Capitulo 9: Recordatorio constante
Por fin llega a la entrada de su casa. Saco la llave de su bolsillo y de manera suave abrió la puerta. Al instante que entra lo ve sentado cerca de la televisión, luego, mira a su lado y ve a su madre. Sin decir nada intenta pasar directo a su habitación, pero es interrumpido antes de llegar.
—Ey, ey, ey. Alto ahí ¿A dónde vas sin saludar?
Leo se acerca cabizbajo y sin mucho ánimo responde.
—A mi habitación.
Su padre; Gabriel Morales, se voltea de manera exagerada para mirar a Gloria.
—¿Escuchaste eso? Él va a su habitación. —dijo en un tono burlón y exagerado. Después, vuelve a la posición que estaba y se enfoca en su hijo —. Siéntate con nosotros, hablemos un poco, Leo.
Sin decir nada ni levantar la cabeza se sienta en la única silla que queda libre al frente de él. Su madre también mantiene la cabeza agachada mientras esta al lado de Gabriel.
—Cuéntame como te va en esa escuela privada y cara a la que vas.
—Bien.
—¡Aah! Si bien, tienes el promedio justo para que no te echen y les sigas dando dinero. Pero para ti eso significa que vas bien —comento de mala manera.
Todos se quedaron en silencio por un rato, hasta que él continuo hablando.
»Sabes, normalmente cuando estoy aquí no te encuentras, es curioso. No tenemos tiempo de calidad padre e hijo.
—Suelo llegar cuando estás durmiendo y me voy antes de que despiertes.
—Lo he notado, si no te conociera lo suficiente diría que no me quieres ver, pero eso sería gracioso. Después de todo gracias a mí tienes un techo, tienes comida y vas a una escuela privada, ¿verdad?
—Sí. Gracia, papá.
—Y dime hijo... ¿Qué planes tienes con tu vida?
—Quiero terminar la escuela
Su padre suelta una pequeña risa.
—Bueno, supongamos que logras terminar la escuela. Algo difícil de creer, pero estamos suponiendo que lo logras. ¿Luego qué? ¿Quieres ir a una universidad?
—No, no quiero estar tanto tiempo estudiando. Cuando vean que termine la secundaria de una buena escuela podre conseguir un buen trabajo en el centro de la ciudad.
Su padre entra a reírse a carcajadas, una vez que se detuvo, se puso de pie, caminó en dirección a Leo y cuando está lo suficientemente cerca, levantó su mano derecha. De manera instintiva Leo cierra los ojos y hace para un lado su cara como si fuese a recibir un golpe. Su padre ignora ese movimiento y sigue lo que está haciendo. Con su mano levantada cerca de la cara de su hijo, extiende el dedo índice y empieza a darle golpes en la frente mientras habla.
—Qui-ta-te-e-sas-i-de-as-de-la-ca-be-za. Deja de soñar con vivir en el centro de la ciudad, tú no perteneces a ese mundo. Perteneces aquí, esta es tu vida y así es como debes vivir.
Desde que se sentó no miro hacia otro lado. Es tan frustrante no poder hacer nada mientras lo humillan de esa forma. Se siente tan miserable, pero le tiene mucho miedo a su padre desde que tiene memoria. El solo hecho de pensar en enfrentarlo lo aterra. Prefiere ser insultado a intentar hacer algo y que se enoje.
Su padre agarró a Leo por la cara, haciendo que levante la mirada y lo vea directamente a los ojos.
Leo esta asustado, su corazón late más rápido, trató de correr la cara, pero su padre lo tiene con fuerza y lo acomoda de nuevo.
»¿Entiendes lo que te digo verdad? Solo estás desperdiciando tu tiempo y nuestro dinero yendo a esa escuela. Es inútil que te esfuerces, no puedes escap...
Su madre se levante rápido e intenta hablar.
—No le di...
Pero en ese instante, la sonrisa de Gabriel, la cual estuvo durante todo el tiempo que habló, desapareció. Mientras mira a Gloria de manera desafiante, lentamente sube su mano izquierda con el dedo índice levantado para apoyarlo en sus labios y hacerle la señal de silencio.
Ella agacha la mirada y se calla, sigue sintiendo que él la está mirando.
Se le quedó viendo en esa posición, y de manera suave bajó su mano izquierda. Recuperó su sonrisa y volvió a enfocarse en Leo.
—No puedes escapar de esta vida, no lo olvides.
Luego, al soltarlo empuja su cara para un costado. Gabriel se da la vuelta y se dirige a su habitación. Una vez que sale de la sala/cocina, Gloria se acerca rápido a donde esta su hijo.
Pone sus manos en los hombros de él y le habla. En su cara se puede ver que está asustada.
—Leo, no lo escuches. No dejes de soñar, sigue esforzándote, tiene...
—¡Gloria ven aquí! —grito desde su habitación.
—ahí voy —responde al instante, de manera temblorosa. Sin perder tiempo, sigue lo que está diciendo—. Tienes que...
—¡Gloria no me hagas ir a buscarte, ven en este instante! —insistió con uno tono más enojado.
Gloria miró a su hijo por un instante, luego, le dio la espalda para ir a donde la llaman.
Leo tiene la mirada perdida, las palabras duelen, no importa cuantas veces las escuche, le siguen doliendo. Incluso puede decir que se sienten peor que las primeras veces que su padre se las dijo. Son un recordatorio constante de lo que él intenta escapar.
En el momento en que Gloria entra a la habitación Gabriel empieza a gritarle. Como el departamento no es muy grande, puede escuchar todo.
—¡Entiende que no debes mimarlo, Debe quitarse todas esas ideas tontas de la cabeza!
—¡Lo sé, es sol...
La mujer trató de hablar mientras se quiebra su voz, se nota que en cualquier momento esta por llorar.
—¡Si lo sabes has caso entonces, no tengo que estar repitiéndote las cosas! O ¿¡Acaso quieres que termine como tú!?
Después de escuchar esas palabras hay un silencio... pero eso... a Leo le duele más que los gritos... Debido a que puede escuchar sollozar a su madre.
«Si tan solo no fuera tan inútil. Tal vez si pudiera enfrentar a mi padre podría defender a mamá... ¿Por qué debo escuchar llorar a mi madre tantas veces? No entiendo... por qué debemos vivir de esta manera, es tan injusto», pensó mientras aprieta sus puños con fuerza.
No quiere estar más en su casa, sabe a donde tiene que ir. Salió de su casa y empezó a correr lo más rápido que pudo, quiere enfocarse en eso, no quiere pensar.
Luego de estar corriendo un rato llega al riachuelo, está agitado bastante agitado, pero eso no le importa, no quiere detenerse. Baja por la pendiente que hay, hasta llegar a la orilla y sin dudar empieza a agarrar piedras y tirarlas con todas sus fuerzas al agua, una tras otra, sin parar.
Después de un tiempo, sintió que su brazo le pesa. Su respiración es larga y profunda, está un poco mareado, por lo que se detuvo a descansar. No porque quiera hacerlo, sino porque su cuerpo ya no aguanta más.
Hace rato que ya oscureció, se recuesta de espalda sobre el pasto, no le importa ensuciarse un poco. Ahora que se calmó puede prestar atención a su alrededor. Puede escuchar unos grillos que están cerca y sentir el olor a tierra mojada.
Levanta sus rodillas, luego encorva su cuerpo para apoyar sus brazos encima de estas, para así quedar sentado mirando hacia adelante de manera cómoda.
Siempre le gusto este lugar, le parece irónico en cierta forma, ya que el riachuelo separa su barrio de la ciudad y es un recordatorio al igual que las palabras de su padre, que su vida es muy diferente a la vida que está intentando vivir. Se puso de pie lentamente, su cuerpo sigue algo agitado. Se acercó de manera calmada a la orilla a mirar el agua.
A pesar de que le recuerde ese tipo de cosa, verlo aquí de manera tan marcada lo hace parecer posible. Lo único que separa su vida, de la vida que quiere tener es un pequeño riachuelo, puede cruzarlo sin mucho esfuerzo, solo se mojaría hasta las rodillas.
«Ojalá fuese tan fácil, pero es mi consuelo verlo de esa forma y es como quiero imaginarlo»
Él de alguna manera sabe que ya paso, logró calmarse. Debe ser porque este tipo de situaciones la vive seguido, sabe como seguir adelante, a pesar de que el dolor no desaparezca. Es como está acostumbrado a vivir.
Su estómago hace un ruido debido al hambre. Ya es muy tarde, pasaron muchas horas aunque no sabe cuantas. Seguro sus padres ya están durmiendo y por eso puede volver a su casa a descansar.
Una vez que está en la entrada de su casa. Se detuvo para respirar de manera profunda, cerro los ojos como si pidiera un deseo: "quiere que sus padres estén durmiendo". Entró de manera sigilosa, todas las luces están apagadas, no ve nada, pero ya conoce el camino que tiene que hacer hasta su habitación. Se sacó la ropa y tal como sale, la deja tirada a un costado. Solo quiere dormir, está cansado y quiere que el día acabe. Se tiró sobre la cama, y sin mucho esfuerzo logro dormirse.
Al día siguiente en la escuela. El timbre que dio inicio a las clases ya sonó, todos los estudiantes estas en sus respectivos pupitres. Al ser una escuela tan exigente, todos los alumnos que van ahí pocas veces faltan a clases. Alex y Sabrina se sienten un pocos inquietos debido a que Leo no esta. El profesor lleva alrededor de 10 minutos hablando y es interrumpido por el sonido de la puerta del aula que se abre. Un estudiante se disculpa e ingresa. Sus dos amigos lo miran con una sonrisa, Leo se sentó en su asiento, saco sus cosas y se acomodó para continuar con la clase.
Casi no durmió, No supo a qué hora llego a acostarse, durante la noche se despertó un par de veces, pero no supo que hora eran y a decir verdad quería seguir en su cama. No usa despertador para no molestar a sus padres con el ruido, por eso esta vez se levantó cuando noto la luz por su ventana.
La única razón por la que se esforzó para venir a la escuela es por sus dos amigos.
El tiempo pasa y la primera clase del día termina. De manera rápida sus amigos se acercan algo preocupados.
—¿Está todo bien, Leo? —pregunta al acercarse
—Si, no se preocupen. Solo fue una discusión con mi padre. —responde de manera tranquila, como siempre.
—Estamos aquí para lo que necesites, ¿Si? —Sabrina y Alex se miran para confirmar lo que le acaba de decir ella.
Luego de eso, sus dos amigos empezaron a hablar entre ellos, todo siguió como siempre. Pasaron el recreo juntos, como si fuese otro día normal. Todo lo que hicieron ese día en la escuela fue lo que están acostumbrados a hacer: estar atentos en las clases, durante los recreos reunirse a hablar y luego a esperar la siguiente clase. Sabrina y Alex no se separaron de Leo, pero no tocaron el tema, solo hablaron como de costumbre.
Saben sobre la situación de él y su familia, conocen demasiado a su amigo, no necesitan decirle nada. No tienen que intentar consolarlo, solo se encargan de mostrar una cosa: que ellos están a su lado para cuando quiera hablar.
Después de terminar la escuela los tres se juntaron en la casa de la madre de Alex. Se están preparando para ver alguna serie en el Snarg Tv que está en la habitación de Alex. Es una habitación grande y como no tiene muchas cosas en ella esta impresión se refleja más. Como él pasa más tiempo con su padre todas sus cosas están allá.
—Deberíamos ver algunos capítulos de la segunda temporada de "el detective asombroso".
—No volveremos a ver esa serie, ya te lo dijimos, Sabrina. Busca otra cosa que tengamos en la lista de espera.
—Pero es u...
—Mi habitación, mis reglas.
Luego de decir eso, Alex se levantó para ir a buscar algo de comer y beber. Al salir deja la puerta levemente apoyada.
—Ya verá ese, tonto. La próxima nos juntaremos en mi casa y no podrá decir eso.
Leo sonríe al ver la cara que pone Sabrina al decir eso.
Ella deja el control de la Snarg Tv a un lado y lo miro.
—¿Te sigue doliendo el brazo?
—Solo un poco.
—Te estuviste quejando todo el día por el dolor, no te hagas el fuerte ahora.
—No exageres.
—Solo te molesto un poco... —dijo en un tono suave, manteniendo una leve sonrisa —. Pero lo último que dije es en serio. No te hagas el fuerte, si algo te duele puedes decirlo. Si hay algo en lo que podamos ayudarte lo haremos.
Leo la miró fijamente, él no es bueno para expresarse, pero cuando está con ella siente que puede hablar.
—Estoy cansado de mi padre, es tan frustrante todo. No sé qué hacer y...
En ese momento, se da cuenta de la mirada que tiene Sabrina, es cálida y amorosa. Lo hace sentir cómodo, acompañado, que realmente lo está escuchando y quiere ayudarlo.
»Creo... que hay algo que podría ayudarme —Soltó, casi como si murmurara.
Por un momento dudó si decirlo o no, pero desde que sintió la mirada de Sabrina no puede sacarse eso de la mente. Por lo que, se armó de valor y continuó.
—¿Me darías un abrazo? —pidió clavando su mirada en los ojos de ella.
Sabrina se sorprendió por esto, pero no dudo en responderle con una sonrisa.
—Claro.
«Nunca había pedido algo sí, estoy sorprendida. También un poco contenta de poder ayudarlo, es bueno que se exprese», pensó ella mientras se acerca a Leo que está sentado, al frente. Se acomodó a su lado y lo abrazó.
Al comienzo no supo bien que hacer, pero al ver que Sabrina lo rodeo con sus brazos de manera suave, él también la abrazo. Sin saber por qué, cerro los ojos, se sintió muy cómodo. Le gusta el perfume de ella, es dulce, puede sentir como respira lentamente. Siente los pechos de ella tocándolo y lo suave que es su piel. Es tan relajante que podría dormirse en sus brazos. Por primera vez, entendió la famosa frase cliché de las películas románticas que dicen: "ojalá el tiempo se detuviera en este momento". Sonrió al darse cuenta de eso, ya que es lo que está pensando.
Al mismo tiempo, hay un espacio abierto en la puerta, lo suficiente para que Alex pueda ver la situación.
Fin del capítulo 9
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