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¡No duden en señalar cualquier error!
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Se despertó en medio de la noche con el corazón acelerado y la bata empapada de sudor.
«Otra vez» fue el primer pensamiento que le vino a la mente.
Se levantó molesta, acalorada y un tanto temblorosa, fue a enjuagarse la cara en la palangana que guardaba debajo de la ventana de su habitación. Ahora era toda suya. Pero, ¿alguna vez hubo realmente un nuestro? Después de ese episodio, que revivía casi todas las noches, lo dudaba.
Decidió preparar un relajante té de hierbas, mientras inevitablemente reflexionaba sobre lo que había sucedido hace unas semanas:
«Probablemente, Inuyasha y yo tenemos un concepto diferente de nosotros».
El solo hecho de pensar en su nombre le provocó un dolor de estómago que casi la dejó sin aliento.
Siempre había sabido en lo que se estaba metiendo, incluso si era un poco tonta, ciertamente no era estúpida. El vínculo entre Kikyo e Inuyasha era algo indisoluble que había atravesado los siglos, alcanzándola y arrastrándola a ese mundo.
Sabía que la difunta sacerdotisa y el hanyou permanecerían unidos para siempre por un hilo invisible que podía traspasar incluso la barrera impuesta por la muerte. Lo sabía y lo aceptaba, porque era parte de Inuyasha el demonio que amaba. Amaba todo de él, incluyendo su lado atormentado, esa parte que esperaba calmar con su amor incondicional.
Cuando Inuyasha le dio la bienvenida en la época Sengoku, estaba convencida de que serían felices juntos, ya que ella lo amaba más allá de su conexión con Kikyo. Se lo había hecho saber mes tras mes, exponiéndole sus propios sentimientos. Antes de ese episodio, había superado muchos momentos de desesperación, momentos donde Inuyasha parecía estar lejos de ella y luego de una tímida disculpa, volvía a amarla como ella deseaba, pero esta vez fue diferente. Tremendamente diferente.
¿Cómo puedes decir amar a una mujer toda la noche y por la mañana, en lo profundo de tus sueños, susurrar el nombre de otra?
Esto fue demasiado incluso para ella. Esa mañana no reaccionó como de costumbre, de sus labios no salieron ningún tipo de reclamaciones. Se sintió distante, como en una burbuja, mientras Inuyasha trataba de entender lo que había sucedido. Ella distraídamente le había dicho que necesitaba pasar tiempo sola, sin él cerca, el dedo en la llaga fue cuando Inuyasha no se resistió mínimamente a esta decisión. Gruñó un poco, porque no entendía el motivo de su petición, pero accedió a irse, pensando que eso la ayudaría a resolver sus problemas, (berrinches de mujeres). De hecho, sin saberlo, acababa de abrir un abismo que lentamente la arrastraba envuelta en una espiral de dolor.
***
Era un día normal de otoño, el sol comenzaba a dar un dulce calor, mezclándose con el aire fresco que se cernía alrededor del bosque.
Los hombres más fuertes ya habían iniciado la caza desde temprano, mientras que los campesinos trabajaban duramente en los campos, preparándose para la temporada de invierno. Las mujeres se ocupaban de las tareas del hogar, agregando lo necesario a la rutina diaria para así lograr tener todo listo antes de la llegada de la estación más fría.
Las féminas ocupaban gran parte del mes de octubre cocinando, preparando las conservas, llenando las despensas y bodegas con granos, víveres y carne disecada. Incluso había quienes se confeccionaban ropas más pesadas y, remendaban las usadas.
Los jóvenes comenzaban a montar las primeras leñeras, mientras los más pequeños disfrutaban jugando con las hojas secas que revoloteaban aquí y allá.
Había mucho trabajo por hacer, pero la alegría que flotaba en la aldea era contagiosa. Incluso la familia de Sango y Miroku, había comenzado el día alegremente.
Mientras la joven cazadora secaba la ropa al sol, las dos gemelas de la pareja disfrutaban persiguiendo al pobre Shippo quien, a pesar de que los años también habían pasado para él, seguía siendo un tierno demonio zorro, solo un poco más crecido. ‘Una verdadera alegría para las dos hermanas’.
—¡Sango, por favor detenlas! ¡No puedo soportarlo más, tus malvadas hijas me están quitando la vida!
—Vamos, Shippo. Ten paciencia, todavía son pequeñas —decía Sango dedicándole una tierna sonrisa. Desde que se había convertido en madre, su paciencia se había desbordado, también porque además de las niñas, tenía que estar pendiente de su marido y su mano “maldita”.
—Oye, Shippo, no hables tan mal de mis dos maravillas. ¡Te escuché, sabes! —se escuchó decir a Miroku quien apenas acababa de llegar.
—¡Papá! —gritaron las gemelas a coro, corriendo hacia el bonzo, aferrándose a sus piernas.
Eran tan pequeñas.
—Miroku, has vuelto. ¿Cómo te fue en la aldea vecina? —preguntaba Shippo, quitándose las ramas y Flores de su roja cabellera (cortesía de los dos diablillos).
—¡Genial! Mis increíbles habilidades derrotaron a ese demonio barato —decía el monje fanfarrón, frotándose los músculos de los brazos con orgullo.
>>Quise decir—, continuó el pequeño zorro—. Espero que no hayas sido demasiado amable con las señoritas de esa aldea.
Aunque el sol resplandecía en el cielo, una ola de frío descendió repentinamente alrededor de la casa de Sango y Miroku, haciendo que este se estremeciera. El monje se volvió hacia su esposa, quien, todavía ocupada con la ropa, le dio una mirada que habría hecho temblar incluso al más poderoso Samurái de la época Sengoku.
—¿Pero qué dices Shippo? Todos saben que solo tengo ojos para mi Sanguito.
Un sudor frío comenzaba a bajar por las sienes del bonzo. Se acercó a su compañera tratando de acariciarle el trasero, sin embargo, ante de que su mano pudiera tocar la retaguardia de la exterminadora, esta le estampó la canasta de la ropa sucia directamente en su rostro.
—Iré a preparar el almuerzo —dicho esto, la Cazadora se dirigió a su cabaña siendo seguida por las niñas.
—¡JA, JA, JA! Nunca perderás esas mañas, monje libidinoso! —Shippo se reía hasta más no poder, apenas podía contener las lágrimas.
—¿Disfrutas tanto ver cómo golpean a un querido amigo tuyo? ¡Ah, que vida!
Miroku se sentó junto al demonio, disfrutando de la sombra del enorme árbol de cerezo ubicado enfrente de su casa. Descansaría un poco y luego iría a ayudar a su esposa.
—Oye mocoso—, comenzó el monje, recibiendo una mirada del Kitsune, la cual parecía cualquier cosa menos amenazante—. No he visto a la señorita Kagome. Por lo general, se queda con Sango y la ayuda con las chicas, pero hoy tampoco la he visto en el pueblo o en los campos.
Shippo bajó repentinamente la mirada y una expresión triste se apoderó de su tierno rostro.
—No lo sé, Miroku. Esta mañana vino a darnos los buenos días como es costumbre, pero no se veía bien. Parecía que había pasado la noche sin dormir. Dijo que iba a dar un paseo por el río y se detendría a recoger algunas hierbas medicinales y aún no ha regresado. Me ofrecí a acompañarla, pero dijo que quería estar sola. No es la Kagome habitual, Miroku. Ella está sufriendo y sé muy bien que él tiene la culpa.
—¿Dices que es culpa de Inuyasha?
—¡Por supuesto que es culpa de ese perro tonto! Hace unas noches lo vi ir al bosque.“Solo”
—Shippo, no deberías ser tan desconfiado.
—¿Desconfiado? Miroku, sé que para ustedes todavía soy un niño pequeño, pero ya no soy un niño y tampoco soy estúpido. Cuando veo a un macho que en lugar de estar junto a su mujer se va hacia el bosque dejándola sola y luego regresa al amanecer para irse otra vez, es porque algo oculta.
—Desafortunadamente, si este es el caso, si realmente está pasando algo entre ellos, no podemos interferir.
Shippo no estaba de acuerdo con las palabras del monje.
—Quiero proteger a Kagome de cualquier persona o demonio que quiera lastimarla, incluso si este es el mismo Inuyasha.
—Shippo, escúchame. Estos son asuntos que van más allá del poder de la amistad y tu lealtad a Kagome. Es una cosa de pareja, nosotros no tenemos el derecho de decirle a Kagome cómo debe vivir su vida. Sé que te duele verla sufrir, pero lo único que puedes hacer es apoyarla como lo hace un verdadero amigo. Hacerla sentir que estás ahí para ella y estarás ahí para siempre. Así Kagome tendrá la certeza absoluta de que pase lo que pase con Inuyasha siempre podrá contar con nosotros.
Mientras el monje trataba de hacer razonar al Kitsune, en alguna parte del bosque, una melancólica sacerdotisa estaba a punto de tener un encuentro que jamás olvidaría.
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Hasta aquí llega este capítulo de introducción, el cual se alineará con el siguiente cap.
Las cosas entre Kagome y Sesshomaru se darán de manera un poco lenta, así que les advierto, nada de delicioso en la floresta, marca y cachorros😂 (habrá setzo). Así que tranquilos, solo que no pasará de la forma que estamos acostumbrados a leer en los fanfictión de Wattpad.
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