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Capítulo 12 Rescate

Habían recorrido todo el camino hacia el lugar marcado en el mapa a caballo. El terreno era tierra consistente, algo muy común en los poblados y sus alrededores. No sabían qué había pasado en el orfanato, ni si los guardias habían dado con el primer cochero pues ellos no se habían tropezado con nadie.

El sitio era una especie de iglesia abandonada en un terrenal baldío en lo bajo del terreno y ellos estaban en lo alto. Si hacían silencio y se movían con cautela no había forma en que los notasen. Afuera había varios carruajes con jaulas. Los hombres hablaban cosas sin sentido y reían confiados de tener todo bajo control. Por la cantidad de carruajes era obvio que faltaban algunos de ellos, afuera solo había cinco hombres y eran cerca de 13 caballos. Vahid ordenó a sus hombres ir rodeando la zona para poder atacar a los traficantes.

—Elaheh, tú y yo entraremos en la iglesia, los niños deben de estar adentro.

—Sí— no era cuestión a discutir. Elaheh se asombró de la ferocidad que llenaba la figura de Vahid en ese momento.

Se movieron con cautela, los guardias lograron bajar al terreno por la parte que daba al lateral de la iglesia, los traficantes estaban tan ensimismados en su conversación que ninguno notó nada hasta que fue demasiado tarde. La lucha se desató, pero tres guardias era más que suficiente para combatir traficantes mediocres y esclavistas de niños.

Vahid tomó a Elaheh de la mano y corriendo en el mayor silencio posible entraron a la iglesia por la puerta de atrás, donde alguna vez debieron de descargar mercancía para que el cura usara de sustento. Se encontraron en una habitación sucia y oscura, una luz entraba a través de una puerta entreabierta. Elaheh se asomó un poco haciendo caso omiso a las negativas de Vahid, afuera era el salón principal de la iglesia donde se debían de dar las misas.

—Es una iglesia católica— le susurró a Vahid.

—Es vieja, debió ser construida cuando hace más de un siglo tuvimos un intento de invasión por parte de Francia— le susurró Vahid pegado a su espalda— debieron de mantenerla de refugio luego de eso y en algún momento la dejaron completamente abandonada— explicó violento.

—Veo a dos hombres más— le dijo Elaheh.

—¿Dónde estarán los niños?

—Deben de estar en la habitación conjunta, al asomarme uno de ellos volvía de allí riéndose. Le dijo algo al otro y este también rio— explicó Elaheh.

—Yo me encargo de ellos. Tú ve a por los niños— Elaheh quiso rebatir la orden, pero no pudo.

Antes de saberlo Vahid se hallaba fuera del pequeño cuarto y enfrentando a los dos hombres. Su espada colisionaba con las de ellos, se movía grácil y veloz evitando las asestadas de los enemigos. Utilizó un viejo candelabro que estaba en uso por los traficantes y le dio un golpe a uno de ellos mientras se defendía del ataque del otro.

Elaheh no vio mucho más, dejó esa situación en control de Vahid y echó a correr hacia la puerta por la que había visto salir al hombre antes. No tenía cerrojo.

Que arrogantes, pensó.

Abrió con cuidado, sabía que la verían como una enemiga también. La habitación estaba iluminada por cuatro pequeñas velas y aunque su luz no era mucha, era suficiente para ver a los niños sentados aferrados unos contra otros.

El repicar tan familiar de los grilletes llegó a oídos de Elaheh cuando por miedo ellos se apretujaron más aún. Algunos sostenían pedazos de cristales, sus manos estaban manchadas de rojo, como el suelo. Era un arma peligrosa que les hacía daño, pero era la única que tenían.

—Tienen más voluntad de la que yo tuve— pensó en un susurro para ella. Nadie más la oyó.

Mirándolos Elaheh supo que no se dejarían ayudar, habían perdido toda confianza posible. Estaban sucios, magullados, se veían bastante delgados y los golpes en sus brazos, piernas y rostro eran visibles. Otros tenían pequeñas cortaduras, en las muñecas y tobillos ampollas y heridas hechas por el peso de los grilletes dejaba la piel en carne viva y sangrando.

Por sus ropas Elaheh notó que nadie había usado ni látigos ni fustas directamente en sus pieles, de haberlo hecho la ropa se desgarra o tú mismo pides no usarla para que las heridas no duelan tanto.

Respiró profundamente y se quitó la chalina tirandola al suelo, les dio la espalda, se quitó la cinta del cabello y partió el pelo en dos cubriéndose los senos adelante y luego desabrochó el kurta dejándolo caer. La iluminación podía ser mala, pero sus cicatrices eran grandes y visibles.

Sintió el ambiente cambiar dentro del pequeño cuarto inmundo. Miró por encima del hombro, su mirada se encontró con la de una niñita que mantenía bien cerrada la mano sobre un trozo de cristal roto. Debía de doler, pero ella no hacia amago de que así fuera.

Elaheh no sonrió, en ese momento no era necesario, ellos se entendían a otro nivel. Una parte de ella prestó oído a lo que ocurría afuera, las espadas ya no sonaban, nadie había venido a buscarla así que Vahid debía de haber tenido éxito venciendo a los traficantes. Siguió mirando a la niña.

—No le haría a nadie lo que nos han hecho a nosotros— hablar en plural, como si todos hubiesen pasado por eso juntos, le daba un vínculo para que ellos apreciaran—su amiga Asia me envía a buscarlos, ella os ha protegido como una leona y me pidió que los llevara de vuelta sanos y salvos. Prometo que no volverán a sufrir algo como esto. Así que por favor, vengan conmigo a un lugar seguro.

Los rostros se llenaron de luz nuevamente, las lágrimas fluían de los ojos de todos, los que seguían en posición de defensa dejaron caer los cristales cuando lo hizo la pequeña que miraba fijamente a Elaheh. La sangre que manaba de las manos de ellos manchaba aún más el suelo.

Elaheh volvió a vestirse con el kurta y se giró hacia ellos. Se abrió completamente la puerta que daba hacia el gran salón, allí estaba Vahid con sus guardias hablando de algo mientras los malos estaban amarrados en una esquina. Uno de ellos estaba herido, pero sobreviviría.

—Ellos están con nosotros— les explicó a los niños— son los que han derrotado a los hombres malvados que os han hecho daño.

Los niños parecieron entender, porque no se negaron a salir de la habitación e ir hacia donde Vahid. No hablaban y no se soltaban de las manos, pero el que les hicieran caso era la muestra máxima de confianza después de lo que habían vivido.

—Mandé a uno de los guardias a ir por los demás y regresar con carruajes grandes y cómodos llenos de mantas y ropa nueva, comida y agua para que se alimenten y aguanten el viaje de regreso.

Vahid tenía un golpe en el lado derecho del rostro, pero no parecía tener nada más, Elaheh le miraba fijamente. Le rozó el rostro como si él fuese de un cristal tal fino que pudiese romperse con el toque de su mano.

El cuerpo de Elaheh se estremeció, dentro de la iglesia hacía calor en comparación con el clima de afuera, pero ellos habían recorrido todo el camino hasta allí y había soportado el cambio del calor inmenso del día al frío glaciar de la noche. Vahid se quitó el khalat y se quedó solo con el kurta que llevaba debajo. La pieza era de seda, probablemente no fuese adecuada para las frías noches del desierto.

—Sé lo que estás pensando y me da igual, ponte esto— dijo pasándole por encima de los hombros el khalat— soy hombre, el frío me afecta menos que a ti.

—Gracias— Elaheh se sintió sobrecogida por el gesto de Vahid.

—Voy a terminar de aclarar unas cosas con mis guardias, todavía faltan algunos a coger— explicó Vahid mientras caminaba hacia sus hombres dejando a Elaheh sola.

Elaheh miró a los niños, estaban bien ahora. Quería apoyarlos, pero sabía que en ese momento lo mejor era dejar que se apoyaran entre ellos. Habían creado un círculo cerrado y probablemente no dejarían a nadie entrar en un tiempo.

Se dio la vuelta para salir al exterior, todo el ambiente del lugar la estaba oprimiendo como un bloque sobre su pecho. Sintió un tirón muy leve del khalat de Vahid, giró nuevamente y miró hacia abajo, la niña que la había estado mirando fijamente sostenía un pedazo de la tela que se tiñó de rojo inmediatamente. Elaheh pensó que debía de buscar afuera entre las cosas, quizás los traficantes trajeran algo para atender temporalmente las heridas.

—Gracias— dijo la niña, su voz era la de una niña realmente pequeña aunque debía de tener unos nueve o diez años.

—No, no son necesarias. ¿Cómo te llamas?— le contestó Elaheh.

—Mira.

—Muy bien Mira, sé que es tonto preguntar, pero ¿Cómo estáis?— los ojos de Mira se llenaron de lágrimas, Elaheh sabía perfectamente que se sentía, pero tocarla no era apropiado a no ser que la niña quisiese.

—Extraño mucho a Mayu— dijo entre sollozos.

—¿Mayu?— preguntó Elaheh sin entender.

—Se portó mal, atacó a uno de ellos y se la llevaron para castigarla. No han vuelto desde entonces— explicó la niña como pudo, Elaheh sintió como su cuerpo se congelaba hasta ser un tempano de hielo.

—Está bien Mira, vuelve con los demás, nosotros nos encargamos— respondió Elaheh apresurada.

La niña volvió con los otros y Elaheh miró en todas direcciones buscando a Vahid. Estaba hablando con su guardia personal, el chico que a Asha le gusta, por la forma en que hablaban parecía ser algo bien serio.

Elaheh no quiso molestarlos, salió de la iglesia y se puso a revisar los carruajes que estaban fuera, no encontró nada que le fuera útil para curar a los niños y tampoco agua o comida. El frío empezaba a ser mayor por lo que pensó en volver adentro, entonces lo escuchó.

Era el inconfundible ruido de unos coches siendo jalados por caballos. Se acercó rápidamente a la puerta y los vio, eran dos coches. Los caballos venían a toda velocidad, los cocheros repararon inmediatamente en su figura viéndola con un khalat tan valioso se dieron cuenta lo sucedido. No se detuvieron sino que arrearon más fuerte a los caballos. Elaheh rápidamente tomó uno de los caballos de los guardias y se fue tras ellos, alcanzó a escuchar a Vahid maldecir al verla irse.

Lo siento, tengo que hacer esto, pensó para sí misma rezando porque todo acabara pronto.

El aire frío quemaba su rostro y le ardía respirar, los bandidos no parecían dispuestos a rendirse. Elaheh hizo un conteo mental y calculó que con un cochero y dos hombres en cada coche daban seis hombres. Oyó el grito de niños, habían cogido más.

Una furia infernal crecía dentro de ella. Apresuró el paso del caballo, los coches se fueron por caminos separados. Elaheh meditó rápidamente a cual seguir, vio de soslayo una manita en una de las ventanas del coche que siguió recto y se fue tras ese sin pensar mucho más.

El caballo corría todo lo que daba, uno de los hombres dentro del coche sacó su cuerpo por la ventaba y con su espada quiso herirla para deshacerse de ella. Elaheh usó rápidamente el khalat para enredar la espada y poder quitársela al hombre.

Este salió casi medio cuerpo fuera del coche cuando Elaheh tiró. No había sido su intención, pero había enrollado también la mano del hombre. Hizo a su caballo separarse un poco del carruaje y tiró con más fuerza sacando al hombre por completo de este y dejándolo rodar por el camino.

Se posicionó detrás del coche y, haciendo algo que solo había realizado para el entretenimiento de viejos verdes y jamás a esa velocidad, se pusó en pie encorvada sobre el lomo del caballo, lo acercó lo más que pudo al trasfondo del coche y saltó. Su cuerpo impactó contra la estructura de madera y se aferró cuanto pudo a los tablones y palos que hacían una especie de escalera mal armada. Le entró una risita tonta, más por los nervios de la locura que acababa de hacer que por la victoria de haberlo conseguido.

Aferrándose al borde del techo y apoyada en los palos que le daban equilibrio al coche, caminó por todo el lateral hasta llegar a la ventana. Un hombre dentro estaba intentando amarrar a una niña, un niño estaba quieto sentado cerca de donde asomaba Elaheh. La vio, pero no dijo nada.

Elaheh miró en todas direcciones, en el suelo del coche había una especie de estatuilla que a Elaheh le pareció de bronce, daba igual siempre que fuera pesada. La idea apareció en su mente sin objeciones. Ella misma había hecho muchas cosas por sobrevivir, esos niños no eran diferentes.

Le articuló al niño tan rápido como pudo que le alcanzara la estatuilla que estaba justo debajo de él. Este se inclinó rápidamente sobre sí y alcanzó el objeto, pensó en dárselo, pero el bandido se volteó en ese instante y al verla arremetió contra ella.

Elaheh, aguantándose de la misma ventana, dejó ir su cuerpo hacia un lado bruscamente llegando a casi caerse mientras su único sostén eran su pie y mano izquierda. La espalda dio un fuerte golpe contra el lateral del coche y Elaheh se vio a sí misma muriendo de un choque contra el suelo debido a la velocidad a la que iban, supuso que el cochero ya no debía de tener el control de los caballos. El coche daba tumbos y solo iba en línea recta, un error desmesurado cuando se está a la fuga.

El bandido la tomó por el kurta y la regresó a su posición inicial. Con el cuchillo le apostilló justo en el cuello, entonces un sonoro golpe fue escuchado y el hombre trastabillo hacia atrás dejando ir a Elaheh, quien no había dejado de aferrarse a la ventana.Vio la sangre en el suelo, en las manos del niño que sostenía la estatuilla con la que había golpeado al hombre. 

Tan pequeño, pensó.

Sosteniéndose del borde del techo se impulsó a sí misma dentro del coche, tomó el cuchillo y sin meditarlo siquiera lo enterró en el muslo de aquel hombre. Este profirió un grito de dolor, pero estaba obviamente afectado por el golpe en la cabeza. Elaheh usó el mismo cuchillo para soltar las amarras de la niñita y las usó para amarrar las muñecas y tobillos del hombre.

—ELAHEH— Vahid la llamaba, había llegado montado a caballo hasta ella.

—VAHID— se asomó rápidamente por la ventana— VAHID HAY DOS NIÑOS AQUÍ DENTRO— los movimientos del coche eran cada vez menos estables y veloces.

—EL COCHERO SALTÓ, LOS CABALLOS ESTÁN DESBOCADOS. TIENEN QUE SALTAR— Elaheh entró en pánico por un segundo, cómo le daría a Vahid dos niños y también saltaría ella— ELAHEH, UN PRECIPICIO ESTÁ CERCA— terror era la emoción patente en el rostro de Vahid, Elaheh lo miró deseando haberlo conocido de otra manera. No era así.

—Ven conmigo— tomó al niño tirando al suelo la estatuilla que el pequeño aún sostenía, se manchó de la sangre que el niño tenía en sus manos.

Le sacó primero los pies, Vahid se acercó lo más que el tambaleo del coche le permitía. Elaheh logró sacar el cuerpo del niño totalmente por la ventana y dándole un fuerte empujón lo impulsó hasta Vahid, quien lo sostuvo con facilidad aunque fuera con una sola mano. Aguantó al pequeño contra sí mismo para luego dárselo a uno de sus guardias que se posicionó al lado de este.

—ELAHEH— gritó. Sabía que eso significaba que le camino se estaba acabando.

Elaheh cargó a la niña apresuradamente. Repitió con ella el proceso, esta vez le costó más trabajo, la niña era más grande y mucho más pesada. Por un instante creyó que la dejaría caer y no pudo empujarla, Vahid tuvo que acercarse hasta un punto peligroso y cogerla él mismo. Cuando la sentó en su caballo aferrada a él, volvió a mirar a Elaheh.

—TÚ TURNO. VEN— le tendió la mano. Ella se suponía era más fácil, solo tenía que darle la mano e impulsarse a sí misma fuera del coche.

Elaheh estiró su mano alcanzando la que Vahid le tendía, era cosa de impulsarse.

El coche ya no se tambaleaba.

Elaheh lo supo enseguida, incluso antes de sentir el momento de ingravidez.

Antes de ver alejarse la figura de Vahid detenido y como ella seguía moviéndose.

Sus manos se resbalaron, ya no se tocaban.

Antes de que el suelo quedase más alto.

Lo supo por él.

El terror en su rostro había cambiado a algo más. Indescriptible.

Si hubiese sido su muerte la que lo miraba fijamente Elaheh estaba segura de que su rostro hubiese estado en calma absoluta.

Pero era ella quien caía por el precipicio.

*****
No me maten x fiiisss...sé que les duele y a mi también mis tamalitos pero qué decirles🤷🏻‍♀️ soy así de mala (se esconde debajo de la sabana mágica)

Me dicen por fis qué les pareció el cap? Siiii???

🤗🤗🤗

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