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Capítulo 18 Decisión difícil

Llevaban menos de un día de regreso en el Sur de Jaldra. Elaheh pasaba mucho tiempo sumida en sus pensamientos, aunque nadie preguntaba nada la misma expresión era compartida por Vahid. Sus dedos jugaban con la cadena y el dije, todavía no sabía cómo justificar su procedencia, pero no dejaba de llevarla allí a donde fuera escondida entre sus ropas.

Mientras la tocaba rememoraba la conversación con Malik de hacía dos días. Después de eso lo había visto de lejos cuando se iban, por lo que sabía él se quedaría un día más en el palacio interior de la corte.

El viaje de vuelta al Sur había sido letárgico, había dicho que se sentía mal y le dolía mucho la cabeza por lo cual estuvo todo el tiempo en su palanquín. No había recibido visitas de Vahid desde que habían regresado, suponía que la dejaba descansar. Sus ideas por otra parte no le daban un respiro, todo el tiempo pensando en cómo podía ayudar a Vahid y guiarlo. Sabía que no sería fácil pues él nunca se dejaría, pero tenía que intentarlo.

Por Al-lāh que carga me has dejado, pensó.

El tiempo pesaba, se sentía lento para Elaheh. Sin embargo no era así, pronto tuvo a Asha tocándole la puerta y anunciando el baño. Caminaron hasta el cuarto de baño rápidamente y en silencio, tres días en el ruidoso palacio interior de la corte lleno de personas corriendo de un lado para otro y el silencio del propio se le hacía abrumador a Elaheh, que tenía la sensación de caminar en una cueva con eco. Mientras Asha restregaba a conciencia todo su cuerpo la mente de Elaheh divagaba una vez más.

— ¿Elaheh?— preguntó la joven.

— Hmph— con los ojos cerrados Elaheh se dejaba hacer.

— Rashid y yo nos besamos— confesó la chica, quien de repente estaba muy roja.

Elaheh abrió los ojos súbitamente y se giró brusca hacia Asha, la miraba con los ojos encendidos y el rostro adoptaba una expresión alegre.

— ¿Qué? Cuéntamelo todo, cada detalle, inmediatamente— Elaheh la miraba fascinada, contenta por Asha como nunca en su vida.

— Pues, estaba regresando a mi habitación y vi que él estaba en el jardín— comenzó a contar Asha, había dejado de tallar el cuerpo de Elaheh- no me contuve y fui hasta él. Pareció notar mi presencia al instante, me pidió que me acercara y sentara a su lado y nos pusimos a hablar de cosas triviales. En el camino de regreso íbamos hablando cuando de repente me tomó por un brazo y giró de frente a él y...bueno...

— ¿Te gustó?— preguntó curiosa.

— Me encantó— confesó Asha.

— A ver si voy a tener que ir a hablar con él para aclararle que como te haga daño, le castraré con un cuchillo oxidado— dijo Elaheh con tono protector y fingida voz de hombre, ambas rieron ante ello. El resto del baño hablaron y disfrutaron de las historias de Asha y Rashid.

Para la noche Elaheh ya se sentía mejor, aunque temía el momento de hablar con Vahid ¿Cómo sacar el tema si él no le había dicho nada? Estuvo dando vueltas por su habitación jugando con la cadena hasta que escuchó la puerta abriéndose.

Ese día él había enviado un mensajero a disculparse con ellas por no asistir a la cita diaria y tampoco había ido a la cena. Ocupado seguramente con ese asunto, pensó ella. Se le veía cansado y con ojeras, parecía mayor de lo que era.

— Hola— le saludó ella, pero él no dijo nada.

En un abrir y cerrar de ojos se dejó caer contra ella besándola y aprisionando su cuerpo contra el tocador. Elaheh sabía que solo la estaba usando de distracción, pero al menos era útil en algo. Dejó la cadena sobre la mesa antes de enredar sus manos en el cabello negro y espeso.

La pasión controló ambos cuerpos por más de una hora, no existía mucho más fuera del calor que tenían, una masa sin forma con extremidades que chocaban sin rumbo fijo. Gemidos, temblores, orgasmos, deseo, sudor, todo junto sin discriminación o dirección.

Elaheh descansaba abrazada a Vahid, su brazo era la almohada para ella y ambos se recuperaban de su desenfreno.

— Cuéntame lo que sucede— le pidió ella, tal vez eso funcionaría, pedirlo— estoy preocupada por ti. Se te ve cansado y destruido, todo el tiempo preocupado, tal vez puedo ayudarte— Por favor dímelo, deseó Elaheh.

— No es nada de tu interés, solo cosas de estado y gobierno, asuntos míos—él no quería contarle lo del intercambio de concubinas. No le contaría nada, no por falta de confianza sino porque...

— ¿Por qué no? Tal vez si sea de ayuda— insistió ella deseando equivocarse en sus pensamientos.

— Son cosas que las concubinas no entienden, tu tranquila— respondió él mientras se giraba para acomodarse— ahora estoy cansado, voy a dormir. Necesito levantarme muy temprano, Rashid vendrá. Si no lo escucho tocar, por favor despiértame. Buenas noches.

— Buenas noches— quedaba por zanjada la conversación.

Elaheh se volteó enfadada dándole la espalda mientras miraba hacia el tocador. Encima, reflejando la luz lunar que entraba por la ventana abierta, estaba el fino hilo dorado coronado por la imagen de la humanidad.

.

.

El sonido del toque de la puerta la despertó, todavía era de noche. Elaheh sabía que era Rashid y aprovechando la ocasión abrió la puerta sutilmente, Vahid seguía dormido.

— Buenos días señorita, vengo por el príncipe— saludó este cortés.

— Técnicamente todavía no es de día, aun así, buenas— dijo ella dulcemente— antes de que lo despierte para que se vayan necesito hablar contigo, serán cinco minutos— dijo ella mirándolo. Rashid no supo por qué, pero algo le indicó que lo hiciera. Elaheh salió al pasillo— No quiero que esta conversación salga de aquí vale, si te preocupas por Vahid no dirás nada— aclaró Elaheh antes de empezar. Rashid tragó saliva, sabía que sería una conversación seria— no preguntes cómo, pero sé lo que está pasando.

— ¿De qué?— intentó hacerse el desentendido. Elaheh lo fulminó con la mirada.

— Mira, puedes intentar despistarme o puedes aceptar que lo sé, eso es cosa tuya, pero Vahid está fuera de control. Necesita ayuda para decidir dónde invertir en Lithuam además de que está tratando de encontrar la forma de no perder ninguna de sus concubinas, aun menos a manos del rey Alfred. No puedo hacer nada por esto, pero soy buena con los negocios y puedo ayudarlo con la inversión en Lithuam, pero él tiene que dejarme.

Rashid estaba atónito. No esperaba que Elaheh supiera tanto como hacía, deseaba poder inventarse una excusa ingeniosa para salir de aquello, pero no podía.

— No sé si pueda convencerlo, usted mejor que nadie sabe lo obstinado que puede ser respecto a ciertos temas— le dijo Rashid rindiéndose a la realidad de las cosas— ¿Él no sabe que usted sabe?

— No y no debe saber. Hará preguntas que no puedo responder e incluso si pudiera, el responderlas solo traería problemas entre los dos y allí me escucharía menos de lo que hace ahora— confesó Elaheh. Rashid no preguntó más, confiaba en ella sin saber por qué.

— Yo no diré nada, lo prometo— concordó él.

— Gracias— Elaheh sonrió momentáneamente luego se giró hacia la puerta y tomó el pomo de esta, abrió cuidadosamente y miró dentro. Vahid seguía dormido, antes de entrar recordó otra cosa— Ahh, Rashid...que quedé claro, aunque hagamos esto si le haces daño a Asha te voy a castrar con un cuchillo de mantequilla oxidado, para demorarme y que te duela más y luego te haré comerte tus partes.

Rashid se vio cubriéndose la boca con la mano para ahogar su carcajada lo mejor que podía. Aunque la amenaza sonaba ridícula la cara de Elaheh que lo miraba le hacía temblar de miedo. Elaheh despertó a Vahid como si Rashid acabase de tocar la puerta, este se vistió rápidamente y con un beso se despidió de ella.

— ¿De qué te ríes y por qué tienes esa cara de felicidad?— cuestionó Vahid a Rashid entre bostezos.

— No, de nada. Me acoraba de una cosa— respondió este mientras escondía la verdad de su diversión.

.

.

Sobre el mediodía, poco después del almuerzo, Elaheh caminaba por los jardines primeros cuando vio a un mensajero entrar al interior del palacio acompañado por dos de los guardias.

— Alto— ordenó, en el acto ambos guardias hicieron una reverencia y detuvieron el paso— ¿Quién es usted, señor?— le preguntó al mensajero.

— Soy un mensajero, señora— el mensajero sabía por la reverencia que era alguien importante en palacio, aunque difícil saber quién.

— Señorita Elaheh, el palacio interior del sur no tiene señora— aclaró ella.

Sabía de qué se trataba el mensaje, también que cuando estuviera en manos de Vahid difícilmente ella se enteraría de que sucedía.

— Yo lo llevaré ante el príncipe— dijo a los guardias buscando encontrar una manera de acceder al mensaje.

— Mi señorita Elaheh, me temo que no podemos permitirlo. Sí este hombre hace algo...— rebatió uno de los guardias. Elaheh se acercó a él velozmente y en un simple movimiento de agache y giro lo tiró al suelo y le quitó un cuchillo que tenía en la bota derecha.

— Creo que me defenderé bien por mí misma—dijo de pie delante del guardia, dándole vueltas entre sus dedos al cuchillo— vamos— ordenó al mensajero.

Caminaron por unos minutos sin decir nada, cuando Elaheh se supo segura de estar sola, habló.

— ¿Viene de muy lejos con el mensaje?

— Se me ordenó llevar los mensajes a lo largo de Jaldra, estuve ya en el Norte y el Oeste. Ahora me desplazaré al Este— dijo el mensajero— El primer príncipe me pidió que viniese a ver al tercer príncipe. Se suponía que tenía que seguir el orden de nacimiento, pero él me sugirió lo contrario de forma muy convincente— por como hablaba el hombre, Elaheh dedujo la manera en que le habían "sugerido".

— Entonces ¿de dónde es?— preguntó aún curiosa.

Se acercaban al salón de reuniones donde estaban tanto Vahid como su sequito de consejeros y guardias personales, su esperanza era que llamasen a Rashid en lugar de a Vahid, así podría acceder al mensaje.

— De Lithuam. Me envía el rey Malik— contestó el hombre y Elaheh se sintió congelada por un momento.

El mensaje era de él. Miró al hombre envuelto en túnica marrón con vestimenta para viajes largos de desierto, pero en la bolsa que traía estaba el emblema de Lithuam. Ella no lo había visto, un error imperdonable. Muy tarde, estaban frente a los guardias de la puerta.

— Por favor necesito que se me atienda por Rashid, el guardia del príncipe— dijo ella de tal forma que parecía estar ordenándolo, no pidiéndolo.

Los guardias se miraron entre ellos por un segundo y luego uno asintió y entró en la sala. Elaheh tenía la esperanza de que no dijeran quien lo esperaba afuera, por la mirada sorprendida de Rashid cuando la vio afuera del salón, acompañada de aquel hombre, se supo a salvo.

— Señorita— dijo Rashid evitando decir su nombre, no sabía si era seguro.

— Rashid, este señor trae un mensaje urgente para el príncipe Vahid— el tono lo decía todo. Rashid comprendió lo que sucedía de inmediato.

— Soy el guardia personal del príncipe, por favor démelo. Él se encuentra dentro, lo recibirá de inmediato— habló con calma, con una expresión que inspiraba confianza a cualquiera a su alrededor. Elaheh sabía lo letal que podían ser esas habilidades.

— ¿Es seguro?— el señor no miraba a Rashid sino a Elaheh. Esta se sintió reconocida por un momento, aunque no recordaba haber visto a ese hombre en su vida.

— Sí, lo es— no sintió que mentía, era seguro. Llegaría a las manos de Vahid el mensaje y el que ella lo leyera antes no era un peligro. El señor asintió lentamente y extrajo el mensaje del bolso y lo entregó a manos de Rashid— ¿puede usted ir solo de vuelta o necesita que lo acompañe?— Elaheh rezaba porque el hombre pudiera salir solo del palacio sino su oportunidad desaparecería.

— Sí, claro, puedo irme solo. Gracias por todo— dijo haciendo una reverencia y luego se retiró por el mismo camino por el que había llegado.

— Sabes lo que quiero— dijo ella en cuanto el hombre estuvo fuera de la vista.

— Ven conmigo— Rashid caminó por el corredor de la derecha hasta el final y dobló para perderse de vista de los guardias. Elaheh andaba tan cerca de él que casi choca cuando este se detuvo al doblar— espero que sepas el riesgo que esto representa— le dijo advirtiéndola.

— Claro que lo sé, pero tú sabes lo riesgoso que es que no lo haga— repuso.

— Hazlo— dijo por fin aceptando la idea.

Elaheh rompió el sello del sobre y sacó el mensaje, leía lo más rápido que podía.

— Oh, no— la expresión salió en un susurro ahogado, pero Rashid la escuchó.

— ¿Qué sucede?— preguntó.

— La reunión se ha adelantado, van a realizarla en quince días en el mismo punto. Todo el que no se presente con todas sus concubinas queda automáticamente fuera del trato y a su país se le declarará la guerra y todo el que intente defender al traidor al acuerdo será considerado un aliado de este y quedará automáticamente fuera y en declaración de guerra. Además ese día se deberá llevar la suma de inversión en cofres de oro y el objetivo de dicho dinero en el país a invertir— explicó Elaheh resumiendo lo que decía el mensaje. Rashid lo tomó y leyó rápidamente.

— Vahid planea negarse, nunca ha intercambiado con sus concubinas y no desea hacerlo ahora— dijo Rashid, muy serio y preocupado.

— Tienes que convencerlo, a mí no me escuchará y no tenemos tiempo para que ceda a oírme, pero a ti sí. Hablarás por mí— dijo Elaheh desesperada.

— ¿Qué necesitas?— llegado ese punto cualquier cosa que detuviera la inminente amenaza era bien recibida.

— Quiero los documentos que tienen los negocios donde se pueden invertir en Lithuam. Los analizaré y te diré lo que sea más conveniente para Jaldra. El convencerlo de que acceda a lo de las concubinas, bueno, tú has estado más tiempo con él que yo. El motivo por el cual él aprendió a valorar a las mujeres y a no usarlas tú lo sabes. Úsalo en su contra. Será un golpe bajo, pero ya tendrá tiempo de recuperarse.

Le explicó Elahe sintiendo como el control aprendido durante años de entrenamiento mandaba. Por un segundo un pensamiento curioso vino a su mente, el recuerdo de Vahid preguntándole sino quería llamarse Benazir de nuevo. Esa chica no existe, pensó.

— Te buscaré en el centro del jardín final, al lado del gran pabellón, al crepúsculo— pactó Rashid mientras volvía a meter el mensaje dentro del sobre— espera aquí un rato y luego vuelve a lo que sea que haces normalmente— Elaheh asintió y lo vio marcharse rápidamente. Parecía sereno, ese hombre que Asha describía debía de ser una parte de él que solo ella conseguía sacar.

Esperó durante unos diez minutos, luego tomó el pasillo que utilizó al inicio para traer al mensajero. De repente de una puerta unas manos la rodearon tapándole la boca y la arrastraron hacia dentro de la habitación. En un movimiento veloz Elaheh recuperó el control y accedió al cuchillo que le había quitado al guardia. Dos o tres intentos de apuñalar y quien la retenía la dejó ir y tomó distancia de ella, levantó los brazos en señal de rendición.

— Perdón, perdón— decía el mensajero.

— ¿Qué haces?— en esos momentos el hombre sintió cierto miedo, la mujer delante suyo era mortal para cualquiera y no era difícil el verlo.

— Se me ordenó entregar otro mensaje a la señorita Elaheh, concubina 31 del harem del tercer príncipe Vahid— explicó el hombre. Elaheh sintió el temblor de su voz, aun así no bajó su guardia ni el cuchillo.

— ¿Quién?— preguntó.

— El rey Malik. Dijo que si tenía la oportunidad consiguiera dárselo, no sabe usted lo feliz que me sentí cuando supe quién me acompañaba. Supuse que si la esperaba podría cumplir mi objetivo en su totalidad— decía temeroso el pobre hombre. Ante la mención del rey Malik Elaheh bajó el cuchillo.

— Démela— ordenó.

El hombre tembló de pies a cabeza cuando, veloz y torpe, buscó el mensaje dentro de su bolso. Sacó un sobre dorado en el que lucía un sello rojo sangre donde se veía la imagen de Janus. Tomó el sobre sin acercarse al hombre, miró nuevamente el sello y lo guardó entre el sari y la falda junto al cuchillo.

— Ahora lo escoltaré afuera— aclaró, el hombre asintió rápida y bruscamente— borre esa expresión de miedo o sospecharán algo.

— Perdone, es que no esperaba...perdone— la disculpa era torpe. Elaheh relajó su postura y sonrió dulcemente intentando arreglar la situación.

— Tranquilo, solo daño a enemigos y ocasionalmente algún que otro daño colateral necesario— dijo en broma, afortunadamente el señor lo captó.

Caminaron en silencio hasta la entrada del jardín primero, donde los guardias los vieron llegar y se acercaron a ellos.

— ¿Todo bien, señorita?— le preguntaron.

— Todo bien— dijo acercándose al guardia a quien había tirado al suelo y devolviéndole el cuchillo— gracias por el préstamo— dijo finalmente, el compañero de este rio por lo bajo— adiós entonces.

— Adiós entonces— repitió el hombre que fue escoltado por los guardias hacia las afueras del palacio interior.

Elaheh caminó al interior del palacio, cuando se supo sola corrió por los corredores, llegó a su habitación y cerró tras ella con rapidez asegurándose de poner el pestillo. Respiraba dificultosamente debido a la carrera.

Fue hasta la ventana para ver mejor, sacó el sobre de sus ropas y observó atentamente el sello. Lo rompió y extrajo del interior una carta. Solo era una cuartilla, pero igualmente preocupaba su contenido. Leyó.

Hola diosita,

Desearía que esta carta fuese para darte buenas noticias o al menos informarte de mí estado, pero no es así y conociéndote lo poco que lo hago, sé que no te gusta ir por las ramas. Ya debes de haber leído el mensaje que le llegó al príncipe Vahid.

Sé que lo hiciste y que sabes lo que eso conlleva, imagino encontraste una forma de poder ayudar a dirigir la inversión lo mejor posible, confío en eso. De los muchos negocios que Lithuam posee hay algunos donde no debería invertir nadie pues son atractivos, pero su producción es lenta y solo provee de beneficios a mi país. Tardaría mucho en ver los resultados.

No le deseo mal al príncipe, tú sabrás diferenciar cual es el negocio más apto para invertir. En cuanto a lo del intercambio de concubinas, sigo pensando en cómo afrontarlo de la mejor manera posible aunque espero que él no te escoja a ti.

De cualquier forma la guerra será postergada, solo dos de los involucrados están en contra. Uno es Vahid y el otro es Roban, el príncipe heredero de Hangar. Del último me encargo yo, dejo en tus manos la parte que te toca. Como te dije un día, apuesto por ti.
Je crois en toi

Elaheh comprendía lo que Malik le decía, sus palabras la llenaban de valor. Volvió a meter la carta dentro del sobre y respiró hondo acomodándose el cabello para lucir como si nada estuviera pasando. Salió de su habitación y fue hasta la cocina, allí estaban gran parte de los criados hablando y riendo mientras realizaban sus labores.

Al verla entrar todos se pusieron de pie. Ella les sonrió y comenzó a hablar con ellos, interesada en sus vidas y labores. Cada uno fue diciéndole sus quehaceres. Asha y Kira pelaban papas para la cena, Pari debía de estar supervisando la limpieza de los baños luego de haberles ordenado a todos lo que tenían que hacer allí.

Elaheh reía con los sirvientes y se divertía, le gustaba ver a las hermanas pelearse sobre quien pelaba mejor las papas y a las sirvientas hacer las grandes ollas llenas de curry.

— Sabéis que yo sé hacer una salsa picante riquísima para acompañar al pollo— comentó como si nada a las cocineras— hace mucho que no cocino, pero seguro que puedo hacerla de nuevo- les dijo a dos de las cocineras, unas jóvenes de unos 30 años muy divertidas.

— Pero no podríamos dejarla— quiso negarse una.

— Si alguien pregunta, yo ordené que me dejaran hacerlo— rebatió la negativa.

Pronto estaba delante de las cacerolas con un delantal cubriendo su ropa y explicando cómo hacer una salsa picante a las dos mujeres. Los mayordomos salieron a cumplir sus funciones y las hermanas fueron a buscar más papas a la despensa.

— Necesitaré más especias, ¿podrías traérmelas?— decía mientras removía la roja mezcla.

— Inmediatamente— brincó una de ellas y salió disparada a buscar lo pedido.

— Por cierto, agradecería un vaso de vino sino es mucho pedir— le pidió de favor a la otra joven, quien inmediatamente fue a servirle la copa de vino.

Elaheh sacó la carta de sus ropas y la tiró al fuego que calentaba la cacerola donde cocinaba, el fuego se avivó rápidamente quemando el papel para luego recuperar el estado original en que se encontraba.

Cuando las chicas volvieron Elaheh terminó de enseñarles la receta mientras bebía del vino y reía de las ocurrencias de Kira y sus burlas hacia su enamorada hermana. La tarde caía y Elaheh dejó atrás la cocina para bañarse.

Pari la atendió en esa ocasión y aunque ninguna dijo nada Elaheh sintió una tensión acumulada en el ambiente. Cuando el crepúsculo se acercaba, ella ya perfectamente vestida se escabulló de los corredores y llegó lo más rápido que pudo al pabellón del jardín.

— Te tardaste— dijo Rashid cuando la vio.

— No es tan normal que una concubina ande por allí corriendo, llama mucho la atención— se justificó.

— Sí, lo sé— dijo este en un suspiro— toma— le pasó un sobre grande lleno de documentos— son los libros con los que llevamos a cabo el análisis de donde será la mejor inversión. Estuve hablando con Vahid, como era de esperar no se tomó muy bien la noticia de hoy.

— Sí, ya lo imaginaba— concordó Elaheh mientras envolvía el libro en su chal, esa noche haría frío— ¿no pudiste hablarle?

— Esta noche me pidió que fuera a su habitación, por lo que sé desea pasar la noche en vela buscando estrategias, aprovecharé para ello— explicó Rashid.

— Por Al-lāh espero que salga bien— exclamó Elaheh— me voy entonces— anunció.

— Avísame cuando llegues a una conclusión— pidió Rashid.

Elaheh asintió y luego volvió por encima de sus pasos, regresó a su habitación y rápidamente guardó los documentos debajo de uno de los baúles de ropa. Nunca eran movidos de lugar y quedaba espacio justo para meter el sobre sin que se viera. Tuvo la suerte de hacerlo todo a tiempo antes de que Kira tocase a su puerta anunciando la cena.

Esa noche Vahid no le habló y Elaheh no estaba interesada en que le dijeran nada. Solo fue directo a su habitación, cerró con pestillo y encendió las velas que estaban cerca de la ventana. Se cambió de ropa y se pusó el camisón, en caso de necesitarlo podría fingir estar durmiendo. Tomó de vuelta el sobre de debajo del baúl y sacó todos los documentos. Los rumores eran ciertos, Lithuam tenía todo tipo de negocios, pero no todos eran convenientes para Jaldra.

Casi toda la noche Elaheh la pasó rodeada de papeles, fue a través de negocios marítimos, pesca y comercio hasta las cosas más extrañas como cerámica para exportación y tradición del país. Entendió lo que Malik le decía, aunque a primera vista parecían adecuados muchos negocios si se analizaban apropiadamente se podía llegar a la conclusión de que no eran fructíferos.

El amanecer alcanzó a Elaheh sentada en la ventana junto con una decisión, la producción agrícola. Los barcos entrarían por las costas del norte y de allí sería cargada la mercancía y distribuida. Los cereales, la patata y otros tubérculos, legumbres, las plantas oleaginosas, la vid y otras plantas susceptibles de producir distintas bebidas alcohólicas.

Las plantas azucareras y además las materias primas para la industria textil como el algodón, el lino, el esparto y otros de gran importancia económica como el caucho y el tabaco, los productos hortofrutícolas.

De todas las inversiones era la que devolvía con más interés la suma dada. Solo esperaba que, de no haber deducido los consejeros esto por sí mismos, al menos escucharan la propuesta.

Había hecho anotaciones por todos los papeles, el familiar toque en la puerta llamó su atención. Apenas si había amanecido no entendía por qué Pari la llamaba a esa hora. Recogió velozmente todos los documentos metiéndolos sin orden aparente dentro del sobre y volviendo a ponerlo debajo del baúl.

Se miró en el espejo, parecía no haber dormido. Se despeinó un poco y restregó sus ojos para que parecieran irritados como acabados de levantar, a paso lento fue hacía la puerta y fingiendo un bostezo abrió.

— Perdón por la hora Elaheh, pero el príncipe Vahid ha solicitado la presencia de todas las concubinas en el salón de siempre. Dijo que tenía una noticia importante que comunicar— le explicaba Pari.

En Elaheh surgía la esperanza de que Rashid hubiese podido convencer a Vahid de aceptar los términos del acuerdo, por qué sino mandaría él a buscarlas a esa hora escandalosa.

— No pasa nada— dijo con voz de sueño no tan fingida, empezaba a sentirse los estragos de la noche— supongo que tendremos que apresurarnos.

— Sí, eso me temo— dijo Pari.

Lo más de prisa que pudieron Elaheh se aseó mientras Pari preparaba el sari amarillo maíz, estuvo lista en 30 minutos. Salieron camino al comedor, Deniz se le unió en el proceso entre bostezos, todas desayunaban en intrigado silencio. Entonces la puerta del comedor se abrió y Rashid entró por ella.

— El príncipe está listo para atenderlas— anunció.

Todas las concubinas se pusieron en pie y fueron saliendo educadamente y en silencio. Cuando Elaheh pasó por el lado Rashid asintió imperceptiblemente, lo supo enseguida. Funcionó.

Al entrar en la habitual habitación Vahid se hallaba de pie mirando por una ventana, dándole la espalda a la puerta. Todas entraron sin decir nada, luego de que Arzu pasara la puerta fue cerrada por Rashid, que esperó afuera haciendo guardia.

— Gracias por acudir en tan temprana hora a mi llamado— dijo Vahid sin mirarlas, aquello puso muy nerviosas a las chicas. Deniz le tomó la mano a Elaheh- me temo que no les he convocado por buenas noticias— la tensión subía en la habitación— señoritas, estamos al borde de la guerra— un gemido ahogado junto con la expresión del horror recorrió la sala— para hacer la historia corta. Una serie de medidas y acuerdos se han tomado para evitarlo, en menos de dos semanas se efectuara una reunión donde se firmarán y llevarán a cabo los acuerdos que sentencian al fin semejante amenaza, pero una serie de requisitos son necesarios— Se acerca el momento, pensó Elaheh— de los requisitos, uno indispensable tiene que ver con las concubinas. Básicamente una persona en específico, en nuestro caso el rey Alfred de Valghar, tiene que elegir de entre ustedes una para que sea de su harem.

Los rostros lívidos, los temblores incontrolados, respiraciones muy agitadas o detenidas en su totalidad, síntomas conocidos por Elaheh. Vahid evitaba mirarla, pensaba que en aquel momento tenía que estar recordando a su horrible pasado como esclava.

— Si otro de los involucrados así lo decide puede intervenir y llevarse a la concubina por una suma previamente establecida dejando que aquel a quien le quitó la concubina elija de nuevo, pero de otro harem de donde no se escoja a ninguna mujer— Vahid respiraba ansioso, la idea obviamente no le gustaba, se giró lentamente hacia ellas— no aceptar los términos significa la guerra, pero yo no puedo aceptarlos a no ser que ustedes estén de acuerdo. Nunca he comerciado con mis concubinas, no las considero moneda de cambio. Después de mucho pensar entiendo que esta situación no me deja muchas opciones- la tristeza en su rostro rompía los corazones de cada una de ellas, hasta la princesa Arzu se veía consternada— aun así quiero escucharlas ¿Qué decís?

Silencio.

Calma.

Gritos, susurros, exclamaciones.

Tormenta.

Tantas hablaban a la misma vez que nada se entendía. Todas nerviosas y temblando, desesperadas, con la esperanza de que todo fuera un mal sueño. Vahid miraba todo lo que acontecía delante de él, sus ojos se encontraron con los de Elaheh, ambos mantenían la calma como faros de costas resistiendo la tormenta en el océano.

Finalmente las exclamaciones fueron cesando hasta que el silencio volvió a poseer la sala. Todas lloraban o estaban en estado de shock, ninguna quería dar el paso al frente. Elaheh no estaba en posición de hacerlo, esperaron un poco más.

— Príncipe Vahid— dijo una voz de entre tantas mujeres. Elaheh supo que era la de Leila, la primera de las concubinas— le hemos servido durante todo el tiempo posible y así haremos hasta que se nos permita. Su bienestar es nuestra prioridad y el objetivo de nuestra existencia— se puso de pie por encima de aquellas que, arrodilladas en el suelo, todavía lloraban— es por eso que humildemente aceptamos los requisitos. Los acuerdos serán llevados a cabo.

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Pim pom pam
Terribleeeeee....se acercan los Acuerdos .... 😱😱😱😱que tensión.
Y Afred afilandose los colmillos para hincarlos en nuestra diosaaaa...😢😢😢

Bueno bueno ya me diréis que os parece.

🥰😍😘

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