Capítulo 17 Celos
La velada fue avanzando, el rey Kudret entró en el salón, era la hora de iniciar el baile. Luego de las típicas palabras de agradecimiento por parte del anfitrión a sus huéspedes el rey Kudret abrió el baile con su actual esposa legal, la reina Rutt. La pieza musical era suave y serena. Al finalizar la música ambos tomaron los asientos correspondientes y era hora de que lo demás bailaran.
Los casados fueron a donde sus esposas legales, los que no, debían de empezar a bailar con sus concubinas. Todos se estaban desplazando a la pista de baile. Sintió su presencia mucho antes de que dijera nada, su cuerpo reaccionaba a él como a nadie hasta el momento. Oh quizás...
Su mano tocó su hombro para llamarla y una descarga viajó entre los dos, las mejillas de Elaheh brillaban en un rojo acentuado por su vestimenta y sin embargo había sentido que la sensación de que un rayo recorría su cuerpo ya no estaba allí. ¿Qué había cambiado? Elaheh no quiso pensarlo.
—Creo yo que deberíamos ir hacia el centro del salón— dijo Vahid intentando calmar el remolino creciente entre los dos, le tendió la mano y ella la tomó con gusto.
Ambos fueron hacia el centro y se posicionaron, la música empezó. Era una canción rítmica para avivar la velada, bailaban entre risas y miradas cómplices. Sus cuerpos chocaban en un alegre danzar. De reojo en una vuelta Elaheh vio al rey Malik bailando con una joven muy hermosa, ¿Su esposa?
—¿Ya lo viste?— le preguntó Vahid. Realmente iba a ser el único momento en la noche en que podrían hablar con calma, aunque estuviesen brincando y moviéndose por todo el salón.
—Sí— respondió ella. Sabía que él querría detalles, no podía negárselos— todo bien por ahora, habrá que esperar a que termine la noche.
Vahid la miraba como si no la conociera. Se veía ruda y fuerte, pero no aquella fiereza que tanto le había gustado desde que la conoció, sino una rudeza de mármol, como si fuese una especie de titán colosal que guarda un muro.
—¿A qué te refieres?— preguntó cuando la abrazaba y levantaba en el aire para luego volverla a colocar en el suelo.
—A nada— respiró buscando que el aire llegase bien a ella— aun así, hay que esperar.
Ambos cuerpos impactaron en un movimiento único y la música paró.
—Es hora de que bailes con la siguiente— le recordó Elaheh al verlo reacio a soltarla.
—Sí, lo sé— dijo Vahid.
—Cuidado no te desmayes de tanto esfuerzo— le dio ánimos riendo mientras se separaba de él.
Durante unas canciones más Elaheh observó a Vahid bailar con sus mujeres, pero se cansó de aquello y salió al balcón por una de las ventanas. A esas horas a nadie se le hubiera ocurrido salir, mas esa noche las temperaturas no habían descendido prácticamente y por ello Elaheh disfrutaba del sereno. No había luna en el cielo. No supo cuánto tiempo estuvo allí sino hasta que él la llamó.
—¿Cómo has estado, Mi diosa?— hacía mucho no escuchaba aquel sobrenombre, la última vez que la había llamado así dictaba la sentencia de muerte de sus compañeras.
—Perfectamente— en otra vida debió de haber añadido Mi señor amo, pero en esa que llevaba ahora…
—Me doy cuenta— dijo este en tono condescendiente. Se acercó hacia ella manteniendo las distancias justas— me gusta tu atuendo de esta noche, aunque ese color te sienta mejor con otro estilo según recuerdo.
Elaheh sabía que deseaba provocarla, recordaba perfectamente a que se refería. La primera vez que Elaheh conoció los vicios de los hombres bajo sus manos él la hizo vestirse con unas prendas de ese mismo rojo intenso, solo que más reveladoras. Luego de ver lo mucho que el color le favorecía cada que necesitaba un trabajo muy especial, para él o para alguno de sus más importantes compañeros, ese era el color que ella vestiría.
—Porque sé lo mucho que me asienta es que he decidido usarlo fuera de…— Elaheh le miró seductora y desafiante como hacía mucho no miraba— situaciones explícitas— Alfred disfrutaba en la misma medida en que se irritaba.
—Entonces dime— dijo acercándose un poco más— ¿piensas ser una concubina para siempre?
—Es la mejor posición que puede tener una mujer— sabía que aquello sí era darle un golpe directo.
Dentro la música cambió, Elaheh sabía lo que significaba. Todo hombre presente que no posea esposa legal debía de bailar con una concubina de otro de los presentes por las siguientes piezas musicales.
—¿Me permites?— le tendió la mano. Era jugar con fuego y Elaheh lo sabía, pero por primera vez nunca no tenía él todo el control.
Entraron al salón tomados de la mano, llamó mucho la atención de las concubinas y de varios de los nobles presentes. La de Vahid en particular, quien la miraba como si fuese capaz de coger una espada y matarlos a ambos en ese mismo sitio.
Llegaron al centro del salón y la pieza empezó, no era tan movida como las primeras, pero era aun así bastante alegre. Era conocida entre ellos como la Danza del Rey. En todo momento la dama que bailaba tenía que mantener la mirada baja y dejarse guiar por los pasos del hombre. Aunque obviamente tenía los movimientos ya marcados, era una imitación al poder del hombre mientras la mujer apoyaba desde las sombras.
Aun siguiendo lo marcado por el baile, la actitud desafiante de Elaheh no aminoró ni un poco. Era palpable para Alfred, quien por cada segundo se sentía más perturbado por la forma en que Elaheh le enfrentaba. En una mirada furtiva Elaheh vio al rey Malik mirándola, este le sonrió con apoyo y orgullo. Eso era lo que ella deseaba de Vahid.
¿Por qué no había sido capaz de dárselo?
La canción se detuvo en el movimiento final. Todos aplaudieron y la velada continuaba. Elaheh dejó el círculo de baile mientras Vahid entraba con una muchacha. Ella no sabía de quién era concubina y aunque no fuese un pensamiento muy romántico Elaheh no sintió celos por ello.
—Muy bonito— una sonrisa cambió totalmente la expresión de su cara, no podía evitar sentirse bien cuando él se le acercaba.
—Gracias, alteza— el rey Malik se paró al lado de ella. Ambos miraban a las parejas que bailaban, pero estaban muy conscientes uno de la presencia del otro.
—Fue un buen enfrentamiento— hablaba como si estuviese refiriéndose a una batalla— sabía que ganarías tú.
—¿Cómo? si ni yo lo sabía— le reprochó Elaheh.
—I told you, I believe in you*— Elaheh quiso mirarlo, pero se contuvo.
La complicidad que se formaba al hablar en idiomas diferentes a los que hablaban aquellos que los rodeaban la hacía sentir cómoda.
—Entonces…— dijo tendiéndole con la mano una copa de vino que acababa de tomar de un sirviente que le pasó por al lado— brindemos— Elaheh la tomó y chocó la copa contra la de él, ambos bebieron aunque mantenían la vista perdida en otras partes.
La copa de vino se vació, la música acabó, una canción nueva era anunciada, una melodía suave y delicada. Era el final de la noche, el Último baile. Elaheh al inicio no lo entendió lo que significaba la mano que delante de ella se tendía expectante de que la tomara.
No podía creer que realmente el rey de Lithuam quisiera bailar con ella, no después de todo lo que sabía, pero entonces entendió que era precisamente por todo lo que sabía.
Dejó la copa en una bandeja que pasó llevada por una joven a su lado y tomó la mano del rey Malik. No lo había notado la primera vez por la velocidad con la que se habían movido, pero las manos del rey no eran suaves como cabría esperar. Se sentían callosas y rudas, aunque visiblemente fueran delicadas y refinadas, eran aun así las manos de un hombre que había trabajado mucho con ellas.
Deslizó sus dedos por la palma y notó dónde estaban cada callo. Supo que estaban allí por una espada muy pesada, debía de haber trabajado con ella practicando durante muchas horas diariamente, esforzándose mucho, pero… ¿para qué?
Ambos se pararon uno frente al otro, sus miradas finalmente volvieron a encontrarse. Bailaban con cuidado, el rey la guiaba con la delicadeza de un amante novato cuando por primera vez descubre el cuerpo de una mujer a la que ama y no desea herirla.
Sus brazos se entrelazaban, sus ojos no miraban nada más, sus cuerpos giraban en total sincronía y el mundo desaparecía a su alrededor. El calor de ellos emanaba e impactaba contra el del otro, su tacto era caliente y vivo, la música los llenaba espaciándolos del mundo.
La tonada llegaba a su fin, el rey Malik envolvió a Elaheh en sus brazos para el movimiento final. Llevó su cuerpo hacia atrás haciendo que los castaños cabellos tocaran el suelo mientras ella se confiaba a él. La melodía cesó.
Cuando todo el mundo aplaudió fue que ambos se dieron cuenta, hacía mucho las demás parejas les habían dejado la pista de baile solo a ellos. Habían dado un espectáculo digno de presenciar, aunque la mirada asesina de Vahid dejará claro que no estaba contento con ello. Elaheh estaba muy impactada como para que le importase.
Con una reverencia el rey y Elaheh se despidieron mientras contenían la risa que amenazaba en el rostro de los dos. Elaheh fue al lado de Vahid, aunque este evitó mirarla en todo momento.
La velada había llegado a su fin. Reuniéndose todas las concubinas con sus amos para salir del salón pronto Elaheh se vio rodeada de las otras 31 mujeres del harem de Vahid. La princesa Arzu la miraba como si pudiese matarla con ello.
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Llevaba en su habitación cosa de 20 minutos cuando llamaron a la puerta. Por la forma de tocar Elaheh sabía que era Vahid, al abrirla este entró velozmente intentando que nadie lo viera. Su rostro dejaba ver que estaba enojado, Elaheh cerró la puerta con pestillo.
—¿Qué haces aquí?— no era una pregunta para reprocharle.
—¿Esperabas a alguien más?— rebatió este como si tuviese motivos. Tal vez los tiene, pensó Elaheh, pero de un golpetazo mental desechó la idea.
—¿A qué viene esa pregunta?— el enfado crecía en ella.
—¿Te gustó bailar con el rey Malik?— ¿celos?, pensó Elaheh y el simple pensar le dio risa aunque se la guardó para sí misma.
—Tenemos que comportarnos, lo que hagamos favorece o afecta tu imagen. Esa es la función de una concubina— se defendió ella, aunque en el fondo sabía que estaba mintiendo una vez más— además creí que estarías más interesado en saber qué pasó entre Alfred y yo— la culpa y arrepentimiento palearon la ira en Vahid, su cuerpo dejó ir la tensión y su postura se relajó visiblemente.
—Lo lamento— dijo finalmente con la cabeza gacha.
Caminó pesaroso hacia la cama donde se dejó caer sentado como si llevase una carga que no pudiese quitarse. Elaheh pensó que hacía mucho que le daba esa impresión de tener sobre sus hombros un peso que no compartía con nadie.
—¿Qué tal tu noche?
—Mejor de lo esperado— de forma corta y no detallada Elaheh le contó a Vahid su encuentro con Alfred y el porqué de su baile. Este la escuchaba atento y realmente interesado.
—Estoy sorprendido— aceptó al final— me alegra que pudieras hacerlo, me alegra que se llevara una patada en su muy crecido ego— dijo mientras la miraba como a un cachorro que acaba de hacer un truco que le enseñaron para que le premien.
—¿Tú quieres hablar?— Elaheh estaba deseosa de saber qué era lo que lo tenía tan decaído y el absorbía tanto tiempo.
—No. No quiero— dijo mientras respiraba profundo— las palabras no me llenarán.
Un tirón fuerte y Elaheh se vio a si misma sobre la cama con Vahid encima. Un beso fuerte y apasionado le acosaba, inexistente en ese momento cualquier otra acción las manos de Elaheh se liberaron de las de Vahid y fueron directo a donde su interés se concentraba.
Despojaron el escultural cuerpo de toda ropa en cuestión de nada, mientras las manos de Vahid hacían un mapa en el suyo removiendo cada prenda inútil, solo las joyas permanecieron. No había tiempo ni paciencia para ellas.
Los dedos encontraron el camino hacia dentro de Elaheh provocando sus gemidos mientras las manos de esta jugaban con el duro miembro de Vahid. De repente Vahid se quitó de encima de ella y descendió por su cuerpo mordiéndola y besándola, trazando un camino por su cuello, pechos, vientre, muslos.
Luego subió de nuevo hasta allí donde sus dedos la acosaban sin descanso. Rápidamente su lengua presionó sobre el capuchón que coronaba la zona, sus dedos entraban y salían, presionaban dentro, hacían círculos, mientras sus labios succionaban y su lengua torturaba.
Otro dedo se añadió dentro de ella, la fuerza y el hambre con que Vahid la trataba hicieron de Elaheh un manojo de sensaciones. En poco más un grito quedó atrapado entre sus dientes clavados en su antebrazo.
Vahid quiso subir, no resistía más, necesitaba hundirse en ella desesperadamente. Dejó su afán y se puso rápidamente encima de ella y llevando las piernas de esta a sus hombros se adentró de un solo empujón. Elaheh se mordió el antebrazo mientras ahogaba sus gemidos, que estaban más cerca de los gritos.
La sensación era más fuerte, algo estaba motivando a Vahid. Era como si haciendo eso quisiese olvidarse de algo más, pero a Elaheh solo le importaba lo hondo que llegaba y todos los puntos que golpeaba.
No supo cuánto tiempo estuvo así, solo sintió un inmenso orgasmo abrirse paso, un grito que no pudo contener. Presionando hacia abajo Vahid la acalló cuanto pudo con sus labios, aunque no sirvió de mucho. Las embestidas cada vez eran más rápidas y violentas, pronto después de su segundo orgasmo Vahid se vino dentro de ella.
El calor familiar que calmaba el delicioso ardor la hizo sentir como en una nube, aquella sensación le encantaba. No entendía como no la había sentido antes, las otras veces. Aunque tampoco era que sus anteriores compañeros estuviesen muy dispuestos a complacerla, solo se interesaban por ellos.
Vahid se tumbó a su lado sin decir nada más. Estuvieron por un rato así, simplemente acostados. Elaheh llegó hasta a pensar que Vahid se quedaría con ella esa noche, por algún motivo eso trajo consigo una sensación de inquietud grande. No fue así. Se despidieron y Elaheh lo vio salir con cautela, afortunadamente afuera no había nadie.
Respiró profundamente y se levantó de la cama, aunque sí estaba cansada su mente parecía haber bebido cien litros de café. No paraba de darle vuelta a las cosas, se envolvió en un camisón de seda de mangas cortas de color verde lima y se quitó todas las prendas.
Entonces vio la marca de sus dientes, supo que permanecería allí por un rato. Un poco por debajo de esta adornaba su muñeca el mechón de pelo rubio todavía amarrado. Los recuerdos del baile, de las miradas cómplices y furtivas, de la complicidad nacida entre ella y el rey Malik la abordaron en el acto. Escuchó la puerta abrirse, pensó que era Vahid que regresaba por algo que se le quedaba.
—¿Dejaste algo?— preguntó, se arrepintió enseguida que se dio la vuelta. Allí, delante de ella, vestido como un guardia de palacio estaba el rey Malik.
—No creo. ¿Por qué?— el característico brillo divertido de sus ojos estaba allí, pero el amarillo dejaba ver también otra emoción aparte de los nervios, preocupación.
—¿Qué haces aquí?— Elaheh se apresuró a la puerta y la entreabrió. Miró hacia afuera, no parecía haber nadie. La cerró con pestillo y fue de vuelta hacia donde el rey Malik se encontraba parado— no deberías estar aquí— le reprochaba entre susurros.
—Tenía que hablar contigo— sus palabras eran duras aunque en bajo tono, aun así no perdía la amabilidad que ella había conocido.
—Si alguien te ve aquí…— le recordó temerosa ella.
—Vahid ya se fue a su habitación, esperé lo suficiente. Tranquila— aunque sus palabras se suponía la tranquilizaran, lo que hicieron fue dejarle la sangre helada.
—¿Cómo…?— no fue capaz de completar la pregunta.
—Esperé afuera hasta que lo vi salir, luego te di un tiempo para que te vistieras y entonces entré. Sabía que no tenía pestillo porque fue él quien cerró— la explicación la hacía sentirse aún más atónita. Él lo sabía, lo que acababa de pasar, pero no le daba importancia ¿Por qué debía dárselo ella?
—¿Qué es tan importante que necesitabas hablarlo conmigo a costa de nuestra seguridad?— decidió por fin dejar el tema sin sentido.
—¿Vahid no te ha dicho nada?— Elaheh sintió el calor dejar su cuerpo. Así que algo sí pasaba, ella negó con la cabeza— Elaheh, el baile de esta noche tenía varios propósitos, no solo el hacer negocios y cimentar futuras relaciones.
El rey se quitó el dastar dejando caer su largo cabello suelto en un torbellino dorado y lo dejó en el suelo. Se sentó encima de un baúl, Elaheh tuvo la sensación de que había evitado la cama a propósito, aunque no podía culparlo.
—Elaheh, estamos al borde de una guerra entre los países— ella tomaba asiento frente a él en un taburete— hace un año atrás las contradicciones entre las naciones llegaron a puntos alarmantes. Desde entonces hemos estado en alerta máxima. En los últimos tiempos hemos conseguido controlarlo mejor, las negociaciones han incrementado, incluso yo mandé a mi hermana al harem de Vahid buscando paz. Era como decir que les confiaba una parte de mi familia. El baile de esta noche buscaba unirnos, intentar solventar las diferencias y que se llegasen a acuerdos que convinieran a todos.
—¿Se logró?— su voz sonaba ronca y extraña, como si no fuera suya.
—Algo así. Cada país va a poner parte de sus tierras a favor del comercio con otros, cada uno dará lo que se produzca de esa zona para el favor de los demás obteniendo lo mismo a cambio, pero eso no será todo— le explicaba. Su mirada parecía perdida.
—¿Qué más?— mientras más lacónica fuese más obtendría.
—Cada uno de nosotros como reyes, al igual que aquellos príncipes en poder de regiones de un país como es el caso de Jaldra, deberá invertir en la producción de mayor interés de otro país— el rey Malik hablaba como repasando la idea.
—Pero eso será contraproducente— Elaheh no pudo contenerse de decirlo, el rey la miró intrigado— ¿Qué pasaría si dos países deciden invertir en el mismo país, aunque fueran negocios distintos? Entonces otro país se vería afectado y ese país doblemente beneficiado. Ni aunque dicho país tuviese el poder económico para responder a ambas inversiones, nunca sería una buena jugada para igualar las condiciones— le explicó su análisis.
—Buen punto— dijo él sonriendo— supuse que lo deducirías.
—¿A qué te refieres?— preguntó ella sin entender.
—Escuché que eras muy observadora y buena aprendiz, que te gustaba atender a las reuniones de negocios y que llegaste a ser muy buena en el tema— Elaheh sabía de dónde lo había escuchado, de quién, sonrió tristemente ante el recuerdo de Setareh— tienes razón, no sería bueno hacerlo así, no habría equidad y por tanto tampoco paz. Por eso se decidió que se haría por sorteo.
—¿Por sorteo?— el rostro de Elaheh mostraba incredulidad, no entendía a qué se refería.
—Pusieron los nombres de cada miembro de la realeza a quien le incumbiera la situación en una urna de cristal y cada uno de nosotros sacó un papel, dentro decía el nombre de aquel con quien haría negocios— le explicó con cuidado el rey Malik.
—Pero para algo así tendrían que poner reglas— rebatió Elaheh.
—Sí, las hay— estuvo de acuerdo el rey— la primera: se debe respetar el nombre que salga por sorteo. La segunda: los cambios son permitidos, pero que dos países se unan en una inversión hacia un solo país o que le dé de sus producciones a dos países no. La tercera es que los acuerdos deben ser respetados, de lo contrario el agraviado estaba en derecho de responder con las armas u otros medios. También…— el rey Malik no sabía cómo decírselo. No a ella.
—Dígamelo, su majestad— le pidió Elaheh.
—No, por favor, no su majestad. Puedes llamarme Malik, me gustaría oír mi nombre de ti— era una confesión desesperada, pero a Elaheh le gustó.
—Entonces, dímelo Malik.
—También…— reinició Malik— cada uno de los involucrados tendría que deshacerse de una concubina— Elaheh sabía que las concubinas tendrían que estar en el medio por alguna parte.
—¿Cómo “deshacerse”?— el término que utilizó Malik le extrañó.
— Es algo así como esto: si yo invierto en tu país, tú me mostrarás a todas tus concubinas y yo elegiré una de ellas que se vendrá conmigo a mi harem. Hay una regla más, adicionada por alguno de los príncipes, no supe cuál — le contaba con pesar— si otro de los involucrados estaba dispuesto a pagar la mitad de la suma de la inversión por la concubina elegida por el inversionista, este tendría que dársela a ese nuevo comprador y ella sería entonces de su harem. A cambio, quien la obtuviese no podría pedir concubina alguna del país en quien invierte, por ello aquel que al final se quedé sin concubina escogerá del harem del cual no escogió quien pagó por la concubina de otro.
Todo aquello le sonaba parecido a la compra de esclavos, sus ojos dejaban muy claro el asco que le producía todo aquello. De repente entendía el pesar de Vahid, pero le dolía el pecho ¿Por qué no me lo dijo?, se preguntó.
—Como si compraran esclavas— las palabras salieron con desprecio patentado.
—Lo mismo pensamos la mayoría de los que estábamos allí, pero con que más de cinco estuviesen de acuerdo la regla se quedaba— le explicaba medio que pidiendo disculpas por no haber podido evitarlo.
—¿Para qué me lo cuentas?— Elaheh entendía lo delicado de la situación, pero no comprendía por qué Malik veía la necesidad de contárselo.
—Por dos motivos— contestó él— primero: porque Vahid necesitará tu ayuda para invertir en mi país. No le va a resultar fácil, Lithuam es vasto y muy productivo, somos un país rico. El más rico.
Elaheh lo sabía, siempre había sido así. Rodeado de desierto y en el centro, como un gran oasis, se alzaba una cuidad. Con una zona de costas, otra de minas, de cultivo, de ganado, de producción agrícola, de elaboración de diversos objetos desde tela hasta joyas, muebles, útiles y armas.
Lithuam era un país bendecido con riquezas y poder, con una industria pesquera y puertos comerciantes, además de la riqueza propia del lugar. Pocos habían entrado en él, pocos salido. Solo la familia real o la alta nobleza tenía el poder de dejar el país, pero jamás se quedaban en otro. Ella tampoco lo haría de vivir en un lugar así.
—Pienso que él no me escuchara, ni siquiera me había contado nada de esto— se justificó Elaheh.
—Lo sé, lo sé, pero si puedes inténtalo. Es un hombre con un futuro prometedor, pero fue criado para no heredar el trono. Que las cosas hayan cambiado con el tiempo no significa que él esté totalmente preparado. Sigue siendo un niño, con mucho talento para gobernar, pero muy llevado por sus emociones— Elaheh sabía perfectamente a qué se refería Malik, ella misma lo había vivido. Asintió levemente con la cabeza.
—Haré lo que pueda— acordó— ¿y la segunda razón?— una sombra de ansiedad cayó sobre Malik. Su voz se volvió ronca y pesada.
—La segunda razón es para prevenirte— dijo él— quien invertirá en Jaldra, más específicamente en el sur, es el rey Alfred— aunque no supiera cómo explicarlo Elaheh no se alarmó ante la noticia, de hecho de cierta forma lo esperaba.
—Supongo que no es necesario ser adivino para saber a quién escogerá del harem— dijo sentenciando y rindiéndose a su destino.
—No, escucha, puede que no— Malik la tomó de los hombros para que ella lo mirase haciéndola reaccionar, hablaba precipitadamente— él las dejó ir porque eran esclavas, esa situación no ha cambiado, sigues teniendo ese pasado. Con ese pensamiento asqueroso que tiene es probable que siga sin querer ese tipo de lo que él llama “mancha” en su harem, puede que escoja a alguien más y Al-lāh no lo permita, puede que sea hasta mi hermana. Si lo que busca en su harem es la mayor nobleza posible ella es la mejor opción— pequeña pero latente, la esperanza calentaba como una brasa.
—Yo ya le conozco, he estado allí, sé que monstruo es. Que alguien que nunca ha sufrido nada en esta vida, criada con lo mejor y enseñada con la mayor de las dulzuras, pare en las entrañas de ese ser mejor que sea yo— alegó Elaheh.
—NO— no llegó a ser un grito, pero la voz de Malik si se había alzado bastante— no es así— dijo volviendo a hablar bajo— mereces un destino distinto. No creas que porque fuiste suya tienes que condenarte a ser suya de nuevo. El desierto está hecho de arena, no hay forma de encadenarte a él.
La belleza de aquellos ojos brillantes en amarillo parecía haber cobrado vida y se había vuelto letal. Ante el silencio de Elaheh Malik se vio inquieto, pero se le acababa el tiempo.
—Tengo que irme sino las cosas podrían ponerse feas para los dos.
—Entiendo— respondió Elaheh— espera aquí— fue corriendo hacia su mesita de noche y tomó la llave que Malik le había dado esa tarde— toma y gracias.
—No pasa nada— Malik tomó la llave de vuelta y luego le miró la muñeca— no podrás llevarlo por siempre— le dijo refiriéndose a su cabello.
—Ya lo guardaré en algo— respondió ella jugando.
—Si te doy otra cosa, algo que sí puedes llevar constantemente aunque no sé cómo justificarías el tenerlo ¿lo aceptarías?— Elaheh quería decir que no. Debía decir que no.
—Sí, claro— lo que salió de su boca poco tenía que ver con lo que su parte racional dictaba.
Malik sonrió levemente, llevó sus manos a la parte posterior de su cuello y se quitó una fina cadena de oro. Casi parecía un hilo, con un dije donde se veían dos caras de perfil mirando en direcciones opuestas. Se lo dio, Elaheh lo tomó con cuidado y estudió la imagen aunque no lograba asociarla a nada que conociese. Malik rio por lo bajo ante el interés de la joven.
—Janus, es el dios romano de las puertas, los comienzos y los finales. Representa las dos verdades de nuestra existencia. Todos tenemos dos lados, uno bueno y otro malo, un pasado y un futuro. Ambos marcan nuestro presente. Nos forjan las circunstancias y la forma en que las afrontamos.
Le explicó Malik y Elaheh sintió su corazón sobrecogido ante la expresión dulce que mostraba el rey de angelical rostro.
—Me fue dado por mi abuelo, dijo que perteneció a su primera esposa legal que murió junto con su bebé recién nacido en el parto. Dijo que ella decía que en medio de la tormenta siempre llegaría el bote a salvarte— Elaheh miró a Malik como la primera vez, un ser etéreo y al mismo tiempo tan corpóreo.
—Ven— dijo tomándole de la mano— es hora de irte— lo llevó con ella hasta la puerta y la entreabrió, miró en todas direcciones— todo despejado, vete.
Malik no dijo más nada, la miró por un segundo y luego salió de la habitación. Elaheh no cerró la puerta hasta pasados muchos minutos, temía que algo pasase y ella no se enterara por estar dentro de su alcoba. Finalmente decidió que todo había salido bien y cerró con pestillo.
Se plantó frente al espejo y colocó la fina cadena alrededor de su cuello, tomó unas tijeras y cortó el mechón de pelo de su muñeca, lo guardó en un guardapelo que tenía con ella. Un regalo de Pari de cuando había llegado al palacio interno.
Se acostó en la cama rememorando cada uno de los momentos pasados en palacio, cada sentimiento que nació y creció allí. Jugando con el dije de la cadena mientras con rostro serio su vida de los últimos meses, en el mes por venir un año ya, pasaba por delante de sus ojos. Hasta que dejó de mirar el techo de la habitación, todo cobró un matiz nubloso y se supo sumida en un sueño de memorias, bonito y dulce como ninguno antes de ese.
El alba llegó.
*******
I told you, I belive in you (te lo dije, creo en ti)
Para los que no hayan podido entenderlo, ese "Creo en ti" es lo que anteriormente Malik había dicho en francés. 😘
Y ahora qué?
Opiniones?
Hipótesis?
Qué hará Elaheh para la guerra que se avecina?
Y quiero saber que team son:
TeamVahid (💚)
TeamMalik (💙)
Yoooo....bueno, ya veréis😉🤗
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