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Aquí les dejo el cover de "Scissor seven" opening. Tmp. 3
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Al día siguiente, justo antes del amanecer, Shippo llamó a la puerta de Kagome. Sin esperar lo contrario, la encontró despierta y lista para partir hacia la misión.
—¿Qué te parece si tomamos una taza de té caliente, antes de encaminarnos a nuestra misión?
La sacerdotisa lo invitó a entrar. La niebla cubría toda la aldea como un ligero manto helado, el pueblo y el bosque estaban inmersos en un silencio reconfortante.
Casi todos los aldeanos estaban dormidos, mientras tanto, los dos compañeros de viaje charlaban, cada una con una taza humeante en las manos.
—¿Estás lista, Kagome? —preguntó Shippo entre sorbos—. Quiero decir, ¿te sientes lo suficientemente bien para enfrentar esta misión?
—¡Por supuesto Shippo! ¡Aún soy joven, me recupero bastante rápido! —bromeó Kagome.
Shippo sonrió tensamente.
—Por supuesto que no, solo estoy preocupado, la última misión literalmente agotó tu energía— dijo, revelando finalmente sus miedos.
Kagome lo miró a los ojos con una expresión seria.
—Shippo, créeme, me he recuperado completamente, de no ser así, no habría aceptado la misión.
La joven sonrió, logrando desentrañar las preocupaciones de su amigo.
—¡Te creo, te creo! Ahora mejor nos vamos, no quiero empezar el día con un reproche de Kaede.
Llegaron a la cabaña de la anciana sacerdotisa, envueltos en un silencio casi inquietante, temerosos de romper la quietud surrealista que reinaba en la aldea.
Al llegar fueron recibidos por la miko y por un adormilado Yūma, quien de repente pareció animarse con la llegada de Kagome.
—¿Están listos? —preguntó Kaede.
—Claro, volveremos para la cena si las cosas no se complican —respondió Shippo.
Una ligera tensión descendió entre los compañeros de viaje.
—Bien, pero tengan cuidado.
La anciana los vio alejarse, detenida junto a la jamba de la puerta, envuelta en una pesada manta, que la protegía del clima helado.
>>Es extraño que no hagas un escándalo por no ir con ellos —comentó la miko anciana.
Encaramado en el techo de la cabaña de Kaede, Inuyasha observó al trío desaparecer entre las hojas oscuras.
—Tsk —bufó él con rabia, antes de alejarse de un salto.
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Caminaban con pasos apresurados, no querían perder el tiempo. El bosque cambiaba de formas y colores a medida que avanzaba el día, a Kagome le encantaba observar dicha mutación, incluso si su cabeza permanecía enfocada en la misión.
Shippo no estaba del todo equivocado, la última misión no fue un éxito para su físico, pero sentía que esta vez las cosas serían diferente. Su mente estaba más libre de pensamientos negativos, su corazón se sentía más ligero… una fuerza sumamente positiva la movía desde lo más profundo de su ser.
Llegaron a la aldea de Komoro a media mañana, habían caminado durante casi cuatro horas sin parar, pero no había señales de cansancio en sus rostros, la tensión los mantenía concentrados.
Algunos campesinos notaron la llegada de la sacerdotisa y al demonio que la acompañaba, por lo que rápidamente enviaron a sus hijos a llamar al jefe del pueblo, quien no tardó en presentarse.
El líder de la aldea se postró frente a Kagome, dedicándole una profunda reverencia, siendo prontamente imitado por los demás aldeanos que se habían presentado junto a él.
La mayor parte del pueblo, al escuchar la noticia de la llegada de la miko, no perdieron la oportunidad de conocer a quienes serían sus salvadores. Además, querían saber si era cierto lo que algunos viandantes que pasaban por la aldea especulaban de la joven sacerdotisa. Siempre hablaban de la gran belleza que esta poseía, así como de su gran poder sagrado.
—Divina sacerdotisa, le agradezco de todo corazón en nombre de todo el pueblo por aceptar ayudarnos. —La voz del jefe del pueblo, ronca por las últimas noches de insomnio, rompió ese silencio reverencial.
—Para mí es un placer ayudar. Agradezco vuestro reconocimiento, pero puede llamarme Kagome.
La sonrisa de la joven miko encantó a los presentes. Era realmente cierto, su belleza era casi divina.
—Por favor sígame.
Matsuo guio a la miko hacia su cabaña, para así poder hablar tranquilamente.
Cuando Kagome colocó el carcaj en el suelo, inmediatamente se sintió tan ligera como una pluma. Tal vez había exagerado con la cantidad de flechas.
Mientras tanto, Shippo había comenzado a deambular por la aldea, buscando rastros del demonio que rondaba ese lugar.
A la sacerdotisa se le ofreció una taza de té, mientras el jefe de la aldea nuevamente le contaba en detalle las irrupciones nocturnas del demonio.
Kagome sorbía de la taza caliente, mientras reflexionaba, tratando de hacerse una idea de la criatura que debían enfrentar.
Shippo entró en la cabaña, interrumpiendo las explicaciones del jefe de la aldea, Kagome notó como este se tensaba con la llegada de su amigo.
La acción del señor Matsuo no era de extrañar, casi ningún ser humano estaba acostumbrado a tener un contacto tan cercano con un demonio, especialmente si este no estaba tratando de matarlo. Por eso entendía su aprensión.
Kagome tranquilizó al señor Matsuo con una sonrisa, antes de volverse hacia su amigo.
—¿Descubriste algo?
—Por supuesto, es un tanuki, uno bastante grande. Por cierto, odio a los tanukis —Shippo no ocultó su desprecio hacia esa raza de demonios. Eran ladrones hábiles, viles estafadores gorrones. A menudo se los comparaba con los kitsune, algo que el joven demonio no toleraba en absoluto.
—¿No suelen viajar con toda la familia? —preguntó Kagome.
—Sí, pero solo olfateé uno. Debe ser un macho solitario, esto es una mala noticia.
Los tanukis torpes y gordos, suelen formar familias muy rápidamente, convirtiéndose en multitudes difíciles de enfrentar. Sin embargo, un tanuki solitario era mucho peor que una manada de tanukis normales, debido a que los nictereute solitarios suelen ser más fuertes y feroces.
—Conoces los hábitos de estas criaturas mejor que yo. ¿Alguna sugerencia que nos permita eliminarlo sin correr el riesgo de que escape?
—Tenemos que tomarlo por sorpresa, probablemente esté dormido tratando de digerir el festín de anoche. Tendremos una mejor oportunidad de derribarlo rápidamente.
—¡Perfecto, manos a la obra!
Avanzaron lentamente, agazapados entre las frondas, Shippo abrió el paso siguiendo el sendero que marcaba el camino a la guarida del demonio. Habían camuflado su olor con un hechizo sagrado, el tanuki no sé daría cuenta de sus presencias, a menos que hicieran demasiado ruido.
—Ojos abiertos, el maldito ha puesto trampas. Estamos cerca —advirtió Shippo señalando un cono de pino, apoyado sobre un montón de hojas secas.
Poco después de que Shippo se detuviera, Kagome hizo lo mismo, agarró el mango de su arco, preparándose para la acción.
—Estamos en el lugar correcto —dijo el kitsune, señalando un gran tronco talado y destripado, en un extremo apenas se notaba la tierra suelta. Habían encontrado la guarida.
Intercambiaron una mirada de complicidad antes de actuar. Shippo atraería la atención del tanuki, obligándolo a salir de su escondite, luego Kagome usaría esos pocos momentos de distracción para golpearlo con una de sus flechas sagradas. El plan parecía ser casi perfecto.
Shippo inició a acercarse lentamente, parecía haber dejado de respirar, el aire estaba saturado con su propia tensión.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca, respiró hondo y sopló su fuego mágico directamente en la boca de la guarida. Unos momentos y el suelo bajo sus pies tembló bruscamente.
«¡Oh, no!»
El tronco que servía de barrera a la guarida se rompió en miles de astillas, Shippo se movió justo a tiempo mientras Kagome encontraba refugio en los arbustos donde estaba escondida. A pesar de la sorpresa, tuvo que permanecer concentrada, retomó su posición y trató de enfocar el objetivo en la niebla causada por la explosión.
Una sombra se movió debajo de los escombros, elevándose más y más imponente, Kagome estiró su brazo lista para disparar la flecha, pero su mano se congeló cuando sus ojos bien abiertos se encontraron con dos rendijas rojas.
—¡Oh Kami!…—Kagome susurró apenas —. ¡¡Shippo!! —En voz alta llamó a su compañero, aún no lo veía.
—¡Sí! Escuchó en respuesta.
—¡¡Es enorme!!
Tan pronto como la niebla ligera se disipó por completo, la forma de un tanuki monstruoso se levantó en toda su grandeza, los ojos inyectados en sangre y los colmillos rechinantes no presagiaban nada bueno.
—¡Nunca he visto uno tan grande! —exclamó Shippo, su voz se escuchó ligeramente inestable.
—¡Sigamos con el plan! —afirmó la sacerdotisa, manteniendo la mira sobre tanuki.
En ese momento el gran demonio dejó escapar un gruñido gutural que sacudió sus huesos, era un bramido profundo y escalofriante.
El monstruo posó su atención en Kagome, dirigiéndose hacia ella con la intención de aplastarla, pero Shippo se interpuso, usando sus técnicas alusivas para distraerlo. No fue tan difícil para él, su oponente estaba cegado por la ira y no razonaba, pero le faltaba la fuerza física para derribarlo. Para eso estaban las flechas de su compañera.
«Si estuviera Inuyasha, hubiese bastado un golpe de Tessaiga y ya estaríamos de regreso»
¡No!
Shippo se maldijo por siquiera pensar en Inuyasha como una solución, saldrían victoriosos, incluso sin su ayuda…
Esperó a que Kagome disparara su flecha, no podía mantener a raya a esa bestia por mucho tiempo. La vio no muy lejos de ellos, su cuerpo tenso listo para soltar la cuerda, cuando el tanuki siguió su mirada y se dio cuenta del peligro inminente.
La bestia agitó un brazo en dirección de Kagome, el aire se arremolinó rápidamente, levantando una miríada de escombros. La miko no pudo hacer nada más que protegerse la cabeza y la cara con los brazos cuando esa poderosa ráfaga la golpeó, piedras, astillas, hojas que se habían vuelto afiladas como cuchillas que le desgarraron las mangas y lastimaron sus brazos al ser arrojada no muy lejos. Ni siquiera tuvo tiempo de crear una barrera para protegerse.
—¡¡Kagome!! —Shippo gritó, volviendo a atacar al tanuki con más insistencia.
La sacerdotisa abrió los ojos rápidamente, ni siquiera se había dado cuenta de que los había cerrado. El golpe la había dejado sin aliento por un momento, pero no había hecho mucho, excepto algunos cortes, el arbusto había amortiguado su caída.
La joven se puso de pie, blandiendo su arco y enfocando su energía espiritual en él. Miró con determinación a su oponente mientras lo apuntaba de nuevo. Era una sacerdotisa y debía comportarse como tal, se había enfrentado a enemigos mucho más poderosos, dejarse vencer por un demonio de bajo rango sería una vergüenza para la shikon no miko.
—¡¡OYE, GRANDULÓN!! —vociferó Kagome, el demonio se volvió hacia ella echando espuma por la boca de lo enfadado que estaba.
—¡Kagome, qué estás haciendo! — Shippo le gritó. El tanuki ahora la tenía como su objetivo principal.
—¡Déja que venga hacia mí!
Kagome no se movió ni un centímetro mientras seguía la furiosa carrera del tanuki hacia ella, ahora con un único ojo abierto.
«Vamos, un poco más cerca»…
Era cuestión de una fracción de segundo, solo tenía un intento. O daba en el blanco o…
Kagome disparó su flecha sagrada cuando el tanuki estaba a poco más de un paso de ella, centrando perfectamente entre los ojos y liberando una poderosa aura purificadora. Ante el repentino choque de poder sagrado, el enemigo no pudo evitar colapsar, cayendo a los pies de la sacerdotisa.
Los chicos dejaron pasar varios tensos segundos, antes de estallar en carcajadas.
—¡¡Lo hicimos!!
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—¡Gracias Por haber salvado nuestra aldea! Matsuo había reunido a todo el pueblo ante la noticia de la muerte del demonio que los perseguía. Cuando Kagome terminó de vendar sus heridas, encontró a todos los habitantes afuera de la cabaña del jefe de la aldea, agradeciéndoles a ella ya Shippo por lo que habían hecho.
La joven se conmovió, nunca se acostumbraría a la veneración que la gente de la época mostraba por sacerdotisas como ella. Matsuo se acercó ella, siendo seguido por el mensajero, ambos entregaron dos bolsas llenas a Kagome.
—Esta es la recompensa como agradecimiento, venerable sacerdotisa.
La chica miró fijamente al anciano, colocando sus cándidas y suaves manos arañadas sobre las encallecidas y gastadas por el tiempo del jefe de la aldea, rechazando cortésmente la oferta.
—La gente de este pueblo sufrido grandes pérdidas a causa de ese demonio. Este dinero servirá para pasar el invierno, sin sufrir la escasez de granos y otros alimentos.
La cálida sonrisa de Kagome envolvió el corazón de Matsuo, cuyos ojos se llenaron de lágrimas, expresando una gratitud ilimitada, ciertamente no esperaba ese gesto.
—Todo el pueblo de Komoro les estará en deuda —dijo el anciano con una profunda reverencia, tratando de ocultar su emoción.
—Fue un placer conocerlo, señor Matsuo. Y también al joven Yūma.
Vuando la miko le dedicó una sonrisa, el chico no pudo evitar sonrojarse visiblemente.
— E–el placer fue mío, divina sacerdotisa —dijo tímidamente.
—Que tengas un buen viaje de regreso, sacerdotisa. Aún inclinado en una humilde reverencia, Matsuo saludó a los dos viajeros, que ahora se dirigían hacia el bosque.
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El viaje de regreso fue mucho más agotador tanto para Kagome como para Shippo. Se habían enfrentado a un día lleno de tensión, cuanto más se acercaban al pueblo, más pesados se sentían.
Tomaban descansos de vez en cuando, comiendo algunos bocadillos que Kagome llevaba en su mochila de viaje.
El viaje de regreso les tomó mucho más tiempo del que se esperaba, llegaron al pueblo cuando la hora de la cena ya había pasado.
La primera parada no podía dejar de ser la cabaña de Kaede, la anciana quería ser informada inmediatamente después de cada misión, sobre todo quería ver las condiciones en las que regresaban. Ni siquiera tuvieron tiempo de tocar, la puerta corrediza se abrió, revelando a una anciana sacerdotisa preocupada que los invitaba a entrar.
—Los estaba esperando —Kaede les dio la bienvenida como siempre, té humeante en la mesa y medicinas listas para usar.
—¡Estamos exhaustos Kaede! —se lamentó Shippo, el kitsune quería salir rápido de allí para ir a la casa de Sango, comer algo y hundirse en un dulce sueño reparador.
—Lo sé, por eso hice un té restaurador.
—Pudes retirarte, Shippo. Yo me quedaré con Kaede.
Con una sonrisa cansada, Kagome levantó los brazos hacia la anciana sacerdotisa, las mangas de su túnica estaban cortadas en varios lugares y manchadas de sangre, mientras que sus brazos estaban vendados.
Kaede le dirigió una mirada indescifrable, solo emitió un leve gruñido de desaprobación. Shippo por su parte, la miró adorado por aquella propuesta tan tentadora, no tuvo que repetirla dos veces y se alejó, dejando solas a las dos mujeres.
—Ve a tomar un baño caliente y limpia esas heridas, luego te curaré.
—Gracias Kaede.
La idea de un baño la vigorizó.
Kagome se sumergió en el agua hirviendo, relajándose completamente.
Una vez que la tensión de ese día había abandonado su cuerpo, sus pensamientos volaron hacia Sesshomaru, preguntándose dónde estaba, qué estaba haciendo, en qué estaba pensando…
Kagome regresó al salón vistiendo un simple kimono azul claro, siempre guardaba un par en la casa de Kaede para situaciones como esta. La anciana la esperaba frente a su taza de té, lista para medicarla y escuchar los sucesos durante la misión.
Examinó cuidadosamente las heridas de Kagome, algunos cortes eran más profundos que otros, pero afortunadamente, no era nada grave.
Mientras vendaba los brazos de la joven con manos hábiles, la escuchaba narrar con entusiasmo aquella primera misión después de su recuperación. El pueblo de Komoro, sus habitantes, el descubrimiento del tanuki y lo grande que era, su ingeniosa batalla.
—Ambos fueron muy astutos. Derrotar a ese demonio sin la ayuda de Tessaiga, eso les da mérito—Kaede la miró fijamente, sinceramente orgullosa de sus chicos—. La próxima vez, más atención —dijo finalmente, mirando los brazos de la chica perfectamente envueltos hasta el codo.
Kagome se sonrojó ante ese reproche velado, pero básicamente las atenciones de Kaede calentaron su corazón. Le recordaba a su loco abuelo gruñón.
Cuando terminó su té, Kagome se despidió de la anciana Kaede. Esta última pudo ver claramente los signos de fatiga tanto física como mental en el rostro de la joven, por lo que le aconsejó de tomarse el siguiente día libre
De camino a su cabaña, Kagome observaba a su alrededor en la oscuridad ahora opresiva de la noche, su aliento helado brillaba apenas iluminado por las pocas luces que salían de las casas. Esperaba no encontrarse con Inuyasha.
Cavilando en sus pensamientos llegó frente a su casa. Apenas dándose cuenta, su mirada se desvió de la puerta al bosque, donde se demoró. El pensamiento de Sesshomaru se hacía cada vez más fuerte, quería sentir su tranquilizadora presencia junto a ella, dejarse embriagar por esas emociones que él la hacía sentir. Pero también hacía mucho frío esa noche, la ligera brisa helada le pellizcaba las mejillas y la nariz, e incluso le iniciaban a doler los pies.
En sus manos frías sostenía sus túnicas de sacerdotisa que al día siguiente remendaría, esas que ciertamente no la habrían abrigado en la helada del bosque. Decidió que era mejor esperar al día siguiente para ver a Sesshomaru. Su salud también era importante y no podía arriesgarse a morir de hipotermia.
Estaba por abrir la puerta, cuando un crujido a sus espaldas la detuvo. La idea de volver a enfrentarse a Inuyasha, cansada como estaba, la irritaba bastante.
Se dio la vuelta, obviamente molesta, pero su corazón dio un vuelco cuando se dio cuenta de que se había imaginado al hermano equivocado.
—S-Sesshomaru…
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