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Mientras caminaba de regreso a la aldea, Kagome simplemente no podía calmar la carrera enloquecida de su corazón. ¿Era su impresión o estaba comenzando a ver algo en las expresiones congeladas de Sesshomaru?

«¡Cálmate, Kagome!» La chica sacudió la cabeza tratando de recuperar algo de lucidez, no obstante, sus mejillas aún enrojecidas traicionaban sus emociones. Aceleró el paso, Sesshomaru había dicho que la estaban llamando y no quería hacerse esperar, podía tratarse de una emergencia.

—¡Aquí estoy, Rin! —dijo Kagome cuando alcanzó a ver a Rin, la cual parecía estar buscándola.

—Lamento molestarle, señorita Kagome, pero ha llegado un mensajero de la aldea  komoro, han pedido nuestra ayuda.

La sacerdotisa rápidamente recobró el sentido, había pasado mucho tiempo desde que alguien había solicitado sus servicios. Esta iba a ser su primera tarea después de su recuperación. 

Llegaron a buen paso a la cabaña de Kaede, quien la estaba esperando junto a un joven que no parecía tener más de dieciocho años. Este último, se estaba recuperando de su viaje, mientras bebía una taza de té humeante.

—¡Oh, ahí estás, Kagome! —exclamó Kaede cuando la vio entrar—. Te hemos estado esperando. Este es Yūma, mensajero de la aldea komoro.

La anciana instó al mensajero a hablar con un movimiento de cabeza. El chico estaba ligeramente sonrojado y no apartaba la mirada de Kagome.

El joven apoyó la taza sobre una pequeña mesa a su costado, luego se inclinó torpemente, haciendo una reverencia demasiado exagerada.

—¡Divina sacerdotisa! ¡El jefe de mi aldea, el venerable Matsuo, me envió aquí para pedir humildemente su ayuda!

Kagome le hizo un gesto para que levantara la cabeza mientras se sentaba frente a él, sin necesidad de toda esa reverencia con ella y lo tranquilizó con una cálida sonrisa. El joven volvió a sonrojarse, pero siguió con su relato.

>>Un demonio ha estado rondando nuestro pequeño pueblo durante algunas semanas. Todos los suministros que laboriosamente hemos reservado para el invierno, están desapareciendo. Al principio pensamos que era culpa de algún animal salvaje, reforzamos las puertas y ventanas de nuestro almacén, pero cuando una mañana encontramos las pesadas puertas destrozadas como si fueran de papel, empezamos a preocuparnos, no podía ser obra de un animal, al menos no uno normal. Vivimos atrincherados en casa, en la noche vagan sombras extrañas en el pueblo, alguien también escuchó respirar por debajo de la puerta, como si alguien estuviera olfateando. ¡Necesitamos de su ayuda, venerable sacerdotisa!

Se hizo el silencio, el joven Yūma contuvo el aliento mientras Kagome razonaba sobre su historia. La desesperación del chico era casi palpable.

—Bien, Yūma. Vendré contigo a tu pueblo. Saldremos mañana al amanecer, hasta entonces serás nuestro invitado —dijo finalmente Kagome.

—¡Oh, divina sacerdotisa, gracias! —Los ojos del joven se iluminaron de alegría—. Gracias desde el fondo de mi corazón! —dijo inclinándose nuevamente, tocando el suelo con la frente.

Kagome colocó una mano sobre el hombro del joven.

—¡Vamos, levántate!. Para mí es un placer ayudar. Ahora perdóname, pero tengo que ir a prepararme para la misión.

Dicho esto, Kagome saludó a los presentes y luego salió de la cabaña, siendo seguida por Rin.

—Kagome, ¿puedo acompañarte esta vez? Preguntó la joven un poco nerviosa. Estaba ansiosa, pues ella también quería ser útil y ayudar a las personas, pero también sabía que era muy peligroso. El señor Sesshoumaru no estaría allí para protegerla.

—Oh Rin —Kagome se detuvo, colocando amorosamente sus manos sobre los hombros de la joven, inclinándose a su nivel—. Lo siento, pero aún no estás lista —dijo con una sonrisa triste—. Tan pronto como regrese, reanudaremos el entrenamiento con el arco, también le pediré a Sango para que cuando tenga tiempo, te enseñe cómo defenderte en un enfrentamiento cuerpo a cuerpo.

La mirada triste de Rin se convirtió en una sonrisa tímida, no estaba realmente satisfecha con esas palabras, pero sabía que algún día estaría lista, soñaba con poder luchar al lado de Kagome y por qué no, también del señor Sesshoumaru.

—Ahora, ¿me harías un favor? Tengo que ir a casa a preparar todo lo que necesito para mañana, ¿Podrías ir a la casa de Sango para ver si necesita ayuda con las niñas?

—¡Hai, señorita Kagome!

                               

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Kagome llegó a su casa y comenzó a preparar sus artículos de viaje:

Hierbas medicinales, brebajes depurativos y cualquier otra cosa que pudiera necesitar.

Sacó su arco de la vaina y lo pulió, luego tomo su carcaj de flechas y salió de la cabaña, la casa estaba demasiado fría, así que prefirió seguir con los preparativos a la luz del sol. Una vez Sentada sobre una piedra que había detrás de su casa, inició a bendecir la flechas, mientras los cálidos rallos solares golpeaban su rostro, brindándole un agradable calor.

Su mente corrió instintivamente a los sucesos de esa mañana, cuando Sesshomaru también estaba disfrutando del sol con ella.

Kagome sonrió, sabía que tenía que mantenerse enfocada en la misión, pero recordar aquel momento tan íntimo junto al demonio, la hacía realmente feliz.

Casi había terminado de bendecir todas las flechas, cuando un crujido y un sonido de pasos llamaron su atención. Levantó la vista y, la túnica roja de Inuyasha ahuyentó todos sus pensamientos.

—¿Qué haces aquí, Inuyasha?

Inuyasha sabía que Kagome estaba enojada con él, no era la primera vez que discutían. Sin embargo, últimamente la chica parecía no querer arreglar las cosas entre ellos, la forma en la que ella le hablaba lo dejaba bien claro. Algo malo estaba pasando, ella siempre estaba dispuesta a recibirlo con los brazos abiertos, ofreciéndole su amor incondicional, pero ahora la sentía fría y distante, eso le preocupaba.

—Hace días que no nos vemos —dijo el hanyō bajando la mirada.

Cierto, no se habían visto desde su última visita cuando ella estaba enferma.

—Lo sé.

Un pesado silencio cayó entre ellos, el enésimo.

—Escucha Kagome, yo…

—Inuyasha. Eres muy importante para mí y lo último que quiero es herir tus sentimientos—, Inuyasha tragó en seco, el tono en la voz de Kagome no prometía nada bueno—. Pero lo nuestro se acabó, o más bien, lo nuestro nunca inició. Realmente nunca me pediste estar contigo, fui yo quien decidió dejarlo todo con tal de estar a tu lado, porque te amaba.  Creí que mi amor sería suficiente para curar tus heridas del pasado y ese fue mi peor error. Aguanté tus huidas nocturnas, aun sabiendo que ibas tras ella, soporté que la besaras enfrente de mí, fingí no darme cuenta de que luego de hacer el amor, tú corrías al bosque y luego volvías antes del amanecer. Sin embargo, ya no pude soportarlo más, no luego de que me llamaras Kikyo.

Kagome bajó la mirada, tratando de controlar sus lágrimas, ya había llorado demasiado por Inuyasha. Apretó sus manos en un puño, su reiki chisporroteaba a su alrededor, sentía ira contra sí misma, la culpa también era suya. Cómo pudo humillarse de tal manera, cómo pudo soportar tanto por amor. ¿Realmente era amor?

Inuyasha abrió los ojos, sorprendido ante el despliegue de poder por parte de  Kagome. Era consciente de que todo lo que ella acababa de decir era verdad, sí, la había lastimado y se arrepentía. Pero ella lo había acetapdo tal y como era, ¿por qué ahora se lamentaba? Había prometido estar a su lado, pasara lo que pasara y ahora lo abandonaba.

—¡Cometí un error, pero déjame arreglarlo! —exclamó dando un paso hacia ella—. No quiero perderte, realmente te amo, Kagome…

—¡Ya basta, Inuyasha! ¡Sabes que no es cierto, lo sabes, no trates de engañarte a ti mismo!

Kagome lo miró fijamente a los ojos, retándolo a decir lo contrario. Inuyasha no lo sabía, pero esa era su última oportunidad, una última esperanza que murió cuando él desvió la mirada para otro lado.

—¡Esta vez realmente lo intentaré, lo juro!

—No podemos decidir a quién amar, Inuyasha.

—¡Pero quiero intentarlo, Kagome! ¡Dame otra oportunidad, no la desperdiciaré!

—No puedo.

—¡Prometiste que siempre estarías a mi lado! 

—Como una buena amiga siempre estaré para ti.

—¡¿Amiga, estás enloqueciendo, Kagome?! Dime la verdad, ¿por qué no quieres darme otra oportunidad?

—Porque… ¡Porque me enamoré de alguien más!

Inuyasha se petrificó ante esa declaración, fue como si una montaña entera se derrumbara sobre él. Kagome no podía estar enamorada de otro macho, eso era imposible.

—N-no puede ser cierto —susurró él, aun sin poder creerlo.

—Es la verdad.

Una vez más, Kagome lo miró a los ojos, más convencida que nunca de lo que decía. Vio la decepción en los ojos de Inuyasha, la sorpresa, la conciencia de que ya la había perdido. Tal vez para siempre.

—¿Y él te corresponde?

El corazón de la chica dio un vuelco. Ella no tenía una respuesta para esa pregunta. Nunca fue buena mintiendo y ciertamente no podría hacerlo con los sentimientos de otra persona.

La nula certeza ante esa pregunta hizo que sus piernas temblaran. Estaba segura de sus sentimientos, pero los de Sesshomaru no lo sabía. ¿Se estaría de nuevo engañando a sí misma, soñando con el amor de alguien que le era inalcanzable? Kagome sacudió la cabeza, dándose cuenta de que estaba congelada, Inuyasha la miraba esperando una respuesta.

—Mis asuntos privados no son de tu incumbencia —respondió ella poniéndose de pie.

Kagome notó la creciente decepción del medio-demonio, supo que lo había lastimado. No era lo que quería, odiaba hacer sufrir a los demás, incluyendo a Inuyasha.

>>Ahora, si me disculpas, tengo cosas que hacer. Nos vemos, Inuyasha —concluyó ella, antes de retirarse al interior de su cabaña.

El hanyō se quedó allí, incapaz de moverse. Estaba sorprendido por lo que acababa de escuchar, ¿Kagome realmente se había enamorado de alguien más? ¿Cómo pudo pasar esto? Sin embargo, una ligera esperanza se encendió dentro de su pecho. Ella no había respondido a su última pregunta; si lo suyo era un amor no correspondido, seguramente tendría alguna oportunidad de reconquistarla.

El desánimo inicial lo abandonó, ahora sabía que podía luchar por ella. Pero una pregunta surgió espontáneamente: ¿quién era ese bastardo que la había alejado de su lado? A menos que…

Sintió que la ira se acumulaba en su interior. El aura oscura que hasta ese momento se había mantenido oculta de la sacerdotisa, comenzó apoderarse de él.  Había sido por un momento, una gota de olor en un océano de diferentes perfumes. Pero cuando se había acercado a Kagome, lo había olido, el hedor a perro de su hermano, que como una nota agria había interrumpido por un instante aquella maravillosa melodía que era el dulce perfume de la sacerdotisa.

Apretó los dientes y corrió hacia el bosque. Sentimientos confusos comenzaron a surgir dentro de su pecho, se sentía extraño, como si algo lo estuviese arrastrando a la oscuridad. Esa oscuridad que le susurraba no dejarse arrebatar lo que por derecho le pertenecía.

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Hola, ¿cómo están, queridos lectores?

Yo estoy bien, aquí, preguntándome por qué en las mayorías de Mangas o Animes, la waifus tetonas son las que siempre quedan con los protagonistas, terminando en una relación forzada las mayorías de las veces. Casi todos los Shonen son así.

Y no es que me molesten las waifus tetonas, algunas me encantan (Albedo es mi love🙈) pero es que casi siempre ese tipo de personajes solo se la pasan llorando y metiéndose en peligro, y ni hablar de la amiga enamorada que parece garrapata. Creo que por eso me gusta mucho el personaje de Kagome, porque a pesar de que le faltaba una pisca de amor propio, (según yo) ella no es una protagonista trofeo, no esa la típica chica cuyo único propósito es ser la enamorada castrosa o servir como apoyo al personaje masculino, es decir, su presencia en la trama es muy importante. No como otros adornos xxx.

Perdón por todo este texto, pero necesitaba desahogarme.

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