Vivir en la vida cotidiana, despertarse por la mañana junto al amor de su vida después de una noche de pasión, eran cosas que nunca pensó pudieran pertenecerles, las sentía tan lejanas, pero ahora eran parte de su realidad. Parecía estar en un sueño.

Afuera las primeras luces del amanecer se asomaban tímidamente por detrás de una ligera bruma, típica de los primeros días de otoño teñidos de un ligero rosa pastel.

Kagome observaba a su amado dormir, mientras la pequeña luz que se filtraba por la ventana iluminaba el cabello plateado esparcido de manera desordenada por todo el futón. Era hermoso verlo dormir plácidamente a su lado, verlo estrechar su cintura de manera posesiva. Kagome se sentía protegida y feliz, tanto así que su corazón parecía estallar dentro de su pecho, su mayor sueño se había hecho realidad. Podría amar a Inuyasha incondicionalmente por el resto de su vida.

Estiró su mano para mover suavemente un mechón de esa masa plateada del rostro masculino, quería admirar mejor su perfil. El ligero toque de sus dedos no despertaron al medio demonio, pero a cambio gimió adormilado. Sintió el apretón por parte de Inuyasha y sonrió ante ese gesto involuntario. Se acercó un poco más a su rostro, aún podía escucharlo refunfuñar y quería despertarlo de la manera más dulce que conocía.

«Mm... K-Kikyo»

En ese instante su burbuja amor explotó.