Capitulo 25: Promesa
Leo busca por su barrio a Diego, hay lugares por los que siempre sabe estar. Si fuese por él evitaría esta situación, pero es al único de aquí al que le pediría dinero. Aunque no sea mucho lo que necesite, lo malo es que le deberá un favor, son las reglas con las que se manejan aquí.
Después de buscar por un rato y preguntarle a los de la zona que se iba cruzando, se da cuenta de que él no esta. No esperará hasta que vuelva, sabe a donde tiene que ir ahora.
*Toc, toc, toc*. Mira a su alrededor y parece que no hay nadie. Sale a la vereda, siente algo de vergüenza de tener que explicarle la situación a Alex y de pedirle dinero, pero prefiere eso a no hacer nada. Espera unos 10 minutos, no quiere seguir perdiendo tiempo. Si su amigo no vuelve a esta hora, es porque se quedara en lo de su madre y el señor Thompson vuelve a casa cuando tiene que cenar. Falta un rato para eso.
Se dirige hacia la pared que esta a un costado y con algo de esfuerzo la escala, sube al techo y se va al patio trasero de la casa, de chicos con Alex hicieron un par de veces esto. Salta para bajarse y busca entre unas macetas una llave extra que tienen guardada. La tienen ahí por si Alex se olvida la suya en lo de su madre y así no tenga que esperar al señor Thompson para que venga a abrirle. Por un momento, duda si seguir, se siente algo culpable con lo que está haciendo. Aun así continua, entra por la puerta trasera de la casa. Prende las luces mientras se dirige a la cocina, saca unas bolsas de un cajón, abre la heladera y empieza a sacar algunos alimentos.
Leo conoce bastante bien el lugar, además, sabe que el señor Thompson va a comprar al súper de todo un poco para llenar la heladera y que Alex se sirva lo que quiera.
«Con estas bolsas es suficiente para unos días en casa, estoy seguro de que el señor Thompson no sospechara nada, pensara que su hijo se llevó comida o que hicimos alguna juntada en su casa», pensó para no sentir tanta culpa por lo que está haciendo.
Deja todo lo demás como estaba, sale al patio y guarda la llave en la maceta. Luego sube al techo y se va con las cosas que tomo. Está bastante nerviosa, mira para todos lados mientras camina.
«Lo siento, Alex, señor Thompson. Es muy vergonzoso todo esto, pero tengo que hacerlo, no quiero tener que explicarles la situación de mi madre. Prometo no volver a robarles».
En el momento que pensó en la palabra "Robarles" se sintió aún peor. Fue cuando realmente cayo en lo que está haciendo. Le está robando a su mejor amigo y a su padre, ambos que siempre lo trataron bien y confiaban en él.
«Si se enteran, quizás no pueda volver aquí. ¿Qué pasará si el señor Thompson no quiere que me junte más con Alex?», ni siquiera puede imaginar esta situación, es muy doloroso. «¡No!, no se darán cuenta, muchas veces hemos llevado comida a lo de Sabrina o a lo de su madre, seguro pensará que eso pasó».
Leo sabe que eso es lo más seguro, pero por alguna razón le molesta darse cuenta de esto. Se está aprovechando de las personas que lo quieren, no importa si se enteran o no, él sabe que les está fallando.
Ya se encuentra frente al puente, no falta mucho para llegar a su casa. Se detiene en el lugar, no quiere seguir, siente demasiada vergüenza y culpa por lo que está haciendo.
«No hay vuelta atrás, lo hago por mi madre, no debo avergonzarme de querer ayudarla, ellos... lo entendieran, ¿verdad? No debo sentirme mal», se dijo a sí mismo para darse valor y seguir.
Al mismo tiempo en otro lugar.
Alex acompaño a Sabrina hasta su casa, están en la vereda.
—Fue un día productivo, no siempre se puede ver la cara de alguien cubierta de helado.
—Ja, ja, ja, que chistoso —dijo mientras lo mira entrecerrando los ojos—. ¿Seguro qué no te quieres quedar a comer en casa?
—Le dije a mi madre que iba a volver para cenar con ellos.
—Bien, tú te lo pierdes. Nos vemos, Alex.
Ambos se despiden y ella entra a su casa. Saluda a sus padres y va a dejar las cosas que compro en su habitación. Está muy contenta, la paso bien con su mejor amigo. De verdad que extrañaba pasar tiempo con él.
«Ya verá ese idiota, cuando menos se lo espere voy a desquitarme. Como se atreve a hacerme esa broma, solo espera... la venganza llega tarde o temprano», pensó con una gran sonrisa.
Al ver su cama, no se resiste de tirarse un rato, quiere descansar un poco. Una vez cómoda, saca su celular y ve que tiene unos cuantos mensajes de Seba, no toco su celular en todo el día.
«Luego le contesto, ahora no tengo ganas».
Deja su teléfono en la mesada y empieza a buscar algo para ponerse y estar más cómoda.
«Ya quiero ver a Leo, estoy ansiosa por darle su celular. Deberíamos hacer algo nosotros tres como antes, pasar tiempo con Alex me recordó lo lindo que es estar juntos».
Por otro lado, el rubio también está contento, va caminando hacia la casa de su madre con una sonrisa más grande de lo normal.
«¡Perfecto!, todo salió bien. Lo sabía, salir con ella es lo mejor. Ojalá pudiésemos pasar más tiempo mañana, pero me dijo que estará con su familia. Debo tranquilizarme, ahora que sé que me gusta Sabrina debo hacer bien las cosas».
Estira su mano hacia arriba y va levanto los dedos mientras enumera lo que tiene que hacer.
«1º: Hablar con Daniela y decirle que no quiero tener una relación con ella. 2º: Conquistar a Sabrina. 3º Aceptar la petición de Sabrina cuando venga rogando por ser mi pareja. 4º adoptar a Leo como la mascota. Y 5º Ser felices como familia. Sí, suena bien».
Luego de reírse un rato por las cosas que está pensado se pone un poco más serio.
«Ahora si en verdad. Después de terminar con Daniela, creo que sería bueno que hable con Leo sobre lo de Sabrina. Seguro me dará una mano y me gustaría contarle sobre esto. Uno de estos días vamos a pasar el tiempo juntos y nos actualizamos».
El señor Thompson frena su auto al delante de su casa. Se baja, mientras se dirige a la entrada va sacando sus llaves. Una vez adentro, se da cuenta de que Alex no esta. Casi al instante siente que golpean la puerta.
—Hola, Leo. ¿Cómo estás? —lo recibe con una sonrisa al abrir la puerta.
—Hola, señor Thompson.
Leo mantiene la cabeza agachada y habla de manera suave.
—Alex, no está aquí. Debería estar en lo de su madre, pasa. Ahora lo llamo y si está con ella te llevo a su casa.
Él entra, mientras se mantiene en silencio y se dirigen a la sala. El señor Thompson nota que está algo raro, después de llamar a su hijo va a preguntarle que le pasa. Una vez que saca su celular y esta por llamar, lo interrumpen.
—Señor Thompson, yo... —las palabras no salen, siente tanta pena que no sabe como decirle.
—¿Qué sucede, Leo? ¿Estás bien?. —preocupado se acerca un poco más.
—Yo, lo siento. Hace un rato entre a su casa para robarle. Lo siento mucho —confiesa sin tener el valor de mirarlo a los ojos.
El señor Thompson se sorprende, no esperaba que le confesara algo así. Antes de decirle algo lo observa, lo ve bastante apenado, no levanto su mirada del piso desde que entro.
—¿Robar?, ¿qué te llevaste? —pregunta en un tono tranquilo.
—Esto.
Él estira las bolsas que tiene en la mano. Luego, cuando muestra lo que hay adentro se sorprende todavía más el señor Thompson, ve que solo hay comida. Sabe algunas cosas sobre la situación de la familia de Leo por lo que Alex le contó, cree tener una idea de lo que pasa.
Se acerca un poco y levanta su brazo, el chico al ver la mano del señor Thompson cerca por reflejo cierra los ojos y corre la cara como si fuese a recibir un golpe. Al ver su reacción siente un poco de pena, no le parece algo bueno ver a un chico con ese tipo de reacciones. Él apoya su mano sobre el hombro del muchacho, manteniendo una mirada dulce.
—No te preocupes. Veo que estás apenado por lo que hiciste, se necesita valor para admitir y reconocer los errores. De verdad no te preocupes.
Leo sigue sin levantar la cabeza, la vergüenza que tiene no se le va.
—Ven, acompañarme.
Lo sigue hasta la cocina. Al llegar, ve como empieza sacar otras bolsas y empieza a llenarla con comida de la heladera y la alacena.
—No es necesario, señor Thompson. No hace fa...
—Es un regalo, por tu valentía. Alex haría lo mismo, no te preocupes.
Una vez llena se las da. Leo solo agradece, sigue sin mirarlo fijamente.
—Vamos, te llevaré a tu casa en mi auto.
Él no dice nada, no quiere contradecirlo. Preferiría irse caminando, pero sabe que va a insistir en llevarlo.
El trayecto en auto es bastante incómodo para Leo, solo sirve para darse cuenta lo bueno que es el padre de su amigo y sentirse mal de saber que los traiciono de esa forma. Siente que no se merece tener a gente así cerca.
Un rato después, con las indicaciones que le dio llegan al frente de un edificio. Leo empieza a acomodarse para bajar
—Es aquí, Gracias señor Thompson. De verdad lo sie...
—Espera, Leo. Quería decirte algo antes.
Sabe que lo van a regañar, pero está dispuesto a aceptar cualquier castigo que le ponga. Se lo merece y no va a poner excusas. En ese momento, Leo ve a los chicos que están sentados por las veredas pararse, aquí no les gusta ver autos que no conocen. Rápido, abre la ventana para que vean que él está ahí adentro y no hagan nada raro. Es un detalle pequeño, el señor Thompson ni se percata de lo que pasa y empieza a hablar.
—De verdad veo que estás apenado. ¿Sabes?, no quiero que olvides este día, ni ese sentimiento.
—Lo sé, debo sentir vergüenza por lo que hi...
—No me refiero a eso, Leo. No quiero que olvides, que hiciste lo correcto a pesar de que era más fácil quedarse callado. Estoy seguro de que sabes que no me iba a dar cuenta de las cosas que faltaban y aun así decidiste volver y decirlo. Estoy muy orgulloso de ti.
El muchacho se sorprende al escuchar lo que está diciendo, pensó que lo iba a regañar, no a felicitar, ni muchos menos a decirle que estaba orgulloso.
—Eres un gran chico y esto lo demuestra. No cualquiera decide reconocer su error y dar la cara. No olvides eso, tú lo hiciste, eres muy valiente y estoy seguro de que el día de mañana seguirías tomando esas decisiones.
Él levanta la mirada, no puede evitar sonreír a los comentarios del padre de su amigo, además de la forma tan cariñosa en que lo está mirando lo hacen sentir bien.
»No le diré nada a Alex, si quieres decirle es cosa tuya. Espero seguir viéndote en casa con él, siempre serás bienvenido.
Ambos se despiden, Leo entra al edificio y espera a que él se vaya.
«Así que... de esta forma se siente el amor de un padre», una extraña y agradable calidez lo rodea al recordar la forma en que le hablaba. « Ojalá... pudiera sentirlo más seguido, gracias señor Thompson, de verdad. Haré todo lo posible para no fallarles, no olvidaré esto, gracias. Alguien tan miserable como yo, no los merece, me siento tan avergonzado que no pude evitar mentirle».
Una vez que sabe que el auto ya se fue, sale del lugar al que entro. Ahí no es donde vive. Se mete por el callejón y va hasta el edificio donde realmente es su casa. Sube las escaleras como siempre, deja una de las bolsas en el piso para poder sacar la llave y entrar. Una vez adentro, ve a su madre venir de la habitación, él deja las bolsas en la mesada.
—Ya volví, traje algo para comer.
—Compraste muchas cosas, no debiste gastar tanto.
Leo le da espalda a su madre mientras empieza a guardar las cosas.
»Déjame que te ayude a acomodar todo.
—No es necesario, ve a sentarte, ya cocino yo.
—Vamos, vamos. No soy tan vieja, puedo ayudarte un poco.
En eso que insiste, Gloria agarra una bolsa y empieza a notar algo raro.
—¿De dónde sacaste esto? Nosotros nunca compramos de esta marca, son alimentos más caros, si fuiste a comprar elegirías los económicos.
Él no responde, ni siquiera la mira...
—¡Leo!, ¿¡no me digas que los robaste!? ¡Mírame y responde! —grita molesta.
—No, no los robe.
—¡No me mientas!, ¿de dónde sacaste estas cosas?
Se mantiene en silencio. Su madre se acerca y lo agarra de los hombros.
»Vamos a devolver esto, no quiero nada que sea robado. ¡No quiero que hagas esto, Leo!, por favor, no te conviertas en un delincuente o en un pandillero, no quiero verte así.
Él levanta la mirada y ve a su madre, tiene la sensación de que en cualquier momento rompe en llanto llorar, se nota lo decepcionada y preocupada que esta.
»Sé que no soy una buena madre, pero te lo pido, Leo, no te vuelvas delincuente por mi culpa. No soportaría verte así. Eres lo único que tengo, lo único que me queda, no tomes el camino fácil. Por favor, es lo único que te voy a pedir.
Unas lágrimas caen mientras habla, suelta a Leo para sacárselas.
—No te preocupes ma, no robe las cosas. Se las pedí al padre de Alex y él me las dio. Incluso me trajo en el auto.
Gloria mira con determinación a Leo, no quiere pensar que él le está mintiendo.
—¿De verdad?
—Sí, de verdad.
Ahora la actitud de ella cambia, siente un poco de pena por dudar de él
—Te creo, Leo. Sé que no me mentirías, perdón por no confiar en ti. Tendría que haber preguntado antes de regañarte.
—No importa.
—Prométemelo
—¿Eh?
—Prométeme que no te veré convertido en un delincuente, que evitaras ser un pandillero y que mantendrás lejos de ese estilo de vida.
Él sonríe mientras mira a su madre, le gusta ver la mirada que tiene ahora.
—Lo prometo.
Fin del capítulo 25
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