Elaheh, sin miramientos ni pausas, de una sola embestida que le arrebató a ella un grito profano, ambos se sintieron en casa. Ella llena tanto como podía, como no lo había estado nunca. Él capaz de quemarse desde dentro hacia afuera absorbiendo su calor para él, complementando lo que a él le faltaba.

Las embestidas fueron rápidas, lentas, brutales, sensuales. Malik llevaba el ritmo que deseaba mientras Elaheh solo podía morder, arañar, gritar, jadear, gemir. Sus movimientos se acompasaban, sus cuerpos temblaban, ella alcanzaba un orgasmo entre convulsiones aprisionando aún más al intruso dentro de ella.

Él esperó a que ella se recuperara, luego retomó el ritmo de las embestidas. Sin salir de dentro la hizo cambiarse de posición, poniéndola contra la cama en cuatro. Cuando salió y volvió a empujar Elaheh sintió nuevamente cada centímetro de su ser, llegaba más adentro, se sentía más.

Malik, sin dejar de penetrarla, alcanzó con una de sus manos el punto de placer más grande de su cuerpo y empezó a trazar círculos presionando en él. Era más de lo que Elaheh podía resistir. Su cuerpo volvió a estremecerse y temió desfallecer. Malik empujó por un rato más, pero Elaheh sabía que estaba en su límite. Cada segundo era más salvaje, bestial, sus acometidas más rápidas y desinhibidas.

Pronto lo sintió, el calor que le inundaba las entrañas, que calmaba el dolor de tan salvaje encuentro más que placentero. No dijeron más nada, las palabras sobraban, se enroscaron uno en los brazos del otro. Poco antes de que su conciencia se desvaneciera Elaheh rememoró un momento similar con Vahid.

Había algo en ella, más allá del embarazo, que hacía que lo extrañase. Él le había dado la confianza como para que sus cicatrices no fuesen marcas de las que avergonzarse, sino huellas de su vida. Lo amaba, no sabía cómo ni qué tanto, pero allí estaba el sentimiento. Justo al lado de aquel que crecía por Malik. No tenía que preocuparse por eso, daba igual si siempre estaría con su esposo, pero algo la llamaba a no dejar de lado esas emociones pues quizás las necesitaría algún día.

Los meses pasaron, Elaheh reinaba como cabría esperar. Malik no tomaba decisiones sin consultarlo con ella, su opinión para él era la más importante. Los negocios fueron estupendamente y todo el que no la respetaba en asuntos económicos, luego del éxito inigualable de su proyecto con las tierras de Hangar, había tenido que admitir su valía.

Las concubinas parecían haber aceptado todo el asunto como si nada. Setareh seguía sin hablarle más allá de en contadas, necesarias y públicas ocasiones, aunque Elaheh no le prestaba atención a esas cosas.

Había intentado contactar con alguno de sus amigos en el palacio interior del sur en Jaldra, pero no había tenido éxito. Malik había investigado y todo parecía normal, al menos según lo que Azur contaba. Una de sus cartas trajo la noticia de su compromiso con Vahid. Elaheh se sintió un poco dolida, pero alegre también.

Quería que él fuera feliz. Además había aprendido mucho de la joven princesa gracias a su hermano, las concubinas y los empleados del palacio y pensó que tal vez no era tan mala como la primera impresión que había dado.

Sabía, por Arzu misma, que habían aumentados otras cinco concubinas en el harem de Vahid. Elaheh se sentía bien por él y su incremento, además de que las muchachas estarían en buenas manos. Igual que las otras quince que entraron al harem de Malik, su esposo seguía comportándose con todas como si fuese su hermano mayor.

Desafortunadamente no podrían atender a la boda de Vahid con Arzu pese a las peticiones de esta. Se celebraba en el tiempo en que el bebé tendría menos de dos meses de vida. Era muy riesgoso y ni Elaheh ni el bebé podrían realizar el viaje, por lo que Malik había decidido no hacerlo tampoco.

En cuanto a su embarazo todo iba de maravilla, obviamente nadie se asombró cuando anunciaron la situación, era algo lógico de ver venir. Los médicos y herboristas del palacio la tenían bajo cuidado casi diario, además de que sus comidas habían sido supervisadas y adaptadas a una dieta diseñada para su bienestar y salud.

Cada día los movimientos se le hacían más torpes, caminaba más despacio y sentía dolores en los pies y la espalda constantemente, aun así se las arreglaba para saciar el hambre que ella y Malik siempre sentían.

En una ocasión habían llegado incluso a hacerlo en uno de los corredores, de día. Llevaban mucha tensión acumulada por una construcción importante a realizar a las afueras de Lithuam y cuando se quedaron solos en aquel estrecho pasillo todo ese estrés se transformó en lujuria.

Ambos se enfrascaron en una monstruosa lucha en la cual Elaheh había terminado apoyada con las manos en la pared, reclinada hacia delante y Malik empujando detrás de ella. Cuando alcanzó el orgasmo él la sostuvo preocupado porque se hiciera daño, pero enseguida que se recompuso volvió a la carga hasta que se supo satisfecho. Había sido un encuentro breve, pero intenso.

Cada día se le ocurrían mil locuras distintas, todas buscando alimentar el descontrolado apetito creciente. Aun así también tenían momentos tiernos donde leían juntos o decoraban la futura habitación del bebé. Malik había resultado muy entusiasta acerca del embarazo, a Elaheh incluso se le olvidaba la mayor parte del tiempo que el bebé no era de él.

Parecía tan encantado como si lo fuese, aunque ella se sentía agobiada porque saldría de cuentas antes de lo que debía acorde al pensamiento popular. Alguien podía sacar algunos cálculos y unir los puntos y si la criatura se parecía a Vahid se vería hundida.

Malik le había dicho que entre Vahid y Arzu las similitudes eran infinitas físicamente. Vahid en realidad era idéntico al antiguo rey de Lithuam. Malik podría confundirlos por la misma persona incluso — No sería la primera vez que los nietos se parecen a los abuelos— le había dicho un día. Así el tiempo fue pasando, todo parecía calmado y en orden, pero en las sombras algo ocurría.

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Que pendeja me pongo a veces🤣🤣🤣

Qué opinan del capítulo? Del comportamiento de Malik y de Elaheh? Yo digo que se veía venir q se comportarían como conejos😅 o sea...vamos.
Ya vamos en buen rumbo...jejeje...ya veréis. Besitos de bola adorable. 🥺😘

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