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Capítulo 13 Regreso

*Vahid: el original*
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Yacía el carruaje destrozado en una plataforma de las muchas que creaban un camino por la pared del precipicio. Un noble y su sequito se acercaba, habían escuchado el estruendo mientras cabalgaban en la plataforma inferior inmediata a esa, al no ver caer piedras ni sentir un derrumbe decidieron no detener su paso.

Intrigado, aquel que los lideraba había cabalgado por delante de los otros. La imagen que se encontró era exacto lo que esperaba. Un carruaje destrozado con sangre, proveniente de los animales, en salpicada forma en el suelo. Desmontó y se acercó a los caballos que llevaron a ese destrozo que tenía delante.

—Mi señor— dijo uno de los guardias que lo acompañaba.

—El caballo de abajo está muerto, el otro no morirá. Está herido, pero es tratable— dijo más para sí que para otros. Caminó alrededor de las maderas destrozadas mirando atentamente los pedazos, notó un brazo que salía por la ventana que quedaba visible para ellos en la parte no tan destruida— venid aquí, hay alguien dentro.

Sus guardias se acercaron y él caminó tres pasos hacia atrás dejando que ellos se encargaran de sacar a la persona dentro. Con cuidado, intentando no lastimar más lo que consideraban un cadáver, lograron sacarla fuera de las ruinas y la colocaron delicadamente en el piso.

—Mi señor ¡está viva!— exclamó uno de los guardias— está débil e inconsciente, pero vive— el hombre se acercó lentamente a donde la chica reposaba como si estuviera dormida, su rostro no mostró ninguna expresión. Escuchó los caballos acercarse y supuso que venían a por ella.

La chica estaba ensangrentada y tenía cortes en diferentes partes del cuerpo. Sin embargo el noble pudo apreciar que sus extremidades estaban en la posición adecuada por lo que no debía de tener una fractura en ellas. Claro eso no quitaba el riesgo de fracturas en las costillas y clavículas o columna y parálisis en el peor de los casos.

Cuando el príncipe estuvo lo suficientemente cerca se detuvo y desmontó, miraba la escena con miedo y ansiedad. Sabía que el cuerpo que en suelo yacía era de Elaheh. Había tres hombres alrededor de lo que era su cabeza, por sus ropas eran guardias de alguien muy rico.

Esa persona, el amo de ellos, vestido con un khalat azul con bordados de oro y con un cinto del que colgaba una espada cuya empuñadura era un enorme zafiro, estaba a los pies de Elaheh. Vahid tomó cuidado al acercarse, cuando solo quedaban dos metros separándolo de su objetivo aquel hombre se giró.

El tiempo pareció detenerse para Vahid, dejó de respirar, no podía moverse, sentía su cuerpo crecer en una llama que abrasaba todo su ser y no distinguía su alcance, solo quería quemar y destruir todo lo que estuviera a su paso. En ese instante aquello que quería, más que saber que Elaheh estaba viva, más que vivir él mismo, era matar a ese hombre.

—Rey Alfred— las palabras salieron escupidas de su boca como si fuesen la cosa más asquerosa que existiese en la faz de la tierra.

—Príncipe Vahid— dijo este con toda serenidad— No pensaba verle hasta dentro de dos meses en la reunión anual que su padre hace— como Vahid no dijo nada, se explicó mejor— Obviamente con nuestras crecientes relaciones comerciales yo estoy invitado— su mirada no proyectaba nada, vacío.

—El destino es caprichoso— dijo Vahid mientras pasaba de largo al lado de este y sus hombres para arrodillarse donde Elaheh.

—Está viva— le comunicó Alfred.

—Sí, lo sé— respondió Vahid a duras penas controlándose, que le hablara a él era una cosa, que hablara de Elaheh era otra muy distinta.

Vahid cuidadosamente sostuvo la cabeza de Elaheh como si fuese un ser etéreo que desaparecería si era movida. Alfred miraba toda la escena con entendimiento no reflejado. Hizo un gesto a sus guardias para que se apartaran y entonces Rashid, el guardia de mayor confianza de Vahid, se acercó seguido por tres guardias más del príncipe.

—Majestad— fue todo lo que dijo.

—Prepara las cosas, tenemos que subirla con el mayor cuidado posible. La llevaremos de vuelta a la iglesia, envía a alguien a por el médico. Lo quiero aquí lo más rápido posible— las órdenes eran indiscutibles. Rashid asintió y dio un par de instrucciones a los guardias detrás de él.

—Es su concubina— no era una pregunta, Alfred no necesitaba hacerla.

—Eso a usted, con el mayor respeto rey Alfred, no le incumbe— respondió conteniendo su furia Vahid.

—Al menos quisiera saber cómo ha llegado hasta aquí abajo— insistió este.

Vahid deseaba no contestar, pero a su pesar ese hombre seguía siendo un rey y su país tenía negocios con el suyo.

—Le hicimos una redada a unos traficantes de esclavos— era una explicación no detallada a modo de respuesta— ¿No sabrá usted nada al respecto?— fue muy sospechoso para Vahid que curiosamente ÉL estuviera allí en ese momento.

—No sé por qué piensa que podría tener algo que ver— dijo Alfred sin alterarse.

—No lo sé, se me ocurrió que tal vez tuviera una afición a las esclavas entrenables— Vahid ya no medía el peligro, le daba igual, sino podía matarlo quería que al menos supiera que él lo sabía. Elaheh estaba bajo su protección, no podría hacerle daño o en medio de su rabia eso pensó.

—Hace mucho que dejé esa afición detrás— Alfred permaneció inmutable ante la acusación del príncipe, Vahid se vio momentáneamente sorprendido de que lo admitiese así, pero era un rey de otro país con otras reglas.

Las palabras sobraron después de eso. Los guardias de Alfred, ya montados, trajeron el caballo de este y Alfred caminó hacia él y montó galantemente. Un acto ensayado por la habitualidad.

—Príncipe Vahid— lo llamó deteniendo su marcha solo por unos segundos— a ella— dijo refiriéndose a Elaheh, pero sin dejar de mirar a los ojos verdes— sé que la he visto antes y usted me acaba de confirmar dónde, sin embargo…— la expresión de su rostro finalmente cambió, sonreía superior mientras miraba a Vahid que sostenía a Elaheh en actitud defensiva— no la recuerdo— Espueleó el caballo antes de que Vahid pudiese responder.

Había marcado la vida de ella y de otras muchas para siempre, forzando su imagen dentro de las pesadillas de sus noches, haciendo de sus vidas una carga eterna, de su pasado algo doloroso. Destrozando los seres humanos que pudieron ser. ¿Cómo podía ser capaz de andar tan sereno y admitirlo de forma tan abierta?

Vahid luchó por concentrarse en Elaheh, la forma en que su cuerpo yacía inmóvil, solo el sutil movimiento de su respiración, el ligero golpeteo de su pulso en sus dedos cuando revisaba que todavía vivía eran los que les daba esperanzas de que todo podía salir bien. De que aquello era solo un mal momento del que saldrían sin mayores problemas. La culpa se abría paso dentro. Vahid la dejó entrar, era mejor que el odio o el repudio.

.

.

No quería abrir los ojos, los párpados le pesaban, pero sentía muchas ganas de estar despierta. Finalmente se forzó a mirar a su alrededor. Estaba en su cuarto, la luz entraba por los bordes de las cortinas por lo que sabía que era de día, las habían cambiado, eran ahora rojas y de tela muy gruesa.

Intentó incorporarse, curiosamente no sentía dolor. Sí tenía el cuerpo entumecido, pero eso era molesto, no doloroso. Se giró como pudo, desgarbada y torpe, aspiró el aroma de sus sábanas, primavera en el campo. Él había dormido allí.

¿Cuánto tiempo habré dormido?

¿Cuánto tiempo estuvo preocupado por mí?

¿Qué pasó con los niños?

Elaheh no dejaba de preguntarse cosas cuando sintió el ruido de voces y pasos que entraban por la puerta entreabierta por la que Pari pasaba con sábanas limpias. Elaheh se acomodó lo mejor que pudo. Pari no notó esto inmediatamente, pero cuando se dio la vuelta dejó caer al suelo las sábanas pulcramente dobladas y lanzó un chillido, sus ojos se abrieron en incredulidad y se llenaron de lágrimas a la misma velocidad.

—Elaheh— dijo afectada por su llanto.

—Hola Pari— respondió. Su voz era pastosa, carrasposa y le era difícil hablar, sabía que sus palabras salían incoherentes y sin fuerza. Pari corrió hasta su lado.

—Oh, Elaheh cariño, pensé que no despertarías. Todos estábamos muy preocupados.

Pari estaba aferrándose más firmemente a Elaheh, como si notara en ese instante que la joven era real y estaba bien.

—Las concubinas le decían al príncipe que no despertarías, estaban muy celosas. Los herboristas y médicos solo decían que cualquier cosa podía pasar, que dependía de tus fuerzas y deseos de vivir. Rashid pasó días hablando con el príncipe que ha parecido más una sombra que un hombre. Me duele, pero he de admitir que incluso yo perdí las esperanzas, solo él confiaba ciegamente en que despertarías.

Sin dejar que Elaheh hablara Pari se había desatado en un monólogo emocional que no hacía más que confundir a Elaheh.

—Quiero verte— Elaheh hubiese querido decir más, pero no podía, su voz colapsaba al hablar.

—Inmediatamente.

La mujer se apresuró a correr las cortinas dejando que la luz intensa del sol entrase y bañara todo a su alcance. Al inicio la intensidad fue mucha para los ojos de Elaheh, mas poco a poco se fue adaptando a esta.

Miró entonces bien a detalle su habitación. Sus cosas estaban allí y nadie las había movido ni una pulgada, pero alrededor de estas estaban prendas de ropa, documentos, objetos que no le pertenecían, que eran de él.

—Después de que te trajeran de vuelta al palacio interior y los herboristas te examinaran el príncipe se mudó a esta habitación. Ha pasado aquí casi todo el tiempo desde entonces, ni siquiera atendía a las concubinas. Les pidió disculpas y les dijo que no podía pasar tiempo con ellas y verlas divertirse cuando él solo estaría pensando en ti— explicó Pari— bebe esto, es agua con menta, te sentará bien y será refrescante. Esa chica, Deniz, ha venido a verte casi todos los días. Se ocupó de ti y en los tiempos en que el príncipe no podía estar contigo ella se dedicaba a leerte.

—Deniz me leía— parecía que estuviese haciendo un cántico interno pues nadie pudo escuchar lo que dijo en un roto sonido, su mirada se perdió, la alarma llegó— ¿Cuánto tiempo...?— Días, había dicho días o sea que podía ser cosa de una semana o algo así. No tenía por qué ser otra cosa, pensaba Elaheh desesperada.

—Oh mi niña— dijo quejumbrosa Pari— has estado inconsciente por un mes— la respuesta fue como una patada directa en las costillas, sacó todo el aire de dentro de Elaheh quien de repente se sintió verdaderamente mal—Elaheh, Elaheh por favor cálmate— Pari se asustó al ver el temblor de Elaheh, respiraba apresurada como si el aire no llegase a ella y había empezado a sudar copiosamente.

Pari no dijo más, salió corriendo de la habitación en busca del médico y los herboristas. En su camino tropezó con guardias y sirvientes, no miró hacia atrás, solo pedía disculpas a medias y seguía corriendo. En una curva de los pasillos chocó estrepitosamente contra Rashid, quien caminaba acompañado de Asha.

—Pari— la joven estaba visiblemente preocupada— ¿Estás bien? ¿Qué sucede?

—Asha…Rashid…— la garganta le ardía, respirar le era difícil, le dolían los músculos y su cuerpo parecía decidido a dejar de responderle— corred…Asha, busca….busca al médico y los…herboristas…tú— dijo señalando a Rashid— el prínc…príncipe…Elaheh despertó…— los rostros de Asha y Rashid lo decían todo, ellos tampoco esperaban que eso fuera posible.

—Eso es una buena noticia— dijo por fin Asha quien fue la primera en recuperarse del impacto.

—No…escucha…los médicos, ella…ella está mal…los necesita…— se explicaba lo mejor que podía la pobre mujer, el entendimiento llegó a ellos con la misma fuerza que la noticia inicial.

—Voy a por Vahid— si a alguna de las mujeres les extrañó que Rashid se refiriera a Vahid por su nombre y no por su título, ninguna lo expresó. Rashid echó a correr como si le hubiesen dicho que el príncipe estaba en peligro de muerte.

—Pari siéntate en el suelo y recupérate, yo buscaré a los sanadores— sin esperar más Asha se fue corriendo pasillo arriba mientras Pari recuperaba el aliento sentaba en el suelo, apoyada contra la pared.

Cuando Vahid entró por la puerta de la habitación como una tormenta todos en el cuarto se voltearon a mirarle. Asha solo lo contempló el segundo que le tomó ver a Rashid que estaba detrás de él. Kira lo miraba con cara de pena y de cierta forma diversión, el médico y los herboristas apenas si habían dedicado al príncipe una mirada de soslayo que le decía muy directamente que hiciera silencio absoluto, aunque este apenas si pareció advertirla.

Los únicos ojos, el único rostro, la única persona que recibía su atención era aquella rodeada de todas esos seres que en ese momento a Vahid se le antojaron tan indeseables.

Elaheh lo observaba como lo hiciera meses antes por primera vez, aquel hombre no se parecía en nada al príncipe arrogante y vanidoso que ella tanto amaba. El Vahid que la miraba dos metros dentro de la habitación vestía sencillamente con un kurta verde claro y salwar, no había joyas, turbantes, khalats ni ningún tipo de prenda ostentosa o más bien, normal en él.

Su cabello estaba suelto, pero se veía espeso y grasiento, como de no habérselo lavado recientemente. Su rostro estaba cubierto por una barba espesa y negra, las bolsas oscuras bajos sus ojos revelaban las noches de insomnio y dolor al lado de ella. El sufrimiento y la culpa eran su máscara patentada. Elaheh se sintió como estar bajo el agua, la presión de lo profundo reventando sus oídos y el embotamiento típico de ello, con una barrera para el exterior.

—Todo parece normal, está bastante bien— la tensión en la habitación se aplacó cuando el médico dijo esas palabras— aún así no deberías forzarte mucho, tu cuerpo lleva demasiado inamovible y podría resultar que un sobreesfuerzo traiga consigo mareos, vómitos, caídas, tus piernas tienen que adaptarse a ser usadas de nuevo.

El médico le explicaba y tanto Elaheh como Vahid habían logrado romper momentáneamente el vínculo entre ellos para prestarle atención. Ella entendía lo que le decían, era como volver a ser una niña.

—No te sientas mal sí las cosas se te caen de las manos, es normal. Ante cualquier síntoma de los que acabo de mencionar me tienen que llamar. Es recomendable que empieces la terapia para caminar y recuperar tu fuerza muscular, poco a poco claro está. Los herboristas preparan brebajes para aminorar el malestar y que tu cuerpo se recupere prontamente.

—Gracias—Vahid la miró, no era una alucinación. Su voz estaba diferente, sonaba ronca y embotada, las palabras no salían tan rápido y grácil y apenas si se entendía.

—Es normal también, lleva mucho sin hablar— intercedió inmediatamente el médico— también tenga cuidado con lo que come, nada pesado ni en exceso al menos durante esta semana.

—Así será— Elaheh iba a responder, pero fue Vahid quien lo hizo por ella. Volvieron a mirarse, el fino hilo que los encadenaba uno al otro se volvió visible. Todos se sintieron sobrantes en aquel lugar y discretamente, uno tras otro, se fueron.

Elaheh y Vahid parecían encontrarse en un mundo paralelo, notaban que los demás se iban, pero los detalles no llegaban a ellos. No sintieron llegar a Pari, ni tampoco como Kira se la llevaba inmediatamente fuera entre risas y miradas furtivas a ellos dos, o como Asha y Rashid se alejaban enzarzados en una conversación que tal vez no tenía nada de interesante, pero bueno…ellos también estaban en una dimensión propia.

Elaheh tenía tanto que decir, más que eso quería tocarle, abrazarle y reconfortarle, pero la mirada de Vahid dejaba claro que ninguno de esos gestos serían bien recibidos. Había dormido al lado de ella desde el primer instante, parecía haber pasado los últimos días en el infierno.

Sin embargo con ella viva y bien, mirándole, toda la culpa y resentimiento hacia sí mismo emergió de dentro con más fuerza que nunca. Elaheh lo veía, el aura alrededor de él, la caja negra en la que se encerraba. Se desesperó

— No fue...tu culpa— fue lo único que dijo. No sabía que bien haría, pero qué otra opción tenía. Seguir hablando y ver la mueca de dolor de Vahid era peor.

Vahid no contestó, la miró por un momento casi eterno para ella. Se acercó lentamente sin quitarle los ojos de encima, detuvo su caminar justo al borde de la cama, sus ropas rozaban las sábanas.

—Estoy viva, estoy bien— dijo en un intento desesperado con la voz rota, que no hacía más que aumentar el dolor de Vahid.

—No, no es así. Casi mueres por mi culpa, casi te pierdo y eso…— los ojos de Vahid estaban huecos, carentes de emoción alguna. Miraba hacia donde Elaheh, pero no veía nada.

—Acuéstate— le pidió ella. Este lo hizo mirándola desde su misma posición, la besó en la frente, la nariz, los labios, hasta que estos se curvearon para romperse en una risa rota, pero feliz.

—Se puede saber de qué te ríes— dijo este sonriendo.

—La barba... me... pica— rio mientras respondía forzando su voz.

—Tú…es que…aghhh— suspiró Vahid entre risueño y molesto, turbado por encima de todo.

—Los...niñ..os— dijo Elaheh en un intento de pregunta.

—Todos están bien, fueron llevados a otro orfanato dirigido por el tío de Rashid. Un gran hombre. Era general del ejército, pero decidió cambiarse de profesión luego de que su hijo muriera, por eso escogió ser director de un orfanato. Todos fueron atendidos por mis herboristas y médicos, cuidados y alimentados.
    Sus ropas y pertenencias a las que no estuvieran emocionalmente atados fueron quemadas junto con el viejo orfanato y les fueron dadas nuevas y de la mejor calidad posible. Además están recibiendo tratamiento por parte de los consejeros para que superen el trauma al que fueron expuestos. También cuidamos a uno de los caballos que cayó contigo.

Le contó Vahid con detalles del proceso y de las expresiones de los niños, de lo difícil que había sido contener al caballo cuando le inmovilizaron una de sus patas y de como todos fueron recuperándose. Al cabo de un rato las historias habían acabado.

—Me alegra— dijo Elaheh con una sonrisa. Vahid la miraba fascinado e intentaba no reparar en su dificultad para hablar.

—¿Quieres que me deje la barba?— preguntó Vahid mirándola seriamente, pero en su mirada Elaheh percibió ese halo divertido inconfundible junto con algo más. No era suficiente, todavía se sentía culpable.

—No— respondió secamente deseando pasar los dedos por la barba.

—Ufff— dijo en un fingido suspiro de alivio exagerado Vahid— que bueno porque yo tampoco la quiero.

—Enton...ces…— le retó Elaheh aunque sabía que su tono era todo menos coqueto.

—Es hora de un baño— sentenció Vahid

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Epaaaaa....y he aquí el capítulo del día de hoy...que viene acompañado de sorpresa.
1ro- pienso subir otro cap hoy.
2do- les prometí decirles los significados de los nombres y pues...eso hice😉 y así lo iré haciendo por cada capítulo importante.
Espero que les esté gustando😄
Besiiiitos😍🥰

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