💖Capitulo 25 - Atrapados💖
Oscar.
Debo reconocer que la he pasado increíble junto a Tatiana, que está a mi lado, abrazada a mí. Ella es muy divertida y, a pesar de que terminamos de ver la película, seguimos hablando como dos amigos, tranquilos, sin insinuaciones sexuales, aunque las ganas por ella no se me han quitado.
Hemos hablado de muchas cosas. Me ha contado su vida en el estrado como abogada, lo mucho que le apasiona defender a los inocentes. Los casos que ha llevado son impresionantes y, lo mejor de todo, es que siempre ha ganado. Yo le he contado sobre mi pasión por la arquitectura y cómo sueño con tener mi propia compañía algún día.
—Y no es que me crea la mejor, pero soy buena y nunca pierdo. —dice con orgullo, separándose un poco de mí y sonriéndome. —Me siento muy orgullosa de mí misma. No me maté estudiando para perder, siempre es ganar. —su voz sale entusiasmada.
—Esa es la actitud. Tendré que visitarte cuando tengas casos, quiero verte destrozar a esos ineptos. —respondo con una sonrisa. Ella se sienta en mis piernas y rodea mi cuello con sus brazos, acercando su rostro al mío, tan cerca que casi rozan nuestros labios.
—Estás invitado a ir cuando quieras, precioso. Pero qué tal si ahora tú y yo empezamos a hacer cositas. Mira que no llevo ropa interior.
Sus palabras me dejan algo sorprendido. No puedo creer que no tenga ropa interior, y las ganas de tocarla se apoderan de mí. Mi única respuesta ante su insinuación es apoderarme de su boca. Ambos nos besamos con ansia y desesperación, nuestras lenguas entrelazándose en un baile apasionado.
Ella se aleja de mí, se levanta de mis piernas y, de manera sensual, pasa su mano por su cuerpo. Se da la vuelta indicándome el cierre del vestido. Mis manos tiemblan ligeramente mientras alcanzo el cierre. Sin perder el tiempo, bajo el cierre lentamente, revelando su piel suave y tentadora. Percatándome de que en verdad no lleva ropa interior, mis ojos se dilatan al verla desnuda. Mis dedos acarician su espalda, y ella deja escapar un suspiro que me vuelve loco.
La abrazo de manera posesiva, comenzando a darle besos en el cuello. Acaricio su sensual anatomía, sus pechos, y luego pellizco sus pezones, que ya están duros. Sus gemidos son tan magníficos que hacen que me ponga más duro de lo que ya estoy. Restriego mi hombría de manera descarada para que sienta cómo me pone.
De manera cuidadosa le doy la vuelta, ella no pierde tiempo y nos volvemos a besar con mucha pasión. Con su ayuda me deshago de mi ropa, quedando completamente desnudo. Sin dejar de besarnos, me siento en el sofá, y ella se acomoda en mi entrepierna, comenzando a rozarse con mi miembro. Ambos gemimos sin despegar nuestra boca.
Los movimientos de Tatiana son lentos y deliberados, aumentando la tensión entre nosotros. Sus caderas se mueven en círculos, rozando mi erección con una precisión que me hace estremecer. Sus labios se despegan de los míos para soltar un gemido profundo.
—Me perteneces. Hermosa. —le susurro con posesividad volviéndola a besar.
Ella se aparta dejando de besarme y me mira seriamente. La miro confundido por su abrupta separación.
—¿Así de posesivo eres? ¿Y dónde está mi collar de propiedad, entonces? —responde ella con una sonrisa pícara, provocando que suelte una gran carcajada.
—Ah, ¿eso es lo que quieres? —le digo, siguiendo el juego. —Te traeré una placa de identificación con mi nombre para que todos sepan a quien perteneces y elaborare un contrato de exclusividad para que lo firmes. —bromeo, mientras le doy un ligero mordisco en el cuello y ella jadea.
—No le pertenezco a nadie querido, pero por esta vez lo dejare pasar, ya somos exclusivos, ¿no es así? Así que también tú me perteneces. —responde guiñándome un ojo, y empezando a darme besos en el cuello. —Y dime ¿qué tendrá ese contrato? ¡Oh, claro! ¿Una cláusula de "no salir con amigos"? —dice ella, riéndose, mientras que va pasando toda su lengua por mis pectorales.
—¡Oh, claro que eso va! También incluiré una cláusula de "responder a los mensajes en menos de un minuto" —le digo con seriedad. Le sostengo el rostro y la obligo a verme. —No estoy bromeando. Hermosa Tati. Me perteneces. —no dejo que responda y me apodero de su boca.
La sostengo por las caderas, guiando sus movimientos mientras ella sigue frotándose contra mí. Sus gemidos se vuelven más intensos, y siento su humedad creciente contra mi piel. No puedo esperar más. La levanto ligeramente, alineando mi miembro con su entrada. Nos miramos un instante, compartiendo una sonrisa de complicidad, y luego la bajo lentamente, pero mis ganas son más grandes y me introduzco en ella de una estocada, sacándole un grito de placer.
El placer nos envuelve de inmediato. Sus uñas se clavan ligeramente en mis hombros mientras comienza a cabalgarme, subiendo y bajando con un ritmo que solo ella puede marcar. Mis manos recorren su espalda y sus caderas, acariciándola y afianzándola con cada embestida. Sus gemidos se mezclan con los míos, creando un ambiente lleno de placer.
El tiempo transcurre y mis embestida se vuelve cada vez más intensas con cada roce de su cavidad a mi miembro. No hay un momento que no deje sus pezones, le doy pequeñas mordidas y los succiono. Ella solo gime con lo que le hago. Nuestras manos no están quietas, recorre cada centímetro de nuestra piel. Ella me susurra palabras cochina que me hace sentir más excitado de lo que ya estoy, ella es maravillosa y cada día la deseo más.
Ambos movemos nuestra caderas en círculos y los susurros se convierten en jadeos, la agarro de su culo llevando el ritmo de sus movimientos. Siento como su cuerpo se tensa y sus paredes se contrae y me aprieta.
—¡Oscar, estoy a punto! —exclama ella, y su cuerpo comienza a temblar, dejándose llevar por la intensidad del orgasmos.
—¡Oh, Tatiana, también yo, lleguemos juntos! —respondo, Doy un par de embestida más, ahogo un grito de placer al momento que siento mi orgasmo llegar.
Nuestras respiraciones se entrelazan mientras tratamos de recuperar el aliento, abrazados el uno al otro. La sensación de satisfacción es abrumadora. Tatiana se desploma suavemente contra mi pecho respirando con dificulta.
La abrazo con mucha fuerza y muerdo su hombro, mientras que ella clava suavemente sus uñas en mi espalda. Ambos nos mantenemos abrazados hasta recuperar nuestra respiración. Estoy a punto de cerrar los ojos cuando mi mirada se posa en la puerta que se encuentra abierta. Se supone que debería estar cerrada.
—Hermosa, pensé que habías cerrado la puerta. —hablo sin dejar de mirar hacia la puerta.
Ella levanta la cabeza y me mira confundida, pero antes de que ella pueda contestarme de repente veo a mi madre entrar sin previo aviso. ¡Trágame tierra!
—¡Oscar! ¡¿qué significa esto?! —grita con asombro y confusión al vernos desnudos en el sofá. Tatiana se espanta y mira hacia atrás cubriéndose sus pechos.
—¡Madre! ¡por Dios! ¡Sal de aquí ahora! —exclamo.
Ella parece no saber si reír o escandalizarse aún más. Murmura algo sobre los jóvenes de hoy, que no cierran las puertas, y finalmente sale con paso rápidos. Tatiana y yo nos vemos, y ella suelta una carcajada que me contagia, ambos reímos como desquiciados. Y yo no puedo creer que mi madre me encontrara en tremendo acto.
—Eso fue una entrada magistral. —dice mientras se levanta sin dejar de reírse. —Te juro que cerré la puerta, aunque tal vez no lo hice, es que me distraje con tu anatomía. —culmina guiñándome un ojo.
No puedo evitar reírme, ella es única, otra chica no estuviera tan tranquila. Mientras nos vestimos, no dejo de verla, es toda una belleza. No sé en que estoy pensando ni porque dije toda esa tontería de que me pertenece, nunca había sido tan posesivo, pero ya lo dije y no pienso retractarme, y ahora que volvimos a estar juntos no pienso dejarla ir.
Ya con la ropa puesta abro la puerta, Mi madre entra y nos lanza una mirada de reproche que podría derretir un iceberg. Yo me quedo detrás de ella tratando de no reírme.
—¿Como se les ocurre dejar la puerta abierta? ¡estan locos! —vocifera mi madre. —Quedare traumada por el resto de mi vida. —habla alzando los brazos y moviéndolo con exageración.
—No exagere señora, creo que lo único que vio fue mi lindo trasero. —contesta Tatiana con una sonrisa burlona.
—Vaya, tu novia es contestona y burlona, ¿asi vas a tratar a tu suegra? —el tono de mi madre sale molesto. ¿Y de donde ella saco eso de que ella es mi novia? está loca.
Voy a responderle, pero Tatiana se adelanta.
—No señora, Oscar y yo no somos novios, solo tenemos sexo duro. —responde con una sonrisa.
Abro mucho los ojos ante la respuesta tan directa de Tati, está loca, pero no puedo negar que me encanta que sea asi. Mi madre voltea para mirarme con horror, solo le doy una sonrisa, luego vuelve a mirar a Tatiana.
—Oscar, creo que es hora de que me vaya. —avisa Tatiana, fingiendo una voz de inocencia que me da ganas de reír.
—Sí, probablemente sea lo mejor. —respondo, haciendo mi mejor esfuerzo por mantener la seriedad.
Tatiana se acerca a mi madre con una sonrisa descarada.
—Señora, quiero que sepa que ha hecho a un hombre extremadamente sabroso, ¡toda una delicia! —asegura con tono juguetón. —Y bueno, los sofás resultan ser muy cómodos, ya ve.
Mi madre parece estar a punto de desmayarse, se ha quedado pasmada observándola, pero Tatiana simplemente la abraza con una risa pícara. Mi madre no acepta el abrazo, creo que está asimilando las palabras de ella.
—Bueno, nos estaremos viendo, un placer señora. —habla Tatiana cuando deja de abrazarla, y luego le guiña un ojo. —Oscar, necesito recoger mi coche. —Asiento a lo que dice.
Cuando estamos fuera del apartamento la estampo contra la puerta y me apodero de su boca, robándole un apasionado beso, que al separarnos respira con dificulta.
—¿Que fue eso? ¿Por qué le dijiste eso a mi madre? —pregunto mientras la aprisiono contra la puerta y acaricio su cuerpo.
—No lo sé, solo quería que el ambiente no fuera tan incomodo, tu madre nos encontró teniendo sexo y eso no es nada divertido, fue vergonzoso. Estaba nerviosa, y cuando lo estoy digo tonterías. ¿Crees que me pasé con lo que le dije? —expone con inocencia.
—Tranquila, me pareció divertido. Pero hay algo que aún no tengo de ti. Necesito tu número de teléfono. —expreso con una sonrisa.
Con risas cómplices no intercambiamos los números, le doy el del mecánico y antes de que se vaya la vuelvo a besar, ya me volví adicto a sus besos, esto está mal muy mal. Nos separamos porque la puerta se abre, revelando a mi madre. Tatiana vuelve a guiñarle un ojo a mi madre y sale casi corriendo. Me quedo observándola hasta que entra al ascensor.
—Oscar, no puedo creer esto... —comienza mi madre hablar, pero yo la verdad no le estoy prestando atención.
Me tiro en el sofá largando un gran suspiro y dejo que mi madre se desahogue, yo solo puedo escucharla y reírme. Que día tan raro tuve hoy, aunque fue bastante provechoso, y exquisito. Ahora podre tenerla las veces que quiera.
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