Capitulo 21: Pequeña bestia
Leo se saca la mochila y la deja a un costado antes de que llegue su padre. Se queda quieto con la cabeza agachada. Gabriel sale de la habitación, prende la luz de la sala y ve que es su hijo. Al frente de él está el jarrón roto. Sin perder tiempo se dirige hacia él, lo agarra de los pelos y sin soltarlo lo tira al suelo.
—Mira a la hora que vienes y encima rompes el jarrón nuevo, ¡Mira lo que hiciste! —Lo empuja con fuerza para que arrastre la cara por la tierra.
—Lo siento, padre.
El hombre se pone de cuclillas y acerca al oído de su hijo.
—No escuche bien, ¿qué acabas de decir?
—Lo siento.
—Aaah, lo sientes... bueno está todo arreglado —dijo de manera burlona y sarcástica, exagerando sus gestos—, que importa el jarrón nuevo o que me hayas despertado, porque "lo sientes". —Deja de agarrarlo y se pone de pie a su lado. —Que bueno que lo sientas, pero esto ayudara a que no lo repitas.
Apenas termina de hablar patea en el estómago a Leo. Él trata de no hacer ningún sonido, solo aguanta el golpe, doblándose en el piso.
»Cuantas veces te tengo que decir que no quiero ruidos cuando esté durmiendo. —una vez más, lo patea—. ¿Qué tengo que hacer para que entiendas? ¿Acaso soy demasiado blando contigo?
—No, es culpa mía.
Gabriel lo agarra del pelo de nuevo para hacer que se pare. Él está adolorido, pero se pone de pie.
—Repítelo —exige mirándolo a los ojos.
—Es culpa mía, padre.
Su madre sale de la habitación para intentar detener lo que está pasando
—¡Gabriel!, Es solo un jarrón. Ya déjalo.
—¡Tú dijiste que querías tener más adornos en la casa! Por eso te traje el estúpido jarrón.
—Fue un accidente, no es para tanto.
Gabriel tira a Leo para un costado, haciendo que se golpee con la pared. Luego, se enfoca en Gloria.
—¿Eso que importa? Los accidentes tienen consecuencia, ya debería saberlo.
—Pero no es necesario que lo golpees, ¿qué conseguirás con eso?
El hombre se acerca hasta a su hijo que está apoyado en la pared viendo como discuten. Leo al ver a su padre está cerca aparta la mirada, está asustado y no tiene el valor de mirarlo.
—Quizás tu madre tiene razón, te golpeo una y otra vez pero no entiendes. ¿Qué tengo que hacer para que aprendas?, —pregunta enojado—. ¿¡eh!?, ¡dime! —insiste al no tener respuesta.
Leo sigue en silencio, sabe que lo peor que puede hacer es contestarle algo y que no le guste la respuesta.
»Ya veo, te quedarás callado. —Lo agarra fuerte del brazo y se lo lleva a la entrada—. ¡Vete de aquí, no quiero verte! —Abre la puerta de la casa y lo empuja hacia afuera—. Ve a dormir en la calle, eso te hará ver lo agradecido que tienes que ser conmigo por darte un techo. ¡Anda, Fuera de la casa!
—¡Gabriel!, él no lo volverá a hacer, deja que vaya a su habitación.
—¡Cállate! —le grito señalándola con el dedo—. Aquí se hace lo que yo digo. Tú no tienes opción, pero si a esta basura, y si no le gusta puede irse a vivir a otro lado.
Cierra la puerta con un fuerte golpe. Lo último que escucha Leo es el sonido de como pone llave a la cerradura.
Él se queda parado en silencio, tratando de calmarse. Siente impotencia, está cansado de agachar la cabeza, recibir insultos y ver como tratan mal a su madre por su culpa.
«Que patético, ni siquiera puedo defender a mi madre». apretá sus puños con fuerza por el enojo. «¿Por qué tienes que estar con una basura como él, madre?, tú eres demasiado buena para estar viviendo así, no mereces a un tipo tan miserable como papá, ni mucho menos vivir en este barrio. Tampoco... mereces un hijo tan cobarde, ojalá pudiese hacer algo para ayudarte».
Leo trata de acomodarse el pelo y se da cuenta de que su goma para el cabello se le salió cuando su padre lo jalo de él. Intenta calmarse un poco y sale del edificio. Se dirige a la plaza que está cerca de su casa. Va a un lugar que está techado a un lado de la cancha de básquet, hay otros chicos sentados ahí.
Se acerca al grupo y se sienta. Son los mismos con lo que estuvo jugando ayer.
—Vaya, vaya... Esta noche nos honras con tu compañía.
—Ey, no lo molestes. Quizás es la primera de muchas noches.
—¿Verdad?, ¿Escuchaste, Pedro? Puede que hoy consigas compañero de calle.
—Pero a diferencia de Pedro, la sacaste barata Leo, parece que no te dieron una paliza esta vez.
Leo mira hacia los cinco, luego, se enfoca en chico llamado Pedro. Tiene un ojo morado y la cara bastante lastimada.
—Creo que es obvio con el comentario, pero no esta así por peliear en la calle. Se pelio con su padrastro hace unos días y lo hecho de la casa, es algo bastante normal aquí, ¿verdad, Leo?
—Ya, ya. No lo molestes, lo que menos debe querer ahora es que un tonto lo esté molestando.
—¿Qué dices?, no lo estoy molestando, trato de que se sienta parte del grupo y no este mal.
—Pero harás todo lo contrario, bobo. Estamos tranquilos, quédate en silencio mejor.
—Si mamá, como digas.
Él no le presta atención a lo que están hablando, solo fue a ese lugar porque no se quiere alejar mucho de su casa, dejo la mochila ahí y tiene pensando ir a buscarla temprano. Capaz que se pierda algunas clases de la primera hora, pero puede llegar luego.
Como es de noche no hay mucho ruido, está todo bastante oscuro, la iluminación de esta zona no es muy buena. Las farolas están rotas y todo el lugar bastante descuidado. No hay gente por las calles, todos evitan salir a esta hora. Solo se escucha los insectos y uno que otro comentario que hacen los del grupo.
Leo esta sentado apoyando la espalda contra la pared, tiene las rodillas flexionadas, con sus brazos abrazándolas y su cabeza encima de estos.
«Que humillante. Yo... no quiero ser igual a ellos, no quiero sentirme parte del barrio, pero es tan difícil no hacerlo. Debo aguantar, solo debo esforzarme y lograré salir de este basurero. Solo aguanta mamá, no dejaré que termines con esa basura y te sacaré de aquí».
Unas horas más tardes, Leo esta dormido. Un ruido lo despierta, mira a su alrededor y esta solo. A lo lejos ve un grupo de personas haciendo bulla, por lo que se levanta de manera tranquila, se estira y va hacia donde está el ruido.
—¿Escucharon como grito este tonto?, Ni siquiera lo pateé tan fuerte.
—Con eso de seguro tendrá para acordarse un tiempo de ti, Terry.
El grupo de este hombre se ríe por el comentario.
—¿Verdad?, pero saben, estoy decepcionado. Tanto que hablan de este barrio y solo son un grupo de basuras como cualquier otro.
Levanta su pie y empieza a pisar a uno de los que se encuentra en el suelo y continúa hablando.
—Al final, me hicieron venir en vano. No entiendo como estos les causaron problema la última vez.
—Lo siento, Terry. Tú nos dijiste que te avisáramos si teníamos problemas.
—Lo sé, lo sé... pero esperaba más de ustedes chicos.
En ese momento llega Leo, ve a los cinco chicos con los que estaba antes tirados en el suelo. A un lado están con los que se pelearon la última vez que estaban jugando al básquet, y en el medio hay un hombre pisando a uno de los chicos.
—Oye, él ya no puede defenderse, no es necesario que lo sigas pateando. —dijo el pelinegro al acercarse al lugar.
Al ver al sujeto, no le es difícil darse cuenta de que es más grande que él, se nota que tiene entre 24-31 años. Solo con darle un pequeño vistazo sabe que el típico bruto que va al gimnasio: Pelo mal teñido, remera sin mangas de color negro y por como se para es obvio que le gusta presumir su aspecto fornido.
Terry lo observa asombrado, luego mira a los de su grupo, levantando los hombros como diciendo: "¿y este quien es?".
—¿Qué hace un niño de secundaria a estas horas en la calle? —pregunta haciendo referencia a que aún tiene el uniforme de escuela.
—Estaba durmiendo y ustedes me despertaron —responde sin verlo a los ojos.
—Uuuh, perdón. Mañana tienes colegio, solo estábamos arreglando unos problemas.
—Terry, ese chico estaba el día que vinimos. —informa uno del grupo.
—¿Eh? ¿No que había peleado contra estos cinco? —Hizo un gesto con la cabeza señalando a los que están en el suelo.
—Él no pelio, se quedó viendo desde la cancha.
—Ya veo, el niño de escuela privada no quiso ensuciarse las manos. ¿Estos qué están en el piso son tus amigos?
—No, son solo conocidos.
Terry se acerca hasta Leo, deteniéndose justo en frente de él. Al ser más alto baja un poco la cabeza y lo mira de manera desafiante.
»¿Entonces no te molestara qué termine de resolver los problemas que tengo con ellos? —pregunto de forma amenazante.
—Parece que ya los solucionaste, no creo que puedan hacer algo más. —dijo sin dejar de mirar hacia abajo, evitando verlo directamente.
—¿Acaso me estás diciendo qué tengo que hacer?
—No, no quiero pelear. Por eso te pido de buena manera que terminen esto.
Terry mira a su grupo y empieza a reírse de manera burlona.
—"No quiero pelear". Perdón niño de escuela privada. No quería molestarte, ahora nos vamos.
—Grac...
Antes de que terminen de hablar, Leo recibe un puñetazo de parte del bruto. Lo que hace que de un pequeño paso hacia atrás y mueva su cara para un lado.
—Que extraño —comenta sorprendido—, quizás me contuve demasiado. Pensé que con ese golpe te iba a tirar al suelo.
Leo se para bien, llevándose la mano a la boca para ver si está sangrando. Aprieta su puño y lo mira con enojo.
—Elegiste un mal día para venir.
Terry no puede contener la risa, luego mira de nuevo a los de su grupo mientras señala al muchacho.
—¿Escucharon lo que dijo?
Al terminar de burlarse mira hacia adelante y lo único que alcanza a ver es el puño de Leo yendo hacia su cara. Al impactar, esto hace que retroceda unos pasos por el golpe.
—Lamentarás eso pequeña basura —dijo mirándolo furioso
El bruto se pone en guardia y arremete hacia adelante. Cuando está lo bastante cerca de Leo tira un golpe con su mano derecha y luego otro con su izquierda. Ambos ataques son esquivados de manera fácil, Terry levanta su brazo para intentar repetir los ataques, pero antes de lograrlo, recibe un par de golpes por parte de Leo, haciendo que él retroceda y se tambalee.
El grupo que está mirando la pelea se sorprende por lo que acaba de pasar.
—Ese niño hizo retroceder a Terry
—No solo eso, hizo que se tambaleara.
No puede contener su enojo, por lo que los fulmina con la mirada a los de su grupo.
—¡Cállense! Ahora si me hiciste enojar.
Sin mucho cuidado se tira hacia adelante de nuevo, tirando golpes sin descanso. Leo retrocede mientras evita los golpes, es fácil de ver el enojo de Terry, solo avanza con fuerza sin preocuparse por estar en guardia. En ese instante, el pelinegro da un paso hacia atrás para esquivar un puñetazo, y antes de que el bruto tire otro, lo golpea con su mano derecha. Terry trata de ponerse en guardia, pero antes de eso recibe otro puñetazo de la mano izquierda de Leo, haciendo que caiga sentado hacia atrás.
—Vamos, levantate. —lo apresura el adolescente, mirándolo por encima y sonriendo.
Al darse cuenta de que para verlo tiene que levantarla cabeza, el hombre queda sorprendido. No entiende por qué es él quien está en el suele.
«Este mocoso que se cree, mirándome de esa forma», aprieta con fuerza los puños y frunce el seño.
—¡Aaah, maldito Mocoso, deja de mirarme así!
Se levanta rápido y empieza a atacar de nuevo. Pero, al hacer esto sus piernas se tambalean y su golpe no llega a su objetivo, el cual aprovecha la situación y empieza a golpearlo. Terry, esta vez trata de cubrirse la cara pero no puede, ni siquiera sabe de donde le llegan los golpes. Leo, al ver que él tiene sus manos arriba y le da un fuerte golpe en el estómago, haciendo que el hombre se quede sin aire, cayéndose para adelante, quedando de rodillas mientras se agarra el abdomen. El pelinegro se acerca, lo toma de los hombros con ambas manos y le mete un rodillazo en la cara.
Terry mientras esta de rodilla con la poca fuerza que le queda tira la cabeza para atrás y con la mano trata de taparse la nariz para intentar evitar que siga sangrando. Respira con fuerza por la boca, la está pasando bastante mal.
Leo por su parte se hizo para un costado, se está sacando la camisa. Es bastante molesto moverse con el pelo suelto, le gustaría atárselo, pero la liga que usa quedo en su casa. Una vez, listo, se acerca a donde está el sujetó arrodillado.
—Levántate.
—Ya... no puedo... no... puedo seguir... —responde con dificultad, levantando una mano.
—No te estaba preguntando, levántate.
Terry mira hacia arriba, directo a los ojos de Leo, solo con verlo sabe que si no se pone de pie, será mucho peor. Con la poca fuerza que le queda se levanta, está bastante mareado. En el mismo instante que logro pararse, Leo lo golpea usando toda su fuerza con su puño derecho. Este cae de espaldas, inconsciente.
El chico de pelo largo se agacha para mirarlo y asegurarse que está fuera de combate. Una vez que confirma esto, lo pone de lado para que no se ahogue con la sangre que le sale de la nariz. Luego, mira al grupo que está viendo la pelea.
—¿Qué harán ustedes? ¿Quieren seguir peleando?
—¡No, no, no! —responden todos con miedo—. Solo vinimos porque Terry nos lo dijo. No causaremos más problemas.
—Ya veo, entonces llévenlo lejos de aquí y no quiero verlos de nuevo.
—¡Sí, sí, como digas!. ¡Nos iremos de inmediato!
El grupo se acerca para recoger a Terry y en ese momento se puede ver que llega Diego con cuatro chicos.
—¡Estos son los que están causando problemas! —grita uno de los que recién llega.
—Nosotros ya nos vamos, no volveremos. Por favor déjenos ir. —contesta temeroso uno del grupo de Terry.
Diego observa la escena sin decir nada, ve a los cinco de su barrio tirado. Uno de ellos le mando un mensaje de que necesitaban ayuda. Luego, mira a Terry, parece tener la nariz rota, toda la cara roja por los golpes y está lleno de sangre. A su lado esta Leo, que apenas tiene una marca de un golpe en la cara. No le es difícil deducir que paso.
—Ellos ya se van, aprendieron la lección. —contesta el pelinegro.
—¿Irse?, ¿Así como si nada? No la tendrán tan fácil —refuta uno.
—Si, se metieron aquí a causar problemas a esta hora, no dejaremos que se vayan ilesos —agrega otro.
—No lo repetiré, ellos ya se van. —insiste Leo, parándose frente de ellos.
—¿Por qué te haríamos ca...
Diego levanta la mano en señal de que hagan silencio. Mira a los ojos al adolescente, se ve bastante molesto. Le recuerda a lo que paso hace un año, tenía la misma mirada antes de darle una paliza a él y su grupo. Luego de eso es que empezó a llamarlo "pequeña bestia"
—Leo se encargó del problema. Si quiere que se vayan lo haremos a su forma, después de todo si no fuese por él, seguro los chicos estarían más lastimados.
Su grupo no están a favor de la decisión, pero le hacen caso a Diego. Mientras observan como se llevan a Terry, a lo lejos se puede ver un auto azul oscuro con vidrios polarizados que tiene la ventana de atrás abierta.
—Diego, ese auto no es del barrio, ¿vendrá con el grupo de estos tontos?
—No, conozco de quien es. No tiene relación con ellos.
—Jefe, nos está mirando, ¿qué quiere hacer?
Le pregunta el chófer del auto al hombre que se encuentra sentado atrás. Este está bien vestido, con una camisa bordo, un pantalón de vestir negro y unos zapatos del mismo color. El hombre suelta una pequeña risa antes de contestar
—Tenía curiosidad en ver como Diego se encargaba de Terry, después de todo el infeliz también estaba causando problemas por nuestra zona. Pero quien lo diría... vine buscando cobre y encontré oro. Andando, ya no hay nada más que ver —ordeno con una pequeña sonrisa y emocionado.
—Si jefe. —Procede a arrancar el auto e irse.
Leo por su parte recoge su camisa y se comienza a ir a donde estaba durmiendo. Antes de irse, Diego se acerca para agradecerle, el chico sin darle mucha importancia solo asiente con la cabeza y se va. No cree poder dormir, pero parece que falta mucho para que termine la noche.
Fin del capítulo 21
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