28
Escuchen la canción y vean el Donghua.
Tian Guan Ci fu o Heaven officia'ls Blessing
Luego de leer este cap, obvio.
❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍
❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍
Llegó a casa sin aliento, intensas nubes de vapor se condensaban alrededor de su rostro morado y surcado de lágrimas.
Se apresuró a cerrar la puerta, luego se desplomó en el suelo, llorando desesperadamente. Sentía que su corazón se hacía añicos, quería gritar, pero de su boca no salía ningún sonido más que sollozos.
Sabía en lo que se estaba metiendo al acercarse a ese demonio, lo sabía. Había aceptado el riesgo sin pensar realmente en las consecuencias, nunca habrían podido ir más allá de esas diferencias que ahora le parecían insuperables. Por un momento creyó que su amor podría superar cualquier dificultad, sin embargo, ver la indiferencia en el rostro de Sesshomaru tras su confesión, hizo que perdiera todas sus esperanzas.
Ni siquiera supo cuánto tiempo pasó echada en el piso de su desolada cabaña, se levantó de mala manera, solamente porque empezaba a sentir mucho frío. El sol ya se había puesto, dando rienda suelta a la noche.
Su casa estaba sumergida en una oscuridad opresiva y asfixiante, el ambiente se sentía húmedo y un tanto apesadumbrado. Necesitaba encender el fuego lo más pronto posible.
Tras varios intentos fallidos, finalmente logró encender el fuego. Una vez sentada frente a las llamas que calentaban su hogar, los recuerdos de la impasibilidad de Sesshomaru ante sus inquietudes, comenzaron a inundar su mente.
Otra lágrima se deslizó por su mejilla, no solo se había humillado delante del demonio, pretendiendo lo imposible, sino que también se había demostrado ser de corazón débil e iluso. Una humana patética ante los ojos del Daiyokai.
No tenía hambre y mucho menos quería hacer nada. Quería hundirse en un sueño profundo, pero su cabeza la seguía atormentando, impidiéndole pensar en otra cosa que no fuese en el frío demonio del cual estaba irremediablemente enamorada.
De repente, escuchó que alguien tocaba a su puerta. Sintió una opresión en el pecho, no quería ser vista en esa condición deplorable, más era demasiado obvio que ella estaba en casa, no era posible fingir e ignorar a su visitante.
Con un enorme esfuerzo se levantó, se acercó a la puerta y abrió vacilante.
Shippo se quedó mirándola como si acabara de ver un fantasma.
—¡Kagome!, ¿Estás bien?
Ella no le respondió, bajó la cabeza y se hizo a un lado, dejándolo entrar.
Prepararon el té juntos y se sentaron uno al lado del otro frente al fuego.
Kagome apoyó su cabeza sobre el hombro de su joven amigo, su presencia amistosa y reconfortante era suficiente para hacerla sentir un poco mejor.
No quería contarle nada de lo sucedido, porque con Shippo era más difícil hablar de sus sentimientos que cuando hablaba con Sango, después de todo, el kitsune aún seguía siendo un niño, o más bien, un jovencito, prefería no agobiarlo con sus problemas amorosos.
—Si quieres desahogarte, adelante —comentó Shippo.
Kagome negó con la cabeza.
—Mejor cuéntame sobre tu día.
—Bueno, ¿cómo crees que nos fue? ¡Un desastre! El viejo sacerdote amigo de Miroku nos hizo leer un montón de pergaminos, pero no encontramos nada relacionado con lo que le está pasando a Inuyasha, nada relacionado con espíritus capaces de esconder su esencia, demonios o espíritus malignos resistentes a la energía sagrada. Al final, llegamos a la conclusión de que puede tratarse de una maldición o un hechizo.
Kagome suspiró, estaba preocupada por Inuyasha, días antes Miroku había lanzado unos sutras y sellos benditos sobre él, esperando ver alguna reacción maligna, pero lo único que obtuvo fue un un berrinche por parte del híbridó.
Aún podía escuchar la voz de Inuyasha gritarle a Miroku:
“¡¡Oye!! ¡¿Qué te pasa?!” —seguido de:
¡¿Te has vuelto loco, monje?!”
Al notar la angustia y preocupación en el rostro de la sacerdotisa, Shippo se apresuró a cambiar de tema, si bien la situación de su amigo hanyō era importante, el estado de ánimo de la chica también lo era.
>>Lo peor vino después, tuvimos que escuchar largas y aburridas historias de cuando el viejo monje estaba en su Flor de juventud, todo esto mientras bebíamos té. ¡Vuelvo al pueblo, y Kaede me hace beber más té mientras le hablaba de nuestra improductiva misión, vengo a verte y tú también me ofreces un té! ¡No dormiré esta noche, estoy seguro!
—¡Oh pobre, Shippo! ¡Si lo hubiese sabido te habría ofrecido algo más! — comentó Kagome sonriendo.
El sonido de su risa cristalina calmó el alma del demonio zorro. Odiaba verla sufrir así y lo único que podía hacer era eso, permanecer cerca de ella. Saber que su compañía le estaba haciendo bien, llenaba de alegría su corazón.
—No hay problema, por cierto el tuyo es el mejor té que un demonio puede beber, ¡estoy feliz de terminar el día así!
—Gracias Shippo… —dijo suavemente, abrazándolo. Le parecía una niña, tan frágil e inocente.
—Siempre te lo digo Kagome, estoy aquí para ti. Cualquier cosa que necesites.
Ella sabía que tenía suerte. A pesar de todo, tenía a su lado personas que la amaban y que intentaban comprenderla, apoyarla en cada momento de dificultad.
No sabía cómo irían las cosas, o como le harían para ayudar a Inuyasha, de repente el futuro volvía a ser incierto, aun así sentía que con el apoyo y el amor de sus amigos, nunca le faltarían las fuerzas para enfrentarse a un obstáculo más.
—Kagome... Kagome, despierta…
La joven miko se estaba quedando dormida, la tranquilizadora presencia de Shippo había derretido toda la tensión que había acumulado durante el día.
—Perdóname Shippo, no me di cuenta…
—Me alegra que te sientas mejor. Será mejor que me vaya ahora, tú ve a descansar y no te preocupes por mañana, tómate tu tiempo, te cubriré con Kaede.
El Kitsune la ayudó a levantarse, el fuego no era más que unas pocas brasas humeantes.
Ella lo acompañó hasta la puerta y lo despidió con una mirada tan tristemente dulce, llena de silenciosa gratitud, que habría roto hasta el corazón más negro.
Lo vio alejarse en la oscuridad y luego cerró la puerta. Estaba tan agradecida a su querido amigo, tranquilo y complaciente, que le había dado su hombro como desahogo, su presencia como medicina. Se sentía mejor, al menos un poco, esperaba dormir sin tener pesadillas y mucho menos sueños. No quería despertarse engañada por haber experimentado una realidad que no podía existir.
Fue a su habitación, cogió un kimono nuevo para pasar la noche y se lo puso. Al desnudarse a la luz de la lámpara, pudo ver las señales de ese amor que habían vivido tan intensamente, pero que no habría tenido futuro.
«¿O tal vez sí?»
Sonrió para sí misma, era sorprendente como siempre buscaba lo positivo en todo. Una pequeña lágrima corrió por su mejilla, pero ella se la secó, no quería llorar más. Era hora de aceptar las cosas como estaban y tomar coraje, dejar de sentir lástima de sí misma, no debía dejarse arrastrar por la tristeza. El mismo Sesshomaru se lo había reprochado una vez.
Una vez más un ruido agudo llamó su atención. Su corazón latió frenéticamente, debido al rumor repentino.
Se asomó por la puerta de su habitación y casi de inmediato sus ojos se encontraron con los dorados de Sesshomaru, que en la penumbra parecían brillar con luz propia.
Él se quedó quieto en la entrada, mirándola fijamente en su pose inflexible, aunque en su mirada Kagome notó un destello de profundo arrepentimiento.
Ella bajó los ojos, no quería darle la satisfacción de leer sus emociones. Estaba tan en conflicto que quería esconderse en sus brazos y encontrar consuelo en ellos, pero no podía vivir para siempre en un cuento de hadas.
—¿Qué haces aquí, Sesshomaru?
Quería desesperadamente mostrarle más indiferencia, pero su voz apenas temblorosa la delató.
Sesshomaru dio unos pasos hacia delante, pero ella no hizo el más mínimo movimiento para acercarse a él. Permaneció inmóvil en la jamba, mirando todo lo que había en la habitación, excepto al demonio.
Lo sintió acercarse cada vez más, su cuerpo parecía atraído por un imán, pero su corazón dolía demasiado como para ceder tan lascivamente.
Una vez frente a ella, Sesshomaru extendió una mano para tomar suavemente su rostro. Quería que ella lo mirara, podía soportar ser ignorado tan descaradamente, no por ella.
Kagome no pudo resistirse, sus ojos enfurruñados y heridos se encontraron con los de él. Cedió ante ese contacto y esa mirada tan dolorosamente similar a la suya, disfrutando del calor en su mejilla.
Sesshomaru se acercó un poco más, quería besarla, pero Kagome se retiró, no sin esfuerzo.
Volvió a apartar la mirada, avergonzada, con las mejillas enrojecidas y los ojos empañados por las lágrimas.
—No, Sesshomaru… no deberías estar aquí.
Esas palabras lo hirieron de una manera que no creía posible. Pensaba que ese tipo de dolor podía ser causado únicamente por el filo de una espada al perforar la carne.
>>> Tienes que… tienes que volver a tu vida, a tu vida real —no pudo continuar, un nudo en la garganta le quitaba el aliento, impidiéndole hablar. Era todo demasiado doloroso, temía desmoronarse en cualquier momento.
—¿Crees en las palabras del híbrido? —su voz, ya no tan firme y segura, la hizo vacilar. Sesshomaru tomó su rostro entre sus manos nuevamente, fijando sus miradas de dolor—. Mírame, ¿de verdad le crees?
Kagome sintió que el palpitar de su corazón se aceleraba. Cerró los ojos y una lágrima que escapó de su control, resbaló por su mejilla.
—No creerlo no significa que no sea la verdad. La realidad es evidente, Sesshomaru...
Verla así por su culpa era desgarrador. Tenía razón, pertenecían a razas y rangos diferentes, la relación entre humanos y demonios era aborrecida por muchos, incluso él mismo llegó a catalogarlo como una aberración. Sin embargo, había algo que la miko no sabía, él, el gran Sesshomaru, no se sometía a reglas y juicios de nadie, su honor se lo había forjado con sus propias garras, su gloria la había obtenido a punta de espada, sin la necesidad de apoyarse en el nombre de su padre o en el trono de su madre.
No estaba dispuesto a perderla, ella era su hembra, su compañera. No permitiría que las dudas alimentadas por la lengua venenosa de su medio hermano, la apartaran de su lado.
—Miko…. Kagome —la llamó con voz ronca. Ella abrió los ojos, como guiada por un hechizo, y en los ojos de él leyó todos los momentos pasados juntos, ese sentimiento desbordante que ahora los unía inextricablemente—. ¿Quieres cambiar esta realidad?
Esa pregunta la tomó por sorpresa, estar a su lado era lo que ella quería, aun así le costaba aceptar sus palabras. ¿Realmente estaba dispuesto a cuestionarlo todo? Su mundo, sus deberes, sus valores… ¿Por ella?
Su cabeza daba vueltas, ya no sabía qué pensar, pero en esos ojos dorados, tan seguros y decididos, leyó una respuesta clara y concisa:
Sí, lo estaba.
La intensidad de las emociones que sentía le nublaron la visión, ni siquiera pudo pronunciar palabra alguna. Sin embargo, su cuerpo reaccionó e instintivamente, rodeó el cuello de Sesshomaru con sus brazos y lo besó. Una lágrima salada cayó para sellar su decisión.
Sesshomaru por un momento estuvo desorientado por el repentino gesto de la miko, pero fue igual de rápido para recuperar el control de la situación, tomando su rostro entre sus manos y devolviéndole el beso con voraz vehemencia.
Era increíble la sinergia que se creaba entre ellos cuando estaban juntos, no hacían falta muchas palabras, eran sus cuerpos los que discutían, sus almas las que se hablaban a través de sus miradas.
El Daiyokai se volvía cada vez más codicioso por esa onna, se sentía más fuerte teniéndola a su lado, sabiéndola suya, saciándose de esa intensa energía que sus cuerpos liberaban con cada roce.
Frenéticamente, Sesshomaru se deshizo de su armadura, las manos de Kagome ahora estaban libres para deslizarse bajo su túnica. Sonrió en sus labios, orgullosamente feliz de sentirla tan ansiosa, lo deseaba tanto como él la deseaba a ella.
No tenía ningún recuerdo de cuando había sido tan deseado, si es que alguna vez lo había sido, no estaba acostumbrado a esos sentimientos, solo a infundir miedo, odio y reverencia. Nunca se habría imaginado hacer latir así el corazón de una hembra por una emoción que no fuese causada por el miedo.
Sin demasiadas pretensiones, se deshizo del kimono de Kagome, finalmente podía volver a disfrutar de ese cuerpo, sutilmente iluminado por la suave luz de la lámpara. La vio sonrojarse avergonzada ante su insistente mirada.
«¿Tenía la más mínima idea del efecto que le causaba, el poder que tenía sobre él?»
Sentía su sangre hervir, sus sentidos eran adictos al intenso y seductor olor de la hembra, sus cuerpos se llamaban insistentemente. Pero antes de perder la cabeza tenía que estar seguro. Se elevó sobre ella, brillantes hilos plateados acariciaban el rostro femenino, mientras él la miraba de una forma indescifrable. Sus ojos dorados brillaban en la penumbra de la habitación, tan serios y decididos.
—¿Estás realmente segura de que quieres quedarte a mi lado? —su voz traicionó un ligero atisbo de incertidumbre.
Kagome estaba asombrada por la decisión en su mirada.
La respuesta era tan obvia, su corazón le pertenecía, ahora lucharía con todo su ser por ese amor. Sus ojos conmovidos se llenaron de lágrimas, una mano acarició suavemente el rostro de Sesshomaru, mientras una sonrisa se pintaba en el de ella.
—Solo si tú también lo deseas —dijo, con un ligero toque de irreverencia en su voz.
La boca de Sesshomaru se curvó en una sonrisa traviesa, dejando al descubierto sus colmillos puntiagudos, haciéndolo ver malditamente sexi.
Sesshomaru volvió a recuperar su boca, hambriento, sus manos recorrieron posesivamente ese cuerpo tan ansioso por él, escuchándola jadear abrumada por su vehemencia.
Kagome se mostró impaciente, estaba lista para recibirlo. Jugueteó con las últimas tiras de tela que cubrían su cuerpo, dejándolo completamente desnudo ante esos ardientes iris que lo miraban con amor y deseo.
La levantó hacia atrás y la hizo sentarse a horcajadas sobre su pelvis. Sus respiraciones agitadas expresaban urgencia, sus corazones latían al unísono, mientras sus miradas lo decían todo.
Entró en ella sin romper el contacto visual, disfrutando de la expresión de placer en su rostro, mientras lo cabalgaba como toda una experta.
Posó ambas manos en sus caderas, vigorizando sus estocadas al compás de los movimientos circulares de ella. Pero cuando Kagome comenzó a moverse más rápido, cuando su cálida intimidad inició a succionar su miembro, tuvo que recurrir a todo su autocontrol para no derramarse en ella antes de marcarla.
Mientras la sacerdotisa pedía más, Sesshomaru percibía el fuego que empezaba encenderse en su interior, el reiki sagrado de ella comenzó a envolverlo, creando una barrera que los rodeaba a ambos. La energía sagrada comenzó hacer presión en su pecho sin dañarlo, como si quisiera fundirse con su yuki. «¿Acaso lo estaba marcando sin darse cuenta?» Su miko era todo un enigma a descubrir, ahora más que nunca sabía que estaba en el camino correcto.
Los gemidos de Kagome lo estaban volviendo loco, el olor embriagador de su excitación, comenzaba a nublar sus sentidos. En su mente, Yako rugía furioso, quería tomar el control para disfrutar de su hembra, mandando al infierno el autocontrol.
Kagome lo observaba con una lúcida mirada de deseo, la sentía cerca de la cima del placer.
Sesshomaru sonrió con picardía, salió de ella y luego la giró para admirarla desde atrás.
Un grito ahogado de sorpresa se escapó de la garganta de la chica al sentir la lengua húmeda de Sesshomaru surcar la piel de su espalda, lamía, chupaba y besaba cada centímetro de su cuerpo, dejando leves mordidas aquí y allá. Se estremeció ante ese contacto, deseando que el demonio prolongase el deslizar de su áspera lengua a través de sus pliegues sensibles, pero el maldito se desviaba, dejándola suspendida en la entrada del paraíso, la estaba torturando dulcemente. Casi no podía soportarlo, su deseo era tan grande que le dolía, sentía una urgencia que nunca antes había sentido.
—Sesshomaru…—susurró, mientras se giraba ligeramente para mirarlo, encontrándose con un par de iris carmesíes que la observaban con fogosidad, haciéndola sentir como una presa a los pies de su cazador.
Lo vio sonreír con picardía, se veía imponente desde ese ángulo, erguido detrás de ella, con ambas manos estrujando sus nalgas y esos rubíes intensos que prometían un pasaje seguro al paraíso del placer.
Y nuevamente tomó posesión de su cuerpo, sus movimientos se hicieron más salvajes, más violentos. Era diferente, sentía su agarre diferente, tan fuerte, posesivo, su miembro parecía aumentar de tamaño con cada estocada y, no obstante intentase desesperadamente no lastimarla, sus garras le perforaban la carne, causándole sensaciones de gozo y dolor.
Su parte feroz había desatado todas las cadenas que lo mantenía atado, deshaciendo cada inhibición, cada atisbo de autocontrol. Ahora ambas partes pertenecientes a una sola esencia, coincidían en adorar, proteger, amar y rendir devoción a una única fémina, su compañera.
Acercó su rostro al de ella, gimiendo en su oído, solo ella era digna de escucharlo gritar de placer.
La vio arponear el futón debajo de ella, estaba cerca, lo sentía, apenas se giró ligeramente hacia él, acercando sus labios a su rostro.
—Te amo…
Sesshomaru despedazó el futón, debido al fuerte agarre. Loco, nublado por la intensidad de ese placer y por las palabras de su miko.
Ella gritó abrumada por el orgasmo, su núcleo húmedo y caliente se contrajo, apretando su falo violentamente.
Sesshomaru sintió que la energía sagrada penetrava su alma.
«¿cómo era posible?»
Mientras él la poseía carnalmente, ella lo hacía suyo espiritualmente.
Ambos respiraban con dificultad, sus cuerpos sudorosos aún estaban unidos, apretados el uno contra el otro. Sus corazones parecían haber escrito una sinfonía propia.
El sabor ferroso de la sangre irrumpió en los sentidos del demonio, tenía un sabor único que le encantaba. Con sumo cuidado, lamió cada gota de sangre que salía de la herida, cicatrizando la piel magullada con su saliva.
Kagome se desplomó, exhausta, nunca había sentido un placer tan intenso en toda su vida. Se dio la vuelta, Sesshomaru todavía estaba encima de ella, con las manos apoyadas sobre el futón, mientras recuperaba el control de sí mismo.
La sacerdotisa observó cómo las marcas en el rostro del demomio se volvían menos evidentes y sus ojos regresaban al oro intenso que tanto amaba.
Sesshomaru se percató de que ella lo estaba mirando. Y, por un momento, Kagome tuvo la impresión de verlo genuinamente avergonzado. Con un suspiro, se dejó caer a su lado, cerró los ojos, luego la hizo acercarse más a él, envolviendo a mokomoko a sus caderas.
Kagome sonrió, apoyando la cabeza en su pecho.
—¡Creo que te emocionaste demasiado esta vez!
Con una mano, la miko frotó donde Sesshomaru la había mordido, podía sentir claramente la marca de los dientes.
—De esa manera sabrán que me perteneces—dijo secamente.
Kagome lo miró confundida e irritada, no era un animal o un objeto que necesitaba ser marcado.
—¿Qué quieres decir? No entiendo…
Levantó la cabeza, buscando la mirada del yokai, pero este mantuvo los ojos cerrados.
—Haré que lo entiendas.
Kagome se sonrojó ante esa afirmación dicha con tanta confianza. Pero al no obtener más explicaciones, se reclinó sobre su pecho, haciendo un puchero no muy convencida.
—¡UFF! ¿Siempre me hablarás en acertijos? —murmuró.
Sesshomaru sonrió, tomándola por sorpresa y elevándose sobre ella nuevamente.
—Tendrás que acostumbrarte.
Su brillante mirada de malicia se fijó en la sonriente de ella, que estalló en una tierna risotada. Y, justo en ese momento, el gran Daiyokai del oeste, realizó que la eternidad no era suficiente para cansarse de aquel melodioso sonido.
❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍
Mi celular es disléxico igual que yo si ven algo raro durante la lectura, no se asusten, lo sé. 😹
Gracias por leer.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro