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Capitulo 3: Angelica

"Ser profundamente amado te da fuerzas. Mientras que amar profundamente a alguien te da coraje"
                                                              Lao Tse
Alex

Llegué al mismo tiempo que ella impactaba en mis brazos, era más pequeña desde cerca y yo no era tan alta, me costó un poco maniobrar hasta que la agarré bien, la cargue en  brazos como si se tratara de un bebé y ahí oí el barullo del fondo.

Claro que cuando el chisme empieza todos prestan atención.

—¡Angélica! —chilló el castroso que dije conocer y trató de acercarse, yo restrocedi al ver su intención.

Este chico era pesado, lo sabía, era el típico chico que levantaba la mano para repetir lo mismo que dijo el profe con otras palabras para verse inteligente y el aire de altanero que desprendía me era sofocante, hasta donde sabía no era novio de la chica en mis brazos. Realmente no creía que fuera hetero pero no pretendía juzgar.

—No. Shh, lejos, la vas a abrumar —reprendí. Realmente me abrumaba a mi.

Con la mano que tenía medio libre por tener mi brazo tras su nuca, la moví un poco hasta tocar su mejilla. Los desmayos no duraban tanto.

—La llevaré a la enfermería —hablé y oí la aceptación de la profesora.

—Déjame la llevo yo —Andrés apareció frente a mi, rode los ojos sin tratar de disimularlo como usualmente lo hacía desde que se había entrometido, él muy imbecil se quería lucir.

Y bien, no mentiría, la chica pesaba un poco para mi, eran quizás solo 50 kilos pero Dios, mi vida sedentaria quería pasarme la factura.

—No —di un paso y él se interpuso.

—Alexandra. —uso un maldito tono condescendiente que ardió en mis venas.

—Alexandra una mierda, muévete y ni siquiera  la toques —gruñí molesta y caminé con la chica en mis brazos.

Caminé llevándome algunas miradas extrañadas mientras yo llegaba a la enfermería, que gracias al cielo estaba cerca, el olor de la chica llegó a mi nariz, suponía que por el movimiento de su cabello largo que colgaba entre mis brazos, olía bien, no sabía a qué pero bien.

—¿Que pasó? —habló la enfermera mientras con cuidado la dejaba en la cama.

—Se desmayó en la exposición —hablé y la enfermera buscó algo en el estante tras suyo, volvió con un pequeño algodón que pasó bajo sus narices.

—¿Nervios del momento? —me preguntó nuevamente mientras la chica empezaba a abrir nuevamente sus ojos, parecía costarle un poco.

—Puede ser, pero no lo creo —todos en la clase ya habíamos pasado a exponer en otras materias o incluso en la que estábamos y tenía memorizada las caras de los que pasaban y no decían nada o titubeaban porque bueno, siempre llamaba la atención y ella no era uno de ellos, o la hubiera recordado.

—¿Como se llama? —me preguntó y yo me quedé en blanco.

Como dije, capaz ubicaba de rostro a los que eran pésimos exponiendo en público, pero sus nombre ya era avaricia.

—No lo sé.

—Angélica —susurró la chica aún acostada en la camilla —¿dónde estoy? —ella trató de encontrar fuerza en sus brazos y enderezarse pero antes siquiera que lo intente puse mi mano en su frente y la pegué a la almohada.

—Quieta ahí —dije, levantarse después de un desmayo sin estar del todo consciente la marearía.

—Tu me salvaste —susurró mirándome con sus grandes ojos marrones y yo fruncí el ceño ¿Alucinaba?

—Yo no te salve —negué.

—Si, lo hiciste, yo te vi, tú me miraste —ella estiró su mano hasta agarrar la mía y yo me congelé.

—¿Sabes porque te desmayaste? —preguntó la enfermera trayendo uno de esos aparatos para la presión, de lo colocó en el brazo mientras ella presionaba sus labios. Traté de soltarme de su agarre pero ella no me daba tregua.

Y ahí está yo, fingiendo que prestaba atención a lo que hacía la enfermera para no ser tan obvia en mi lucha por liberar mi mano.

—No cené ni desayuné quizás —habló con algo de timidez evitando mi mirada, miré a la enfermera mientras terminaba su control.

—Tiene la azúcar baja, ¿Puedes ir a comprarle algo? —me preguntó y sentí la mano de Angélica apretar la mía.

Demasiada fuerza para una niña que acaba de despertar de un desmayo.

—No, que no vaya —pidió y yo giré a mirarla extrañada.

—Iré a comprar algo y vuelvo —aseguré, quizás se golpeó un poco cuando la sostuve y está alucinando con una cercanía que no tenemos, solté su mano, odiaba esas cosas en público.

Caminé hasta la cantina, le compré un jugo natural y un sándwich y volví caminando lentamente hasta la enfermería.

—Volviste —sonrío con emoción genuina y yo fruncí el ceño.

—Ten. Come —dejé la comida sobre su mesita de luz y me di la vuelta hasta que volví a sentir su mano tomar la mía.

—No te vayas, quédate —me tensé y suspiré.

—Puedo llamar a tus amigos —hablé y ella acarició mi mano con su pulgar.

—No, tu me salvaste, quédate tú —reí y solté mi mano.

—Bien me quedo con una condición, sin contacto —hablé y ella sintió –y no te salvé, solo te agarré.

Me senté en la silla a lado de la camilla, y ella desenvolvió el sándwich para comerlo. Tenía la nariz pequeña y sus labios por más que eran igual de pequeños eran carnosos y rosados.

—Me gustan las cosas fritas —dijo y yo me crucé de brazos, esta chica no se callaría ni cuando comía.

—Algo frito ahora no es alimento —ella sonrió con la boca llena —¿ahora que?

Sabía que diría algo por su cara y solo la conocía hace no más de 15 minutos.

—¿Ya te preocupas por mi? —fruncí el ceño y la miré confundida ¿se golpeó la cabeza no?

—no yo no ....

—¿Tu eres la ex de Sabrina verdad? —le dió un sorbo a su jugo mirándome y yo me tensé.

La ex de Sabrina...

Si hubiera estado con ella no la hubiera dejado ir nunca.

—No, solo éramos amigas —ella pareció totalmente confundida.

—¿No eran novias? —insistió masticando el sándwich

—Que no y deja de hablar con la boca llena, vas a atragantarte —bufé.

—¿No me mientes por estar en el clóset? —Tragó y tomó el jugo —gracias a Dios no me compraste café.

—Dios no, no estuve con ella —ella pareció procesarlo.

—Todo el mundo cree que si, es decir todos pensamos que eran novias hasta que apareció Andrés y supusimos claro que te puso los cuernos —abrí la boca sorprendida, éramos 50 alumnos y no puedo creer que la niña me identifique, yo no pertenecía al grupo que sobresalía o el grupo chillón, éramos solo unos más del montón.

—Bueno, eso no pasó.

—¿Quieres comer el tomate? No me gusta —habló quitando uno del pan.

—No, comételo tú, ¿tienes 5 años? —ella bufó apartándolo.

—hola hola —habló la enfermera apareciendo nuevamente —¿Te sientes mejor? —preguntó y ella asintió.

—Si, gracias a Alex —yo la miré extrañada ¿como sabía mi nombre?

—Bien, te miro una vez más el azúcar y ya puedes irte, no saltees las comidas, menos del desayuno y si te sientes mal ven directamente —ella asintió atenta y la enfermera hizo su chequeo, le dio el ok al comprobar que todo estaba en orden.

—Ayúdame —me pidió cuando se sentó en la cama y me tendió su mano, rodeé los ojos y la ayudé a bajar.

—¿Cuánto mides? 1.50? —la miré, era pequeña.

—1.59 para que sepas —se defendió y yo negué mientras caminábamos a la salida de la enfermería.

—A lo mucho tienes 1.55 –ella se cruzó de brazos aún con el sándwich y el jugo en su poder.

—No.

—Ya acábate el desayuno —ella miró el sándwich y luego a mi. Solo unos minutos con la niña y mi paciencia estaba al límite.

—¿Comes el tomate? —puse los ojos en blanco por décima vez desde que empecé a hablar con ella, metí mis dedos con cuidado en el pan y robé un par de rodajas antes de llevarlas a mi boca.

—Ya, comete todo el sándwich —ella sonrió y volvió a comer, no se a donde caminábamos exactamente, no sé si ella me seguía a mi o al revés pero terminamos en la cafetería.

—¿Donde te metiste? —me interceptaron mis amigas, sentí a la chica pegarse más a mi y los ojos curiosos de ellas hacía...

¿Cual era su nombre?

—Estaba con.... —empecé y la miré, ella sacudió las migajas de su boca.

—Angie —me susurró y yo entrecerré los ojos —Angélica es mi nombre.

—Bien, con Angélica en enfermería —me encogí de hombros y Roció rio.

—¿Te hicieron trabajar ? —bromeó ella y Mary hizo un puchero.

—¿Te sientes mejor Angie? —le preguntó —¿Alex no te ha molestado?

Sabrina llegó junto a Andrés, sentí la mirada de ambos en mi.

—No, se quedó a cuidarme — habló Angélica y yo me giré a mirarla nuevamente.

—No lo hice —negué como si me acusara de un crimen.

¿Cuidarla? No haría esa cursilería en mi vida, me daba flojera estar al cuidado de alguien, no tenía paciencia y no tenía ni la más pálida idea de nada medico, para todo mi solución el la pastilla de Quitadol, y cuidar a alguien, a menos de ser doctor, sería porque me importa, y ese grupo es bastante reducido en mi vida.

—Claro que si, me compró el desayuno —levantó el jugo y el resto de Sándwich como si esa fuera su prueba.

—Uyyyy el lado romántico de Alex por fin vuelve a surgir —puse los ojos en blanco ante las burlas de Roció, vi llegar a Camila y Ariene, nuestras otras dos amigas, ellas eran de otro grupo.

—¿Ya estamos libres no? —pregunté y ellas asintieron —Bien, adiós.

—Hey espera —gritó la chica y la sentí caminar a mi par.

Algo me decía que no me libraría muy fácil de ella.

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