Capítulo 11 Una visita de rabia
Habían pasado cerca de dos meses desde la confesión de toda la verdad. Vahid había vuelto a ser el mismo, al menos hasta que el sol se escondía, entonces mientras otros dormían él se desplazaba hasta la habitación de Elaheh y dormía con ella.
En ocasiones no dormían sino que él se dedicaba a besarla, tocarla, recorrer su piel parte por parte. Llegar con sus manos, sus labios, sus dientes y su lengua a todos los puntos más sensibles del cuerpo de Elaheh. Colmándola y haciéndola llegar a su límite más alto.
Sin embargo no la dejaba tocarlo a él, se sentía incompleto porque sabía que todavía no era el momento. No la dejaría tocarlo, no quería que ella se viese en esa situación los recuerdos de otros hombres.
Antes de que el alba llegara, se vestía y se iba de vuelta a su habitación. Muchas veces se fue sin que Elaheh lo supiera, pero finalmente ella se adaptó a ese estilo de vida y ahora se despertaba al mínimo movimiento de él y lo despedía todos los días.
Solo Pari y las hermanas sabían de esa situación y eran quienes se encargaban de vigilar que las demás concubinas no estuviesen despiertas en el horario en que el príncipe entraba y salía. Elaheh compartía su felicidad con ellas y ellas se sentían felices por Elaheh.
Asha la había arreglado ese día, vestía ropa cómoda y práctica lo que parecía indicar que saldrían del palacio interior. Tomó la cinta que le había dejado Asha en el tocador y con ella se recogió el cabello, ya lo tenía largo hasta la cintura. Le gustaba verse así y Vahid la veía feliz por eso.
Un día ella le había preguntado si a él le gustaba el cabello largo a fin de cuentas el suyo lo mantenía bastante largo, más que cualquiera de sus concubinas.
— La verdad es que me gusta mi cabello, mucho. A mi madre le encantaba y por eso empecé a dejármelo largo. Le cogí el gusto por el camino. No me imagino con el cabello corto y no deseo tenerlo así, pero no impongo ese gusto, aunque he de admitir que si me encantan las mujeres con cabellos largos. Jamás las he forzado a ello, mis concubinas eligieron libremente el mantener sus cabellos de esa manera.
Elaheh no estaba segura que ellas hubieras hecho una elección exactamente, pero no se lo diría a Vahid. Por el momento meditaba que nunca había pensado en qué le gustaba. Por eso se había dedicado a descubrirlo en su estadía en el palacio.
Por ahora había descubierto que su cabello le gustaba de las dos formas, como había pasado toda su vida con él corto lo mantendría largo por un tiempo, pero pensaba cortarlo de nuevo en algún momento.
Escuchó el ajetreo en los pasillos y supo que las demás concubinas estaban listas. Era hora de irse. Todas esperaban en el jardín de la entrada, los mozos de cuadra preparaban los camellos pues era la forma más segura de moverse por las dunas de arena. Aún nadie les decía a donde irían y no había señal de Vahid por ningún lado.
— Buenos días— Vahid finalmente decidía aparecer.
Todas saludaron con suma algarabía como todos los días. Elaheh siempre se sorprendía de la indiferencia que ambos podían fingir cuando dormían juntos cada noche.
— Todas os estáis preguntando a donde vamos y por qué no he dicho nada. La verdad es que quería mantener la sorpresa. Vamos al orfanato del poblado Sharan, será una visita especial.
Las concubinas se pusieron sonrientes y felices, muchas incluso aplaudían y daban brinquitos. Sin embargo el rostro de Elaheh era la viva imagen del horror.
— ¿Qué sucede Elaheh? ¿te asustan los niños pequeños?— dijo burlona Leila. Elaheh le profirió una mirada que hizo a la joven pensar por un segundo que la golpearía hasta matarla. Su sonrisa desapareció en el acto y afortunadamente Vahid intervino.
— Señoritas creo que lo mejor es ir subiendo a los palanquines, el camino a recorrer es largo y no queremos perder el día, ¿cierto?
La forma en que Vahid habló dejaba fuera todo tipo de cuestionamientos. Leila se apresuró a ir al lado de Shala a esperar que les avisaran los mozos para subir a los palanquines.
— ¿Qué sucede?— le susurró Vahid a Elaheh obviando todas las miradas de rabia e intriga de las demás concubinas presentes.
— Nada su majestad— la respuesta vino en tono de advertencia, recordándole que tenía que tener cuidado con su trato en público hacia ella— solo un malentendido, todo está perfectamente.
Vahid captó la indirecta y notó también la incomodidad de Elaheh en ese momento, pero no podía preguntar más nada sin hacer aún más complicada y difícil su relación con las demás.
— Si ese es el caso entonces, por favor— Vahid le indicó el camino a su palanquín y Elaheh caminó hasta él.
Cuando todo estuvo listo todas las concubinas subieron al transporte, al igual que el príncipe y los camellos iniciaron el andar.
Durante la hora y un poco que estuvieron de viaje Elaheh seguía dándole vueltas en su cabeza a la idea de estar rodeada de niños. Las pocas niñas que había conocido eran esclavas, la situación era diferente, ese tipo de niñas no era iguales a los niños normales. Lo poco que tenían en común era que no tenían padres y no vivían en una casa propia.
No se imaginaba rodeada de pequeñas personas alegres en cierta medida. Entendía que no eran totalmente felices, pero su infancia era más normal y buena que las que ella había visto y vivido. Se consideraba muy rota como para tratar con niños.
— Elaheh— Vahid la llamaba desde fuera del palanquín.
Se había quedado dormida mientras pensaba en lo que se avecinaba, no notó cuando habían dejado de moverse y no sabía cuántas veces Vahid la había llamado hasta que despertó. Asomó la cabeza por la ventaba y lo miró. Vahid enseguida vio la expresión soñolienta en su rostro.
— Te quedaste dormida.
— Sí, eso parece— dijo mientras contenía un bostezo y abría la puerta para salir.
Vahid le tendió la mano, mas ella no la tomó. Salió completamente al exterior y se estiró tanto como quiso. Se sentía el cuerpo entumecido, entonces Elaheh notó la ausencia de alguien que últimamente se había vuelto muy cerca de ella.
— Su majestad, perdone que pregunte, pero ¿Dónde está Deniz?
— Se ha enfermado con algo que comió y le sentó mal. Los herboristas la están atendiendo desde esta mañana, cuando nos fuimos me informaron que su malestar ya estaba controlado, pero que no debía viajar con nosotros.— le explicó Vahid con un tono de cariño dulce, alegre de que Elaheh tuviera una amistad entre las concubinas aunque solo fuera una.— la podrás ver inmediatamente que volvamos.
— Gracias, su alteza— dijo Elaheh con una sonrisa cálida.
Caminaron hacia dentro de una gran construcción, allí había un pabellón de piso de piedra que era lo bastante grande para recibirlos a todos. Un señor alto, delgado y que aparentaba unos 50 años los recibió.
— Buenos días, alteza, señoritas— dijo haciendo una reverencia— mi nombre es Raar, soy quien atiende y cuida este orfanato desde hace veinte años. Es un honor tenerlos aquí.
— El honor es nuestro Raar.— contestó Vahid— mis concubinas quieren jugar un poco con los niños, trajimos regalos para ellos también.
— Claro, majestad. Le agradecemos su generosidad. Por favor seguidme.
El hombre los guío por una de las entradas que habían en los laterales del pabellón. Recorrieron un largo pasillo y finalmente salieron al exterior, a un jardín grande que colindaba con muchas construcciones antiguas en derrumbe. Los niños estaban allí jugando entre ellos.
— Niños, este es el gobernador de la región Sur, tercer príncipe de Jaldra, su alteza Vahid. Estas son sus concubinas, quieren jugar con ustedes un rato y traen juguetes.
Los niños se pusieron felices y todas las concubinas comenzaron a jugar con ellos de diversas formas, menos Elaheh. Ella reparó en que Vahid desapareció por una puerta guiado por Raar con uno de sus guardias, los demás se quedaron cuidando a las concubinas.
Elaheh miraba a los niños reír y jugar, felices a su propia forma. Un movimiento a su izquierda llamó su atención. Giró la cabeza buscando su perpetuador y vio a una niña que no podía tener más de diez años mirándola. No reía, no jugaba, no parecía una niña. Por un instante Elaheh se imaginó a si misma de pequeña y la visión que se creó en su mente era la de una niña exactamente igual a aquella que la miraba. Eran lo mismo.
La pequeña era de piel bronceada como todos allí, con ojos cafés y pelo rizado y rojizo. Estaba delgada y se veía un poco sucia, probablemente se hubiese arrastrado por la tierra hacía poco. La miraba fijamente, como Elaheh la observaba a ella. No era una competencia de fuerza, era una observación preliminar evaluando a su opuesto. Pesándolo.
— Ustedes no deberían estar aquí— dijo finalmente la pequeña— deberían irse — su voz era grave, pesada, como si una muralla cayese encima de alguien.
— ¿Por qué?— entre las cosas que había aprendido de cuidar a las más jóvenes en los calabozos de Valghar, una de las más valiosas era que cuando una nueva llegaba era como un gato acorralado, si lo intentabas tocar te atacaba.
— No les daremos lo que quieren, no permitiré que pase de nuevo— la mirada de la niña era oscura.
Elaheh sintió una conexión, lo que sea que la niña quería decir no era mentira y no era bueno. Quiso decir algo, pero la pequeña escapó corriendo rápidamente y Elaheh no pudo seguirla. Si lo hacía llamaría mucho la atención de otros y algo le decía que atención no era una de las cosas que la pequeña pelirroja deseaba.
Vio a Vahid salir por la misma puerta por la que había desaparecido hacía un rato ya, seguido por Raar y el guardia. Impulsada por una sensación que durante los años había aprendido a no ignorar se dirigió hacia ellos calmada, ocultando detrás de la tan familiar mascara de belleza que había sido entrenada para adoptar sus verdaderas intenciones.
— Perdón molestar— dijo interponiéndose en el camino— pero quiero hacerle una pregunta al señor Raar— al mentarlo lo miró fijamente, retándolo en su interior. No supo decir si Raar había entendido la mirada o no, pero si notó que Vahid la miraba curioso y preocupado.
— Claro, señorita. Lo que desee saber— respondió el hombre.
— Una de las niñas me ha llamado la atención. No estaba jugando con los otros y ha salido corriendo en cuanto le he hablado— Elaheh notó el creciente interés del hombre— tenía los ojos cafés y el cabello rojo zanahoria— la tensión que recubrió el cuerpo del cuidador y se quedó plasmada en su rostro fue evidente para los tres que lo observaban. Vahid se puso muy serio de repente.— ¿Puede usted decirme su nombre? No pediría algo como esto si no me hubiese fijado en que ninguna otra niña o niño tiene el cabello rojo y mucho menos en ese tono tan llamativo.
— Sí, claro. Sé quién es. Su nombre es Asia. Tiene 11 años cumplidos hace dos semanas. Es una de las más grandes del orfanato y también de las que más tiempo lleva aquí. La encontramos en una tormenta de arena perdida cuando tenía tres años, no había nadie cerca. La trajimos con nosotros y está aquí desde entonces. No pudimos encontrar a nadie que la quisiera debido a su llamativo color de pelo.
Aunque intentaba disimularlo, el desprecio y la desesperación eran palpables en la voz del hombre. Elaheh entendía que algo ocultaba y supo que en ese orfanato no se hacían cosas legales.
— ¿Puede por favor decirme en qué dirección se fue corriendo? Me preocupa que pueda salir del orfanato y perderse— Elaheh no confiaba en ese hombre ni en sus buenas intenciones. Sus sospechas se agrandaban y cogían fundamento con cada palabra de este.
— Se fue corriendo detrás de esos matorrales, la perdí de vista luego de eso— mintió.
— Gracias. Con permiso su majestad, voy a pedirle a dos de mis empleados que vayan a buscarla. En seguida regreso— hizo una reverencia y se fue.
— ¿A qué ha venido eso?— inquirió Vahid cuando lo vio marchar— dime qué está pasando.
— Aquí hay algo mal. La niña estaba sucia y parecía enojada. Dijo que no debíamos estar aquí, que no obtendríamos lo que queríamos, que ella no dejaría que pasara de nuevo. No sé qué ha pasado antes, pero lo que sea no es bueno y no confió en ese hombre— Elaheh hablaba rápidamente y entre susurros, muy cerca de Vahid. Reparó en la expresión de este— tú ya sabías que algo pasaba. Esta visita no es al azar. Vahid, cuéntame qué demonios pasa aquí.
— No quiero que te involucres— respondió rotundo— sí, sabía que algo estaba pasando, pero no quiero verte en peligro.
— Vahid— Elaheh no alzó la voz, pero sonó fuerte y decidida— no puedes apartarme de esto. Si no me hubiese dado cuenta perfecto, pero ahora lo sé. Sabes que no puedes apartarme. Lo haré por mi cuenta si siquiera lo intentas— Vahid miró a los ojos a Elaheh, se dio por vencido.
— Eres demasiado cerrada y taciturna— dijo derrotado— me llegaron informes no concluyentes de que Raar participa en un sector de trata de esclavos. Según la información obtenida un cargamento de 30 niños salió de este orfanato hace una semana. Oficialmente fueron adoptados, pero es muy raro que 30 familias adopten al mismo tiempo. Además se vio bajar a cuatro hombres a las afueras del poblado y descargar sacos pequeños por unos viajeros que afirmaron escuchar gritos de niños y movimiento en los sacos. Mi hipótesis es que hasta ahora los estuvo sacando en grupos pequeños, cinco o seis niños por quincena, diciendo que eran adoptados u otra cosa que se le viniera a la cabeza.
Vahid explicó todo a la par que observaba atentamente a Elaheh en busca de algo que indicara que la situación la afectaba. No lo encontró. Solo vio determinación.
— Debió de haber recibido un encargo de última hora, grande y que no estaba programado. Para arriesgarse de esa forma debe de ser alguien con suficiente dinero como para pagarles a todos una suma considerable— puntualizó Elaheh analizando la situación— la niña, Asia, debió de haber visto o escuchado algo. Raar seguramente la quiere para venderla o algo peor antes de que hable con alguien y ella no debe confiar en nosotros porque debe pensar que somos iguales que ellos.
Vahid encontró curioso como Elaheh en ningún momento se veía enojada o rabiosa, no hablaba de forma despectiva ni decía nada de los vendedores de esclavos.
— Por ahora nuestra prioridad debe ser encontrar a Asia antes que Raar. No sé qué sepa, pero lo que sea la ha puesto en peligro— concluyó Vahid.
— Iré yo— afirmó Elaheh.
— De ninguna manera— rebatió él.
— Vahid piensa conmigo y deja tus emociones de lado. ¿Quién se verá menos sospechoso rondando por la zona? Además tú eres hombre y esta niña vio a los hombres llevarse a sus amigos e incluso si no lo hizo, es un hombre quien los ha vendido. Estaba escondida, sin embargo salió a mirarnos y de todas nosotras decidió hablar conmigo. Es mejor que vaya yo a buscarla. Si tanto te preocupa mi seguridad pon a tus guardias a hacer rondas. Puedes fácilmente decir que es por tu seguridad y la de tus concubinas— Elaheh hablaba con experiencia.
— Prométeme que no harás nada que te ponga en peligro— pidió dando por perdida la batalla.
— Te prometo volver a ti, viva— Vahid no se sentía complacido con aquello, pero cualquier promesa sería en vano. Solo quedaba rezar porque nada malo pasara mientras él se encargaba de lo demás.
— La hora del almuerzo ha llegado, puedes desaparecer fácilmente. Diré que no tienes hambre— le animó él.
— Nos vemos— Elaheh se fue caminando calmadamente y desapareció detrás de los muros por los que Asia se había ido minutos antes.
Caminó durante un buen rato. Los escombros de las antiguas construcciones eran más que un buen lugar para jugar, eran el escondite perfecto. No podía gritar el nombre de la chica, además sabía que sería inservible. Pisaba fuerte y certera evitando resbalar o caerse, la graba y piedra cedía en ocasiones bajo su peso, pero nada que llamara mucho la atención.
Usó la chalina desplegándola para cubrir su cabeza y hombros ya que el sol era demasiado fuerte. Afortunadamente esta era de tela gruesa, no como las que acostumbraba a usar en el palacio interior, finas, frescas y casi transparentes.
Un ruido la alertó, alguien discutía cerca de ella. Se acercó sutil camuflándose con los muros a medio caer, vio a los dos empleados de Raar que tenían a Asia. Uno se quejaba de que esta lo había mordido, el otro la sujetaba firmemente mientras le tapaba la boca. Elaheh pensó de prisa, tomó una piedra que no le cabía en el puño y la aventó contra el que se quejaba.
El hombre se giró bruscamente, Elaheh salió de su escondite y le enfrentó. No tardó mucho en hacerlo caer, el hombre la tomó por una señorita pequeña y estúpida. Elaheh desenredó la chalina de su cuerpo y con ella enredó uno de los brazos del hombre, con un movimiento rápido se lo torció haciéndolo gritar de dolor y cae al suelo. Tiró aún más fuerte.
Remordimiento, dolor y misericordia no existían para esas personas. Asestó un ligero golpe en la parte posterior del codo, luego levantó su pie derecho y con una patada directa al codo se lo fracturó doblando el brazo de forma equivocada. Se giró hacia el otro hombre, este tiró a la niña con fuerza, quien se quedó momentáneamente paralizada en el suelo.
— CORRE— Elaheh gritó rápidamente, la niña reaccionó y echó a correr.
El hombre quiso seguirla y Elaheh se lo impidió. Por cada puñetazo que el intentaba asestar Elaheh le evadía y golpeaba en puntos de dolor exactos haciendo al hombre moverse a su gusto. En un momento aprovechando que ella era mucho más veloz logró posicionarse detrás de este y en solo movimiento certero hizo impactar su mano un poco más arriba de donde el cuello se convierte en cráneo, el hombre cayó noqueado al suelo.
— Agradezco una y mil veces que mi entrenador personal de lucha haya sido chino, sus artes marciales son increíbles— dijo pensando para sí, como siempre que se distraía, en voz alta. Recuperó su chalina mientras veía retorcerse de dolor al primer hombre— Me encantaría dejarte así, pero corro el riesgo de que me sigas y eso no es una opción— dijo y con la misma le dio una patada en la mandíbula. La fuerza del golpe fue suficiente para noquearlo a él también.
Miró hacia todos lados buscando algún indicio de hacia dónde había corrido Asia. La había visto correr en la dirección justo detrás de donde había caído, pero de allí en adelante no sabía más nada. Volvió a enrollar la chalina para proteger su cabeza y hombros y empezó a andar en la dirección que creyó correcta, mirando hacia todos lados, buscando algún indicio de que Asia estuviera allí.
Caminó más de 100 metros y se pensaba dar por vencida, pero lo vio, una especie de agujero entre los escombros. Era pequeño pero lo suficientemente grande para la niña e incluso para ella. La ventaja de ser pequeña y delgada.
Aunque le costó trabajo, ya que el agujero resultó ser más estrecho de lo que pensaba, logró adentrarse por completo en este y luego cayó metro y medio contra el suelo de una especie de cueva. Se puso en pie y observó con detenimiento lo poco que se veía, la luz llegaba únicamente por aquel agujero por donde ella había entrado aunque iluminaba bastante bien, aún así había zonas oscuras. No quedaba de otra.
— Asia— llamó todo lo dulce que pudo— Asia mi nombre es Elaheh, sé que puedes escucharme. Con esta oscuridad no pudiste haber ido muy lejos. Escucha Asia no voy a lastimarte, ni a ti ni a tus amigos. El señor Raar es malo, os ha herido y lo comprendo. Yo jamás lo ayudaría Asia.
Todo se mantenía en silencio, Elaheh pensaba que tal vez se había equivocado, quizás la niña no estaba allí. Tocó su chalina al quitársela de la cabeza, dejando solo cubierto los hombros y la notó sucia. Miró hacia su ropa y estaba toda marcada de tierra de haberse arrastrado por el agujero.
Recordó entonces como lucía la niña la primera vez que la vio. Había reparado en que estaba sucia como si se hubiese arrastrado por la tierra. Estaba en lo correcto, debía de estar allí.
— Sé que ahora mismo no confías en nadie, pero ten por seguro que quiero ayudar a tus amigos, a todos ellos pero no puedo hacerlo sin tu ayuda. Yo jamás estaría de parte de esos…hombres— tuvo que contenerse por no decir otra cosa, la oscuridad empezaba a afectarla— yo fui una esclava. Me compraron con cuatro años, me tuvieron metida en una celda húmeda y fría en las mazmorras, mi hogar permanente hasta hace poco. Sufrí, pasé hambre, trabajo, dolor, pero lo superé con ayuda. Confié en aquellos que quisieron ayudarme, lo mejor que pude confiar.
Elaheh rezaba a toda deidad posible porque la niña confiara en ella, sino lo hacía era posible que no pudiese ayudarla ni a los pequeños anteriormente vendidos.
— Entendí que había cosas que yo no podía solucionar sola, pero que había otras personas dispuestas a luchar conmigo. Sé que no tienes por qué creerme, pero quiero ayudar a esos niños, no quiero que pasen lo que yo pasé. Por eso vinimos, el príncipe Vahid dijo que no permitiría que en su tierra los niños fueran dañados y la personas fueran tratadas como mercancía. ¿Puedes ayudarnos por favor?
Elaheh esperó, sabía que Asia era inteligente, debía de estar pensando qué hacer. La vio saliendo de una de las esquinas oscuras de la cueva, no temblaba y su rostro estaba serio y duro, aún así sus ojos dejaban ver el miedo que sentía verdaderamente.
— ¿Nos ayudaras? Tú y ese hombre tan extraño con un khalat llamativo— Asia miraba a Elaheh como estudiándola, reanalizando lo que ya había visto. Elaheh rio quedadamente.
— Imagino que un hombre en un khalat del color del desierto con adornos bordados de oro no es algo que ustedes vean muy a menudo. Sí, los ayudaremos a todos ustedes, por eso cuéntame qué sabes.— le hubiese gustado pedirle salir de allí, pero sabía que Asia se sentía más cómoda en aquel lugar y si quería que hablara tenía que hacer lo posible porque estuviera en su zona de confort.
— No podía dormir, salí al jardín para relajarme un rato y que me entrara sueño. Escuché el ajetreo, me asomé y vi como metían a los demás en las jaulas detrás de los carruajes. Raar lo supervisaba todo, hablaba con otro hombre. Cuando todos estuvieron dentro el hombre extraño le dio una bolsa muy grande y gorda y le dijo que lo vería de nuevo en una semana. Raar rio y dijo que con gusto, que deshacerse de nosotros era el mejor negocio que pudiera pedir. Yo mantenía las manos en mi boca para que no notaran mi respiración.
Elaheh había acelerado su respiración inconscientemente. Recordaba su propia vivencia y sentía una rabia rugir dentro de ella clamando venganza.
— Vi como también le entregaba un documento. Seguí a Raar a su habitación. Suele dejar la puerta abierta para poder mirar al pasillo y ver si alguno de nosotros deambulamos por la noche, además dos de los niños son sonámbulos. Me escondí en una esquina en la oscuridad y vi como metía el dinero y el documento bien doblado en el colchón, tenía un agujero y dentro de este guardó las cosas. Me volví a mi cuarto e intenté dormir, no lo conseguí.
Claro que no lo había conseguido. Habían ocasiones donde la misma Elaheh no lograba dormir rememorando su vida y su sufrimiento.
— Estuve llorando toda la noche pensando qué hacer. Sabía que todas las mañanas se levantaba una hora antes que nosotros para recoger la leche, el pan y alguna que otra cosa que dejan los mensajeros para el desayuno. Me preparé y esperé, cuando lo vi salir del orfanato para recibir a los mensajeros corrí hacia su habitación y tomé esto.
Asia le tendió el documento a Elaheh. Esta lo tomó y al abrirlo vio que era una lista de lo que le pedían, 25 machos más y 15 hembras. Como si fueran ganado, pensó Elaheh. Estaba registrado el pedido anterior y el pago de algún encargo que había salido un mes antes.
— No entiendo todo lo que dice, pero sí sé para qué nos quieren, qué van a hacer con nosotros, con los que ya se llevaron, qué han hecho con todos los que han tomados antes de esto— Asia finalmente se mostró como la niña que era y empezó a llorar. Elaheh la abrazó y apretó contra ella mientras la arrullaba.
— Shhh, ahora todo va a estar bien. Te ayudaremos— la mecía entre sus brazos— el príncipe, sus guardias y yo te ayudaremos. Lo prometo.— cuando Asia se hubo calmado lo más que podía Elaheh la puso frente a sí y la miró a los ojos— ahora salgamos de aquí para poder ayudar a los demás.
Asia asintió y ambas salieron por donde mismo entraron. Le tendió una mano a la niña y echaron a correr en dirección al orfanato. Llegaron en menos de 15 minutos, Elaheh no había notado lo lejos que de hecho estaban. Al llegar reparó en que los niños no estaban, tampoco las concubinas o los guardias.
— Ven, vamos adentro, no tengas miedo— le dijo a Asia mientras le soltaba la mano y doblaba cuidadosamente el documento para esconderlo en un bolsillo de sus pantalones.
Volviendo a tomar a la niña de la mano se encaminó por la puerta que daba al pabellón donde los habían recibido inicialmente. Ni bien había llegado al final del pasillo cuando escuchó las voces de personas hablando, al reconocer la de Vahid apresuró el paso. Salió del pasillo oscuro hacia la luz del pabellón, nadie notó su presencia al inicio.
— Su majestad— decía Raar— le aseguro que yo no he hecho nada malo, los niños pueden dar fe de ello. No soy culpable de lo que se me acusa.
— Yo tengo pruebas de lo contrario— intervino Elaheh.
En ese instante todos se voltearon a verla. Vahid parecía impresionado, enojado y definitivamente perturbado por su aspecto. Elaheh imaginó que debía parecer acabada de salir de una prisión o algo peor. Raar por otra parte palideció al verla tomada de la mano de Asia.
— La niña miente, señorita, os lo juro— se defendió rápidamente.
— La niña tal vez mienta— rebatió Elaheh— pero esto no— dijo sacando de su bolsillo el documento doblado.
Raar al principio no entendió, pero a medida que Elaheh desdoblaba el documento sus ojos empezaron a agrandarse hasta que pareció que se le iban a salir de órbita. Vahid caminó hasta Elaheh y tomó el documento, leyó lo que decía y se viró con una mirada de repudio y victoria en su rostro.
— Me parece, señor Raar, que no hay mucho más que explicar. Hágase un favor a sí mismo y dígame a dónde llevaron a esos niños— Vahid se veía definitivamente amenazante. Parecía un depredador en su estado más salvaje. Elaheh recordó la primera vez que vio ese lado de él.
— Yo…este…yo…yo no sé— Raar tartamudeaba y temblaba, se le había acabado el juego.
— Asia— le susurró Elaheh a la niña— ve a la habitación de Raar y tráeme lo que encuentres que tenga que ver con esto. El dinero y cualquier otra cosa por favor, puede que hable si se ve aún más acorralado.
— Sí— la niña se veía segura de sí, ya no estaba temerosa ni desconfiada. Elaheh se encontró a sí misma llena de orgullo.
— Vamos Raar, déjate de tonterías— insistía Vahid— si no quieres hablar por las buenas, tendrá que ser por las malas y no te gustará.
— No, en eso tienes razón— volvió a intervenir Elaheh— no le gustará.
— ¿Qué puedes hacerme tú?— Raar, antes temeroso, parecía confiado de repente.
— Te das cuenta que tus hombres no han vuelto, sin embargo yo y Asia sí. ¿Qué crees que les habrá pasado?— Vahid sonrió al darse cuenta de lo que Elaheh intentaba decir, mientras Raar pareció haberse tragado algo desagradable. Asia entró de nuevo en el pabellón cargando una bolsa pesada y dos rollos manuscritos.
— Asia— le dijo Elaheh acercándose para ayudarla. La niña le pidió que se agachara y le habló solo a ella.
— Uno es un encargo de hace unos meses, las cifras al sumarlas coinciden con unos 20 niños que salieron de aquí supuestamente para ser adoptados— dijo con tristeza la pequeña— el otro es un mapa, tiene marcado una ubicación, la reconozco de los mapas que he estudiado de la región. Está a las afueras del pueblo, cosa de dos kilómetros más menos. La bolsa lo que tiene es dinero.
— Gracias mi pequeña— Elaheh le sonrió a la niña— esto casi acaba, ¿sabes dónde están los otros?
— Pase por las habitaciones de camino a aquí. Las demás concubinas están con ellos, una me pidió que me les uniera, pero le dije que tenía cosas que hacer para ti y el príncipe. No puso buena cara— Elaheh medio rio con el comentario.
— No, imagino que no.— suspiró— ve con ellas y no les cuentes nada. Si el príncipe decide explicar algo después es asunto de él. Cuídate.
— Está bien— la niña respondió finalmente como una niña de su edad.
— Raar— exclamó cuando Asia se fue— me temo que tú no entiendes la gravedad del asunto— Vahid se echó para atrás, Elaheh parecía dominar más la situación que él y también estaba más motivada— esta bolsa está llena de oro obtenido de la trata de esclavos y estaba en tu habitación— dijo lanzando la bolsa a los pies del hombre— junto con estos documentos— desdobló el primero— este tiene información de un pedido de hace unos meses atrás, en total fueron 20 niños, 15 de ellos chicas— le pasó el documento a Vahid mientras desdoblaba el otro— y este es un mapa, voy a arriesgarme y decir que la cruz marca el lugar— sonrió arrogantemente.
Raar parecía aterrado, ahora si lo tenían completamente en sus manos. Se rindió buscando algún tipo de piedad.
— Ellos vinieron a mí. Me lo propusieron mientras un cuchillo apuntaba a mi ojo, dijeron que si lo hacía obtendría dinero y si no me matarían y se llevarían a los que había en ese momento— se apresuró a contar, el llanto entorpecía sus palabras— acepté, mejor ellos que yo.
Elaheh se sintió a vomitar, pero llegado ese punto de su vida la sensación era solo mental, como causada por un deseo de poder ser ese tipo de chica.
— A medida que el dinero fue entrando mi vida fue mejorando, en algún punto le cogí el gusto. Si total no podía dejarlo por lo menos no tenía por qué sufrir a causa de ello.
— ¿Cuándo empezó?— intervino Vahid.
— Hará cuatro años— respondió Raar. Elaheh contuvo el deseo de golpear a aquel hombre hasta matarlo— nunca me había pasado esto, llegó hace poco más de una semana. Un encargo grandísimo. Tuve que sacar demasiados en un solo movimiento, tenía que entregar los demás esta noche. El cochero debe de estar al llegar, suele venir un poco antes para ir posicionando las cosas.
— Entonces dime— demandó Vahid de forma neutral— ¿Dónde está la guarida con los niños?
— Como dijo la señorita, la cruz marca el lugar— admitió Raar.
— Llévenselo— ordenó Vahid, sus guardias efectuaron la acción de forma inmediata— ¿estás bien?— dijo encontrándose con Elaheh.
—Estoy perfecta. ¿Qué vamos a hacer?— respondió esta irritada, deseosa de poder castigar a todos los involucrados.
— Ordenaré a mis hombres prepararse, no daremos tiempo a que vengan. Los coches ya tiene que estar en camino, de ellos se encargaran parte de los guardias. Los otros vendrán con nosotros a la guarida donde están los niños, tenemos que rescatarlos cuanto antes— explicó Vahid.
— ¿Nosotros?— Elaheh había escuchado perfectamente, pero no parecía entenderlo.
— Vamos no te hagas. Sería imposible contenerte aquí, para tenerte viajando por tu cuenta a expensas de que pase algo más, prefiero llevarte pese a que no es mi deseo— admitió Vahid.
Elaheh, en un impulso irrefrenable, se puso de puntillas. Había sido un acto espontáneo e incontrolado, pero las lenguas que se fajaban dentro de las bocas una contra la otra en perfecta sincronía demostraban lo mucho que los dos hubiesen deseado haber estado en otro lugar. Fue Vahid quien hizo el primer gesto de separación.
— Por más que me encantes querida, no podemos hacer esto ahora, pero estaría extasiado de que mantuvieras ese pensamiento para más tarde— a Elaheh le entró una risita boba por su comentario.
— Vámonos.
*****
Es hora de la misión de rescate....😱😱😱😱 ¿Qué pasará?
Ustedes que creen del cap?
Hipotesis del otro cap?
Ah...y bueno...como nadie ha podido adivinar en sus mensajes por privado ninguno de los significados de los nombres a partir del próximo capítulo pondré un nombre y sus significado en las N/A...pueden decirme cuál quieren primero. Aclaro que el nombre vetado es el de Elaheh puesto que este sale más adelante en el libro. Cualquier otro podéis pedirlo.
Besiiiiitos😘😘😘
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