25/p1
❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍
❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍
Aunque no había dormido mucho, se sentía llena de energía.
Mientras una sonrisa genuina adornaba su rostro sereno, el recuerdo de Sesshomaru mantenía viva su presencia en aquella casa.
Tomó un baño caliente, sintiendo el olor del demonio desvanecerse de su piel, aun así la hermosa sonrisa no abandonó su rostro.
Mientras se lavaba, recorrió con la mirada las señales que él había impregnado en su cuerpo, invocando los recuerdos ardientes bajo su toque, sintiéndose suya nuevamente.
Se vistió rápidamente, era casi la hora del almuerzo y aún no había puesto un pie fuera de la casa. Iría a darle una mano a Sango en la cocina, si bien este no era su punto fuerte, además quería charlar con su amiga.
Se sonrojó ante la idea de contarle su anoche de pasión mientras se envolvía en su pesado chal antes de salir. Cuando abrió la puerta, una ráfaga de viento helado golpeó su rostro, haciéndola temblar.
« ¡Brrr! ¡Qué frío!»
El sol resplandecía en lo alto, pero poco a poco el cielo se iba cubriendo con un espeso manto grisáceo, no estaría despejado por mucho tiempo.
Kagome contempló la aldea, le encantaba observar cómo las estaciones cambiaban el paisaje que solía ver, dándole siempre una nueva impronta. Respiró hondo antes de empezar a caminar, cuando a lo lejos vio a Shippo acercándose a ella agitando la mano. Le devolvió el saludo mientras caminaba hacia él.
—¡Buenos días, Shippo! —saludó, dejando escapar su aliento, que a su vez se convertía en nubes de vapor alrededor de su boca.
— ¡Venía a ver cómo estabas, pensé que necesitabas a un príncipe para despertarte!
La insinuación inocente de Shippo hizo que se sonrojara intensamente mientras se aclaraba la garganta antes de responder.
—¡Realmente necesitaba descansar! — dijo poco convencida—. ¡Hace mucho frío hoy! —agregó, tratando de desviar la conversación—. Iré a ver si Sango necesita mi ayuda, ¿vienes?
Shippo no era estúpido, notó la leve vergüenza de Kagome, pero no quería incomodarla.
Cuando se acercó a ella, claramente pudo percibir el olor de Sesshomaru, aunque ligero y dominado por su dulce aroma. Ella parecía feliz y eso era suficiente.
—Claro, debo ayudar a Miroku a cortar unas leñas. ¡Es un verdadero blandengue, ese hombre, no sabe hacer nada sin mi ayuda! —se mofó Shippo.
—No te burles de nuestro amigo, Shippo. Sabes que a menudo está de viaje y aquí tiene mucho trabajo.
—¡Sí, y cuando está en casa prefiere pasar todo el tiempo disfrutando de los brazos de Sango que recuperándose!
— ¡Ah, cómo los entiendo! Cuando te ves obligado a alejarte de la persona que amas, tan pronto como la encuentras, nunca quieres separarte de ella.
Encontraron a Miroku ya ocupado cortando troncos, con intensas nubes de vapor rodeando su rostro.
—¡Ah Shippo, ahí estás! ¡Buenos días! ¡Señorita Kagome te ves regenerada!
El rostro del monje estaba caliente por el esfuerzo y una ligera dificultad para respirar mientras hablaba.
—¡Gracias Miroku! ¿Sango está en casa?
El bonzo le hizo señas para que entrara, luego pasó un brazo alrededor de Shippo.
—Que bueno que viniste, Shippo. Necesitaba un descanso.
El joven demonio solo rodó los ojos, el monje solo quería delegarle el trabajo duro, aprovechándose de su fuerza yōkai.
—¡Permiso! ¡Buenos días! —vociferó Kagome mientras se quitaba los zapatos.
Dos cabecitas sonrientes asomaron de la cocina y empezaron a correr hacia ella.
—¡¡Tía Kagome!!
—¡Hola, chicas! —Kagome se encontraba abrazando a las niñas, cuando Sango también fue a saludarla.
—¡Buenos días, dormilona!
Inevitablemente se sonrojó cuando se encontró con la mirada de su amiga.
—¿Por qué están todos señalando cuánto tiempo dormí?
Kagome sonrió tímidamente ante la significativa mirada de Sango.
—Porque verte salir de casa a esta hora es tan raro como una nevada en el periodo de los amores —Sango sonrió divertida, Kagome se sonrojó—. ¡Mmm! Alguien aquí tiene algo que contar.
❍
—¡¿En serio?!
—¡Sssh, baja la voz! Me gustaría que estos detalles permanecieran entre nosotras.
Las dos amigas se reían animadamente, sus risas y susurros llenaban la casa junto con los gritos divertidos de las niñas que jugaban. Ambas estaban muy empeñadas cocinando para todo un regimiento, mientras Kagome le contaba a su amiga sobre su noche ardiente con Sesshomaru.
—Y quiero decir, nada de afirmaciones como: “¿Quieres ser mi compañera?”, o, suena mejor, “Ahora eres mi hembra”. ¿Nada en absoluto?
Sango parecía un volcán, estaba tan feliz por ese nuevo amor en la vida de su amiga.
Kagome, entre sonrojos, estaba feliz de compartir toda la alegría y el amor que sentía por dentro, especialmente con alguien que sabía que podía entenderla.
—Pero Sango, ¿crees que es del tipo que hace declaraciones? Él no me dijo nada de esto, más bien me lo dejó entender.
Una sonrisa traviesa apareció en sus labios y Sango no pudo evitar notarlo.
—Prefiere ir directo a los hechos, ¡lo entiendo! Bien hecho Sesshomarub—dijo dándole unos codazos a la sacerdotisa.
Kagome se incendió.
—¡¡Sango!!
—¡Oh, Kami! ¡Tengo tanta hambre que siento que me muero!
Ambas mujeres escucharon la puerta cerrarse, seguido de las quejas de Miroku.
—Escucha, ¿ya hablaste con Inuyasha?— susurró Sango. No podían terminar su conversacion sin tocar el tema.
—Sí, por supuesto, pero antes, bueno… Te lo cuento en otro momento.
—¿Qué están susurrando ustedes dos? ¿Están pensando en cómo matarme con toda esta comida maravillosa?
Miroku entró a la cocina sorprendiendo a las chicas mientras cuchicheaban, pero no le importaba lo que decían, estaba tan sorprendido por la majestuosidad del almuerzo preparado por las dos mujeres.
—¿Tenías que venir a husmear?
Sango lo miró fijamente, con las manos en las caderas y una mirada seria.
Kagome adoraba ver esos entreactos, a pesar de que eran marido y mujer bromeaban como si fueran niños.
>>Ve a tomar un baño, el almuerzo estará listo pronto.
Levantando sus manos en señal de rendición, Miroku se escabulló, dejándolas nuevamente solas.
—¿Y qué te dijo? —Sango la presionó, ansiosa por retomar la conversación que habían interrumpido.
—Las cosas de siempre… que quería volver a intentarlo, que esta vez se olvidaría de Kikyo… pero como siempre, tan pronto como lo miro a los ojos exigiendo verdadera sinceridad, aparta la mirada, culpable —sus ojos se nublaron de tristeza—. Simplemente, le dije que me enamoré de otra persona. No te imaginas su cara. Lo lastimé profundamente y esto realmente me hace sufrir.
—Hiciste lo correcto Kagome.
Sango colocó una mano sobre su hombro, consolándola. Conocía bien a su amiga y sabía que ella estaba sinceramente apenada por Inuyasha. Los sentimientos no se pueden borrar de un día para otro y duele hacer sufrir a la gente que, aunque a su manera, nos aman.
>>Veo que algo te preocupa —dijo Sango levantando una ceja sorprendida.
—Me preguntó si esta persona correspondía a mis sentimientos. Y no supe qué responder, no tenía idea de lo que Sesshomaru estaba sintiendo hasta anoche y simplemente no podía mentirle a Inuyasha, no sobre los sentimientos de otra persona, en este caso, demonio.
Sango reflexionó sobre las palabras de su amiga, era evidente que esa duda la atormentaba.
—Le pediré a Miroku que trate de hablar con él nuevamente. Aún sigue escondiéndose, encerrado en sí mismo, su ausencia en la aldea cada día se nota más, algunos aldeanos inician a preguntar si está enfermo Porque siempre anda serio o simplemente no quiere hablar con nadie, eso nos tiene preocupados. Inuyasha necesita desahogarse, debe entender que somos sus amigos y seguiremos siéndolo, no obstante las cosas no hayan funcionado entre ustedes.
Kagome volteó hacia su amiga, ella sonrió con una mirada inmensamente agradecida.
—Gracias Sango, realmente no sé qué haría si no estuvieras aquí para escucharme.
La joven madre la estrechó en un abrazo envolvente, había madurado ese sentido de protección hacia cada miembro de esa familia extensa que la había hecho un poco como la madre de todos.
—Es mi deber serle útil a mi mejor amiga. Ahora vamos a comer, o Miroku comenzará a lamentarse.
Rin también se unió al almuerzo y su llegada inesperada no tomó por sorpresa a las dos cocineras. Realmente había suficiente comida para alimentar a una veintena de hombres adultos hambrientos. Todos comieron hasta saciarse, entre bromas y risas, alargando el almuerzo como si fuera un día de fiesta.
Rin se ofreció a ayudar a las dos mujeres a limpiar la mesa, mientras Shippo y Miroku llevaban a las gemelas dormidas de regreso a la habitación para que tomaran una siesta.
La aburrida charla de los adultos se había prolongado indefinidamente y las dos pequeñas se habían dormido tiernamente en el regazo de su padre.
El anochecer avanzó con fuerza, en invierno los días suelen acortarse dramáticamente, por lo que Kagome decidió irse a casa. Todavía tenía que remendar su túnica, además, a medida que el anochecer avanzaba, su deseo de ver a Sesshomaru crecía.
Un fuerte sonrojo coloreó el rostro de la sacerdotisa ante esa realización, pero por suerte nadie pareció darse cuenta.
—Es mejor que regrese a casa antes de que oscurezca más.
—¡Espera! Con toda la ayuda que me has dado hoy, al menos toma algo de lo que hemos cocinado.
—¡Pero Sango no es necesario, de verdad!
Era inútil tratar de detener a Sango cuando comenzaba a repartir panes y pescado a sus amigos. Empacó todo con sumo cuidado, envolviendo cada plato en un paño y colocándolo en una canasta que pronto se llenó. Por supuesto que ni siquiera Shippo y Rin se salvaron de regresar a sus cabañas con una provista de comida.
—¡Siempre me mimas demasiado! —dijo Kagome mientras tomaba su chal y se ponía los zapatos.
—No seas modesta Kag. ¡Fuiste tú quien me ayudó en tu día libre! Pero tienes razón, es mejor que vayas, así puedes disfrutar la noche al máximo —dijo Sango, dedicándole un guiño travieso que la hizo sonrojar.
—¡Ahora tengo que irme, hasta mañana chicos!
Todos la saludaron calurosamente mientras desaparecía detrás de la puerta.
Apenas salió, el viento helado la golpeó aún más fuerte que esa mañana, el cielo estaba oscuro, sin estrellas ni luna, cubierto por un espeso manto de nubes. No había llovido ese día, pero ella se apresuró hacia su casa de todos modos.
El viento aullaba entre las hojas y las casas, dejando el paisaje desierto, tétrico y melancólico. La mano que sostenía la pesada cesta se estaba congelando, la temperatura había calado notablemente.
Kagome apresuró el paso, deseaba llegar a casa y encender el fuego para calentarse, de repente, sintió que el peso bajo sus dedos se desvanecía. Se giró abruptamente, Inuyasha sostenía la canasta en sus manos con garras.
—¡¿Inuyasha?!
Kagome no ocultó la sorpresa en su voz.
—Esta canasta es demasiado pesada —a Inuyasha le tomó unos segundos responderle, no había bajado la mirada hacia ella, la mantenía fija mirando al frente.
—No soy tan débil como para no poder llevar una canasta, gracias.
Inmediatamente se arrepintió de ese tono, demasiado ácido.
—¿Ya ni siquiera puedo ser amable contigo?
La mirada triste que Inuyasha le dedicó le provocó un doloroso pinchazo en el corazón. Estaba tan llena de dolor y tristeza que podía sentir toda su inquietud. No era como su habitual cara de avergonzado, esa era una mirada madura de alguien profundamente herido.
Apartó la mirada avergonzada, se sentía terriblemente culpable. Nunca había querido que él sufriera así, pero ella también había sentido ganas de morir por su culpa. Sin embargo, esa conciencia repetida como un mantra, no pareció consolarla.
—No vine a discutir —reanudó, sin dejar de avanzar a su lado— Solo quería ver cómo estabas.
Kagome vaciló antes de responder. No sabía qué decir, su mente siempre se enmarañaba cuando estaba con Inuyasha. Viejos recuerdos y viejos dolores resurgieron con fuerza, amenazando su presente.
—Yo tampoco quiero discutir —dijo ella suavemente—. Sabes, deberías ir a ver a Sango y a Miroku ambos están muy preocupados por ti —agregó Kagome.
Inuyasha no dijo nada, solamente la miró de reojo, tratando de descifrar las expresiones de su rostro.
La vio confundida, pero no lo había rechazado y eso era bueno. Siguieron caminando en silencio, sin que ninguno de los dos se atreviera a pronunciar palabra por miedo a romper ese finísimo velo de paz que los separaba. Llegaron frente a la casa de Kagome demasiado rápido, según Inuyasha, pero no sabía qué excusa usar para detenerla.
Dejó la canasta frente a la puerta y dio unos pasos hacia atrás, sin apartar los ojos de Kagome ni por un momento.
Kagome, por el contrario, no podía mirarlo, no quería hacerlo. Caminó hacia la puerta y una vez allí, se giró apenas hacia él.
—Gracias por la ayuda —dijo, pero antes de que pudiera desaparecer dentro de la casa, sintió los fuertes brazos de Inuyasha envolverla por detrás, su cabeza descansando sobre su hombro.
Ante esa reacción, Kagome se congeló.
Ese abrazo, ese calor, ese olor familiar. Hacía tanto tiempo que no estaban tan cerca que incluso parecía que su amor pertenecía a otra vida.
Cerró los ojos, sintiendo un doloroso apretón en su corazón.
—Te extraño Kagome.
De repente, como un relámpago, Kagome recordó la noche que había pasado con Sesshomaru, su rostro relajado, las expresiones que solo le mostraba a ella, su agarre, y se dio cuenta de que lo que estaba pasando en ese momento no era lo que ella realmente quería. Aunque lo hubiera sido, ahora ya no lo era. Las cosas habían cambiado, ella había cambiado.
—Inuyasha… —susurró ella.
Inuyasha la liberó de su abrazo, retrocediendo unos pasos. La bruma en su mente comenzó a nublar su razón, por lo que nuevamente decidió alejarse de Kagome.
Kagome no tuvo el coraje de darse la vuelta, no sabía qué decir y estaba aterrorizada de encontrarse de nuevo con su mirada herida. Pero cuando finalmente lo hizo, él ya se había ido.
Aun aturdida, Kagome se apresuró a ingresar a la casa, cerrando inmediatamente la puerta tras ella. Encendió algunas luces, el frío que helaba la casa la ayudó a entrar en razón, de inmediato fue a encender el fuego.
No quería pensar demasiado en lo que acababa de suceder, de hecho, no quería hacerlo en absoluto. Guardó las delicias que Sango le había dado en la despensa, luego tomó su túnica arruinada y se sentó junto al fuego para arreglarla.
Alrededor reinaba el silencio, roto solo por el crepitar del fuego y el aullido del viento.
«Me pregunto qué estará haciendo Sesshomaru en una noche fría como esta»
Una sonrisa se deslizó por su rostro. Solo pensar en Sesshomaru hizo que su corazón latiera más rápido de lo normal. En otro momento habría pasado horas devanándose los sesos sobre el comportamiento de Inuyasha, pero esta vez era diferente.
Pensar en los nuevos sentimientos que la habían abrumado calmó las viejas heridas del pasado como un bálsamo. Se sentía mucho más fuerte, la fuerza del amor que sentía dentro de ella disminuía incluso el inevitable miedo al futuro , convirtiendo sus dudas en algo insignificante.
La casa ahora estaba envuelta en una dulce calidez, Kagome disfrutaba del silencio y esa agradable sensación de serenidad que envolvía su corazón.
—¡Ay!—exclamó, distraída como estaba por sus pensamientos, se había pinchado el dedo con la aguja.
Se llevó el dedo a la boca, maldiciéndose a sí misma, últimamente siempre ha tenido la cabeza en las nubes. Miró la túnica a la luz del fuego, asegurándose de no haberla manchado de nuevo, con todo el esfuerzo que había hecho para deshacerse de los rastros de sangre.
—Deberías dejar de lastimarte solo para llamar mi atención.
Kagome saltó dramáticamente, dejando escapar un grito de sorpresa. Se llevó una mano al pecho y se dio la vuelta para ver a Sesshomaru parado frente a la entrada, sus ojos dorados fijos en ella mientras la observaba con una sonrisa burlona. Su mera presencia encendió la atmósfera en la casa. ¿O fue solo ella quien se incendió?
❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍❍
Hola chicos, ¿cómo están?.
Hoy quiero hacerles una pregunta. ¿Como se sentirían ustedes si yo decidiera despublicar y publicar los mismos cap de esta historia, haciéndoles creer que he actualizado, pero que no sea así?
Me imagino que no sería una buena experiencia, pues para mí tampoco lo es recibir notificaciones donde (fulanita ha votado en el capítulo 0 una y otra vez varias veces a la semana.) Sé que suele ser estresante esperar una actualización, sobre todo cuando se trata de una historia que no gusta, pero créanme, meter presión al escritor no ayuda en nada. Yo escribo por Bobbie cuando tengo tiempo y cuando puedo, y créanme, prefiero dejar de escribir, que sentirme obligada hacerlo, porque esta es una actividad que hago para relajarme, para vivir el amor entre unos personajes ficticios que amo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro