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Capítulo 14 Una más

Un mes entero había pasado y Elaheh asistía a constantes rehabilitaciones y recibía más atención de la acostumbrada. Ya podía valerse por si misma y eso era algo obvio.

Aún con eso rara vez estaba sola, si Asha no estaba cerca contándole los avances de su inicio de romance con Rashid eran Kira y Pari con los últimos chismes del palacio interior o quejándose de que Asha se pasaba el día con la cabeza llena de flores por su amor platónico, aunque la mayor parte del tiempo era Deniz quien la acompañaba.

Las concubinas seguían odiándola y no se habían alegrado mucho de su milagrosa recuperación, por lo que Deniz era quien se encargaba de ella. La hora diaria con el príncipe Vahid había vuelto, puede que fuera lo único que le agradecían las demás chicas a su recuperación.

El príncipe jugaba bien su papel de esposo y las atendía como había hecho de toda una vida, no parecía que hubiese pasado nada durante aquel período de tiempo. Para el príncipe y ella no era suficiente pasar todas las noches juntos, porque Vahid se había negado rotundamente a volver a dormir solo en su habitación lejos de ella, necesitaban más. El día se les hacía corto, las horas de estudio, reuniones y trabajo eran eternas.

Durante su recuperación el palacio había estado revolucionado por el viaje al Norte. Elaheh solo veía divertida como corrían de un lado a otro cuando creían que nadie los miraba, pero la biblioteca tenía una ventana que daba vistas a los pasillos del castillo, además del jardín central por supuesto.

Con un libro en mano Elaheh pasaba las horas del día entre lecturas, miradas de soslayo a los empleados, de vez en cuando también veía alguna concubina corriendo con su dama de compañía y algunas modistas. La imagen la hacía reír con ganas, pese a todo la hora diaria con las concubinas seguía siendo sagrada.

Elaheh se sentaba en una esquina del cuarto mirando a Vahid ser acosado en preguntas por sus concubinas, incluso Deniz se había unido a la pandilla. Afortunadamente la hora que también era sagrada en el horario de Elaheh estaba dando frutos, su rehabilitación.

Su voz había vuelto a la normalidad, aunque a veces probaba gritar y se le iba, pero hablar ya no era ningún tipo de problema. Todavía no era recomendable que corriera, pero subir y bajar escaleras había dejado de ser una situación difícil que requería esfuerzos por su parte.

Los mareos y vómitos habían desaparecido y realmente los brebajes preparados por los herboristas resultaron no saber tan mal, después de que Elaheh misma los arreglase porque ella no negaba el talento medicinal de esos señores, pero el sabor de sus bebidas bien podía causarle otro tiempo inconsciente.

Todo lo mágico acaba y en esos momentos Elaheh discutía en su habitación con Vahid debido a los baúles de ropa que este le había metido dentro para que escogiera y usara en la corte.

—Escucha Elaheh, no quería decírtelo porque pensé que podía herirte, pero te considero lo suficientemente fuerte como para soportarlo— la mirada de Vahid pudo haberla vuelto piedra si él poseyese ese poder— eras una esclava, intente ocultarlo lo mejor que pude, pero mis hermanos te han visto, todos a excepción de Jahan. Sus concubinas lo saben, obviamente mi padre también ya lo sabe— el tono de voz de Vahid fue subiendo según hablaba— POR DIOS HASTA LOS SIRVIENTES LO SABEN. TODA LA CORTE DE JALDRA LO SABE.

Elaheh se mantenía en el mismo lugar, sus ojos parecían querer abandonar su cara. Vahid se tranquilizó respirando profundo con los ojos cerrados, controlándose.

—Para mí eso no es un problema, me da igual, pero ellos, todos ellos, esperan que te comportes como lo haría una esclava. Que vistas y hables como tal, que yo te trate como tal…—un silencio momentáneo, el tragar fuerte de Vahid— no me avergüenzo de ti, pero no quiero que eso sea lo que vean. Quiero mostrarles a la verdadera tú— finalmente suspiro y volvió a mirarla, su rostro se dulcificó y adoptó esa expresión que tiene cualquier adulto cuando le habla a un niño muy pequeño— ¿me entiendes?

Elaheh lo miraba fijamente a los ojos, Vahid por un segundo creyó que no había podido llegar hasta ella. Un pie tras otro Elaheh se acercó a donde estaba él, se detuvo justo en frente y respiró hondo para luego dejar salir el aire en un suspiro.

—Bueno— dijo pasando de largo por el lado de Vahid y dirigiéndose a los baúles con ropa— no puedo llevarlos todos así que ve liberando a las chicas de sus labores para que me ayuden a escoger— Vahid seguía a Elaheh con la mirada y se había quedado de piedra hasta que entendió lo que ella le decía, siguiéndole el juego continuó él.

—Supongo que te refieres a Pari y las hermanas.

—¿A quién más sino?— respondió Elaheh dando se la vuelta hacia él bruscamente.

—Pensé que tal vez podrías hablar de Deniz— planteó Vahid risueño.

—Hablé en plural y además, dejando de lado que Deniz tiene su propio vestuario que planear, tú sabes que no podía estarme refiriendo a ella si estoy hablando de ropa. Ella es más de colores…extravagantes—dijo Elaheh intentando ser lo menos agresiva posible hacia su amiga.

—Pero si a ti el naranja chillón y el rosado intenso que encandila te quedan preciosos— respondió Vahid acercándose lentamente hacia ella.

—¿Ah sí? No me digas— dijo esta con ironía.

—Pues sí.

La tomó con fuerza por las caderas y la apretó contra él. Ella, buscando prolongar el juego, se echó hacia atrás en una curva para evadirlo. Vahid usó su mano derecha para mantenerla en lugar por su cintura y con la izquierda le inmovilizó la cabeza sujetándole el cuello.

—Ya deberías saber que no puedes negarme a mí— dijo mientras pegaba sus labios a los de ella.

Se fundieron en un beso como hacía mucho no compartían uno. Desde el accidente Vahid no había vuelto a tocarla, incluso cuando la besaba era muy cuidadoso de que ella no pudiese aferrarse a él y nunca dejaba que el beso llegase a cobrar vida con el característico fuego. Elaheh sabía que era porque estaba preocupado por ella, pero la situación la desesperaba, mas ese día estaba dispuesto a jugar con el peligro.

Elaheh enredó sus manos en el cabello espeso y negro y tiró de Vahid hacia ella profundizando más el beso. Los brazos de Vahid fueron recorriendo la espalda de Elaheh guiados por los huesos de la columna, no se detuvieron hasta aferrarse a aquellas dos montañas de suave, no obstante firme, piel pegando sus cuerpos aún más si era posible, haciendo que sus partes bajas chocaran. Elaheh fue consciente de la erección que Vahid presionaba contra ella, saberse deseada de ese modo aumentaba su libido.

Sus manos descendieron desde el cabello de Vahid por su cuello, una se quedó aferrada a su khalat a la altura de su pecho y la otra siguió bajando. Él solo se dedicaba a desatar el sari con sus manos y con sus dientes morder su cuello u hombros. Ese día quería más que juego, ese día finalmente estaba seguro.

Elaheh bajo su mano hasta alcanzar su objetivo, rozando con cuidado, pero con la presión necesaria contra el duro miembro de Vahid. No pudo evitar sentirse poderosa. Esa vez ella no había pedido permiso, había pensado en hacerlo y lo había hecho. Eso era lo que él quería, que dejase de ser ella la esclava, que le mostrase a su yo interna capaz de disfrutar de la intimidad, no solo de hacer aquello que sabía traería placer a su compañero porque era su deber.

El khalat de Vahid tocó el suelo en un gesto rápido y diestro mientras Elaheh se deshacía finalmente de la usual blusa que usaba debajo de los saris. No pasaron mucho el uno sin el calor del otro. Volvieron a fundirse en uno, las manos de Vahid no dejaban espacio sin recorrer del cuerpo de Elaheh, los dedos de una se dedicaron a castigar a uno de sus senos mientras que la otra iba subiendo la falda.

Elaheh por su parte había abierto el kurta de Vahid y deslizado una de sus manos dentro de sus pantalones, la humedad de este era igual a la de ella. La excitación en los dos se desbordaba, el miembro caliente que parecía latir en la mano de Elaheh mientras esta subía y bajaba por él, frenaba en la punta para prodigar caricias con cuidado de no herirle.

Vahid había alcanzado su objetivo donde halló humedad sin fin, no se detuvo en el punto más sensible, fue directo a introducir tres dedos dentro de ella luego de haberlos mojados con sus propios jugos. La impresión hizo a Elaheh gemir más alto y dar un respingo, pero la sensación era muy placentera.

Esta aceleró sus movimientos a lo largo del miembro de Vahid mientras él aceleraba el entra y sale de sus dedos, su boca aprisionó al pezón libre del otro seno, luego sus dientes. Ambos ardían en fiebre.

—Príncipe Vahid— un grito desde afuera los interrumpió abruptamente, la voz era familiar— PRÍNCIPE VAHID— volvieron a llamar y ambos reconocieron la voz de Rashid.

—VA— gritó Vahid indignado, enojado y definitivamente frustrado.

No era el único, Elaheh también estaba visiblemente enfadada, pero también le preocupaba el descaro de los dos hombres de gritar como si estuviesen en la habitación del príncipe en plena tarde.

—Toma— Vahid recogió su khalat del suelo y cubrió totalmente el cuerpo de Elaheh con ella, cayó en cuenta de que él iba a abrir la puerta tal cual andaba, que Rashid sabría lo que había sucedido o mas bien casi sucedido. Era muy tarde.

—¿Qué sucede?— respondió de muy mala forma Vahid, que abría la puerta sin preocuparle nada.

—Lamento interrumpirlo majestad— se disculpó Rashid que parecía ajeno a la situación, como si hubiese abierto la puerta un Vahid completamente vestido y que dentro de la habitación no estuviese Elaheh parada perfectamente en su campo visual vestida con el khalat del príncipe— los encargados de la defensa enviados por el Rey Kudret ya llegaron, quieren hablar con usted— explicó el hombre.

—Por supuesto que sí— suspiró Vahid rindiéndose ante lo inevitable— dame un segundo— le dijo a Rashid para luego cerrarle la puerta en la cara.

—Se puede saber qué les pasa a los dos hoy. No se preocupan por lo que pueda pasar de alguien ver esa escena— Elaheh caminaba como loca por la habitación por lo que Vahid la contuvo entre sus brazos encerrándola.

—Oye, espera, escucha.

Le respiró cerca al hablarle, pese todo el enojo el deseo no parecía querer abandonarlos. Elaheh volvió a sentir su cuerpo en ebullición y erizándose, su respiración se agitó una vez más.

—Le pedí a Pari que se llevara a todas las chicas a donde las costureras, justificando que no quería que estuvieran por allí andando cuando llegasen los hombres de la corte. Además puse a mis guardias en puntos exactos de los pasillos con órdenes de detener a cualquiera que quisiera subir que no fueras tú, Rashid o yo. Ahora que lo pienso, debí haber ordenado que Rashid también quedara fuera del perímetro— Elaheh rio ante el comentario— En cuanto a lo de Rashid viéndonos y adivinando lo que pasaba y no pudo pasar por culpa de su mísera existencia.

Había notado la amistad de los dos hombres desde la misión de rescate al orfanato y la iglesia. Confirmó sus sospechas gracias a Asha, quien le había contado que Rashid y el príncipe eran mejores amigos, casi hermanos de toda una vida. Vahid nunca le había contado nada y ella no había preguntado, no quería parecer entrometida.

—Él me conoce lo suficiente como para saber exactamente qué estaría haciendo aquí, además— algo me dice que ese grito no era el primero que él hacía, aunque este último pensamiento se lo guardó para sí mismo. En cambio desvió la conversación— de cualquier manera tengo que irme, me devuelves mi ropa.

Vahid dejó ir a Elaheh de sus brazos y esta, dándole la espalda, hizo que la prenda se deslizara por sus hombros dejándola caer con delicadeza pesada sobre el suelo y mostrándole a Vahid su cuerpo cubierto solo por la falda, su cabello castaño caía ya tan largo que llegaba a sus caderas. Las manos de Vahid temblaron.

Se acercó con lentitud y recogió del suelo su khalat, con un movimiento marcado por el hábito se lo colocó de nuevo. Elaheh lo miraba en todo momento por encima del hombro. Caminó lentamente por el lado de ella, rodeándola, mirándola, se detuvo delante. Elaheh no hizo amago de esconder nada de ella a él, lo miraba desafiante y deseosa a los ojos.

Vahid no la tocó, sabía el error que eso podía significar, simplemente la miró y cediendo a su desafío dio media vuelta y caminó hasta la puerta. Tomando el pomo en la mano miró hacia atrás, ella no se había movido, algo en la mirada de él le había dicho que de mantenerse firme las cosas podrías ponerse muy interesantes.

—Esta noche— fue todo lo que dijo Vahid, entreabrió la puerta lo suficiente para pasar por ella sin que nadie pudiese ver al interior y salió.

Esta noche, pensó ella.

El resto del día se hacía una tortura para Vahid, los guardias que su padre había enviados y los suyos tenían problemas en ponerse de acuerdo sobre la mejor ruta, hora y método de protección. Como si eso fuera poco, había tenido que aguantar la mirada burlona de Rashid desde que interrumpió su encuentro con Elaheh. Tal cual él había sospechado Rashid gritó porque llevaba bastante tiempo llamándolo y tocando la puerta, pero ni él ni Elaheh lo habían sentido.

—Vale, ya cállense— al ver que no se llegaba a un acuerdo Vahid había tenido que intervenir— aquí las órdenes las doy yo, no mi padre por más rey que sea. Iremos por donde dice mi general al mando y ustedes se posicionaran para ello. Mis guardias protegerán a mis concubinas y a mí y ustedes nos protegerán a todos desde la parte más externa— Rashid se sintió hinchado de orgullo cuando vio que el plan apoyado por Vahid era el que él proponía.

—Claro, su majestad— respondió el general de los oficiales de la corte— puedo saber aparte de los guardias, ¿cuántas personas irán?

—Mis 31 concubinas, cada una con su dama de compañía, yo por supuesto y diez sirvientes más— explicó Vahid ya cansado de aquella conversación.

—Alteza— interrumpió uno de sus consejeros— perdone interrumpir, pero me temo que ha cometido un error— Vahid miró a su consejero como si le hubiesen salido tres cabezas de repente— vera, unos minutos antes de que iniciara la reunión un mensajero me avisó de que la nueva concubina proveniente de Lithuam había llegado. No dije nada porque esta reunión era importante y no consideré necesario comentárselo en el momento, ordené que se le instalara en la habitación que usted había designado y que Pari se encargara de instruirla por el palacio hasta que usted estuviese disponible para verla.

Vahid palideció ante la noticia, con los acontecimientos del último mes se le había olvidado por completo que de su ultimo negocio con Lithuam había quedado una parte del trato pendiente. La hermana menor del rey de Lithuam, la princesa Arzu, pasaría a formar parte de su harem. Obviamente al pertenecer a la familia real el objetivo era que él la escogiese como su esposa legal, aunque eso no había sido impuesto como requisito.

El suelo bajo sus pies pareció desaparecer por un momento. Respirando hondo y buscando la manera de acabar aquella reunión de prisa para poder encontrar a Elaheh y a las demás antes de que Pari les presentara a la nueva miembro del harem, Vahid recuperó la compostura.

—Bueno, pues entonces son dos personas más, listo— dijo finalizando la reunión— dejo todo en manos de Rashid, mi general en jefe, lo obedeceréis como si de mí se tratase. Ahora si me disculpan.

Apresuradamente dejó la sala evitando la mirada divertida de Rashid que sabía perfectamente lo que pasaba. Cuando las puertas se cerraron a sus espaldas Vahid corrió como si la vida se le fuera en ello. Las había mandado a estar donde las costureras, debían de estar todas allí todavía. El camino se le hacía eterno, sus piernas hacían cuanto podían para seguir corriendo bajo sus órdenes, su respiración era agitada aunque le resultaba difícil decir si era por estar corriendo o por el nerviosismo de que pudiese llegar tarde.

Se detuvo delante de la puerta de la sala de costureras, el salón más grande y luminoso de todo el palacio, una necesidad debido a la labor que dentro realizaban. Tocó con fuerza la puerta, nadie respondió, tocó de nuevo. La puerta se entreabrió y de dentro Pari se asomaba. Vahid dejó de respirar. Es muy tarde, pensó.

—Mi príncipe— le respondió la mujer desde dentro abriendo la puerta lo suficiente para que pasase—podéis pasar, todas están perfectamente vestidas.

La voz de Pari lo cubría con calor. Ella misma entendía el problema en que el príncipe se encontraba en esos momentos. Delante de todas y mirándolo fijo, curiosamente la que más cerca se encontraba de la princesa, estaba Elaheh.

—Buenas tardes— habló lo más sereno posible, su mirada intentaba encontrarse con la de Elaheh, pero la de ella lo evitaba tanto como podía.

Las concubinas parecían dolidas, enojadas, frustradas, y la princesa parecía una estatua de rígida sentada de tal forma que debía doler. No solo su porte, su aspecto, el aura alrededor de ella, todo la hacía sumamente diferente de las demás.

—Princesa Arzu, bienvenida a mi harem— dijo finalmente Vahid, con eso la hacía oficialmente parte de su vida, la tensión crecía dentro de aquel salón.

—Gracias, príncipe Vahid. Es un honor formar parte de su harem— dijo Arzu hablando por primera vez desde que había entrado en el salón, su voz era musical y armoniosa. Vahid sabía que ahora estaba en más problemas.

—Le haré llegar entre esta noche y mañana el aro de oro correspondiente— aclaró buscando un tema seguro antes de lo que se avecinaba— supongo que es hora de que sea yo quien la presente. Mis adoradas flores, esta es la princesa Arzu del país de Lithuam. Su hermano, el rey Malik, la envía como el cierre de uno de los mejores negocios hechos por nuestro país con el suyo. Espero que os llevéis bien con ella— pero Vahid sabía que no sería así, era imposible.

Aquella chica era la mayor amenaza para todas ellas, incluso para Elaheh que seguía esforzándose en busca de algo para conseguir ser digna de ser su esposa legal. Reconocía que ahora con la princesa allí esa opción dejaba de ser tan realista.

—Bienvenida al harem del príncipe Vahid, princesa Arzu— por un momento Vahid no supo quién hablaba, más bien no lo creía— yo soy Elaheh— la cara de todos dentro de la habitación, desprecio, ninguna estaba de acuerdo con lo que pasaba, ni siquiera Vahid.

—Un placer— respondió la princesa— podéis llamarme Arzu, a fin de cuentas desde el momento en que ingresa al harem la mujer pierde cualquier título antes otorgado— su rostro no cambiaba de expresión, sin embargo sus palabras salían afables de dentro de ella.

—Bueno—intervino Vahid evitando que la situación llegara a más— la hora diaria con las concubinas la tendremos aquí, es más seguro hasta que Rashid se deshaga de todos los guardias de la corte. Pari.

—Sí, mi señor— contestó rápidamente esta.

—Tú y las damas busquen los aperitivos y las bebidas y tráiganlos por favor.

—Inmediatamente— respondió Pari, todas las damas de compañía, incluso de la Arzu, dejaron la habitación tras la mujer.

—¿Y bien?— dijo Vahid— no me vais a mostrar los vestuarios mis adoradas.

Como si de personas totalmente distintas se tratara, todas las concubinas se pusieron rápidamente alegres y corrieron de un lado a otro con las costureras mostrándole a Vahid sus ropas nuevas. Este disfrutaba verlas tan revoltosas, Arzu por su parte solo las miraba como quien mide la calidad de un producto a comprar.

A Vahid le habría gustado que Elaheh se sentase cerca de él, pero esta se mantuvo a una distancia considerable en todo momento. La tarde resultó ser bastante amena para las muchachas. Deniz termino sentándose junto con Elaheh.

Entre las concubinas que gritaban, reían y disfrutaban hablando con el príncipe, que debido al incidente del día no se mostraba reacio a contestar ninguna de sus preguntas, se encontraban Leila, Sahara, Kamira, Shala, Alyssa, las gemelas Aya y Ara y Elizabeth. Aun así todas recibían de la atención de Vahid y por el tiempo que duró aquello, parecieron olvidarse de la presencia indeseada y perturbadora de la princesa.

El tiempo pasó volando y la hora acababa, un mensajero llegó de parte de Rashid para informar que se había retirado con los guardias de la corte. Las concubinas fueron dejando el salón una a una, cuando Elaheh pasó al lado de Vahid Deniz tapó su cuerpo con el suyo propio para que nadie viera como ambos se miraban.

—Esta noche— dijo Vahid.

—Esta noche— repitió Elaheh, aunque en ese momento tenía una connotación distinta a la inicial.

.

.

Elaheh estaba en su habitación terminando de vestirse con su camisón celeste de seda y con las mangas cortas en forma de vuelo, era bastante claro a tal punto de que si la iluminación era buena se podía ver el cuerpo de Elaheh bajo este, cuando Pari entró con la cena.

Detrás de ella entró Kira con otra bandeja, en esta venían dos jarras, una con agua, otra con vino tinto y dos copas. Elaheh no se sentía con ganas de comer nada, pero conociendo bien a sus amigas no se irían hasta que ella no hubiese devorado todo sin miramientos.

Cubriéndose con un chal de color arena Elaheh se sentó en el suelo y contempló la comida por un minuto. Nadie decía nada, finalmente empezó a comer. No recordaba haber tenido hambre, pero la voracidad con la que devoraba todo decía lo contrario. En pocos minutos solo quedaba la fruta por ser comida y Elaheh apuraba una copa de vino para saciar su sed.

—¿Dónde está Asha?— preguntó. Había notado la ausencia de la joven, pero solo en ese momento le vino a la mente la pregunta. Me estoy volviendo una mala amiga, pensó.

—Obtuvo una compensación celestial por su buen actuar — respondió Kira de forma coqueta. Elaheh entendió a la perfección la referencia.

—Así que está de noche romántica con Rashid— Elaheh sonrió mientras masticaba unas uvas y tomaba un sorbo de vino.

Un rato pasó antes de que Elaheh terminara de comer, había tomado ya tres copas llenas a rebosar de vino y el rubor coloreaba sus mejillas aunque la escasa luz de la habitación no dejaba verlo claramente. La luna se alzaba como un plátano en el cielo y su luz no era suficiente para iluminar los caminos.

—Llévate las cosas— le pidió Pari a Kira.

La joven entendió que Pari deseaba hablar con Elaheh a solas, por lo que recogió todo y abandonó la habitación sigilosamente. Con paso ligero Pari fue encendiendo las velas mientras Elaheh tomaba una copa de agua para aclarar su mente.

—Dime la verdad— dijo Pari sin dejar de encender las velas— ¿Qué te molesta más: que no te lo haya dicho o que ella haga de tus posibilidades de ser su esposa un sueño inalcanzable?— Elaheh sintió un escalofrío descender por su columna a medida que el vello de su cuerpo se erizaba, la rabia contenida dentro amenazaba con salir— eso pensaba.

—No es solo que no me lo dijera, eso me molesta, pero…— Elaheh respiró hondo, buscando claridad para hablar adecuadamente— yo ya hago lo mejor que puedo para superar a las otras 30 y la barra sigue estando muy alta, pero al menos creí…creí que…ella supera con creces todo lo que las demás pueden hacer. Tú misma lo sentiste, la forma en que todas se sentían amenazadas por ella— las palabras salían a borbotones y sin control— no la desprecian por lo que a mí. Ella es lo opuesto a todo lo que soy, es despreciada porque ella es quien puede vencerlas a todas en la carrera por el puesto mayor. La barra me quedaba muy alta, ahora ha desaparecido.

—Elaheh— la voz sonó fuerte y retumbante, incluso Pari se sobresaltó.

No lo habían escuchado tocar siquiera o la puerta abriéndose, pero ya él estaba dentro. Pari sintió que sobraba en aquella escena. Intentando imitar la sutileza felina de Vahid, ella hizo mutis de la habitación.

—No te sentí llegar— dijo Elaheh poniéndose en pie a la vez que dejaba la copa vacía en la mesa y se iba a sentar a la ventana.

Había adquirido esa costumbre cuando en el reino de Alfred tenía que pasar las noches en el palacio interior. Cuando el trabajo acababa y todos dormían, ella se sentaba en el marco de la ventana y miraba.

La libertad se había vuelto algo tan vulgar en su vida que ya no apreciaba esas cosas. Sin embargo allí estaba, esa belleza natural de nuevo. Lo sintió aproximarse, mantenía una distancia prudente. Elaheh esperaba que él dijera algo, quería explicarse según le había dicho, pero no estaba hablando.

—Te amo— Elaheh creyó que era ella quien se lo había dicho a él, luego pensó habérselo inventado, tardó en asimilar que era Vahid quien hablaba.

—¿Qué?— la palabra dejó su boca sucinta. Elaheh se giró bruscamente, sus ojos miraban a los de él, eran tragados por ese mar verde y profundo lleno de sinceridad.

—Hice mal en no decirte lo de Arzu, la verdad es que con todo lo que había pasado se me había olvidado por completo que ella existía— inició su explicación— entiendo que estés molesta conmigo por eso— Respiró profundo pensando cuidadosamente lo que iba a decir— en cuanto a lo de ser mi esposa legal. Yo siempre he creído en ti, dijiste que te engrandecerías hasta que llegases a ser alguien que yo tuviese que reconocer, yo siempre he creído en ti.
    No voy a negar que al principio no te escogí por nada más que tu fiereza y coraje ante todos. Sin embargo tus reacciones, tus acciones en sí, el defenderme a mí no importa de quién, el confiar en que haría lo correcto, el proteger y salvar a las demás aun a costa de tu integridad física, pesé a lo que ellas piensan de ti, la amistad que trabaste con Pari y las hermanas, perdonaste a Deniz solo porque la comprendáis y que no lo haría de nuevo.

Elaheh estaba lívida. No podía creer lo que estaba escuchando. Vahid creía en ella.

—Te mueves por tu cuenta sin importarte mis planes y al inicio pensé que era porque no confiabas en mí, pero la verdad es que lo haces porque confías en mí. En que todo saldrá bien al final. Sufres, pero no niegas tu sufrimiento porque has comprendido que es parte de lo que significa estar vivo. No perdonas, pero no deseas venganza a toda costa. Hoy mismo fuiste la primera en darle la bienvenida a la princesa y que el cielo me despoje de vida si yo no noté cuanto te costaba, pero no te importa hacerlo porque así eres tú. Y yo te amo por todo cuanto eres, no cambiaría nada de ti.

Las manos de Vahid temblaban, Elaheh se sostenía al alfeizar de la ventana con fuerza temiendo caerse de la impresión.

—Por eso no deberías estar preocupada por Arzu ni ninguna otra, son ellas quienes deberían preocuparse, aunque la decisión ya está tomada. Solo tú puedes ser mi esposa legal, así que esperaré pacientemente hasta que seas alguien a quien no pueda negar ¿Qué dices?

—Sí— Vahid creyó que era algo que Elaheh hubiese tenido que pensar, sin embargo ni bien había terminado de hablar ya contestaba, la impresión patentaba su rostro— no me mires así— dijo Elaheh mirándolo, se soltó de la ventana y se acercó a él— he dicho que sí.

En un movimiento veloz Elaheh se vio envuelta por los brazos de Vahid que la hacían girar en el aire mientras su chal caía al suelo y ella gritaba. Sus largos cabellos revoloteaban junto con los de él, sus rostros se pegaron uno al otro uniendo el sonido de sus risas.

Lentamente Vahid la fue dejando en el suelo haciéndola rozarse contra su cuerpo, sintiendo su piel cálida bajo la fina tela que la cubría. Era una invitación a la lujuria. De repente la pasión contenida en la tarde volvía a surgir, Elaheh fue quien atrajo a Vahid a donde ella, sus labios colisionaron y todo el fuego previamente apagado llameaba una vez más.

Elaheh desprendió rápidamente a Vahid de las prendas de su cuerpo dejándolo solo con los salwar. Caminaron sin dejar de besarse desesperadamente hacia la cama. Eran torpes y descuidados, pero eso solo aumentaba la excitación.

Él la apretó contra sí ya cerca de la cama, ella tropezó con los pies de él y ambos cayeron entre risas sobre el colchón que los acogía en un bamboleo debido al impacto. Deseo y amor, erotismo y lujuria. Diferente, pero similar.

Las manos de Vahid subieron por la espalda de Elaheh hasta alcanzar los hombros, los dedos llegaron al borde de la tela, entraron en el espacio entre esta y la piel y de un tirón fuerte la tela fue rasgada hasta hacerse trizas en la parte superior del camisón, dejando a la vista dos hermosos senos que Vahid adoraba sentir.

Una de sus manos la hizo inclinarse hacia él presionándole la espalda, la otra aprisionó uno de los senos y su boca y lenguas torturaron el pezón del otro. Elaheh gimió mientras clavaba sus uñas en la espalda de Vahid. Había hecho esto antes. Los dientes de Vahid presionaron en la piel rosada por encima del pezón, la mordedura quedó marcada, el color rojizo de esta le gustó a los dos.

Vahid fue al otro seno y repitió la acción, esta vez mordió arriba y también la zona del seno que estaba debajo del pezón, subió hasta los hombro y dejó un camino de mordidas. Las manos de Elaheh no fueron capaces de mantenerse quietas mucho más, bajaron por el torso de Vahid hasta encontrar su miembro duro y húmedo.

Con una lo sujetó firmemente desde la base y empezó un sube y baja rítmico mientras que con la otra mano le propinaba caricias con los dedos, con la palma de la mano, con las uñas en la punta, la respiración de ambos se incrementó.

Elaheh no se consideraba capaz de esperar mucho más, dejó su afán y subió lo que quedaba de su camisón para poder posicionarse encima de Vahid, a quien empujó hacia atrás en la cama. Se sentó a horcajadas sobre él y tomando el miembro lo llevó hacia su entrada, la rozó con la punta y luego se dejó caer llenándose totalmente.

Un grito escapó de dentro, las lágrimas llenaron sus ojos y rodaron por sus mejillas, Vahid se perdió en el calor que sentía, en la firmeza de aquella blanda zona, en lo apretado que estaba. Luego vio su rostro y se preocupó por un segundo, volvió a erguirse lo mejor que podía en esa posición hasta alcanzar el rostro de ella con una de sus manos mirando fijamente su cara, la otra mano la usaba para sostenerse.

—¿Duele?—Elaheh sintió la preocupación sincera de aquellas palabras.

—No— suspiró la respuesta como aliviada mientras negaba con la cabeza— para nada— tomó el rostro de Vahid entre sus manos y lo besó profundamente. Más calmado de lo que se habían besado en todo el día. Las lágrimas no dejaban de rodar, pero Vahid ya no las atribuía a algo malo.

Sosteniendo a Elaheh con uno de sus brazos y apoyándose con el otro, empezó a moverse él, rápido y fuerte con la misma desesperada necesidad con la que todo había empezado. Elaheh se apoyó con una de sus manos en la pared que estaba cerca a la cabecera de la cama y con la otra se aferró al cuello de Vahid y acompasó sus movimientos con los de él.

Los movimientos se aceleraron, las bocas se besaban, se mordían, tanto Elaheh como Vahid hundían sus dedos en el cuerpo del otro marcando allí donde presionaban. Ambos respiraban irregularmente, como si el aire que tenían no fuese suficiente. Los gemidos no diferenciaban de uno y otro.

Tomando totalmente el control, Vahid empujó a Elaheh contra la cama haciéndola quedar debajo de él. Se apoyó en sus rodillas y empujó aún más profundo dentro de ella. Elaheh emitió algo entremedio de un gemido y un grito. Vahid tomó más fuerza, más profundidad, más rapidez, con una de sus manos se aferró a uno de los senos de Elaheh mientras esta clavaba sus uñas en los brazos de él.

—Disfruta—Vahid le susurró en su oreja antes de empujar aún más fuerte.

Para Elaheh era imposible mantener los ojos abierto, su rostro estaba contraído de placer, sus músculos en tensión. Bajó una de sus manos para acariciar rápidamente ese punto que tanto placer le daba. La sensación entre eso y las salvajes embestidas de Vahid fue superior a ella, no duró mucho más. En un grito, que primero salió todo sin contenciones para ir contrayéndose en su garganta, Vahid vio la marca del placer en el cuerpo de Elaheh y la sintió en él mismo.

Las contracciones de su interior que lo envolvía eran fuertes, la tensión en su cuerpo se acumuló en la parte baja de su ser, no aguantaba mucho más, cuando el orgasmo de ella terminó lo siguió el suyo. Elaheh sintió el familiar calor dentro de ella, sin embargo la experiencia era en sí totalmente nueva. No pasaba por su mente ni el menor indicio de comparación con nada antes vivido. Tampoco por la de él.

Había tenido mujeres muchas en otra ocasión, en tiempos previos a convertirse en el príncipe gobernante del sur. Después de obtener ese cargo había tenido algunos encuentros furtivos, nunca con ninguna de sus concubinas y siempre cuidándose de no ser visto por nadie. Su última mujer había sido en ese viaje del que regresaba cuando conoció a Elaheh.

Ahora todos esos recuerdos estaban tan lejos, como si proviniesen de otra vida.
Sus respiraciones seguían alteradas, pero ya estaban más calmados, sus cuerpos más relajados. Vahid salió lentamente de dentro de Elaheh y se dejó caer al lado de ella. Elaheh hizo cuanto pudo para mirar hacia el lado, veía el subir y bajar del pecho de Vahid, el sudor que perlaba cada parte de su cuerpo. Los ojos de él hacían lo mismo que los de ella.

Se abrazaron añorando que el sol no saliera hasta dentro de horas, pero no sería el tiempo suficiente. Elaheh quedó dormida antes que Vahid, este la contempló por mucho tiempo antes de que el sueño lo tomase a él también preso de su encanto.

*******
Kyyyyyaaaaaa
Bueno ya vamos avanzado esta relación. 
Y se acerca el viaje al Norte. Al palacio principal con el rey😬 ¿Qué pasará?
Espero que estén atentos.
Se vienen curvaaaas🤯.

Besitooos.

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