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Era un día claro y frío cuando Kagome se despertó. Ya el invierno avanzaba a zancadas largas y bien extendidas, las escarchas comenzaban a formarse durante la noche, sucumbiendo a las primeras luces del alba.

 La sacerdotisa, a pesar del frescor, se despertó temprano en la mañana, vigorizada como una rosa primaveral. Por consejo de Sango —aunque más bien parecía una amenaza— se quedó en cama otros dos días, recuperándose por completo de la fiebre que la atormentaba. Ahora se sentía renovada, fuerte y feliz de dejar finalmente las cuatro paredes de su cabaña. 

Kagome se envolvió en un pesado abrigo antes de salir, quería evitar a toda costa volver a enfermarse. 

Apenas cruzó la puerta principal, inhaló profundamente el aire fresco y húmedo de la mañana. Se sentía realmente enérgica y positiva, ese hermoso día invernal, reflejaba plenamente su buen humor.

Mientras caminaba, alejándose de su cabaña, su mirada no pudo evitar desviarse hacia el bosque. Tenía un deseo desmesurado de ir en busca de Sesshomaru, la necesidad de estar en su compañía era urgente, pero no podía abandonar sus deberes de sacerdotisa. Sin embargo, antes de dirigirse hacia la cabaña de Kaede, se desvió hacia la casa de Sango. 

La inevitable chimenea humeante acompañada del dulce olor del pastel la hizo sonreír. Llamó a la puerta antes de entrar y la familia la recibió con los brazos abiertos. Aunque era de mañana, había una especie de alboroto festivo en la casa. 

Estaban todos despiertos, muchas veces Kagome encontraba solo a Sango tratando de preparar la comida. Hoy, sin embargo, Rin y Shippo también se habían unido para desayunar, animando aún más la modesta y ruidosa cabaña. Desayunaron juntos antes de separarse, cada uno tenía algo que hacer esa mañana.

 Rin se quedó en casa para ayudar a Sango mientras Miroku se dirigía a un pueblo cercano. Shippo y Kagome se despidieron del resto de la familia, caminando juntos hacia la cabaña de Kaede. Silenciosamente emocionados de estar juntos de nuevo, listos para salvar algún pueblo embrujado. Pero todo su entusiasmo se desinfló cuando fueron recibidos por la anciana sacerdotisa. 

—¡Cómo es que ni siquiera hay un pueblo para ayudar! —Exclamó el kitsune.

—Deberías estar contento de que no haya ninguno, pequeño tonto. —Le respondió la anciana sacerdotisa, provocando un gesto de enfado por parte del kitsune. 

—Entonces, ¿a dónde fue Miroku? —Preguntó Shippo, un tanto malhumorado.

—Fue a regatear con un vendedor de telas. Por cierto, necesito que vayas al norte por algunos extractos que solo se encuentran en esa zona. Una vez que llegues a las montañas, síguelas hasta que encuentres la casa de un chamán, es el único chamán de esa área, así que no te perderás. Dile que te envié yo, te dará todo lo que necesito. 

La anciana se alejó de ellos e inició a remover el espeso líquido oscuro que burbujeaba en el caldero. 

—¡Bah, mejor que nada! ¡Vamos, Kagome!

—¡No! —Kaede detuvo a Shippo—. Irás solo. 

—¡¿Qué?!

—Eres más rápido. Te irás y regresarás en un día. 

Shippo salió de la cabaña de Kaede cerrando la puerta con un sonoro portazo. El mal carácter de Inuyasha ahora se estaba reflejando en las rabietas del joven demonio.

—¡En Shippo, no te enojes tanto! 

Kagome caminó a su lado, divertida por la habitual escena a la que estaba acostumbrada a ver entre su maestra y su compañero de viaje.

—¡Cómo no voy a estar enojado! Desde hace algún tiempo no hemos hecho nada emocionante o peligroso. Siempre hemos estado buscando esto, reparando aquello y recolectando lo otro. —Resopló el kitsune.

 —Míralo por el lado positivo, es una suerte que no haya habido ataques de yōkais, gracias a eso, tenemos más tiempo libre. —Kagome le respondió suavemente. 

Habían llegado al borde del pueblo, así que ya debían separarse.

—Sí, pero todo se ha vuelto más aburrido desde que cierto demonio ha estado merodeando por nuestra aldea. 

Kagome se sonrojó, aunque trató de no mostrarlo. Incluso Shippo ya sabía todo, pero la única que aún no se comportaba con naturalidad era ella. 

—Está bien, me voy. Nos vemos esta noche, diviértete recogiendo hierbas.

—Tu perspectiva del día es ciertamente mejor que la mía. ¡Buen viaje!

Shippo levantó una mano sobre su hombro a modo de saludo. Poco después, desapareció entre las copas de los árboles, saltando de rama en rama.
Kagome caminó en dirección opuesta, hacia el río. Esperaba que los brotes que necesitaba no se hubieran muerto durante las primeras heladas nocturnas, tal vez encontraría algunas flores para llevar a casa. 

Se sentía extrañamente tensa, a pesar de que era un día claro y los rayos del sol empezaban a colarse entre el verde follaje del bosque. No podía haber pasado ni una semana desde la última vez que caminó entre esos árboles, pero había pasado bastante tiempo desde que lo hizo con la conciencia de que Sesshomaru estaba allí, en algún lugar, escondido para descansar. Tal vez él ya había olfateado su olor, probablemente también había sentido sus pasos. Su rostro se sonrojó por enésima vez. 

Llegó al río y el sonido del agua corriendo más tumultuosa que de costumbre la relajó. La superficie brillaba como si estuviera embellecida, aunque ahora era invierno, el sol todavía golpeaba con fuerza, los suaves guijarros de la orilla brillaban como perlas. 

Siempre agradeció a los kamis por permitirle disfrutar de las maravillas de la naturaleza. Fue en ese momento que el pensamiento de Sesshomaru volvió a golpear su cabeza. Le hubiera gustado compartir con él esa espléndida visión y esa sensación de paz que sentía. Pero nada, ahora tenía que recoger los brotes y las hierbas para Kaede. No podía distraerse demasiado con sus pensamientos.

Con un suspiro, se inclinó hacia unas plantas jóvenes que brotaban entre las piedras más grandes cerca del bosque. Por suerte no sé habían congelado.

—¡Fiuu! —Kagome dejó escapar un suspiro de alivio. 

—Ni siquiera las almas perdidas suspiran de esa manera. 

Esa voz. Tal vez solo lo había imaginado, tal vez el rugido del río la había confundido, tal vez… miró hacia arriba. Y se encontró con el ámbar de Sesshomaru, quien la miraba desde lo alto de su estatura. Se agitó, perdió el equilibrio, cayendo sobre las piedras. 

—¡Ay!

Él siguió mirándola, haciéndola sonrojar. La había tomado por sorpresa y lo peor es que ahora estaba en una posición embarazosa.

El demonio, al darse cuenta de la vergüenza de la on'na, desvió la mirada hacia otra parte y se sentó no muy lejos de ella, con la espalda apoyada contra un gran tronco muerto que había sido arrastrado a la orilla por las corrientes del río.

—Continúa con lo que estabas haciendo —la alentó el yōkai mientras cerraba los ojos, tratando de mantener su yoki fuera del alcance de la piel de la miko.

Kagome siguió mirándolo, como si fuera una visión y no realmente él en persona. Se sentía secretamente feliz de su aparición inesperada. Al parecer, el demonio sí la había olido, probablemente también había escuchado sus pasos y había ido a verla. Silencioso y cálido como un soplo de viento de verano.

El corazón de la joven se aceleró por esa emoción, sonrió para sí misma mientras seguía recogiendo los verdes retoños. 

Sesshomaru estaba distraído por la repentina aceleración del pulso de Kagome. Abrió los ojos, reduciéndolos a rendijas. No quería que ella lo descubriera mientras la observaba. La vio sonreír, inclinada sobre sí misma, con las mejillas todavía rojas. Sintió el impulso casi incontenible de tomarla, abrazarla, hundir sus fosas nasales en su cabello y saborear su dulce perfume intensificado aún más por el sol.

Luchó por mantener el control, concentrándose en la rápida corriente del agua.

—Agradable, ¿no?

 Sesshomaru, con su mirada encantada en las ondas brillantes del río, no notó el acercamiento de Kagome, lo que casi lo sorprendió. 

La miko se sentó a su lado, estaba muy cerca, demasiado cerca. Era una tentación insidiosa, por suerte el canasto lleno de yuyos despedía un olor acre, logrando opacar su dulce aroma tímidamente. 

—Hmp.

—En el mundo en el que vivía, tenía muy pocas oportunidades de estar tan cerca de la naturaleza. El agua, su fluir, su ruido, me relaja. Es increíble cómo algo tan básico nos afecta tanto. Me parece mágico. 

Aunque hasta hace unos minutos luchaba por encontrar una excusa para acercarse al gran demonio, ahora hablar con Sesshoumaru parecía lo más natural del mundo. Estar a su lado la tranquilizaba, había aprendido a leer sus silencios cargados de intensidad, podían ser más impactante que cualquier frase pomposa. Gracias a ellos, pudo percibir algo en él, algo más allá de las palabras, prestó atención a su respiración, su postura, cómo se movía. Había aprendido a escuchar lo que le decía a través de su cuerpo.

Kagome siguió mirando la brillante superficie del agua, aunque el reflejo le lastimaba los ojos. Miró lo que él miraba y mientras tanto escuchaba, sentía su aura demoniaca envolverla cálidamente. 

—Como el río e incluso la lluvia—, la voz Sesshomaru distrajo la muda contemplación de la sacerdotisa —. El agua tiene el poder de lavar cualquier cosa; despeja la mente y purifica…

— El alma. —Kagome instintivamente terminó la oración del demonio. 

En ese momento fue como si sus almas finalmente se hubieran encontrado. Ninguno de los dos esperaba tal comprensión.

Sin siquiera darse cuenta, se encontraron mirándose fijamente, como si uno quisiera escudriñar el alma del otro, como para estar seguro de lo que acababa de suceder. 

En ese intercambio de miradas, Kagome se vio abrumada por la intensidad con la que Sesshomaru la miraba, su corazón empezó a latir con fuerza en su pecho como si quisiera salir a zambullirse en aquellos iris dorados. Se sonrojó cuando Sesshomaru miró hacia otro lado.

Por otro lado, el yōkai podía escuchar claramente los latidos acelerados del corazón de la joven, era casi ensordecedor. Se sentía un animal enjaulado, su bestia gritaba en su mente, pidiendo estar más cerca de la miko.

—Me gusta hablar contigo —dijo Kagome en un susurro suave, casi inaudible, aunque estaba más que segura de que él la había escuchado. 

—¡Hmp! Ya lo sabía. —Sesshomaru usó un tono ligeramente burlón que Kagome nunca lo había escuchado usar. 

Ella levantó la cabeza a pesar de sus mejillas sonrojadas, encontrando el rostro marmóreo del demonio resquebrajado en lo que parecía una sonrisa. Era prácticamente imperceptible, una ligera ondulación, un tinte en ese rostro congelado a la perfección. 

Kagome se perdió al verlo con una expresión que nunca le había visto antes, lo miró como si fuera la primera vez que lo veía. 

Ánima y cuerpo fueron secuestrados por enésima vez por ese cándido ladrón a su lado.

—Me observas, miko. 

Cuando Sesshomaru le señaló esto, deseó poder cavar una tumba allí mismo y enterrarse en ella. Y no era la primera vez que pasaba. 

—Oh, lo…

—Te están buscando. —El demonio interrumpió su disculpa avergonzada. La miko levantó la cabeza y aguzó las orejas, pero no escuchó a nadie llamándola. Se volvió hacia Sesshomaru, quien examinó su expresión confundida. 

>>De la aldea, te están llamando de allí. 

Un destello de decepción cruzó los ojos de Kagome. 

—¡Oh! Será mejor que regrese, de lo contrario, Kaede me hará bendecir amuletos toda la noche.

 Cuando se levantó, Sesshomaru ya estaba de pie y se dirigía hacia el bosque. Kagome estaba tratando de reprimir el impulso de detenerlo, quería agarrarlo por la túnica, decirle que no se fuera, que prefería bendecir miles de amuletos solo por pasar otros cinco minutos con él.

 —A más tarde, miko. 

La voz del yōkai ahogó cualquier otro ruido en su cabeza, incluso el rugido tumultuoso del río. Kagome ni siquiera respondió, por otro lado, el demonio ya había desaparecido entre las frondas. 

«A más tarde, miko». Kagome repitió esas palabras en su cabeza como si fueran un mantra, sin dejar de sonreír mientras recogía la canasta y se dirigía hacia la aldea.

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Uffa! Debo decir que a veces me arrepiento de haber elegido el género dramaromantico para esta historia, la cosa suele parecer eterna. Les confieso que soy fan #1 de mis propias historias y, Enamorarse de nuevo es mi segunda favorita, sin embargo, no veo la hora de llegar al punto donde el sesshokag resplandece. Según mis garabatos (borradores)faltan 4 cap para eso. Ahora entiendo por qué los dramas chinos son tan extensos. En fin, gracias por leer.

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